FYI.

This story is over 5 years old.

El número rarito

Karachi Kills VICE

Todo apunta a un Pakistán a punto de explotar, y Karachi, motor económico del país, hogar de la cultura occidental, la industria de la moda y de la tecnología incipiente puede ser el detonante

Uno de los famosos buses decorativos de Pakistán sufre las consecuencias de uno de los estallidos de violencia en la ciudad de Karachi. Photo by Zia Mazhar/Associated Press.

Entrevistar a un “asesino a sueldo” en Karachi probablemente ha sido la experiencia más terrorífica que yo haya vivido en mis 17 años en VICE. Su arma estaba entre mis pies, en el asiento de atrás de nuestro coche, mientras conducíamos en círculos por su vecindario. Después de nuestra charla sobre ganarse la vida matando gente tuve ganas de vomitar tres horas seguidas. Durante mi carrera he visto muchas armas y mucha violencia, pero sentarme al lado de alguien que ha matado a 35 personas (a razón de entre 550 y 1.100 dólares por cabeza) no me hizo sentir muy bien. ¿Quién contrata a esta gente? Según el asesino a sueldo al que entrevisté, los políticos contratan alrededor de un 80% de los asesinatos en la región, y el otro 20% está relacionado con el crimen organizado. Hace 20 años, dijo, había un total de seis tíos en su profesión. Hoy hay más de 600 asesinos a sueldo activos operando en Karachi. Muchos vecinos especulan que el famoso caso de Raymond Davis —en el que, el año pasado, un agente de la CIA liquidó a dos hombres armados en Lahore, creando tensión en las relaciones diplomáticas entre Pakistán y EEUU— fue un intento fallido de asesinato, y no unos cuantos niños en moto intentando robarle.

Publicidad

En las afueras de Karachi, los niños buscan restos en uno de los vertederos más grandes del mundo, justo al lado del que se rumorea que es uno de los lugares favoritos de la mafia para esconder a las víctimas de sus secuestros, Surjani Town.

He estado en Pakistán muchas veces y sé moverme por todo el país, pero esta era la primera vez que trabajaba en Karachi. Este sitio es distinto. Una ultraviolenta metrópolis en expansión donde viven 18 millones de personas, una de las ciudades de más rápido crecimiento en todo el mundo y, probablemente, famosa en Occidente por ser donde el periodista del Wall Street Journal Daniel Pearl fue secuestrado y decapitado.
Karachi tiene una historia rica en violencia cuyos inicios datan de 1947, cuando Pakistán emergió de las cenizas del Imperio Británico. La llegada masiva de refugiados musulmanes al nuevo país trajo consigo luchas territoriales, diversidad étnica (así como también tensiones étnicas y rivalidades), guerras políticas, violencia pandillera, asesinatos sectarios y, más recientemente, atentados de hombres-bomba.

Se estima que hay 4 millones de adictos a la heroína en Pakistán, y en las calles de Karachi se puede comprar caballo por 80 céntimos el gramo. La heroína y el opio vienen de Afganistán: 160 toneladas pasaron la frontera en 2009, el mismo año en que un informe de las Naciones Unidas valoró el mercado del opio de Pakistán —incluyendo el tráfico y el consumo privado— en 1.2 mil millones de dólares.

Publicidad

Cuando los medios de comunicación informan sobre Pakistán, generalmente se concentran en la “guerra contra el terror” y lo genial que le va a America y a la OTAN. Todos hemos oído historias sobre exitosos ataques de vehículos aéreos no tripulados (drones) en las áreas tribales de los militantes talibán o de Al Qaeda, y otras sobre drones que no dan en el blanco y arrasan pueblos enteros con inocentes mujeres, niños y ancianos, pero parece que el sentimiento general es de que no importa, porque es gente insignificante que vive en las montañas y nosotros estamos ganando.

Tras el ataque del 11-S, los militantes talibán se dispersaron por la frontera afgana y entraron en las áreas montañosas tribales de Pakistán; cuando los americanos les siguieron, volándolos en pedazos con aviones operados por control remoto, se fueron a las ciudades. Primero se infiltraron en Peshawar, desestabilizando de inmediato la ciudad con periódicos ataques suicidas. Luego fueron a por Karachi. Un puesto de seguridad con vistas a la fortaleza de Kati Pahari, donde los partidos políticos rivales intercambian balazos casi cada día. Librarse de militantes extremistas es como intentar matar cucarachas. Las pisas y enseguida vuelven a aparecer, por la derecha o por la izquierda, y antes de que te des cuenta, están por todas partes. Se han visto obligados a esconderse en los centros urbanos y. en el caso de Karachi, significa que hay una nueva banda en la ciudad; se llaman los talibán. La locura, la violencia, las guerras entre bandas y la pobreza son los ingredientes que hacen esta ciudad aún más terrorífica, sobre todo después de conocer a los policías cuya tarea es enfrentarse a ellos. Las fuerzas policiales están saturadas. Es chusma mal pagada y sin entrenamiento. Salimos con ellos y con las emisoras de televisión de Karachi en una “misión”, y aunque se suponía que íbamos a “cazar” talibán en uno de los enclaves más fragmentados de Karachi, parecía como si estuviésemos en una escena de la versión pakistaní de COPS (Policías). La situación era tan absurda que mi equipo apareció en los medios de comunicación locales acusado de pertenecer a la CIA.

Publicidad

Suroosh habla cara a cara (o cara a casco) con un asesino a sueldo que le cuenta los trucos del oficio. Todo apunta a un país a punto de explotar, y Karachi puede ser el detonante. Es el motor económico del país, el hogar de la cultura occidental y la industria de la moda, de la tecnología incipiente, de un montón de gente rica y millones de indigentes. También tiene el vertedero más grande del mundo, donde los niños buscan comida o cualquier cosa de valor. El hedor es insoportable, la basura arde lentamente y llega hasta donde alcanza la vista. La heroína se vende a 80 céntimos el gramo, hay hachís por todas partes, la corrupción es endémica y el agua potable y la electricidad son la mayor preocupación de casi todos. Mucha más gente tiene una muerte violenta en Karachi que en las áreas tribales.

Al cabo de cinco días rodeado de malas vibraciones, mi equipo y yo quisimos ver un signo de esperanza, por pequeño que fuese, así que organizamos un pequeño evento con algunos chicos de Karachi activos en el arte y la música. Se llamaría“VICE Kills Karachi”, al estilo de los eventos “VICE Kills”, pero ellos sugirieron Karachi Kills VICE, porque “Karachi lo mata todo”.

Aceptamos.

EL FLYER
Por Aziza Ahmad
Aziza is a student at the Indus Valley School of Art and Architecture in Karachi.

Después de sacar este flyer, mucha gente nos escribió para preguntarnos si queríamos morir o qué. Nosotros respondíamos “Tío, está claro en el titulo del evento”.

Publicidad

¿Qué puede ser más punk que un flyer con un collage de la subcultura pakistaní hecho con MS Paint mientras haces campana del colegio? ¿Y si el tío de la tienda de fotocopias se cachondea de tu flyer (y te lo devuelve), tus amigos se lo miran y fruncen el ceño, y la sala que tu flyer supuestamente promociona lo prohíbe? El póster que hice para el show Karachi Kills VICE recibió dicha respuesta sólo por mostrar un trasero no muy distinto de los que verías en Cartoon Network. Y no es que el sexo esté prohibido en Karachi. Si caminas por cualquier calle tienes muchas posibilidades de toparte con un hijra (travesti) atrevido que puede querer, o no, llevarte a un callejón oscuro. También puedes dar con un crío de diez años mandándote a tomar por saco o pretendiendo enchufarte unas cuantas rosas (y que puede, o no, haber estado previamente en un callejón oscuro), o también una prostituta con burka que probablemente no quiere saber nada de callejones oscuros (así que mejor tráete un coche). Aun así, esta ciudad reaccionó muy mal a un dibujo bastante mal hecho de un acto sexual, pero lo de los talibán dentro de corazones y los drones soltando flores les pareció completamente bien. Al final acabé convirtiendo el flyer en algo de lo que mi madre estaría orgullosa. Cubrí los dibujos guarrillos con cabezas flotantes de terroristas sonriendo. En Karachi, eso se tolera más que VICE.

EL HEADBANGING NOS ES UN CRIMEN
Por Babar N. Sheikh 
Babar es un relizador y experto en metal que trabaja en publicidad en Karachi. La portada del CD de Dusk de 2003, Jahilia.Jahilia.

Publicidad

Son las diez pasadas en Karachi, y unos cuantos metaleros que viven en esta metrópolis gigante se reúnen después del trabajo para cenar comida china, hablar de la nueva entrevista de Fenriz y del hecho de que los D.R.I. hayan decidido hacer una gira por Asia. Intercambian datos triviales sobre el metal y despotrican de un tío que timó a otro en un intercambio de CDs. Puede que estos tíos no recen a Alá, pero les encanta la segunda demo de Tormentor y todos los discos de Sarcofago. El metal en Pakistán nació muerto. Hubo una breve fase embrionaria a mediados de los 90, cuando bandas como Dusk (de la cual soy miembro) pusieron a Pakistán en el mapa del metal internacional. Todavía existe una pequeña escena de fans leales. Aquellos eran los tiempos en que las entrevistas solo se podían leer en fanzines, en que molías a palos al que te doblase un vinilo en el bus de vuelta a casa, cuando Jo Bench de Bolt Thrower era la reina. Pero en Karachi, aunque estemos en 2012, algunos de nosotros todavía vivimos en esa época.

CENA Y PELI CON DOS TÍOS LISTOS DE KARACHI
Por Basim Usmani
Basim toca en la banda de punk pakistaní The Kominas y vive en Boston.

Zafar Baloch mira uno de los canales pakistaníes de noticias 24h para enterarse del plan del gobierno para erradicarlos.

Durante mi primera cena en Karachi casi me siento sobre un Kalashnikov. Resultó que Uzair y Zafar Baloch, miembros senior del prohibido Comité de la Gente de Amán y los gángsters más conocidos de la ciudad, son anfitriones bastante buenos. Al fin y al cabo, son jefes. En su sala de estar hay una piscina cubierta y un enorme televisor de pantalla plana; en el jardín hay un acuario con peces exóticos y una fuente bastante hortera. Es como la residencia de Scarface si éste se hubiera mudado a Pakistán.

Publicidad

Durante la cena siempre hubo armas automáticas al alcance de los Baloch y su gente. Zafar pasó la mayor parte de la cena al teléfono, hablando con alguien de por qué se les llamaba gángsters en las noticias locales, mientras Uzair y yo comíamos qorma de Lyari en platos metálicos. Uzair Baloch demostró ser un anfitrión muy amable aun cuando esperaba que la policía irrumpiese en su palacio.

La conversación giró a Nueva York. “Lyari es básicamente como el Bronx”, dijo su portavoz, Habib Jan. “He estado en el Bronx muchas veces, y los neoyorquinos que conozco siempre me dicen ‘no, no vayas, no vayas al Bronx’. Le han dado mala fama”. Igual que Karachi, aunque por razones quizá más comprensibles. En Karachi han sido muchos los que me han dicho que no deberíamos deambular por Lyari por la noche a menos que queramos engrosar el número de “desaparecidos” secuestrados por los talibán o por bandas de delincuentes. VICE necesitaba la protección de Uzair y Zafar, pero en Pakistán los periodistas pocas veces son observadores objetivos, y ellos querían saber como éramos nosotros realmente. Les mostramos la Guía VICE del Congo y la Guía VICE de Gaza en su gigantesca pantalla y ellos, los hermanos Baloch, decidieron que sí, que nos iban a proteger. Mientras le hacían la guerra a la policía local, se asegurarían de que no seríamos secuestrados ni asesinados. ¡Gracias, amables gángsters!

KARACHI SE SUICIDA
Por Osama Motiwala
Osama is a 19-year-old who loves Hunter S. Thompson and took care of us in Karachi (thanks kid).

Publicidad

Nabil Gabol, del Partido del Pueblo Pakistaní, viaja con un enorme ejército privado, pero aún así nunca abandona su Kalashnikov.

El 27 de marzo, por la mañana temprano, pocas horas después de que dejáramos Karachi, dos miembros del Movimiento Muttahida Qaumi, un partido político liberal, fueron víctimas de un tiroteo a manos de hombres armados que irrumpieron en sus casas. Todo el mundo sabía que a esta ciudad estaban a punto de joderla… pero bien. Los sospechosos se vincularon con el Comité de la Gente de Amán, encarnizado rival político del MMQ. Parecía otro típico caso de “Si nos jodes, ¡te mato!”

En Orangi Town, el que se sospecha que es el nuevo escondite de los talibán, la policía lleva a cabo una redada en beneficio de los medios de comunicación. Pillaron a un barbudo con una 9 milímetros.

Como era de esperar, el MMQ enseguida tomó el control de la ciudad, incendiando varios coches en el proceso como es habitual. Al atardecer, una docena de coches y autobuses ardían en llamas, nueve personas habían muerto y muchas otras habían sufrido heridas, sobre todo en las zonas donde VICE había estado grabando. Se cerraron tiendas, colegios, transporte público y gasolineras. Los choques entre grupos étnicos y políticos han convertido Karachi en un hervidero. Unas 1.700 personas han perdido la vida en la ciudad durante el último año a causa de la violencia. No obstante, la mentalidad de la gente de Karachi tiende a ser la de “me importa un huevo”. Miran las noticias, se quejan de lo mal que están las cosas, y ya está.

Descubre cómo Suroosh navega por una de las ciudades más caóticas del mundo en la Guía VICE de Karachi, muy pronto en VICE.com.