Global Trend Report '08 - Montreal

Los chicos llevan el pelo corto estos días. Las grandes barbas han desaparecido, recortándose ahora el vello facial cuidadosamente (a menos que se la están dejando larga con motivo de los play-off del final de la temporada de hockey, algo que sucede más a menudo de lo que podría pensarse). Las chaquetas del ejército y las camisas de franela por fuera de los pantalones son una reminiscencia del grunge, pero los cuellos abrochados y las bufandas le dan al conjunto un toque desmañado pero formal. El invierno está tocando a su fin y, aunque algunos cretinos siguen calzando Chucks, la mayoría se ha decantado por un calzado más sensato, como las botas de motora o las Docs, que están brotando como setas por todas partes.

Los tíos más atentos al avance de las modas (los gays, por ejemplo), apuestan por los colores oscuros y las líneas grandes y gruesas. Camiseta gris, cinturón de rockero, jeans ajustados y grandes abrigos de piel artificial: un conjunto bastante sencillo visto desde fuera, pero justo cuando crees que ya tienes clichado su look de gótico casual, ¡bam! Lo lleva a terrenos postapocalípticos con unos guantes de jugar a Rollerball. Y lo de introducir en la mezcla algún elemento medieval es una clásica maniobra quebequesa que todavía no logramos comprender.

Los zapatos se están volviendo cada vez más elegantes. Afortunadamente, hasta los nenes de Montreal se han cansado de esas zapatillas deportivas fosforescentes de edición limitada que parecen creadas para que las lleven los bebés astronautas. Ahora todo es de cuello de pico, lo cual bordea lo gay a menos que tengas un buen tatuaje en el pecho que sientas la obligación de enseñar. Las barras gruesas son el patrón preferido, una especie de versión del diseño de los jerseys que se llevan en la Ivy League. Y parece imposible librarse de los sombreros fedora, Dios sabrá por qué la gente los sigue llevando. Que quede constancia: ¡a tomar por culo los fedoras!

Los chaquetones marineros se ven en todas partes. Todo quisque tiene uno o alguna variante (con capucha, largo, o de algún color extraño). Al igual que los chicos, el colectivo femenino está optando por un calzado de invierno sensato: botas altas forradas de piel o con algún material de aspecto mareante. Los zapatos de tacón, cuando los llevan, suelen ser bastante recios, lo cual les da el atractivo fetichista de una severa institutriz; a cambio, evita que se rompan un tobillo si resbalan en una acera helada.

Las tiendas de ropa usada de Montreal son una puta mina de oro. El único problema es que, hasta que encuentras algo bueno, no hay más remedio que escudriñar entre varias toneladas de prendas chungas y llenarse las manos de todo tipo de extrañas partículas. Por fortuna nadie en Montreal entre los 18 y los 28 años tiene un trabajo de verdad, de modo que tienen mogollón de tiempo libre que gastar buscando antiguos abrigos de visón, sombreros con velo, cárdigans de la abuela, pantalones de cintura alta y viejas botas de cuero. Una indumentaria cuyo conjunto probablemente cueste menos dinero que un sandwich en Nueva York.

Fotos: Richmond Lam; estilismo: Anna Karin Loureiro

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