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Cultură

Maite, de Gran Hermano, es el cruce perfecto entre Aída y Belén Esteban

Ayer se enfrentó cara a cara con Mercedes Milá y plantó cara. Tenemos nueva estrella mediática. ¿Preparados para la ciclogénesis pamplonica?

Esta mañana he entrado en el supermercado y los dos cajeros han pronunciado el nombre de Maite más de tres veces. Si hubiera sido Candyman, el monstruo del infierno se hubiera aparecido allí para acojonar a la clientela. Pero, ¿quién es Maite? ¿De dónde ha salido? ¿Dónde estaba hace dos semanas? Parece un experimento de laboratorio en la que un científico loco hubiera cruzado células de Belén Esteban con las de Aída Nizar y el resultado fuera esta mujer. Una conductora de autobuses de Pamplona que quiere comerse la televisión a bocados y convertirse en estrella. Y si se hubiera presentado en el supermercado, por sorpresa, hubiera acojonado a todo el mundo, como Candyman. O más.

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En la oficina también la comparan un poco con Karlos Arguiñano, cosas del acento del norte y sobre todo de su capacidad para aguantar el plano. Ella solita. Con sus frases hechas, sus salidas de tono y sus cánticos. Lo que hemos dicho: ha nacido una verdadera estrella. Y la vamos a tener en los próximos meses hasta en la sopa. Mejor dicho, en platós, tertulias y saraos del estilo Sálvame, donde ayer ya se la rifaban como futura colaboradora. Pero antes le queda algo de vida en Gran Hermano. Mercedes Milá ya le dejó caer que en el futuro -quién sabe- lo mismo vuelve a entrar en la casa. Porque fue expulsada. Injustamente, según nuestra opinión.

El duelo con la veterana (y arrugada) presentadora fue de altura. Primero comenzó con bronca. ¿Por qué has dejado que te expulsaran? Mercedes la considera una concursante perfecta, se notaba cierta admiración. Y a la primera que la pamplonica comenzó a tomar las riendas del programa, igual que hace con el volante de su autobús, la periodista comenzó a repartir caña y a intentar ponerla en su sitio. Pero ella se revolvió y aseguró ser la enviada de Dios en la Tierra. Toma ya. Igual que Aída Nizar. Y su Evangelio quedó muy claro durante el programa: "No soy porculera, soy porchocho". Y venga a besarse así misma, a darse golpes en el pecho. Mientras Mercedes Milá la avisaba que se le estaba viendo la "chochera" y que cerrara, por favor, las piernas. Ella a lo suyo, con el DNI a la vista de toda España. Porque considera que está bien buena. Autoestima nivel Aída Nizar.

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Maite entendió enseguida las reglas del programa, y eso que asegura que no lo había visto nunca. Porque aparca a las once su autobús, llega a casa, se ducha y se mete en la cama. Ejem. Entró simulando, por órdenes del guión, que tenía un hijo dentro, Suso, y aprovechó la cercanía para meterle mano a muerte, delante de su propia hija, la joven Maite que también es concursante, y delante de toda España. El Gran Hermano en su máximo esplendor. Frotamientos y tele, viva. Hábil con el lenguaje (con los exabruptos, más bien) ayer no hacía más que repetir que la había echado del concurso una pandilla de jóvenes por ser una vieja. Es verdad que los dobla en edad, igual que es verdad que su comportamiento es capaz de hacer hablar (para cagarse en todo) a un monje que haya hecho voto de silencio.

Que se prepare Belén Esteban porque en las próximas semanas le va a salir una buena competidora y, como es lista, seguro que la ex de Jesulín va a ser uno de sus objetivos más claros. Su rival número uno cuando empiece a peregrinar por platos. Pero no va a ser fácil, porque van a intentar merendársela. Más carnaza, más circo. Han creado un nuevo monstruo, y solo ha hecho falta que estuviera dos semanas encerrada en la casa. El laboratorio de GH funciona cada vez más rápido. El doctor Frankenstein es un pringao al lado de los científicos de la tele. Larga vida a Maite.