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Un río de indias rosas

La banda de las Gulabi odian a los hombres, y con razón.

Bundelkhand es una de las zonas más empobrecidas de Uttar Pradesh, una superpoblada región norteña del que ya es, de por sí, uno de los países más poblados del mundo, India. Los habitantes de Bundelkhand luchan diariamente por sobrevivir enfrentándose a las dificultades que suponen vivir en un terreno poco fértil, estar regidos por un sistema judicial corrupto y sujetos a una anti-cuada, opresiva jerarquía de castas. Divertidísimo, vamos. Puede que no sea una sorpresa para nadie, pero no obstante hay que decirlo alto y claro: India no es lo que se dice un ejemplo en lo que se refiere a la igualdad de derechos para las mujeres. La violencia en el seno del hogar y la consideración de la mujer como ciudadano de segunda clase es aquí moneda de uso común. Es en medio de esta tensa, difícil situación que un grupo de vigilantes conocido como las Gulabi (palabra cuya traducción sería “color rosa”) lucha, a menudo literalmente, por la igualdad. Integran la banda cerca de 10.000 mujeres, todas vestidas con un sari de color rosa como uniforme. Se especializan en el uso del lathi, una vara de combate tradicional en India. ¿Que suena demasiado bien para ser cierto? Así lo pensábamos hasta que fuimos allí y las conocimos en persona. Estas mujeres asombrosas existen, y podrían rompernos las rodillas con un sólo movimiento de sus bastones.

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Fundado hace dos años, el grupo ya se enfrenta a numerosos cargos por asociación ilegal, disturbios, ataque a un agente del Gobierno y obstrucción a la justicia. Sin embargo, Sampat Pal Devi, la líder de las Gulabi, es una mujer animosa de 47 años que no se deja arredrar por las acusaciones contra ella y su ejército. Sin apenas bienes ni educación, Sampat Devi, madre de cinco hijos, se ha convertido en una figura mesiánica en la región. “La palabra ‘banda’ no tiene porqué definir a un grupo de criminales”, nos explica. “También se puede aplicar a un equipo, un conjunto de personas, y nosotras somos una banda que lucha por la justicia. En mítines y manifestaciones nuestras miembros solían perderse de vista unas a otras entre la multitud, así que decidimos vestir de un solo color fácil de identificar. Puesto que no queríamos que se nos asociara con otros colores que ya están asociados con grupos políticos y religiosos, escogimos el rosa, el color de la vida. Es un buen color. Hace que la administración nos mire con cautela”.

La sombra del sistema de castas se proyecta sobre India como una nube oscura. La mayoría de las mujeres que componen el grupo no son sólo de extracción social baja, sino pertenecientes a una casta que se considera inferior, la de los intocables (“dalit”). Hace unos meses, una mujer dalit fue violada en Uttar Pradesh por un hombre de una casta superior, y la policía ni siquiera registró el caso. Bien al contrario, arrestaron y encarcelaron a quienes se atrevieron a protestar. Las Gulabi, con Sampat Devi al frente, irrumpieron en la comisaría para reclamar la puesta en libertad de los arrestados y un proceso contra el violador, y atacaron físicamente a un policía que se negó a cumplir sus demandas. Actualmente se está llevando a cabo una investigación sobre el incidente. En junio del año pasado, las Gulabis consiguieron su mayor triunfo hasta la fecha. Tras saber que un establecimiento benéfico del gobierno en Attara estaba cometiendo irregularidades en el reparto de grano y comida, Sampat Devi y las suyas, tras vigilar en secreto al encargado, interceptaron dos camiones cargados de grano destinado a las familias pobres que se dirigían a vender los sacos en el mercado. La banda utilizó esta prueba como herramienta de presión a la administración local para que decomisaran la carga y entregaran a la policía al encargado de la tienda. El caso, de nuevo, no fue tomado en consideración, y las Gulabi, furiosas, agredieron a un agente, dejándolo lesionado. Aunque no se ha hecho ninguna acusación formal contra ellas, el episodio contribuyó enormemente a aumentar la credibilidad del grupo en la región.

Algunos miembros de la comunidad local comparan a Sampat Devi con Laxmibai, la legendaria Reina de Jhansi, y le muestran su gratitud apoyando al grupo. Babloo Mishra les permite usar su local como oficina. “Lo mejor es que estas mujeres harán suya cualquier causa, aunque no tenga que ver con una de sus miembros, siempre que esa causa sea justa”, dice. Aunque las personas como Mishra brindan su ayuda, el grupo necesita una fuente de financiación real si desean ver cumplido su objetivo de crear una modesta industria que dé empleo a los lugareños. Sampat Devi sueña con poner en marcha una pequeña fábrica que las mujeres de la región dirigirían, pero la escasez de fondos supone un gran obstáculo.

Es mucho lo que hay que hacer en esta parte del mundo, y son personas como Sampat Devi las que lo están haciendo. Aunque los procesos contra el grupo tienen su raíz en aquellas ocasiones en que sus demostraciones de fuerza han derivado en un acto ilegal, para Sampat Devi y las suyas no se trata de romper las reglas, sino de levantarse y luchar por sus derechos.