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Sal de mi camino

Hackear la Tierra

¿Cuánto falta para que controlemos el clima?

El proyecto SPICE investigaba si un globo podría ser una opción viable para dispersar partículas que reflejaran la luz del sol en el cielo. Ilustraciones de Dylan Glynn.

Los científicos están a tope. Reunidos en una acojinada sala de conferencias en las tripas de un hotel de Berlín, una veintena de reconocidos investigadores del clima, casi todos hombres blancos de edad madura, discutían un documento de una cuartilla de longitud que habían bautizado provisionalmente como "La declaración de Berlín". En él se proponía una metodología base para experimentos que proporcionaran indicios sobre cómo podría enfriarse artificialmente la Tierra. Hackeo planetario, básicamente.

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Un ingeniero tomó el micrófono para decir que no había necesidad de legislar experimentos "climáticamente irrelevantes" en este área. Otro le replicó que el único experimento "trivial" de ingeniería geológica que se había realizado, había tenido "muy graves implicaciones sociales. Así que discúlpame, Andrew, pero estás diciendo incoherencias". El zumbido de una risa ahogada se escuchó por toda la sala.

Si algo nos ha enseñado el calentamiento global es que los humanos podemos sacar al termostato terrestre de su equilibrio habitual. ¿La tecnología podrá ayudarnos a encontrar el equilibrio previo? Muchos de los expertos que están en la reunión (climatólogos, ingenieros, físicos, antropólogos, doctores en derecho) volaron a Berlín para asistir a la Conferencia sobre Ingeniería del Clima, el primer encuentro internacional que se ha realizado sobre ese tema, porque cada día se convencen más de que nuestra tarea es encontrar una respuesta a ese problema.

Hugh Hunt, uno de los asistentes a la conferencia, quiere poner su granito de arena. Tiene todo el tipo de un investigador abstraído: distraído y sonrosado, si se topa conun periodista entra de inmediato en un monólogo aleatorio que lo mismo puede llevarlo a dibujar un marco estadístico sobre emisiones de dióxido de carbono que a cantar el coro de un hit setentero. Es catedrático de ingeniería en Cambridge y uno de los responsables del proyecto SPICE (Inyección de Partículas en la Estratósfera para la Ingeniería Climática), que está detrás del más célebre experimento de ingeniería geológica.

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"El cambio climático masivo es potencialmente dañino", me dijo Hunt mientras almorzábamos. "La ingeniería geológica que se utiliza para arreglar eso también es potencialmente dañina. No sé si conocerás a alguien que tiene cáncer, pero la quimioterapia te daña: se te cae el pelo, tus órganos fallan y es posible que, de hecho, mueras. Pero también, puede que no. Puede que te cures".

El tema del cambio climático flotaba en torno nuestro y era imposible no escuchar algo al vuelo. Richard Branson (fundador de Virgin) envió a la conferencia una persona que debía reportarle todo lo relacionado con la neutralización del carbono para su proyecto Virgin Earth Challenge. Uno de los asistentes planteó los pros y contras de poner en órbita un espejo gigantesco.

"Siguiendo con el ejemplo de la quimioterapia, ¿fuimos capaces de diagnosticar el cáncer a tiempo de lidiar con él de forma no invasiva, ¿o será hora de ponernos en posición fetal y esperar la muerte?", continuó Hunt. "¿O podemos aplicar el equivalente a la quimioterapia a nivel planetario?"

En 2012, Hunt y sus compañeros en el SPICE, habían planeado atar un globo gigantesco a una manguera, que regaría agua sobre toda la superficie terrestre. Querían probar un mecanismo para diseminar sulfatos en aerosol (a partir de estudios geológicos que evidenciaban el descenso de temperatura a partir de emisiones de sulfuro provenientes de volcanes). Pero el proyecto se canceló por conflictos de intereses entre los investigadores y por lo que se describió mediáticamente como una opinión pública en contra de la ingeniería geológica.

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Otro esquema del proyecto SPICE, lo más cerca que hemos estado de la ingeniería geológica.

"La gente cree que estoy haciendo esto para promover la ingeniería geológica", me dijo Hunt. "Es casi al contrario: creo que el hecho de que necesitemos de ella es aberrante. No deberíamos haber llegado a este punto. Estamos obligados a usar la tecnología para salir del problema de la forma más sencilla posible, porque la ingeniería geológica puede llegar a tener manifestaciones horribles".

Entonces, ¿de qué se preocupan los activistas ecologistas? Los mayores riesgos de la ingeniería geológica que utiliza luz solar son: desecar aún más la parte central de África, alterar el ciclo de los monzones, disolver la capa de ozono…

Hay quien ha señalado que al favorecer la investigación, los científicos pueden hacer que la ingeniería geológica sea más socialmente aceptable. Steve Rayner, antropólogo de la Universidad de Oxford, me dijo que a él y a sus colegas les preocupaba que tal vez "podrían estar haciendo que temas inconcebibles se volvieran concebibles". Él cree que la idea se ha vuelto inevitable, que ha atraído demasiada atención para ser cancelada: alguien llevará a cabo los experimentos y un gobierno estará interesado en los resultados.

"Lo que tenemos entre manos es una tecnología peligrosa", dice Hunt. "Si la desarrollamos responsablemente y con prudencia, cuando los gobiernos la descubran verán que ya hay un camino recorrido y que no tiene buen aspecto, en lugar de decir: 'A nadie se le ha ocurrido hacer algo parecido, pero no se ve caro. Hay que empezar mañana'. De cualquier manera, es como con el Proyecto Manhattan: 'A nadie se le ha ocurrido usar armas nucleares. Se ve efectivo y podemos pagarlo. Hay que empezar mañana'. Y lo hicieron".

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En 2010, el 74 por ciento de la opinión pública estadunidense no sabía nada de la ingeniería geológica. Desde entonces, ha sido el tema central de un artículo del New Yorker, parte de la trama en la película Snowpiercer y el tema de varios reportajes de televisión. Como cuando el empresario Russ George echó cien toneladas de hierro en la costa de Canadá para criar plancton, que a su vez podría absorber todo el CO2 en el mar, o como cuando los autores del bestseller Freakonomics afirmaron que la ingeniería geológica podría ser una forma barata de frenar el cambio climático. Gente como ésta ayudó a que la ingeniería geológica pasara de ser una idea de la que se burlaba la comunidad científica a una opción viable para los gobiernos hartos del tema del calentamiento global.

Después de eso, un equipo de investigadores de Harvard publicó los resultados de otro estudio y delineó los parámetros de un experimento para medir la influencia de la ingeniería geológica en la capa de ozono. El coordinador del proyecto dijo que podría realizarse en menos de dos años.

De vuelta en el encuentro de Berlín, Rayner recorría la sala. Con su elocuencia encantadora y con su barba y cabello blancos, recordaba al John Hammond de Jurassic Park, hablando de las implicaciones éticas en la cría de dinosaurios. "Nos parece que una prohibición [de la experimentación con ingeniería geológica] no sería viable", dijo Rayner. "También nos preocupa la idea de darle carta blanca a los científicos para experimentar".

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Hunt se puso de pie y preguntó cuántos especialistas en ingeniería geológica había en la sala. Solo se levantaron tres manos.

La Declaración de Berlín fue desechada. La meta era crear unmarco operativo para los científicos, que tranquilizara a la opinión pública con la certeza de que la tecnología de la ingeniería geológica sería usada responsablemente, pero no hubo nada que se acercara a un consenso.

Como sea, la Declaración es más útil como metáfora: cada vez más científicos trabajan en el área de la ingeniería geológica, y no se ponen de acuerdo sobre qué hacer. Pero puede que no haga falta.

"Las decisiones se toman en las sedes del poder, no en esta clase de encuentros. Perdón por contarte el final", me dice el doctor Will Burns, del Consorcio para la Ingeniería Geológica de Washington. "La idea que trato de difundir es la del 'misantropoceno': es parte de nuestra naturaleza inclinarnos hacia la promesa de futuros milagros de cara a la tragedia".

Simon Nicholson, de la American University, tiene un objetivo similar: "Si el derecho político se hiciera cargo de la ingeniería geológica como la solución racional, podría haber una fiebre de ingeniería geológica", señaló en su discurso.

Y aquí yace el principal miedo de todos los científicos del ramo: la gravedad del cambio climático y lo relativamente barato que resulta la ingeniería geológica podría inclinar a muchos gobiernos hacia esa opción. Pero, más que una solución, lo más que se puede esperar de él es que sea una cura parcial. O peor, podría empeorar el asunto al hacer que parezcan innecesarias otras medidas. Éste es el peligro moral de la ingeniería geológica: mientras más viable parezca como opción, menos probable será que la gente, los gobiernos y las empresas combatan el cambio climático a la vieja usanza.

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De hecho, de acuerdo a un estudio de Dan Kahan, de Yale, si la ingeniería geológica fuera aceptada como una solución viable, la derecha estaría más inclinada a creer en el cambio climático. Esto puede deberse a que esta especialidad es una variedad del ingenio humano que resulta buena para el capitalismo. Puede implementarse por medio de la industria, a un coste específico, y es un argumento a favor de la tecnología como una vía para superar nuestros desafíos. Además, podrían alegar, no sería necesario reducir el consumo de recursos.

Pero un buen número de expertos coinciden en que la ingeniería geológica sería "casi imposible" de controlar.

"No creo que la humanidad llegue a implementar la dispersión de sulfatos en aerosol en la atmósfera", me dijo Rayner. "Tal vez llegue a hacerlo un estado insular, como un acto de desobediencia civil: 'Vamos a emplear nuestra pequeña flota en eso, y no hay nada que puedan hacer al respecto'".

El último día del encuentro la Declaración se había desechado, así que los organizadores intentaron un experimento: preguntar a los especialistas reunidos (que eran los mejores del mundo en esa materia) si creían que llegaríamos a ver algún día la implementación de la ingeniería geológica.

"Bueno, digamos que en diez años", preguntó el maestro de ceremonias.

Unos cuantos científicos levantaron la mano con reticencia. Cuando preguntó que si en veinte o treinta años, algunos más se les unieron. El plazo de cincuenta años sumó a la mitad. Eso, de acuerdo a los expertos, significa que hay una posibilidad de cincuenta por ciento de que en este siglo alguien intentará implementar la ingeniería geológica. Es decir, hackear el planeta.