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Los taxistas vengadores se extienden por España

Su principal enemigo son las plataformas de transporte tipo Uber. Varios coches han aparecido calcinados.

En Barcelona, subir a un taxi y atreverse a entablar diálogo con el tipo al volante garantiza momentos al límite. Especialmente si arrancas con: "¿Qué? La independencia y tal bien, ¿no?". Pronunciadas esas palabras, sólo queda recibir incontestables argumentos como "¿qué pone tu DNI?, ¿España no?" o toparte con uno de los nuevos conversos a la fe de la 'estelada'. Pero si eres un ser humano normal y estás harto del debate, aquí tienes otra idea que disparará la verborrea de tu conductor: la Élite.

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Bajo ese nombre se oculta el nuevo fenómeno del sector del taxi, tradicionalmente activo para proteger lo suyo aún a costa de ganarse el rencor ciudadano y que, desde mediados de año, cuenta con una suerte de nueva resistencia ante otro acontecimiento: UBER. La aplicación para contratar transporte entre usuarios, una más de las criaturas de la denominada economía colaborativa y establecida con éxito en Barcelona y Madrid, es su némesis, y la razón por la que Élite ha crecido hasta contar con una militancia registrada de cerca 2.000 profesionales del volante sólo en la capital catalana. La criatura ambiciona ahora con expandirse. Madrid. Valencia. Sevilla. Bilbao. El movimiento de los taxistas (muy) cabreados ha llegado para quedarse.

Hablamos en la terraza de un bar de la Gran Vía de Barcelona con Alberto Álvarez, uno de los tres taxistas que fundaron la Élite mientras se tomaban unas Voll-Damm. De aquellos efluvios salieron sus primeras acciones: los 'escraches' -gritos y un corrillo alrededor- contra otros taxistas en el Fòrum para frenar las comisiones los hoteles. Después llegó la pieza mayor. "Uber le ha dado al sector algo por lo que luchar, así que les estoy agradecido", ironiza.

De 38 años, rápido y de risa fácil y con aspecto de ex-hooligan, Alberto llega a la cita embutido en una camiseta negra con el logo de Élite a la altura del pecho y un tatuaje en el antebrazo derecho. Viene de su tertulia en Radio Intereconomía pero el contacto con la prensa no ha minado su habla poligonera, expresiva y atropellada. Sí le ha enseñado, en cambio, a contener sus ganas de despotricar a gusto y colar su mensaje. Ejemplo práctico: "¿Quién quemó dos coches de Uber la semana pasada?" [Cara de póquer] "Podría saberlo, pero prefiero decirte que es una estrategia de Uber para criminalizarnos". El político perfecto.

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Los coches que fueron calcinados de madrugada por unos desconocidos en el distrito de Sant Martí tras una protesta de 400 taxistas -movilizados por Élite- sólo son parte de la imagen más macarra y polémica del conflicto. Debe incluirse en el cuadro una lista de 200 personas cuya foto y matrícula ha sido incluida en un cartel que asemeja a la de los delincuentes más buscados. Son los conductores de Uber que Élite ha identificado y cuyos rostros -incluyendo número de móvil- están en manos de miles de taxistas de Barcelona con ganas de encontrarles. A veces se limitan a denunciarles ante la Guardia Urbana o los Mossos d'Esquadra. Las más son ellos mismos quienes se toman la libertad de aplicar su justicia, sin descartar nada.

Uno de los conductores de Uber lo vivió en primera persona en agosto en el aeropuerto de El Prat. Un grupo de taxistas le pinchó las ruedas y le agredió. Fueron detenidos y la noticia inyectó fama a un movimiento que ha visto disparado su apoyo entre los profesionales. Y así, en una ristra de incidentes que han obligado al Ayuntamiento de Barcelona, la Generalitat y los Mossos d'Esquadra a implicarse antes de que degenere en algo peor.

Durante la media hora de conversación, dos taxistas veteranos utilizan su claxon para saludar a Alberto. Otro directamente le grita desde la ventana por la que también mira una pasajera ojiplática que no entiende nada. Se ha ganado ser un personaje conocido entre los taxistas a raíz de su cruzada contra lo que llama "el enemigo número uno" del oficio. Un activismo que también le ha costado caro. Acumula nueve denuncias y ha tenido que cambiar de taxi en cinco ocasiones en lo últimos ocho meses. Gestionar el crecimiento de La Élite y movilizar al sector no le permite cumplir con rigor con la caja que se exige a los asalariados del volante.

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Convertidos en referente en el sector ya en Barcelona, con dos huelgas que prácticamente dejaron sin taxis la ciudad -"los sindicatos llevan 30 años sin conseguir nada", asegura- , el objetivo de Élite ahora es extenderse a otras ciudades. Para intentarlo, el propio Alberto se imbuyó de un mesianismo a lo 'Manolo el del Bombo' y propagó lo que llama "la semilla de la rebelión del pueblo". Recorrió en cinco días de agosto paradas, estaciones tren y apeadores de nueve ciudades con un megáfono y una pancarta para advertir de la llegada del anticristo: Uber, el intrusismo, "el fin de nuestro oficio".

Pasó por Valencia, Alicante, Granada, Córdoba, Málaga, Sevilla, Cádiz, Jerez y culminó su ruta para difundir la buena nueva en Madrid, donde empalmó con una manifestación de taxistas. Desde ahí, unos compañeros le trajeron hasta Barcelona "porque estaba derrotado". Aunque cree que no en vano. "Les falta encontrarse con Uber y dar un pequeño paso, pero la semilla está puesta".

Preguntado sobre si no es exagerado actuar contra personas que, quizá, sólo buscan un sustento en plena crisis abandona las risas. "Hay unas reglas y hay que cumplirlas. Una licencia en Barcelona cuesta 120.000 euros y nosotros tenemos que defender a nuestras familias", asevera. Desde luego, está orgulloso de haber erigido junto a sus compañeros un movimiento 'working class' contra una multinacional que en junio anunció haber alcanzado una valoración en el mercado de ​18.000 millones de dólares. Una cifra superior a la de otras start-ups similares como Airbnb -igualmente maldecida por el negocio tradicional- y una de las que más ceros presenta en el mundo de Sillicon Valley.

Las cifras que maneja la aplicación son lo suficientemente contundentes como para que las sanciones que ya han comenzado a aplicarles no les hagan pestañear. La Dirección de Transportes y Movilidad de la Generalitat les ha sancionado con 28 multas de 4.000 euros y ha propuesto otras tantas multas para otros 28 conductores. Uber, que recurre todas las sanciones, sigue reclutando conductores tanto en Barcelona como en Madrid, donde las instituciones tratan de vetar su expansión. Y en breve aterrizará en Valencia, donde Alberto espera que prenda la mecha de su 'revolución'.

Consciente de que los taxistas no son, precisamente, adorados por la población -miren 'Taxi' de Carlos Saura, si no lo han hecho ya-, la Élite trata de subirse al carro de las nuevas causas aplaudidas por la masa. "Surgimos de la desesperación. Somos como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca o Podemos". Mientras el conflicto aumenta y Uber recluta conductores a los que Élite seguirá vigilando, Alberto no descansa. El jueves presentaron una denuncia colectiva contra la compañía establecida en San Francisco. El viernes llenaron la plaza de Sant Jaume de taxis mientras el alcalde, Xavier Trias, desmentía tener dinero oculto en Suiza.

"Seguiremos hasta que desaparezcan". Difícil, si no imposible. Ahora teme que las administraciones cedan y acaben regularizando sistemas como el de Uber. "Y cuando eso pase, todo se irá a la mierda. Así que la Élite aquí seguirá".