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Javier Pérez Andújar

Javier Pérez Andúja sostiene que para él la literatura tiene más de magia que de mentira.

JAVIER PÉREZ ANDÚJAR

 Foto de Roc Herms

  Javier Pérez Andújar (Sant Adrià de Besòs, 1965) sostiene que para él la literatura tiene más de magia que de mentira, y desde ese predicado ha escrito su segunda novela,

Todo lo que se llevó el diablo

, donde unos idealistas de la cultura se embarcan en las Misiones Pedagógicas que promovió la Segunda República y etcétera. Seducidos por lo que nos cuenta y embargados por cómo lo hace, queríamos compartir aquí nuestro entusiasmo.

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Vice: Leyendo ahora ésta se diría que tu primera novela, Los príncipes valientes, tuvo algo de peaje, un sacudirse la infancia y la primera juventud para seguir trayecto. Aunque todos sabemos que volverás a ella.

Javier Pérez Andújar:

Volveré, por supuesto. Volveré a los años 70 porque pertenezco a ellos; nunca he sentido otra época como más mía. De niño quería ser un hombre de los 70, y cuando me hice mayor los 70 se habían volatilizado y desde entonces, pues eso, el naufragio. Escribir sobre los 70 es antes una actitud ideológica, política, que un ejercicio de nostalgia. En mi primer libro el peaje existe, claro, pero es exclusivamente literario y se llama Francisco Umbral. Escribí el libro en cierto modo para él, no para él físicamente, sino para la idea que tenía yo de la literatura a través de él. Me gustan los extremos, y Umbral era un extremo lírico. Más allá, en ese extremo, lo que hay se llama Baudelaire. Fuese como fuese, se lo quería mandar, el libro. Entonces, el verano en que la novela estaba en imprenta, va Umbral y se muere, y me quedé con el libro caliente entre las manos.

Por eso eres tan generoso con las formas. Recuerdo la ceniza del cigarro cayendo como una columna pulverizada, por ejemplo.

El estilo como lucha permanente, como compromiso continuo, ser dandi sin interrupción… Claro, todo eso viene de Umbral, Baudelaire… Creo en los escritores con estilo como creo en los músicos que saben tocar. El estilo es la llaga por la que el lector va a meter el dedo para ver si has vuelto del mundo de los muertos.

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Te dice un personaje que leer poesía es como darse aire con un paipai en el culo; pero para hacer buena prosa hay que leer poesía, ¿no?

Hay una corriente de prosa que viene de la lectura de la poesía. Para mí lo importante es leerlo todo, los poetas de todos los tiempos y de todas las lenguas, las enciclopedias familiares de tercera categoría y los anuncios por palabras. Eso, en cuanto a sintaxis. En cuanto a estructura, la novela se apoya, claro, en la novela, y en el cine, y en los sueños. La poesía no salva al prosista. Es más, creo que hay un momento en que hay que luchar contra su presencia.

Insistes en disolver esa oposición entre alta y baja cultura. En uno de los microensayos que deslizas en la novela se determina que Freud y Marx vienen de Verne. “Estoy antes con Fu-Manchú que con los mandarines de la cultura”, se dice también por ahí, que es algo como para estamparse una camiseta.

Claro, suena a lema; pero lo puse de todo corazón. En ese contexto, en el de la oposición alta/baja cultura, Fu-Manchú es un perdedor. Por otro lado, no quiero decir del todo que Freud y Marx vengan de Verne, sino que los tres están hablando de lo mismo, de submarinismo, de profundidades de la conciencia y de infraestructuras de la economía y de la historia. El XIX fue un siglo submarino, lleno de monstruos. Aquella gente venía directamente del centro de la tierra. El XX ha sido la lava que escupió el XIX. Lava ardiente, catastrófica, lava mundial de guerra mundial. El XXI ha empezado con las cenizas que quedaron de las erupciones. Torres hechas cenizas.

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Todo lo que se llevó el diablo es un mapa geodésico de la España de ayer y hoy, del tránsito, y también un western con pistolas Star.

Sí, es un western. La escribí bajo el influjo directo de

Warlock

, la novela de Oakley Hall. La leí con los ojos llenos de lágrimas. He escrito una novela de género en ese sentido, porque en sí misma es un homenaje a las raíces de la cultura popular de nuestros días, a los dibujantes de antes de la guerra, a la colección Serie Oro de editorial Molino, a los escritores de novelas de quiosco…

Es también un coro berlanguiano, una escopeta nacional de la cultura, que fluctúa un poco replicando a las políticas y a los tejemanejes.

Por supuesto, hay mucho de Berlanga, y del Cuerda del principio. En realidad, como en Berlanga, son todos personajes secundarios, incluidos los más protagonistas. Y de Cuerda está el ruralismo mágico, que es la versión carpetovetónica del realismo mágico. Esta novela está también llena de cuentos de hadas con boina.

¿Cuál sería hoy la tarea de las Misiones Pedagógicas?

Esas Misiones ya son imposibles, se les pasó la época. La pedagogía no está considerada una misión. La misión principal es que todo sea aplicable al mercado de trabajo, cualquier estudio, conocimiento, carrera. Esa es la palabra, colega: mercado.

También la ciencia es religión y la tecnología progreso incontestable. Bueno, eso dice el cretinismo. ¿Tú tienes Facebook o qué?

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Tengo un facebook con perfil falso que uso para poner fotos raras y sobre todo para seguir facebooks de gente que cuelga fotos y vídeos que me interesan. Es verdad que es una tangana, porque engancha y te pasas una hora dándole al dibujo del dedito. Es completamente irreflexivo, pero también tiene algo de opiáceo, que te lleva a un sueño extraño. En eso el facebook es muy siglo XIX.

Eres un novelista tardío, ya te lo habrán dicho, hoy que la juventud parece un mérito.

Creo que no hay edad para llegar a la novela. Se puede empezar a los veintipocos como Elías Canetti o a los sesenta como Cervantes. Si no he escrito novelas hasta hace tres años es porque estaba leyendo otras. También es cierto que había escrito varias antes para ir aprendiendo, pero de ésas no queda rastro. No tengo mucha prisa porque pasen las cosas. En realidad me tiraría los días leyendo, que es la manera más eficaz de detenerlo todo.

Todo lo que se llevó el diablo

ha sido editado por Tusquets Editores.