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Cultură

Hablamos con un tertuliano profesional

¿Puede serlo cualquiera? ¿Dónde se pilla ese curro? ¿Hace falta leer los periódicos cada mañana? Las respuestas a todas estas preguntas a solo un clic.

Ahora que los políticos en España están en horas bajas y más desprestigiados que David Hasselhoff después del video de la hamburguesa, la poca credibilidad que queda en el espacio público se la van a acabar quedando los tertulianos, esos über-periodistas que imponen su sentido común a voz en grito y a golpe de yo-no-te-he-interrumpido-a-ti. De entre todos, probablemente el que más destaca es también el tío con más números de ser el próximo presidente de España, el chaval ese de la coleta.

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Debajo suyo en el escalafón de la fama, sin embargo, hay muchos otros algo más grises que marcan los límites de lo políticamente posible. Yo me conformaría con ser el más gris de todos. Anda que no molaría. Ir por la calle y que te aplaudan las viejas o que te llamen hijo de puta por decir que Rajoy es un muñeco. Como uno no nace enseñado me puse en contacto el otro día con uno de estos señores para que me contara de qué va su vida y me llevara de paseo a una tertulia. Es Toni Bolaño, que milita en el PSC y que fue director de comunicación de la Generalitat catalana cuando gobernaba José Montilla, se hizo popular por enzarzarse en peleas a navaja con algunos célebres periodistas e intelectuales afines al centro-derecha nacionalista catalán y a uno de La Vanguardia le dijo literalmente que no iba a parar hasta joderle. Pero ya hace mucho tiempo de aquello y ahora se dedica a las tertulias donde puede explotar a tope su vena navajera. Él se reconoce vehemente y como me dice uno de sus compañeros de programa, "Toni busca el cuerpo a cuerpo".

Pero él no es político, asegura. Él es un periodista con carnet socialista que después de trabajar vendiendo el mensaje de la Generalitat ha vuelto a los medios de comunicación. Y sin embargo jura y perjura que a él en las tertulias no le fichan por sociata sino porque da juego en el debate, por ser un buen gladiador de aquellos gordos y brutotes que salían en los Asterix. "Soy heterodoxia pura". ¿Y desde el partido no te dan el toque?. "Los míos no tienen cojones de llamarme; yo no voy como portavoz del PSC". Y defiende su valor como gladiador y como navajero y me expone su filosofía de las tertulias: "si no hay debate no tiene demasiado sentido; para hacer monólogos ya está el Club de la comedia. Lo importante es no pasar desapercibido y no dejar indiferente". También reconoce que ha dejado de estar en algún programa porque su partido ha querido que fuera otro sociata en su lugar, o sea que el partido no importa pero a veces sí. A mí me da la sensación de que todo el rollo de su independencia en parte es verdad, pero que el hecho de conocer bien un partido le proporciona un capital de puta madre para que se lo rifen los directores de programas. Tanto porque cubre esa parte del espectro político como por la cantidad de cosas gordas que conoce. Porque como buen periodista de élite tiene contactos de alto copete, claro. "Aparte de leer la prensa y escuchar la radio, tienes tus fuentes. Cuando hay un tema a discutir, pegas tu llamada y te enteras". Y luego entre tertulianos tienen su propio "mercadillo de información": antes o después de los programas, quedan, se toman sus cubatas y se cuentan sus cotilleos que luego usarán en distintos programas.

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De todos modos, tengo curiosidad por saber cómo le ficharon a él, cómo entró en la primera tertulia después de su etapa política, si hubo algún mecanismo de puerta giratoria entre la actividad pública y el tertulianismo; la respuesta no es nada épica pero tampoco enmascara esa realidad tan habitual en casi cualquier ámbito profesional de nuestro país: "fue un amigo". El amigo, el colegui, las conexiones profesionales que en el caso de alguien que ha trabajado para el gobierno son muchas más que las de tu prima la del súper. Cinco meses después de dejar la política un amigo le metió en Antena 3 y Onda Cero y desde entonces su agenda tertuliana se ha ido llenando por el sofisticado mecanismo de lo que él mismo llama el "culo veo, culo quiero". Los productores de radio y televisión, en su búsqueda infatigable por encontrar al mejor polemista de la temporada, se fijan naturalmente en la competencia y si algo les interesa, empiezan las negociaciones. A algunos se los rifan, otros caen en desgracia. Porque eso sí, me dice Bolaño, "este mundo es una centrifugadora". Y ahí intuyo una cierta inseguridad, un cierto miedo a convertirse en un pobre despojo melancólico recordando sus tiempos gloriosos de opinador prime time. "Aquí no hay contratos, si un día no quieren no te llaman y ya está", por lo que la gracia está en hacerse imprescindible: "estás muy expuesto, siempre de cara al público. Si pierdes los papeles o dices una cosa que no es manifiestamente cierta, te juegas la posición". Los gladiadores fuertotes también se arriesgan a que el César de turno, llámale audiencia, llámale cadena de televisión, extienda el brazo con el pulgar para abajo y mande a tomar por culo en un santiamén tu carrera tertuliana.

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Toca entrar ya al tajo. Hoy tenemos un programa de la televisión local de Barcelona que es de los que más éxito tienen en la cadena. Entramos sin que nadie nos pida identificación ni hostias. "El segurata ya me ha visto", concluye Bolaño. Pero el caso es que yo podría ser un barbas del Estado Islámico o un teniente coronel de la Guardia Civil y nadie se habría enterado. Pasamos inmediatamente a la salita de espera y resulta que somos los primeros. El panorama es desolador: en una pequeña mesa, un bol con oreos de esas pequeñas y otro con cuatro galletitas saladas. Cinco botellines de agua para ayudar a tragar. Atrás quedan los bocadillos de jamón y los ágapes de lujo persa de antes de 2007; la crisis también se nota ahí, en el hambre que pasan ahora los pobres tertulianos. Normal es que salgan a antena más exaltados, con ganas de hincarle el diente a las lorzas de Alfonso Rojo. Me dice Toni, eso sí, que no en todos lados es igual; que en Antena 3, sin ir más lejos, los estándares son algo más altos A la salita van llegando personajes: uno de la Assemblea Nacional Catalana que viene a debatir de la consulta independentista y que no conocía personalmente a Bolaño; se conocían solo de la tele porque están todos más vistos que el tebeo. Llega algún tertuliano más, un señor bajito amigo de no sé quién que como yo está más desubicado que un pulpo en un garaje y, para fascinación mía, un fan del programa que ha pedido asistir de público aunque sea un programa sin público. Fans, groupies de las tertulias, que se sienten afortunados de poder estar entre bambalinas de esta cosa tan extraña. Otro tipo triste haciendo exactamente lo mismo que yo.

Mientras tanto los tertulianos van pasando a la sala de maquillaje y comentan el tema que resulta ser uno de los grandes asuntos del off entre señores muy castizos y serios con corbata y barriga. "Yo ya no me maquillo más; a mí solo me arreglan", dice uno que viene de otra tertulia televisiva. "Es que si no es un coñazo. ¿Cuántas has hecho hoy, Nacho?", pregunta Toni. En realidad parecen cansados: todo el santo día de arriba a abajo discutiéndose con profesionales de la discusión para ganarse cuatro perras. De repente pienso que quizá no compensa que Pilar Rahola te llame cabronazo. Aunque no me contestan cuando pregunto cuánto cobran, hay reportajes publicados que ponen la cifra en torno a los 400 euros por tertulia televisiva y hasta los dos mil en extintos programas pelotazo de sábado noche como La Noria. El punto dramático lo ponía Intereconomía que pagaba con vales de El Corte Inglés. En términos generales, un pastizal, pero tanto da. Pilar Rahola te llama cabronazo. Además las cosas ya no son como antes. Pienso en las galletitas saladas de marca blanca.

Intento sacarle a Bolaño algo de corporativismo y le pregunto si para ser tertuliano hay que ser periodista. Dice que no pero que él va a tertulias donde hay gente "que no se ha mirado el diario y encima te lo dicen". O que te preguntan qué ha pasado hoy en el mundo. Tras esto está la convicción de que los periodistas están al loro de lo que pasa y pueden hablar casi de todo. ¿Y nunca tienes la tentación de callar? Asegura que él cuando no sabe lo dice. "No podemos ser un fraude. Como mínimo no un fraude por no tener ni puta idea de un tema: siempre has de tener argumentos".

Pasamos ya a plató y entre colegueo y charleta sobre la parienta, se prepara todo el mundo, cambia el chip y empiezan las hostias. Veo que la barrera entre lo que pasa en antena y lo que pasa fuera es más fina de lo que me pensaba y que en el descanso, a micrófono cerrado, se siguen reprochando interrupciones y demagogias varias. El tono cambia un poco, naturalmente, y mientras le retocan el maquillaje Bolaño le dice a uno de sus contertulios, que también es amigo suyo, que es un "maricón con cara de conejo". Aprovecho la sana fraternidad y en un receso le pregunto a la productora si nunca hay rolletes entre tertulianos; ella se hace la longuis pero Bolaño luego me confirma que sí. Que el roce hace el cariño y que como en cualquier oficina más de uno ha acabado la discusión en el bar y luego a polvos. Se lo pasan pipa, vamos. Aunque tengan que aguantarse mutuamente.