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Cultură

Estos libros españoles hacen llorar al niño Jesús

La Midwest Theological Forum es más papista que el Papa y ha elaborado un índice de lecturas prohibidas que van contra la fe católica. Han metido a autores de best-sellers y a varios académicos.

Durante las navidades se ha desatado la alarma y el pavor entre los escritores españoles. El rumor decía que la Iglesia había publicado una lista de libros prohibidos, algo así como el Index Librorum Prohibitorum que abolió el Papa Pío IV en 1966. Asustados ante la posibilidad de que el mundillo literario español no sea el infierno, sino un leve purgatorio, muchos escritores corrieron a comprobar si sus obras estaban en esta lista. Un novelista amigo mío se hacía esta pregunta: ¿qué puede ser el infierno para mí, convertirme en autor de poesía?

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Gonzalo Garrido me escribió para decirme que su libro El patio inglés atentaba contra la fe y la moral y que mi última novela, Ajedrez para un detective novato, aparecía también como obra del todo incompatible con la cristiandad. Antes de nada, ¿quién manda aquí? La página no es de la Iglesia de Roma, sino una iniciativa del Midwest Theological Forum, más papista que el Papa. "Nace del intercambio de experiencias entre personas aunadas por la pasión por la lectura y el interés por conocer los contenidos de los libros que despiertan su atención, desde la perspectiva de la fe católica". Clasifican los libros con unos códigos que van desde A1 (libros que no tienen inconvenientes morales) a C3, (obra contraria a la fe o la moral o que se dirige contra la Iglesia y sus instituciones) pasando por el extraño A2 (títulos que podrían no resultar adecuados para lectores más jóvenes, como "algunos libros de fantasmas").

Bien: queda claro que el premio gordo se llama C3 y es un ticket directo al infierno, y que A1 significa muy poca cafeína entre las páginas, el pedo de una monja dicho en sermo vulgaris. Es decir: la página es un GPS para adentrarse en los procelosos mundos de la cultura sin salir contaminado por el libertinaje, la herejía y demás aficiones de los escritores. Un "yo conduzco, ella me guía" para pegar en el lado de la biblioteca doméstica.

Tratan con menor rigor los libros más antiguos que los más modernos. Por ejemplo Jardiel Poncela resulta menos "inconveniente" que Javier Marías. Amor se escribe sin hache y Pero… ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?, dos novelas de Jardiel que incluso hoy ponen las tripas del revés a toda clase de almas pacatas, obtienen un C1, la medalla de bronce del pecado, mientras que Aquí empieza lo malo, la última de Marías, la supera en blasfemia con un C2.

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Algunas obras aparecen brevemente reseñadas. Por seguir con la última de Marías, advierten que "el estilo de la narración es el mismo de otras obras del autor, aunque en esta ocasión están presentes los comportamientos inmorales, unas veces insinuados, otras bastante explícitos. Además, carece de un mínimo de sentido de la trascendencia en el modo de afrontar sus propias vidas".

Es curioso que dan mucha importancia a la longitud del pecado en función del largo de página: de El tango de la vieja guardia de Arturo Pérez-Reverte dicen que "desde un punto de vista moral, la novela está salpicada de comentarios sensuales y de bajo tono, normalmente breves". Aunque le dan un C1, añaden que "no faltan tampoco escenas inconvenientes extensas y descriptivas." A veces los censores solo echan en falta un poco más de presencia católica, como en Plenilunio de Antonio Muñoz Molina, que recibe un C1 porque, a pesar de que "un personaje secundario es un sacerdote que en su juventud fue un cura obrero y es presentado de un modo positivo, apenas posee relieve en la trama: parece una mera excusa para hacer algún comentario sobre abusos a menores en colegios de religiosos".

Los autores del Index 2.0 tienen sus filias y sus fobias. Javier Cercas les encanta y sus novelas se mantienen en la B, fuera de peligro, incluso cuando anotan que en Anatomía de un instante deja la Iglesia mal parada. Lo mismo ocurre con Eloy Tizón o Elvira Lindo. Mientras tanto, condenan toda la obra de Lucía Etxebarría y a Juan Manuel de Prada no le sirve de nada ser católico porque con sus libros pasa lo mismo. Muestran especial tirria contra Sánchez Dragó, a quien dan cera incluso por el libro que escribió tras la muerte de su querido gato porque "las referencias directas al cristianismo son peyorativas o relativizan sus enseñanzas, y hay un par irreverencias que rozan la blasfemia".

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Lo que sorprende para bien es la minuciosidad. La lista es mucho más democrática y abierta que las de los mejores libros del año de los suplementos culturales. Autores tan desconocidos y minoritarios como yo mismo aparecemos en la cima del podio junto al Marqués de Sade o Vladimir Lenin, lo cual me ha llenado de orgullo y satisfacción. Por supuesto, existen lagunas injustificables: no hay rastro de Agustín Fernández Mallo y tampoco está Cristina Fallarás, a la que solo le falta quemar oficinas bancarias para que la metan en chirona.

Durante las vacaciones he confeccionado una lista de autores españoles. Solo incluyo libros que hayan recibido las sentencia fatales.

Medalla de oro o C3. Obras explícitamente contrarias a la fe o la moral.

Rafael Reig, Lo que no está escrito.

Marta Sanz, Un buen detective no se casa jamás.

Manuel Vilas, Los inmortales.

Antonio Orejudo, Fabulosas narraciones por historias.

María Zaragoza, Los alemanes se vuelan la cabeza por amor.

Alberto Olmos, A bordo del naufragio.

Medalla de plata o C2. Abundan los pasajes escabrosos o un fondo ideológico extraño o contrario a los valores cristianos.

Miguel Ángel Hernández, Intento de escapada.

David Torres, Punto de fisión.

Elvira Navarro, La trabajadora.

Lorenzo Silva, Carta blanca.

Andrés Barba, Agosto, octubre.

Ray Loriga, Héroes.

Juan Vico, El teatro de la luz.

Ricardo Menéndez Salmón, Niños en el tiempo.

Fernando Aramburu, Viaje con Clara por Alemania.

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Medalla de bronce o C1. Presentan pasajes escabrosos o un fondo ideológico general que puede confundir a personas con escasa formación cristiana.

Javier Calvo, El jardín colgante.

Juan Bonilla, Nadie conoce a nadie.

Belén Gopegui, Lo real.

Fernando Marías, Invasor.

Ignacio Martínez de Pisón, Dientes de leche.

Jenn Díaz, Belfondo.

Javier Pérez Andújar, Todo lo que se llevó el diablo.