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Las protestas y el derramamiento de sangre en Kiev no dan muestras de remitir

Desde que el presidente Viktor Yanukovich decidiera dar marcha atrás a un acuerdo comercial y de cooperación con la Unión Europea y alinear Ucrania con la Rusia de Putin, el pueblo de Kiev se ha concentrado en las calles para defender a su país. Este...

Decir que los últimos meses han sido fríos y sangrientos en Ucraina sería quedarse corto. Desde que el presidente Viktor Yanukovich decidiera dar marcha atrás a un acuerdo comercial y de cooperación con la Unión Europea y alinear Ucrania con la Rusia de Putin a cambio del barato gas ruso, el pueblo de Kiev se ha concentrado en las calles, rodeando la Plaza de la Independencia para defender a su país. Este fin de semana volé a Kiev para observar el desarrollo de las manifestaciones y la violencia.

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Mientras viajaba en taxi desde el aeropuerto hasta el centro de Kiev, pude ver que el termómetro del coche marcaba -19º Celsius. Le pregunté al conductor si esto era normal. Él se rió. "Ahora mismo, todo está frío en Kiev", dijo.

Todo estaba frío, y muchos lugares estaban bloqueados con barricadas de tres metros y medio. Una de esas barricadas impedía el acceso a mi hotel, así que el conductor me dejó a unas cuantas manzanas de distancia.

A primera hora, un manifestante me dijo, “¡Queremos algo nuevo! ¡Queremos libertad!” Esto reflejaba las convicciones de muchos de los manifestantes. Llevan queriendo poner fin al control de Rusia sobre su país desde que en noviembre se iniciaran las protestas.

En vez de garantizarles esa libertad, el 16 de enero Yakunovich provocó que se intensificaran las luchas cuando aprobó unas leyes antimanifestaciones que convertían protestar de forma pacífica en un delito.

“Este es un Estado corrupto que emplea tácticas criminales para amedrentar –pero no reprimir– a los ciudadanos. Esto está reabriendo viejas heridas y problemas de un pasado lleno de dolor y ahora todo ha explotado”, dijo la periodista local Nataliya Gumenyuk.

Las manifestaciones fueron más violentas este fin de semana y la policía trató en varias ocasiones de desalojar las acampadas. Sin embargo, los manifestantes son ahora un enorme ejército; muchos han viajado miles de kilómetros para apoyar a la oposición. A pesar de las altas tensiones, los manifestantes no quisieron provocar o exacerbar la situación. Ayer, un manifestante llegó a darles a los antidisturbios un plato de naranjas.

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Al mismo tiempo, los manifestantes jóvenes se mostraban realistas y se concentraban para luchar, entrenarse y resistir en la Plaza de la Independencia.

También en la Plaza de la Independencia, madres con hijos entre los manifestantes y entre la policía antidisturbios abogaban por la paz.

Por desgracia, las madres no han detenido los disturbios. Este fin de semana, la Plaza de Europa se llenó de escombros.

Algunas estructuras han sido protegidas para evitar daños, como la escultura de una leyenda soviética del fútbol.

Milagrosamente, algunos manifestantes encontraron tiempo para descansar. El que vemos en la foto se tomó un descanso al lado de una fogata:

Pero, tristemente, muchos miembros de la oposición no logran ni siquiera este pequeño confort. Yulia Timoshenko, ex líder opositora, lleva dos años languideciendo en una cárcel.

El 22 de enero, un autobús de las fuerzas especiales de la policía embistió la parte de atrás de un coche cuyos tres pasajeros pertenecían a AutoMaidan, un colectivo que patrulla Kiev brindando ayuda a los manifestantes. Los tres pasajeros fueron arrastrados fuera del vehículo y golpeados. Los policías separaron a los dos pasajeros varones de la mujer que les acompañaba en el coche, K.

Los agentes obligaron a K a tenderse en el suelo y le dieron patadas hasta que dos horas más tarde la pusieron en libertad. Sus compañeros no tuvieron tanta suerte: se los llevaron en un autobús y les golpearon aún más antes de que la policía especial los entregara a la policía normal con acusaciones de "crímenes contra el Estado".

Llevan dos meses retenidos, a la espera de comparecer ante un juez nombrado por el gobierno. Si son encontrados culpables, se enfrentarán a penas de cárcel de entre cuatro y seis años, un destino al que más manifestantes podrían enfrentarse dependiendo del resultado de lo que pase en los próximos meses.