POR PABLO HELGUERA

FOTOS DE STEFAN RUIZ

“Una máquina de viento, utilizada para que los actores parezcan estar en el exterior, con cosas volando alrededor suyo. Está en uno de los platós de telenovela más populares. En las series de presupuesto más elevado se van a Acapulco y ruedan en exteriores”.

Ya desde los primeros días de investigación pude percatarme de la existencia de patrones comunes en la forma en que cada país se relaciona con las telenovelas, y cómo, al mismo tiempo, esa relación revelaba algo único de cada país. Una investigadora canadiense, Denise Bombardier, lo describió perfectamente con la frase “Dame una telenovela y yo te daré una nación”. En términos generales, las telenovelas llevan a la práctica lo que el crítico Tomás López-Pumarejo (mi principal teórico en el Instituto) describió como “el drama del subconsciente”. Se trata de historias que giran en torno a cuestiones ontológicas: “¿Dónde está mi hijo?”, o “¿Dónde está mi amor?”

Hay una relación clara en la forma en que los culebrones exploran las tensiones sociales de un país y las convierten en una especie de terapia colectiva. El proceso funcionaba muy bien en países que recientemente habían dejado el comunismo, países en los que la gente estaba inmersa en plena búsqueda psicológica con el objetivo de superar los tabúes clasistas con los que habían vivido tanto tiempo. Como resultado, para ellos era increíblemente poderoso un drama centrado en la imposibilidad del amor a causa de obstáculos sociales o económicos. Varios estudios realizados durante el tiempo en que

Los Ricos También Lloran

se emitió en Rusia indican que programas estadounidenses como

Dallas

y

Dinastía

, emitidos simultáneamente, todo y con ser populares no generaban el mismo interés, ya que los rusos no podían identificarse con los problemas familiares de un petrolero millonario de Texas. Que esos programas tuvieran valores de producción más elevados no parecía importar mucho, de manera que compañías como Televisa no tuvieron que preocuparse demasiado en invertir para mejorar la calidad de sus producciones. Era el drama, las emociones a flor de piel y, en parte, las localizaciones exóticas, lo que daba a las telenovelas un atractivo especial.

“La mujer sentada en la silla era una estudiante. La fotografié el día en que su tarea consistía en ensayar besos en la sala de estar. Es algo asombroso de presenciar, ya que las parejas se meten de lleno en su papel y todo el mundo a su alrededor les jalea. Del chico no sé mucho, salvo que la manzana que simula estar comiéndose es falsa”.

La estructura dramática de las telenovelas opera de formas misteriosas, aludiendo a nuestros deseos y miedos reprimidos y, a veces, creándolos. Fue precisamente su poder de persuasión el principio sobre el que se fundaron. Todo comenzó en Chicago en los años 30, cuando una compañía de detergentes decidió crear un anuncio radiofónico en el que una madre y su hijo ocupaban el tiempo hablando, con la conversación finalizando indefectiblemente con la compra o el uso del detergente en cuestión. Con el tiempo, los diálogos entre los personajes se hicieron más elaborados, hasta tal punto que el anuncio alcanzó las proporciones de un programa en sí mismo, aunque siempre manteniendo el producto como leitmotif de la acción. De aquí viene el término “soap opera” (ópera de jabón), que tiene relación tanto con el anuncio original como con la desbordante espuma melodramática del programa.

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LA PANDEMIA GLOBAL DE LA TELENOVELA

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