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Farmacausto

En el año 2002, la industria farmacéutica española, agrupada bajo el nombre de Farmaindustria, presentó a bombo y platillo un programa "pionero" para solucionar la acumulación de residuos farmacológicos: el SIGRE (Sistema Integral de Gestión de...

POR TONI L. QUEROL. GRACIAS A PILAR MERA POR SU AYUDA

Vertedero de Areosa. Foto de Carlos Pardellas

En el año 2002, la industria farmacéutica española, agrupada bajo el nombre de Farmaindustria, presentó a bombo y platillo un programa “pionero” para solucionar la acumulación de residuos farmacológicos: el SIGRE (Sistema Integral de Gestión de Residuos). La idea era que todos los españoles depositáramos los medicamentos usados o caducados en unos bonitos puntos de recogida hechos de cartón, en ecológicos colores blanco y verde, instalados en 20.000 farmacias. De allí los recogerían, separarían los envases para su reciclaje y los medicamentos serían incinerados, no sólo evitando así “que se tiren por el desagüe o acaben en la basura, contaminando los ríos” sino sirviendo además como combustible para la obtención de energía eléctrica. La idea suena cojonuda, ¿verdad? Al Gobierno español y a todos los gobiernos autonómicos también les sonó muy bien y apoyaron la iniciativa. Pues bien, resulta que ni un solo medicamento, ni una sola píldora, se ha llegado a incinerar en los 7 años (¡siete!) de funcionamiento del Sigre. En lugar de eso, unas 12.000 toneladas de medicamentos han sido enterradas o almacenadas en un solo vertedero, el de Areosa en Cerceda, Galicia.

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Ahí va una sinopsis de esta compleja historia, a medio camino del thriller político, el cine de catástrofes y la comedia bufa. En octubre de 2008 los medios de comunicación gallegos informan de que 3.000 truchas han muerto en un fin de semana en el río Lengüelle. La Guardia Civil investiga un enorme vertedero situado a unos 500 metros. Las conclusiones de la investigación son contundentes: el vertedero de Areosa—compartido por la empresa pública Sogama, la empresa privada Danigal y una planta incineradora de animales—tiene graves deficiencias en cuanto a la impermeabilización y depuración de las montañas de basura que almacena y presenta filtraciones de lixiviados (líquidos muy tóxicos que genera la concentración de basura). No sólo eso: la Guardia Civil acusa a Danigal de “vertidos voluntarios y reiterados” de residuos al río. Empieza el baile de registros, incautaciones de ordenadores, despidos de directivos que habrían ocultado analíticas del vertedero, y el lanzamiento de cuchillos entre sociatas y peperos, en pie de guerra porque las elecciones están a la vuelta de la esquina. A finales de enero, el diario La Opinión de A Coruña da un giro espectacular a la historia: unos e-mails remitidos por un ex técnico de Sogama revelan que ese mismo vertedero almacenaba sin permiso todas las medicinas recogidas por el programa SIGRE y que supuestamente debían ser incineradas. Ahora viene el toque de comedia: Sogama dice que su acuerdo de reciclaje no incluía quemar medicamentos; en SIGRE se hacen los ofendidos y dicen que tienen certificados de Danigal según los cuales la “valorización energética” se realizaba conforme a lo previsto; Danigal dice que nunca ha tenido un horno que pueda hacer eso; el gobierno gallego dice que no pasa nada, que este tipo de residuos es asimilable a los residuos urbanos; y el alcalde de Cerceda aduce que los medicamentos no son peligrosos porque son “de los que se toman por la boca”. En fin, la noticia desaparece de los medios, nadie dimite, el proceso judicial avanza lentamente, 12.000 toneladas de medicinas siguen ahí amontonadas y yo ya no sé qué hacer con los Voltaren y Gelocatil caducados que tengo en casa, si tirarlos por el retrete o hacerme un batido.

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Para ayudarnos a sacar algo en claro, nos pusimos en contacto con Raúl Vieira, Doctor en Ciencias Biológicas, experto en tecnología ambiental y en gestión de residuos peligrosos. Y la verdad es que tras hablar con él la historia vira definitivamente hacia el género terrorífico.

Vice: ¿Ante qué estamos? ¿Una chapuza? ¿Una estafa descomunal?

Raúl Vieira:

Estamos ante un hecho sangrante, ante una tomadura de pelo con mucho dinero de por medio. La industria farmacéutica pagó unos 40 millones de euros a otra empresa para que incinerara toneladas de fármacos, y esta empresa no lo hizo. Así de simple. Durante 7 años. Mira, yo he dirigido una empresa de gestión de residuos industriales y te puedo asegurar que los gastos de almacenamiento son hasta 4 ó 5 veces más baratos que los de incineración. A saber a qué bolsillos ha ido a parar todo el dinero sobrante… Esto dice mucho del grado de proliferación en España y en los países meridionales de los aprovechados de turno. Todo esto huele a dejadez de funciones, intereses pecuniarios, empresarios aprovechados y corruptelas varias. Y para mí la dejadez de funciones por parte de la administración es igual de grave que la actitud pseudomafiosa que en un momento dado pueda tener algún empresario. Si esto mismo sucede en un país de corte sajón o en Alemania, por ejemplo, no sólo habría habido dimisiones, también se habría llevado a los tribunales a los responsables de la empresa que gestiona el vertedero y a los gestores políticos en materia medioambiental.

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La noticia apenas duró dos días en los grandes medios nacionales y hace sólo un par de semanas leí en El Periódico un artículo vendiendo aún la moto del SIGRE. ¡No tenían ni idea de lo que había pasado!

Sí, es muy triste. Se ha jugado con la buena voluntad de los ciudadanos que muy poco a poco en España se están concienciando de la necesidad de clasificar los residuos, y nadie da una solución, nadie asume responsabilidades, y los grandes diarios no se enteran de la misa la mitad o pasan del tema. Sólo hay excusas ridículas y acusaciones con intereses políticos partidistas. Viendo cosas así, a la gente le parece que todo es un carnaval, que nada es serio.

Foto de Fran Martinez.

¿Qué pensó usted cuando el conselleiro de medioambiente declaró que “los fármacos son basura asimilable a los residuos urbanos”?

Pues que los políticos pretenden saber de todo y no se asesoran debidamente o no quieren delegar en los técnicos que sí saben del tema, como se suele hacer en los países sajones. Éste, insisto, es un mal cultural, muy extendido en los países meridionales. Lo que yo le preguntaría es: ¿Por qué se está haciendo entonces una recogida selectiva de fármacos? ¿Por qué diablos los ciudadanos nos tenemos que molestar en depositarlos en la farmacia? ¿Por qué se presupuestan 40 millones de euros? Se hace por algo, caray, porque se considera que son unos residuos especiales que requieren un tratamiento específico. Si lo que dice es cierto, pues nada, a tirarlo todo en la misma bolsa de la basura.

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El SIGRE fue presentado como un sistema pionero e incluso prometía la obtención de energía eléctrica utilizando los fármacos como combustible. “Valorización energética”, lo llaman.

Esa es otra. España es un país de eufemismos, aquí es difícil llamar a las cosas por su nombre. Con un término que suene bonito y ecológico ya está todo arreglado. En realidad, tenemos que hablar de “destrucción térmica”, es decir, utilizar una temperatura por encima de los 850 °C para asegurar la eliminación de los componentes peligrosos.

¿Y de la obtención de energía eléctrica, nada de nada?

En este caso ni siquiera llegó a existir esa posibilidad, ya que los fármacos han sido enterrados. Pero es que, además, este “aprovechamiento energético” es muy difícil de obtener. A este tipo de residuos farmacológicos no se les puede considerar de ninguna manera un combustible sustitutivo, sencillamente porque no aportan el suficiente poder calorífico necesario para serlo. En todo caso, se requiere combustible para incinerar estos fármacos. Decir cualquier otra cosa es un chiste.

¿Cómo se gestionan este tipo de residuos en otros países europeos?

Pues de una forma similar, básicamente mediante la incineración.

Foto de Carlos Pardellas.

O sea, que la idea tampoco era novedosa. ¿Podemos dar por hecho que parte de esos residuos farmacológicos han llegado al río Lengüelle?

Lo que está claro es que no se han gestionado conforme a lo acordado. Y si el vertedero, como apuntan varias investigaciones, tiene deficiencias de seguridad e impermeabilidad, lo más probable es que los lixiviados de esta acumulación de fármacos hayan acabado filtrándose a los cauces fluviales, a las aguas subterráneas y, sí, llegando al río.

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¿Y qué pasa entonces?

Son grandes concentraciones de principios activos, de biocidas y microcidas, e incluso de compuestos que pueden alterar el equilibrio hormonal del organismo humano y que mezclados con los residuos sólidos urbanos forman un cóctel químico terrible. No sólo nos estaríamos cargando la flora bacteriana del río o el mar al que llega el vertido, sino que se facilita la aparición de cepas bacterianas—millones y millones de bacterias—resistentes a los antibióticos. Es decir, que esos antibióticos luego no serán eficaces en los humanos. Por cosas así, se están volviendo a presentar casos de enfermedades que se creían erradicadas en el primer mundo, como el tifus o la tuberculosis.

¿Pueden hacer algo las depuradoras ante este tipo de vertidos?

No, los sistemas de depuración del agua no son eficaces respecto a esos principios activos, porque

no deberían estar ahí

. Ahora mismo en España hay un grupo de investigación a nivel nacional que intenta mejorar los sistemas de depuración de aguas residuales e industriales para ser capaces de eliminar los constituyentes de medicamentos que llegan a las depuradoras. Pero por ahora no estamos técnicamente preparados.