FYI.

This story is over 5 years old.

Noticias

Pelea Como Un Hombre

En los vestuarios, de pie junto a una pequeña mesa plegable, un hombre de mediana edad y pelo entrecano dice, "¡Oíd, estas son las reglas!". Vestidos ambos con chándal, los jóvenes luchadores dejan de prestar atención al masaje

POR LISA CARVER, FOTOS DE KEITH NEWELL

En los vestuarios, de pie junto a una pequeña mesa plegable, un hombre de mediana edad y pelo entrecano dice, “¡Oíd, estas son las reglas!”. Vestidos ambos con chándal, los jóvenes luchadores dejan de prestar atención al masaje y vendado de manos y levantan cortésmente la mirada. Los dos son más bajos de lo que cabría esperar—entre el metro setenta y el metro ochenta y pico de estatura—, ágiles y flexibles, nada corpulentos.

Publicidad

“¡Nada de fluidos corporales como armas defensivas! Por ejemplo, si os sale sangre de la nariz y la echáis intencionadamente en los ojos, nariz o boca del oponente, recibiréis una amonestación. ¿Alguna pregunta?”

“¿Las patadas en la cara están permitidas?”

“Si el oponente está de pie, sí”.

Y eso fue todo. Momento de ir a ocupar mi asiento y de que estos jóvenes tan agradables se despojaran de sus chándales y zapatillas y se hicieran daño unos a otros.

Me interesé por las AMM (artes marciales mixtas) por estar siempre oyendo hablar de cierto chico con el que unos amigos míos trabajaban. “Hoy Brent vino a trabajar con un trozo de cristal en la cara”. “A Brent le hincharon el ojo bueno durante el fin de semana”. “Fuimos todos a ver pelear a Brent y le noquearon en seis segundos”.

En mi cabeza, el cuerpo roto de Brent empezó a desarrollar una vida propia. Una fuente de dolor. Quería llegar hasta él para contar la historia de cada herida que ha sufrido, empezar por los dedos de los pies e ir subiendo, y después fotografiar las cicatrices. No iba a preguntarle por qué lo hacía, ya que no parece la clase de cosa de la que uno sepa las razones. Yo sólo quería inspeccionar la evidencia. Arreglé un encuentro con Brent para la noche de un combate importante, pero el día antes se dislocó un hombro y no pudo asistir, de modo que en su lugar entrevisté a tres de sus colegas.

Debo haber hecho más de mil entrevistas en mi vida. Músicos, doctores, vagabundos, quien sea. En cada una de esas entrevistas pude notar que nuestras posiciones eran las de adversarios. Notaba cómo mis entrevistados se definían a sí mismos, imaginando el artículo en su forma acabada mientras escogían las palabras al tiempo que yo intentaba discernir el significado que subyacía en lo que habían elegido decir. A lo largo de los años he intentado cabrear, asustar, emborrachar o seducir con objeto de arrancar algún secreto. Con estos chicos fue algo diferente. Los luchadores callejeros amateurs que conocí en los vestuarios eran hombres tranquilos, educados y serios que esperaban su turno para entrar en una jaula y golpear y estrangular a su contrincante hasta que uno de los dos, el menos resistente, perdiera el conocimiento. Parecía gente sólida, de una pieza. La verdad siempre es simple, supongo. Estoy acostumbrada a gente más compleja y engañosa. Si estos chicos no sabían algo, no tenían problema en admitir: “No lo sé”. La mayor parte de las cosas, sin embargo, sí las sabían. Y eso es porque, cuando tu vida se reduce a lo esencial, ya estés librando un combate, follando, criando un hijo, cerrando un trato o luchando en una guerra, sólo hay una o dos cosas que debas saber: de qué estás hecho y de qué está hecha la persona que tienes ante ti. No se necesitan muchas palabras para describir eso, si es que hace falta alguna. Simplemente lo

Publicidad

sabes

. Y estos chicos lo saben.

Vice: No sé nada de combates, así que les pedí a mis amigos de Facebook—mis amigos ficticios—que me sugirieran preguntas. John Russel quiere saber… Ay, Dios… “¿Por qué sois todos tan sexys? Y, ¿os importa que lo que hacéis sea básicamente porno gay?”

Justin Clough:

¿De verdad? ¿Eso quiere saber?

Tony Giarrusso:

No piensas en eso cuando estás en la jaula.

¿Pensáis en ello cuando estáis fuera de la jaula?

Tony:

Nah. No. Es lo último que me pasaría por la cabeza.

Seth Boursier:

¿Esa es una pregunta de verdad?

Sí.

Seth:

No sé qué decir. No sé cómo responder a esa pregunta.

¿Eres entrenador?

Seth:

Sí. Muay Thai. Kickboxing. He entrenado en Virginia y Tailandia, y ahora en Plaistow, New Hampshire.

¿Todavía combates?

Seth:

Mi última pelea fue hace nueve meses.

¿Y eso?

Seth:

Me pasé a entrenador. Se vive mejor. No recibes tantos golpes.

Cynthia Canepa Buchen quiere saber, “¿Estás tranquilos o nerviosos antes de un combate? ¿Seguís algún tipo de ritual?

Justin:

Muy tranquilos. Yo escucho música, atiendo a lo que dicen mis entrenadores, y me relajo.

Ahora pareces muuuuy calmado. ¿Has estado fumando?

Justin:

[

risas

] No.

Tony fuera y dentro de la jaula. Dos personas distintas.

En tu otra vida trabajas de cobrador. ¿Estás igual de calmado cuando haces eso?

Justin:

Sí. Tienes que estarlo. Si alguien te grita cuando estás intentando realizar un cobro, no puedes hacer nada, sólo relajarte. Los cobradores más amables son los que consiguen el dinero.

Publicidad

Seth:

A mis luchadores les digo: aprended pronto cómo son las cosas y, luego, bloqueadlo todo. Mantened siempre la calma. No queméis vuestras energías.

Tony:

Este es mi primer combate pero me he sentido muy relajado todo el día, haciendo mi vida normal. Simplemente esperando el momento de entrar en la jaula. Creía que los nervios se presentarían, pero no.

¿Crees que te van a hacer daño?

Tony:

No.

¿Va a ser otro el que va a recibir daño?

Tony:

Sí.

Dentro de una hora o dos todos los que estáis en esta habitación os estaréis golpeando y estrangulando unos a otros, pero parecéis muy, muy calmados.

Seth:

Así es como suele ser. Hasta que subes al ring. Y después somos aún mejores amigos.

Erik Swanson quiere saber, “¿Os molesta que las peleas sean fingidas?

Tony:

No son fingidas.

Justin:

Todo lo que pasa en el ring es de verdad.

Seth:

¿Erik Swanson, dices? No sé lo que Erik Swanson ha estado viendo; algo diferente de lo que veo yo, porque en la AMM no hay nada fingido.

¿Quieres que Erik Swanson venga y te haga la pregunta él mismo?

Tony:

Sí.

Cynthia quiere saber, “Las AMM se han impuesto al boxeo como el deporte de combate número uno en todo el mundo. ¿Cómo prevenís la corrupción y los combates amañados que se infiltraron en el boxeo cuando éste empezó a dar dinero?

Tony:

No creo que esto suceda. A la gente le gusta el aspecto competitivo, que sea un deporte de uno contra uno. No hay nadie que pueda decidir tu destino. Sólo tú. Nadie puede hacerlo por mí. Yo soy la única persona que puede decidir si voy a ganar o no. Si estoy cansado, tengo que superarlo y seguir adelante. Ningún otro va a hacer nada por mí.

Publicidad

Justin, ¿ganas mucho dinero con esto?

Justin:

Sólo soy amateur. En esta etapa, uno sólo se promociona. Empiezas a ganar dinero una vez llegas a profesional.

Así que, en realidad, estás pagando para que te aticen.

Justin:

Sí, exacto.

Si llegas a profesional y alguien te ofreciera un montón de pasta por dejarte ganar, ¿aceptarías?

Justin:

Nah, de ningún modo.

¿No harías tongo por diez mil dólares?

Justin:

No.

¿Y por cien mil?

Justin:

No. ¿Qué sentido tiene dejarse ganar?

¿No te dejarías ganar por un millón?

Justin:

Dejarse ganar carece de sentido.

Seth. Si piensas que los combates de AMM son fingidos, echad un vistazo a la cara de este chico. Puntos de sutura en el ojo, un ojo morado, la nariz rota, oreja hinchada, labio partido…

¿Qué edades tenéis?

Justin:

20 años.

Tony:

Yo, 22.

Seth:

23 años.

Eric Swensen—no Erik Swanson—quiere saber qué régimen seguís.

Tony:

Para este combate tuve que perder ocho kilos. Pesaba 64 kilos y me lo ofrecieron si bajaba a 56. Sabía que lo podía lograr con una dieta alta en proteínas y baja en hidratos de carbono. Los últimos dos kilos los perdí ayer en la sauna.

Justin:

Cuando se acerca el combate hay que rebajar las calorías y los hidratos. Poco sodio. Básicamente avena por la mañana, clara de huevo, atún, pollo, verduras.

Eric también quiere saber si tenéis algún consejo para los niños.

Tony:

Sí. Que es algo bueno. Todo el mundo tiene la idea de que éste es un deporte violento y brutal, pero no lo es. Es puro. Eres simplemente tú. Creo que a los niños se les debería enseñar esto: que uno debe hacer las cosas por sí mismo, confiar en uno mismo.

Publicidad

¿Cuál es la edad mínima para entrar en una escuela de AMM?

Seth:

Cualquier edad.

¿Diez años, por ejemplo?

Seth:

Sí. Incluso menos.

¿Pero no se supone que las AMM son lucha callejera?

Seth:

No. Esa es una idea muy extendida, pero errónea. Se necesita mucha destreza. Se basa en estar tranquilo en el ring, relajado.

¿No hay menos reglas?

Seth:

Hay menos reglas, pero para mí las artes marciales mixtas no son tan brutales como el boxeo. En las AMM, si te noquean, si vas al suelo, se termina el combate. En el boxeo, si te pasa eso, aún te dan la oportunidad de volver a ponerte en pie. Y los golpes en la cabeza son constantes. Por lo general, en un combate de AMM hay tres asaltos. En el boxeo son doce.

También quiere saber si sois religiosos.

Tony:

No.

Justin:

Sí. Católico.

Seth:

Me educaron como católico, pero en Tailandia me introduje en la meditación.

Y quiere saber vuestro cociente intelectual.

Tony:

Lo desconozco.

Seth:

Ni idea.

Justin:

Nunca lo he medido.

Tony enseñándome unas llaves.

¿No os preocupan los daños cerebrales?

Tony:

Quizá dentro de quince años.

Los “dentro de quince años” no importan cuando se tienen 22.

Tony:

No.

Así solía yo tomar baños de sol. Sin preocuparme por un posible cáncer. Melissa Saunders dice: “¡Mostradme algún movimiento! ¿Podéis enseñarme cómo despachurrar a alguien entre mis muslos?

Tony:

Sí. Podría enseñarle si ella necesitara que lo hiciera.

¿Me enseñarías a mí una llave?

Publicidad

Tony:

Coge esta mano y dale la vuelta alrededor del brazo hasta alcanzar tu propia muñeca…

OK, no tengo ni idea de lo que quieres de mí pero voy a hacerlo. ¡Aaah! ¡Vale, Tony, lo he pillado! Ten piedad. ¿Cómo se llama esta llave?

Tony:

La Kimura.

Seth:

Yo no sé jiu jitsu, así que no puedo enseñarte a estrujar a alguien con los muslos. Pero patadas y puñetazos sí, eso sí. La patada circular normal—proyectas el pie así y te proteges la cara con la mano.

¿Y por qué he de hacerlo así? ¿Qué se consigue con este golpe?

Seth:

Causar daño. La razón de que proyectes así el pie es que toda la potencia la generas con la rotación de las caderas; dejas fija la pierna y golpeas con la canilla.

Justin, pongamos que voy por un callejón y veo a un tío con pintas sospechosas. ¿Qué hago? ¿Algún movimiento favorito?

Justin:

No sé, o le golpeas con la mano o con el pie. Dale un puñetazo. Dale una patada. Bien fuerte.

A este chico le dejaron KO, o le estrangularon hasta la inconsciencia. El médico entró en la jaula y le atendió largo rato hasta que finalmente pudo ponerse en pie. Con este aspecto.

Aquí hay otra pregunta horrible del follonero de Erik Swanson. “¿Por qué tenéis que convertir el aire en pútrido con esos excrementos atiborrados de creatina? Ya van ocho veces que me he puesto de mal cuerpo”. Creo que está hablando de ese suplemento proteínico. En el lavabo de su gimnasio debe haber causado algunos problemas…

Publicidad

Tony:

Yo no tomo suplementos ni nada por el estilo. Quizá un Red Bull de vez en cuando. No fui yo, Erik.

Justin:

Yo tomo proteínas porque, de lo contrario, no logras reponerte del todo. Tus músculos no se recobran. Pero no tomo creatina. Lo que hace la creatina es mantener el agua en los músculos para que así parezcan más grandes.

Jesse Shust quiere saber, “¿Qué hacéis cuando os encontráis con un contrincante que es mejor?”

Justin:

No puedes salir pensando que tu oponente es mejor. Siempre debes entrenar más duro que tu oponente y salir al ring sabiendo que eres el mejor, que tienes que ser el mejor.

Bueno, ¿nunca habéis entrado en la jaula, mirado al otro luchador y pensado, “¡mierda!”?

Justin:

Nah. En este deporte el tamaño no cuenta.

¿Y qué pasa si veis “esa” mirada en sus ojos? Ya sabéis, esa mirada de ‘te voy a matar’.

Justin:

Nah. Nada de miradas. La peor mirada siempre la pongo yo.

Tony:

Se trata de no flaquear y de concentrarte en sus puntos débiles. Si es mejor que tú en algún aspecto, evítalo. Si quiere pelear por alto, yo le obligaré a hacerlo por abajo. Si quiere hacerlo por abajo, yo pelearé por alto. Mantenle fuera de su elemento y procura mantenerte tú en el tuyo.

¿Pueden aplicarse estos consejos a otros aspectos de la vida?

Tony:

No. Las AMM están en la jaula y en el gimnasio. No puedes llevarlas al día a día porque entonces empezarías a ir pegando a la gente por la calle.

Justin: “Soy un tío agradable”.

David Goolkasian quiere saber, “¿Por qué sois tan malos?”
Tony: Yo no soy malo. Soy un tío agradable. Hasta que esa puerta se cierra. Justin, cuando hace un rato estuve preguntando quién era un tío malo de verdad, todos te señalaron a ti.
Justin: No sé por qué. Soy el más amable de todos. Fuera de la jaula. Dentro, no me contengo. Lo saco todo. Me entreno muy duro y cada vez que voy a la jaula lo hago para ganar. Ahora estamos en el lado rojo de los vestuarios. Detrás de esa cortina están los chicos del equipo azul. ¿Qué os parecen?
Justin: Gente muy agradable, todos ellos. Pero estáis a punto de hacerles daño.
Justin: Sí. Así es como va a ser. ¡Y vaya si fue así! Tanto Justin como Tony ganaron tras sostener largos combates con sus oponentes. Era la primera velada de lucha a la que asistía en mi vida y me sorprendió la poca acción que había. Nada de teatro. Los luchadores estaban casi todo el rato entrelazados como un pretzel, intentando cada uno extraer la vida del otro y conservar al mismo tiempo el aire tanto tiempo como le fuera posible. Yo, en primera fila, podía ver cada gota de sudor. Los luchadores tenían la mirada vacía. Estaba claro que, para ellos, el tiempo se había detenido. Seguían luchando, yo me habría rendido mucho antes. Tenían la piel enrojecida por el constante roce contra el suelo. Habían recibido golpes en la cara, en la espalda, en todas partes. Resollaban, manaba la sangre de sus heridas. La cabeza de uno de los chicos quedó atrapada contra el suelo, inmovilizada por el peso del cuerpo del otro, durante lo que pareció una eternidad. Sin siquiera poder ver, siguió enviando golpes; torpe, lentamente, como si estuviera bajo el agua. Entonces, en un súbito acceso de energía, se apoderó de él el deseo irrefrenable de no perder y sus manotazos ganaron potencia y velocidad. ¡Incluso cegado y con la cabeza atrapada, sus golpes caían como martillos en el cuerpo de su opresor! Uno de los puñetazos acabó por impactar de lleno en el luchador de calzón azul, que fue a parar al suelo. Libre de su presa, el luchador rojo se levantó, moviéndose tan despacio como un golem, y empezó a hostigar al azul. Lento al principio, pegando y pegando cada vez más rápido. Yo no me lo podía creer. Todo el mundo gritaba. ¡Y el árbitro detuvo el combate! ¡El rojo había noqueado al azul! El médico entró a toda prisa en la jaula y movió un dedo a un lado y a otro delante de los ojos del chico, que se apoyaba ahora contra una de las verjas de la jaula con aspecto de sentirse muy confundido. En el vestuario había chicos tendidos en el suelo y otros les hacían fricciones. Dos tenían moratones en los ojos. A otro se lo habían tenido que llevar en ambulancia por, de entre todas las cosas, deshidratación. Flotaba en el aire un olor extraño. “Vaya escena rarísima”, comentó mi fotógrafo, que es varón y no está acostumbrado a ver hombres cuidando a otros hombres. “Me recuerda a cuando nace un niño y la madre le atiende, o cuando se hace daño y ella le limpia las heridas”. Yo pensé, “¿Y por qué tiene que ser la madre? ¿Por qué no el padre?” Es extremadamente infrecuente que un varón cuide a otro varón; un hombre cambiando los pañales de su propio hijo es, supuestamente, un acontecimiento digno de un gag cómico. He leído que los soldados llaman a sus madres durante la batalla, pero nunca a sus padres. Supongo que los hombres tienen que golpearse unos a otros antes de poderse permitir ser cariñosos. Bueno, a mí la escena me pareció verdaderamente bonita. Algo muy hermoso. Me encanta la masculinidad.

Días después de la pelea pude finalmente reunirme con Brent Bergeron, el tipo con un montón de heridas que despertó en un principio mi interés por las AMM. Nos encontramos en un restaurante chino. Él acudió recién terminado un reconocimiento médico. Así que tienes 28 años, mides metro ochenta, antes pesabas 110 kilos y ahora pesas 70. ¿Cuántas pulsaciones por minuto?
Brent: En situación normal, 57. Después de 20 flexiones subo a 63 pulsaciones. La presión sanguínea y lo demás está perfecta. Pensaba que alguna cosilla estaría mal; la glucosa, el colesterol. Pero no. Tras años de hacerme polvo, estoy en perfecto estado. A qué te refieres con lo de hacerte polvo?
¿Uh? Bueno, viví lo mío, ya sabes lo que quiero decir. ¿Piensas casarte alguna vez?
Ahhhhhhhhrg. Esa es… una buena pregunta. Um… “Ahhhhhhhhrg”.
El 50% de los matrimonios acaban en divorcio. ¿Estáis él [el fotógrafo] y tú prometidos? Supongo. No lo sé. Entre los dos sumamos tres divorcios, así que ya nos hemos quitado de encima un 150% de fracasos. ¿Cuál es tu presión sanguínea?
Algo entre 70 y 125. Me ha dejado asombrado. Son buenas noticias saber que no te estás muriendo, ¿sabes lo que quiero decir? Buenas noticias, siempre. Como cuando te has hecho la prueba del SIDA y recibes los resultados y… “¡guaaay!” Siempre estoy oyendo hablar de tus heridas. ¿Te metes en peleas al margen de los combates de AMM?
No, en realidad no. No desde que empecé a disputar combates. Ahora tengo más sentido común. Antes sí me metía en muchas peleas, por eso pensé que podría participar en las AMM sin ningún entrenamiento. Me zurraron pero bien. Tuve que perder 6 kilos en cinco días. Nunca antes me había siquiera aproximado a una jaula o un centro de entrenamiento. Todo lo que había hecho era pelearme en los callejones, estupideces. El chico contra el que combatí era cinturón negro de karate, y ahí fui yo, salido de las calles, con varios kilos de menos en pocos días. Me noqueó en 5 segundos de una patada en la frente. Antes del combate me había tomado dos Percocets y un par de chupitos. Jägermeister. ¿Los Percocets no te hicieron más lento?
Uh… Me sirvieron para poder levantarme tras aquella patada en la cara. ¿Qué hacía que te metieras en peleas?
Ah, ya sabes, chiquilladas. Y cuando vives en los barrios bajos de Haverhill [Massachussets]… Pasan cosas. Mucha gente pendenciera por ahí.
Que se mea en la escalera de tu casa. Tienes que echarles. Viven debajo del puente que hay bajando la calle. Mi perro les conoce y ellos conocen a mi perro. ¿Te metes en peleas con vagabundos?
Sólo con los que se mean en los escalones. ¿Qué te había sucedido el día que fuiste a trabajar con un vidrio en un ojo?
Tropecé con mi perro y caí sobre una mesita de cristal. Una esquirla se me quedó pegada a un dedo y acabó en el ojo. Siete rasguños en la córnea. Tuvieron que abrir y sacar la esquirla con un bastoncillo de algodón. Para que se pegara tuvieron antes que hundir la esquirla dentro del ojo. Me dijeron si quería anestesia y les dije que no, que me sacaran aquello. Poco antes había sanado de la picadura de una araña. Todavía tengo la marca, ¿quieres verla? Y no mucho después me disloqué un codo. Pero la picadura de la araña fue dolorosa y desagradable. En la rótula, ese fue el problema. Ya me había mordido antes. Vive conmigo. No puedo encontrarla, si no ya la habría echado, ¿sabes? En verano hay bichos y la araña siempre tiene con qué alimentarse, pero en invierno no hay bichos, la araña se tiene que alimentar y va a por mí cuando estoy durmiendo. Parece el peor compañero de habitación del mundo.
La entiendo, se tiene que alimentar. Además, en verano mantiene alejados a los bichos. Ella y yo hemos llegado a entendernos, en cierto sentido. Por lo general me muerde aquí o allá, en un costado, el brazo. No pasa nada, me pongo Bacitracin en la herida y ya está. Pero en esa ocasión me picó en una rótula. La rodilla se flexiona todo el día con cada movimiento que se hace, así que la hinchazón y la infección empeoraron. ¿Podrías hacerme un historial de tus heridas empezando por los pies hasta llegar a la cabeza? De los últimos dos años, por ejemplo.
¿Dos años? Eso es muchísimo tiempo. He recibido un montón de impactos en la cabeza. ¿Me estás preguntando por dos años de heridas? Es un suma y sigue. Puedes tocarme la espinilla, si quieres. Hace esto [ondea la mano hacia delante y hacia atrás]. De tantas patadas, ¿sabes? ¿Cómo es que sufres tantas heridas?
Supongo que soy propenso. Pero lo superas. Es lo que hacen los luchadores. No abandonar nunca. Nunca se abandona, pase lo que pase. [A la camarera:] ¿Nos puede traer un par de galletas de la fortuna? Me encantan. Mi favorita es la que dice: “No es el tamaño del perro en la pelea; es el tamaño de la pelea que hay dentro del perro”.