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Cultură

Hitler está enterrado en Galicia

Entrevistamos al tipo que le conoció y sabe dónde está su sepulcro.
Julio Barreiro Rivas conoció a Hitler y asegura que la teoría de su suicidio es un cuento

Todo comenzó un día hablando con un amigo de Ha vuelto, esa desternillante ficción de Timur Vernes en la que Hitler reaparece en la Alemania de 2011 y se convierte en un heterodoxo cómico televisivo. “Oye, ¿y viste lo del señor que dice que Hitler había muerto en Galicia?. Al escuchar esto experimenté una erección. El señor al que se refería mi amigo resultó ser Julio Barreiro Rivas, Farandulo para los amigos.

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Totalmente integrado en Venezuela desde hace muchos años, es una fusión perfecta de indiano y patriarca bíblico. Escultor, compositor, escritor e historiador, nació en Forcarei (Pontevedra) hace más de 80 años. A los 22 emigró, se casó y formó una familia numerosa, con el plan de crear la Kelly Family del folk venezolano. El grupo ‘Los hijos de la casa grande’ -en honor a su enorme hogar - fue un éxito.

Pero la profesión por la que Julio accedió a misterios a los que la mayoría jamás accederemos es el de cantero especialista en túneles secretos, un oficio milenario que aprendió en su Galicia natal con sólo once años, gracias a su tío Jesús y su padre Francisco, responsable (a través de vínculos falangistas) de la construcción de los aeropuertos gallegos en los años 30. Julio fue, entre otros, maestro de obras de La isla de la Orchila, un resort donde los altos mandos venezolanos celebraban orgías.

No estaba muerto, estaba en un convento

Siguiendo las enseñanzas de Robert Anton Wilson, decidí creérmelo todo pero sin tomarme nada demasiado en serio. Cuando contacté con Julio, se prestó a colaborar con la condición de tener antes una breve conversación telefónica que se alargó a 30 minutos de llamada internacional. Un coste que consideré una inversión que quizá cambiaría la historia del siglo XX. Julio prefiere no exagerar tanto:

“Este descubrimiento no cambiaría la historia de Europa, sólo la modificaría. Los berlineses y rusos saben que Hitler y Eva eran mucho hombre y mucha mujer como para suicidarse después de un día de casados y a sabiendas de que su amigo Franco les estaba esperando para pagarles los favores de la guerra y disfrutar del oro que Hitler tenía en España. Y mucho más absurdo es el cuento de que los quemaron con gasolina en el jardín de la cancillería. Eso sólo se lo pueden creer personas muy interesadas en que desaparezca para siempre el recuerdo de Hitler: los alemanes por vergüenza y los rusos y americanos por no haber podido echarle el guante.”

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Barreiro recuerda a Eva Braun como una joven "guapa y simpática"..

Imagen del avión trimotor que supuestamente llevó al führer a Galicia.

Según el escultor, los hechos ocurrieron de forma distinta a cómo nos los han contado:

“Hitler salió el 29 de abril de 1945 muy de mañanita de Berlín en un avión trimotor y aterrizó en un pueblo llamado Córneas, entre montañas de Lugo, donde le esperaba una escolta de guardias civiles con un arreo de mulas con grandes alforjas, llenas de barras de oro y otras reliquias. Se dirigió a Samos pasando por Cebreiro, el Hospital y Triacastela, donde le esperaba una comisión del convento de Samos. No creo que nadie pueda refutarme esta tesis, puesto que yo lo sé porque vi a Hitler en el convento de Samos enterito.”

Dice Barreiro Rivas que tenía catorce años cuando ocurrió su encuentro con Hitler, Eva y otros refugiados alemanes e italianos. Estaba ayudando a su tío a construir el cuartel de la Guardia Civil de Samos y el contrato incluía un pequeño trabajo secreto en el convento: construir laberintos subterráneos. Franco tenía buena relación con don Mauro Gómez, el abad mitrado del monasterio, al lado de la Avenida del Generalísimo. Hasta hace poco una placa en el claustro mayor recordaba la visita del Caudillo en agosto de 1943. Fue gracias a este trabajo que Julio llegó a ver a los prófugos nazis.

“Siendo yo niño y sobrino del maestro Jesús, a la vez amigo y confidente del padre abad jefe del convento, logré la confianza de toda la gente allí hospedada, veinte personas entre italianos y alemanes. Conocí personalmente al señor Adolfo Hitler y a su esposa Eva Braun en 1945. La señora Eva, aparte de ser una mujer muy bonita, era joven y muy simpática, y lo único que decía en español era “hola ¿como estás? guapo”. Me hice amigo del muchacho que hacia los mandados y limpiaba. Era mi confidente, me decía lo que les compraba y que los alemanes tenían mucho dinero porque siempre le daban buenas propinas.”

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Ante la pregunta de cuál era la finalidad exacta de aquellos túneles, Farandulo se muestra ligeramente reticente a dar una respuesta exacta, por respeto a los secretos propios de su oficio.

“Cuando llegué a Venezuela muy pronto encontré trabajos propios de mi competencia, siendo contratado por una empresa del Gobierno de entonces (Pérez Jiménez) para la construcción de un centro turístico y otros trabajos que considero secretos de estado por su envergadura subterránea. ¿Cómo quedaría yo ante el pueblo venezolano si revelara estos secretos? Más aún siendo yo venezolano nacionalizado. Yo no fui directamente contratado ni para hacer el cuartel de la Guardia Civil de Samos ni para hacer el apartamento búnker para Hitler, pero creo que soy el único superviviente que sabe dónde está enterrado. Estos trabajos fueron mandados hacer directamente por Franco. ¿Qué pasaría si llego a España y levanto la piedra que tapa la entrada que da paso a las escaleras que conducen al sepulcro de Adolfo Hitler?

Pagaría por ver eso. Hitler vestido de benedictino en un monasterio gallego resulta totalmente surrealista. Sin embargo, es verdad que Galicia era un enclave estratégico para el führer. Los alemanes tenían aquí minas de wolframio, antenas en Cospeito, submarinos en la costa atlántica, un aeródromo en Rozas (Lugo) e incluso alguna tumba en el cementerio de San Amaro (A Coruña). Ciertos historiadores, como Abel Basti, también sostienen la teoría de que el dictador no murió en el búnker, sino que huyó a Argentina a través de la costa gallega. Farandulo me cuenta que no sabe cuánto tiempo pudo haber estado viviendo Hitler en Galicia, pero se muestra bastante seguro ante la posibilidad de que sus restos aún estén allí, a no ser que los rastros fueran eliminados en el misterioso incendio ocurrido en 1951.

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Este lugar recibió pasajeros misteriosos, un piloto de la División Azul y extrañas muertes.

“Cuando ardió el convento pareciera que el incendio fue provocado sólo con el propósito de quemar todos los rastros de Hitler y sus compinches en el Convento de Samos.”

Según la hemeroteca, Franco volvería a visitar Samos en 1960 tras la reconstrucción del edificio. No fue hasta el 1947 cuando Julio descubrió como Hitler logró llegar hasta tierras gallegas.

El führer aterrizó en un campo de patacas

Esta es la parte de la historia que más me fascina ya que, pese lo aparentemente disparatado del suceso, existen pruebas de que un avión trimotor aterrizó en una finca de Córneas. Así es como el cantero lo relata:

“El maestro me anuncia que saldremos para otro trabajo, la construcción de un horno, cargados de maletas llenas de hierros. Pasamos por el Cebreiro, llegamos a Piedrafita y nos internamos por un sendero de piedras, Después de una larga caminata llegamos a Córneas. Lo primero que encontramos fue la majestad de un avión trimotor alemán que, según nos contaron, había aterrizado allí el 1 de mayo de 1945 y llevaba en la finca cerca de un año. Me pareció haber visto aquel avión en otro sitio, me recordó a del campo de Lavacolla (Santiago).

Julio recuerda haber visto cuando era pequeño aviones alemanes en Lavacolla, cuando acompañaba a su padre en las obras del aeropuerto.

“Tres meses estuve trabajando en Córneas, todos los días visitaba el avión y el dueño de la finca me contaba cómo aterrizó en un lugar tan pequeño y que las patatas allí sembradas se perdieron pero a él se las pagaron. En el avión venían ocho personas, entre ellas una mujer. También me contó que uno de los pasajeros se había lastimado en el aterrizaje. Yo creo que en este pueblito tiene que existir alguna persona que se acuerde del avión. Pero como la gente tiene miedo, a lo mejor todos perdieron los recuerdos o pueden estar amenazados.”

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Empecé a sentirme como el investigador de una peli de nazis de serie B. Una rápida consulta en Google confirma que un avión trimotor aterrizó en Córneas. Se trataba de un c-352. Aquí se puede ver un completísimo artículo de Luis G. Pavon, publicado en la Revista Española de Historia Militar n67-68, con fotos y detalles sobre el insólito suceso. La mayoría de hechos coinciden con lo expuesto por Julio: anónimos pasajeros misteriosos, un habilidoso piloto de la División Azul, extrañas muertes accidentales de algunos testigos, la recepción de la Guardia Civil, los restos del avión custodiados durante meses por soldados y sabrosos extras como un vecino que afirma haber usado durante años una puerta del avión como puerta para su horno de hacer pan. Según esta versión, el aparato habría caído en 1950, vendría desde Getafe y tanto el avión como sus tripulantes serían de origen español. Se lo comunico a Farandulo.

Barreiro cree que el convento de Samos (Lugo) acoge los restos del líder nazi.

“Lo de que el avión aterrizó en Córneas en el año 50 con un piloto de la división azul no puede ser cierto, porque ese año ya no había azules ni guerras. Justamente estaba yo en el cuartel de Pontoneros en Zaragoza. A mí me dijo la gente del pueblo de Córneas que el avión aterrizó el 1 de mayo de 1945 haciendo un ruido aterrador. Si nos ubicamos en el tiempo, fue ese el día que terminó la guerra mundial y la desocupación de Alemania fue total, por lo tanto los españoles de la división azul que estaban en la guerra de Hitler tuvieron que salir a millón.”

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Embriagado de euforia decido viajar a Córneas tras los pasos del führer. Si algún día necesitáis un sitio donde nadie os pueda encontrar jamás este es vuestro lugar. Una serie de microaldeas de no más de cuatro casas enterradas en un valle montañoso. El avión cayó en un lugar llamado Escanlar, en la casa conocida como Finca do Noceiro. La señora de la casa me confirma que aquello sucedió, pero no es capaz de precisar una fecha. “Hace muchos años de eso, yo aún no estaba aquí. El que sabe de eso es mi marido, pero está durmiendo”. Considero que preguntarle si Hitler fue uno de los pasajeros es demasiado directo, así que opto algo más sutil:“¿Sabe si había alemanes entre los pasajeros?” Se muestra esquiva: “Ni idea. A los que iban dentro no les paso nada. Creo que se les acabó el combustible”.

El resto de vecinos también se escudan en que son demasiado jóvenes para acordarse. Uno de ellos me comenta que hace unos años visitó el pueblo un gitano que recordaba todo perfectamente. “Dijo que viniera a ayudar a desguazarlo cuando era niño para llevarse parte de la chatarra, tenía muy buen recuerdo de aquellas vivencias”

Le pregunto a Julio si es cierto que intentó ponerse en contacto con el juez Garzón para que investigara su versión de los hechos y por qué ha esperado tanto para sacar a la luz estos importantes recuerdos.

“Me dirigí al magistrado Garzón cuando supe que estaba interesado en buscar muertos de las represiones franquistas en las cunetas. Sería importante para España y el mundo que buscara en las catacumbas del convento de Samos y encontrara allí los restos del hombre más atroz y criminal de la historia de la humanidad. Yo tardé tanto tiempo en contar estas cosas porque antes existía un control supremo sobre los secretos de Estado. Cuando juré bandera, la pena de muerte y cadena perpetua estaban presentes en más de cincuenta artículos.”

Hitler en un sepulcro gallego, túneles secretos, conventos franquistas, aviones misteriosos, canteros y folclore venezolano. Cada cual que investigue y saque sus conclusiones. Yo lo tengo claro: I WANT TO BELIEVE.