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Música

MACROMASSA HAN VUELTO Y ESTÁN QUE SE SALEN

Aquellos que no lo sepan probablemente lo desconozcan, y hasta es posible que quienes no deseen hacerle caso lo ignoren, pero es una certeza y tengo pruebas de que Macromassa, grupo pionero de la música disfuncional, máximos exponentes estatales del R.I.O. (corriente sonora que nace en las montañas y va a desembocar al M.A.R.), prolíficos prospectores de proteico progresivo de procedencias profundas, industrialistas preindustriales, animadores de festejos en humedales y secanos y en modo alguno un grupo pop barcelonés de los 80, han vuelto al servicio activo, práctico y ejecutivo tras un parón de trece años y por eso Barcelona, por más que el alcalde lo desconozca, lo ignore y no lo sepa, es ahora un lugar mucho más interesante. A lo mejor hasta habitable de nuevo, pero eso ya se verá.

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Observen atentamente las dos fotos que acompañan al texto. La primera es en blanco y negro (lo denota claramente la ausencia de color) y se tomó con la diminuta cámara que llevaba incorporada un teléfono móvil de más que probable fabricación japonesa. La segunda, por el contrario, presenta vivos y alegres colores y evidencia la excelente factura y grandes prestaciones de la cámara digital con que se tomó, presumiblemente también japonesa. Los dedos que accionaron los disparadores pertenecían a dos personas diferentes, ninguna de ellas japonesa, pero ambas coincidieron, quizá por encontrarse en el mismo lugar y apuntar en la misma dirección, en capturar para la posteridad a Víctor Nubla y Juan Crek en vivo y en directo y en único concierto improrrogable el pasado domingo en la sala Heliogàbal. En manejable formato de dúo, Macromassa echaron mano de la mecánica cuántica (ya saben, eso que ahora mencionan hasta en los folletos de cremas antiarrugas y cursillos de medicina ayurvédica), de un clarinete eléctrico y un audiogenerador para abrir un ojete en el contínuo espacio-temporal y recordar a los que estuvieron -y hacer saber a los que no- que ellos grabaron en 1976 (¿dónde estabas tú?) y publicaron dos años después (¿dónde estaba yo?) Darlia Microtónica, un disco radical, rampante y raro de narices, línea de salida de una discografía en constante zigzagueo, requebrándose a sí misma, marcando goles al oyente por la escuadra de la oreja.

La discografía de marras está disponible en Internet por cortesía de sus autores: del mencionado Darlia Microtónica a su último álbum oficial hasta la fecha, Puerta Heliogàbal (1997), ahí está todo y un poquito más y además por el morramen. Son muchas horas dignas de rescate. Ahora bien, Macromassa nunca han sido amigos del revival y lo del domingo estuvo en el ángulo diametralmente opuesto del grandes éxitos de costumbre tanto como este texto parcial y mangante lo está de la reseña al uso.

No, de lo que se trataba el domingo 11 de abril, día de San Barsanufio eremita , era de presentar a amigos, simpatizantes y curiosos el material de su próximo disco, que tras muchas deliberaciones, mesas redondas, sondeos de opinión y encuestas de mercado parece que llevará el título de Armas Mosca. A juzgar por lo que allí se pudo escuchar, lo que se nos avecina es una muestra de los Macromassa oscuros, densos y chirriantes de su primera encarnación. Música con fuerte base electrónica y sustrato industrial que dio miedo a una de nuestras becarias y puso en fuga a tres hormigas, dos mosquitos y un pulgón verde que sólo había entrado a saludar. De títulos no recuerdo ni uno, como tampoco el número de temas que sonaron, pero tanto da; yo aquí me limito a decir que a los presentes se nos inundó de un espeso cieno tóxico electrificado sobre el que de vez en cuando flotaban letanías declamadas con voz susurrante y vagamente peligrosa, como de escape de gas ciudad. No, pasto de listas de éxitos no fue aquello.

Pues eso, que Macromassa cumplen 34 años de existencia, uno más que Cristo, y el pasado domingo por la noche tocaron en un bar. Habrá otros, se supone y se reclama. Y usted que lo vea, joven.

J. BRO
Fotos de Sebastià Jovani y Sara Skolnik