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Cultură

Que les den por culo a los grupos

Dos puntos de vista sobre el problema del ruido nocturno (parte II)

Últimamente se habla mucho sobre el futuro de la escena musical independiente de este país. Que si el IVA, que si el aforo de las salas, que si las ayudas, que si las leyes cívicas, etc…Para un pequeño sector de la població esto supone un golpe terrible a su forma de vida pero he querido plantearme la situación desde dos puntos de vista distintos. El primero es el de la gente que está metida en estos asuntos musicales, ya sean bandas, promotores, salas o público. Pero también he querido intentar entender a esos vecinos que no pueden aguantar de ningún modo el ruidal que desprenden los conciertos en directo. Digo yo que todos tendrán sus razones para apoyar sus distintos puntos de vista sobre el tema. Quizás, en el fondo, todos tenemos razón y todo es completamente lícito. Empecemos.

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Hay gente a quien la música le importa una mierda. Yo mismo, de pequeño, no escuchaba NADA. No me interesaba la música. Estaba metido en otras mierdas como los juguetes, los cómics y el descubrimiento del cuerpo humano. Más tarde a los 14 o así ya empecé a descubrir el asunto a través de una cinta de Bad Religion de mi hermano, pero bueno, este ya no es el tema. El asunto es que hay gente a quien le suda la música y que seguramente van rellenando su estantería “musical” con la técnica del goteo navideño: un disco de Rosana el día de reyes y uno de The Corrs de Papá Noel al año siguiente. No pasa nada, es lícito. Lo que nosotros vemos como necesidad vital ellos lo ven como un entretenimiento más, como si fuera hacer maquetas de aviones, puzzles o jugar a badminton.

¿A un tipo que curra durante la semana, los miércoles y viernes va al gimnasio, el viernes por la noche se queda en casa viendo series y los fines de semana se va a hacer una excursión al Montseny qué coño le importa que en su ciudad se esté generando una escena de punk interesante a nivel internacional? “Hay un par de fanzines de Washington que han hablado de esas bandas de Barcelona y Madrid”. Bueno, ¿y qué? Quiero decir, realmente qué importa? A este tipo le da igual, nunca se ha comprado un 7” y nunca lo hará y quizás ni sabe lo que es. De la misma forma que muchos de nosotros nunca iremos al gimnasio o al Montseny o no tenemos ni puta idea de cual es la diferencia entre un nudo de amarre y un nudo margarita. Joder, los aficionados a la nudología (yo qué sé, me lo he inventado) se ofenderían por tu ignorancia en este campo. ¿Cómo puede ser que no sepas hacer un jodido nudo de rizo? Por la misma razón, ¿qué le importa al vecino del 4º que la sala de abajo de su casa se esté convirtiendo en un foco cultural importante en la reinvindicación de los sonidos new wave filtrados a través del post-punk? ¿A caso esto está salvando su ciudad, su trabajo, su vida? Sinceramente creo que toda esta gente lo ve como un acto extremadamente egoísta por nuestra parte. Creemos que el conocimiento musical tiene una importancia tan trascendental que sometemos a los demás a nuestras ideas. A algunos nos gusta el punk, vale, pero a un porcentaje altísimo de la población no le importa una santa mierda el punk, es más, tienen una muy mala imagen –probablemente equivocada- de lo que supone este estilo de música. Digo punk pero podría decir cualquier otro estilo. Joder, ¿quiénes somos nosotros para decir lo que es interesante para esta ciudad y obligarles a aguantarlo? Obligar a la gente a ver carteles con calaveras, cabezas rotas, pollas y símbolos extraños por la calle. Obligarles a escuchar conciertos de gritos y guitarras afiladas que se hacen en el centro cívico de bajo de su casa. Obligarles a escuchar a gente hablando bajo su balcón sobre una reseña de un 7” de Sudor en la Maximum Rocknroll del mes de junio. Y encima va y les decimos que son unos incultos por no conocer a Christian Death o The Birthday Party.

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Podemos decir que la música y ciertos grupos han cambiado vidas, pero podríamos decir lo mismo de los juegos de rol, el patchwork o los clubes de cannabis. Lo que pasa es que de algún modo las escenas musicales se han intelectualizado demasiado, quizás se le ha dado demasiada importancia a todo este asunto de la cultura pop. Leemos largos ensayos sobre la escena pop inglesa relacionada con el C86 y su impacto en las bandas contemporáneas y creemos que esto es lo más importante del mundo. Con todas estas historias exigimos a las instituciones que permitan que clubs pequeños puedan albergar directos de toda esa escena o que participen grupos noveles en fiestas populares donde, seguramente, la gran mayoría de los ciudadanos no les importará nada su presencia. ¿Tenemos que menospreciar a las personas por no saber qué carajo es el C86? Está claro que la prepotencia no ayudará a solucionar las cosas.

Ahora están cerrando salas de conciertos y limitando el ruido y los aforos. Quizás es normal que cierren salas si al fin y al cabo a los conciertos no va ni Dios ya que la música se ha convertido en un complemento a una actividad meramente social. La gente no va a ver los grupos, va a ver a las personas que esos grupos logran reunir. Al fin y al cabo todo se resume en eso. La música es una excusa para interactuar socialmente, entonces, si eso es así, los directos realmente no tienen sentido y todas las molestias causadas son en vano.

Quizá es todo un problema de comunicación. Unos victimizan las escenas musicales, las salas y los grupos y criminalizan a los vecinos. Los otros victimizan su tranquilidad y criminalizan a las salas y a los grupos. No sería tan difícil conversar y compartir inquietudes y problemas, ignorando por completo a las instituciones. Quizá así, sin intermediarios, las cosas podrían empezar a solucionarse. Es una simple cuestión de puntos de vista.

¿No estás de acuerdo? Pincha aquí: Que les den por culo a los vecinos