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Los viernes ya no molan

Cada viernes se estrena una nueva entrega de la saga "Consejo de Ministros"

Recuerdo cuando el viernes era un día deseado. El final de la semana, solo había que relajarse, tumbarse en el sofá, buscar estrenos de zombis en la cartelera o salir y beber hasta ligar o quedarte inconsciente. Sí, el lunes llegaría inevitablemente, pero aún quedaban por delante 48 horas para olvidarse de que eso sucedería.

Sin embargo, poco a poco dejamos de fijarnos tanto en la cartelera para hacernos fans de una sola película, o mejor, de una saga, del que cada viernes se estrena una  nueva entrega. Es una mezcla de drama y terror, en un escenario apocalíptico en el que, una y otra vez, se evoca un “rescate”, que para algunos es la solución y para otros el peor de los finales. Sí, efectivamente, estoy hablando del Consejo de Ministros.

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Protagonizado por las estrellas del PP, el viernes ya no es sinónimo de fiesta, ¿Qué habría que celebrar? ¿Recortes en sanidad, aumento de tasas universitarias, subida del IVA? Se le quitan a uno las ganas de nada.

Pero aparte de recaudar millones en taquilla a coste del pueblo, también hemos visto como estos viernes negros han logrado cambiar los hábitos de cientos de miles de españoles, convirtiendo a unos en manifestantes asiduos, en estudiantes improvisados de economía a otros y en parados a la gran mayoría, aunque ninguna categoría es excluyente. Todo a base de decretos leyes, reformas estructurales y un sinfín de gilipolleces destinadas a “buscar la senda del crecimiento económico y la creación de empleo” que, de momento, nos han llevado a la tasa de paro más alta de la historia y al borde del rescate total.

Por los que han llegado tarde al cine, repasamos lo que ha pasado hasta ahora:

Primero fue un suave acercamiento al precipicio. El Consejo de Ministros anuncia el “inicio del inicio” de una larga temporada de recortes, en palabras de la Vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáez de Santa María. Se congeló el salario de los funcionarios y se aumentó su jornada laboral. El salario mínimo interprofesional también fue congelado. La gente ya veía lo que se le venía encima. Era diciembre de 2011.

No hubo que esperar mucho para otro viernes negro. El día 10 de febrero, el Consejo de Ministros aprobó la reforma laboral. Con más de cinco millones de parados, el Gobierno facilita y abarata el despido. Todo iba llenarse EREs. Con una tasa de paro juvenil desorbitada, los chavales empezaron a largarse lejos del país. No es de extrañar, con la nueva ley, un licenciado podría estar en prácticas hasta los 30 y cobrando una mierda. Eso en el mejor de los casos.

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La respuesta no se hizo esperar, el 29 de marzo hubo una huelga general convocada por todos los sindicatos. Las asambleas de barrio del 15M y otros colectivos de estudiantes y parados también decidieron “tomar la huelga”. Madrid se llenó de policía, Barcelona también. Aun así, Barcelona ardió durante todo el día. En Madrid hubo enfrentamientos con la policía, que iba a caballo.

Un día de huelga general tampoco es que supiera a mucho, este gobierno podía aguantar lo que le echaran. Mientras tanto, las Comunidades Autónomas también hacían sus recortes, sobre todo en educación. No les importaba que no fuera viernes. En Madrid, la Marea Verde llego a hacer diez jornadas de huelga en tres meses. En Valencia, recortaron tanto que no les quedó ni para calefacción en pleno febrero, así que los estudiantes de secundaria, hartos de ir a clase con mantas, salieron a protestar y la poli les pegó como el “enemigo” que eran.

Pero en Democracia, la igualdad es un valor en alza. ¿Cómo iban a recortar solo en algunas comunidades? Eso no parecía justo, de modo que un buen viernes 20 de abril, el Consejo de Ministros aprueba un recorte extra en educación, aumentan las tasas universitarias y meten a más gente en cada clase, para ahorrar, dijeron. Y, ya puestos, se aprobó el copago y los ancianos empezaron a pagar por cada receta.

Y así, recorte por un lado, manifestación por otro, nacionalización de Bankia, rescate a la banca y Eurocopa de por medio, llega el verano con la prima de riesgo acalorada. Así que Rajoy tiene que hacer una ofrenda al dios de los mercados y el viernes, 13 de julio (como si de una película de terror se tratase de verdad), el Consejo de Ministros aprueba los mayores recortes de la historia de la democracia.

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Las medidas anunciadas el 13, son escalofriantes: Los funcionarios se quedan sin la paga extra de navidad. A los que ya están en paro (y para quienes se supone que cada día tiene un poco de viernes), también les bajaron  las prestaciones por desempleo y, lo más lógico cuando la gente no tiene ni un puto duro: se subió el IVA al nivel record de 21%. Por subir subió hasta el IVA reducido. “Subsidios, prestaciones y mamandurrias tienen que desaparecer”, afirmó la siempre elocuente presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre.

Los funcionarios no encajaron muy bien eso de perder su paga extra, así que se convocaron varias manifestaciones por todo el país a las que acudieron centenares de miles de personas entre estudiantes, enfermeras, bomberos, profesores y, claro, policías; que también son funcionarios y llevan un año con demasiado estrés como para que encima les recorten el sueldo (una vez más). Esta vez, el fuego sí llegaba a Madrid, donde ardieron contenedores por todo el centro sin bomberos dispuestos a apagarlos. Fue una noche tensa en la que los antidisturbios arramplaron hasta con las terrazas de los bares.

Efectivamente, España está patas arriba, porque a todo esto hay que sumar la huelga minera. Para septiembre se ha convocado una nueva huelga general en el País Vasco a la que puede que se sume el resto del país. Hasta entonces, todos de vacaciones, incluso el Consejo de Ministros necesita un tiempo para afilar las tijeras.

Pero aún quedan muchos viernes hasta que los recortes cesen. Serán años largos, duros y difíciles, ya lo dijo ZP. Señores ministros, ¿podrían, al menos, reunirse los lunes?