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Música

Razones por las que hay que amar el Sónar de Día

El Sónar de Día nos reconcilia con el placer de escuchar electrónica sin tener que bailar como un poseso, pero también para encender los motores en aquellos que se preparan para el desfase de la noche.

Sónar 2015. Fotografía por Raquel Zas vía i-D Spain

En el universo de los macrofestivales —incómodos, dados al callo y exigentes por naturaleza— el Sónar de Día es una bendita rareza que hay que conservar. La atmosfera, la gustera veraniega y las vibraciones que se paladean en la versión de diurna del festival no tienen parangón.

Soy un acérrimo defensor de esta experiencia al sol; el Sónar de Día me reconcilia con el placer de escuchar electrónica sin tener que bailar como un poseso. De hecho, gracias a Sónar de Día he encontrado el oasis perfecto para conjugar mi inminente entrada en la tercera edad con la música de baile sin que me sienta un dinosaurio.

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Es una burbuja maravillosa de felicidad y turgencias. Nadie está excluido. ¡Hay padres que llevan a sus críos! Una utopía techno. Rotundo sí al Sónar de Día.

La música del Sónar de Día mola muchísimo

Solo por la música ya deberíais estar haciendo cola en la Fira de Montjuïc. Mientras que el Sónar de Noche acoge a los peces más gordos, los DJ más tochos y los sonidos más bailables, el Sónar de Día es una ducha placentera para los que se sienten más cómodos en los márgenes de la electrónica: ambient, hip hop futurista, bass, dub, house, experimental… Un laboratorio maravilloso.

En la primera jornada, la británica Gazelle Twin ofrecerá un despliegue audiovisual de cine, música y atmósferas distópicas que se intuye tremendo. El house puro, potente y feminista de The Black Madonna os debería hacer vibrar como diapasones. Pero para house, el house con alma latina y gónadas raperas de la leyenda Kenny Dope: perdérselo no es una opción.

Por otra parte, las turbulencias electrónicas de King Midas Sound & Fennesz y el piano curativo de James Rhodes os harán viajar a polos diametralmente opuestos del espectro musical.

El viernes, el amasijo de pop, funk, trap y reggae de Santigold os curará la resaca de golpe. La voz de Ducados y el acento caribeño de Roots Manuwa se pegarán a vuestras orejas en forma de rap bastardo, intelectual y bailable.

Y haced el favor de no emborrachros hasta después del show de Kode9 y Lawrence Lek, una combinación de música y visuales que exigirá lo máximo de vosotros. Todo lo contrario que el future flamenco del Niño de Elche y Los Voluble: ebriedad permitida (y necesaria).

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El sábado os arrepentiréis de perderos a Oneothrix Point Never: locura digital, ritmos enfermizos y beats saturados. Delirio. Si estáis petados, Troyboi os debería activar como un chute de cafeína intravenosa con su trap sofisticado, afiladísimo. Los sintetizadores, cajas de ritmo y maquinaria vintage de Magic Mountain High os depararán una sesión de improvisación electrónica a la vieja usanza.

Pero para flipar de verdad, Nozinja, el puto amo del shangaan electro, un sonido demencial a 140bpms que mezcla música africana con electrónica anfetamínica. Así sí.

Qué Techno tan Feliz

Seamos honestos, la música que ocupa casi toda la franja del Sónar de Noche tiene fecha de caducidad para el ser humano maduro. La liturgia del clubbing se convierte en una losa cuando te esperan dos críos en casa.

¿Cuántos tipos de 50 años veis pegados a la cabina de Maceo Plex, pidiendo el nuevo white label de Death In Vegas a las seis de la mañana?

Clubbers retirados, achacosos, que no salen de noche, pero dicen sí a una gresca vespertina

La electrónica de Sónar de Día, en cambio, saluda a la generación Qué Techno Tan Feliz: clubbers retirados, achacosos, que no salen de noche, pero dicen sí a una gresca vespertina.

Es de agradecer, pues, que alguien se apiade de nosotros y nos saque de excursión. Además, puedes llevar a tu hijo o a tu nieto: el Sónar de Día es kids friendly y cada vez hay más familias que acuden en bloque. ¡La senectud baila!

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La peñita del Día

Estoy convencido de que se ha generado una subcultura en el entramado Sónar: la Gente de Día. Los lazos que se estrechan en la Fira de Montujïc, a 25 grados a la sombra son tan fuertes, las complicidades tan evidentes, que ha florecido un fortísimo sentimiento de unidad, incluso de hermandad, entre los acólitos.

Si de noche impera el individualismo y las conciencias atrapadas, en el Día hay un afán expansivo y social molonísimo. Algunos lo llaman buen rollito. Será eso.

Gente descansando en el césped artificial. Fotografía por Raquel Zas vía i-D Spain

El césped artificial

No tiene bichos. Se duerme la siesta de maravilla. Puedes hacer croquetas sin desollarte las rodillas… El césped artificial puede parecer una tontería, pero le confiere al evento ese punto de pool party que tanto le gusta a la secta del Sónar de Día. Además, si vas descalzo y vas con los quesos al aire, descubrirás un cosquilleo plantar cortesía del falso verdor que sabe a gloria bendita.

El calor aniquila el postureo

Contra el postureo, grados. Ozono. Cambio climático. Humedad al 90%. Lo bueno del Sónar de Día es su capacidad purificadora.

Las fechas del festival se eligen siempre con tiento, para que el sol barcelonés achicharre al personal y le obligue a desechar estilismos imposibles y los looks futuristas, en favor de la comodidad y el frescor.

En estos tiempos de artificialidad al límite, ver a todo el mundo sudando manteca, vestida como si fuera a la piscina municipal de Alcobendas, es gratificante, reparador

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Cuando la canícula se apodera del evento, nadie puede soportar la torrefacción mediterránea. Hay británicos tan rojos que la crema solar se convierte en romesco al contacto con su piel.

En estos tiempos de artificialidad al límite, ver a todo el mundo sudando manteca, vestida como si fuera a la piscina municipal de Alcobendas, es gratificante, reparador. En el Sónar de Día todos somos iguales.

Carne, mucha carne

Es un hecho, la gente se despelota en el Sónar de Día. Biquinis, shorts, camisetas imperio, nalgas a la intemperie, pectorales de gimnasio al viento… Una pitanza cárnica para la vista que el sector voayeur-viejo verde-pajillero agradecerá como agua de mayo, aunque sea junio. El año pasado había un negro de metro ochenta en bañador slip que dejó el pabellón altísimo. Arriba del todo.

Fotografía por Raquel Zas vía i-D Spain

Acabarás en el Sónar de Noche y lo sabes

Si una cosa he aprendido del Sónar de Día es a no decir nunca la siguiente frase: "Yo al Sónar de Noche no voy".

Cuando la pronuncias en el Sónar de Día, creyendo que el crepúsculo te guiará hasta casa después de los fastos de Montjuïc, se activan unos mecanismos arcanos que harán que te tragues tus palabras y termines la jornada a las siete de la mañana en Fira Gran Via-L'Hospitalet, con tres italianos sin camiseta, un oso panda de peluche gigante y el móvil y las llaves en algún lavabo del recinto.

Pies para que os quiero

El Sónar de Día es la aniquilación definitiva de una prenda absurda e innecesaria: el calcetín. Los fetichistas de los pies, como Quentin Tarantino, pueden mojar pan en la Fira Montjuïc: nunca veréis tal densidad de callos al aire, tantas uñas al fresco, ¡tanto techno kid descalzo!

El Sónar de Día es un acontecimiento podológico de primera magnitud, una celebración de la chancla. No obstante, ahí va un humilde consejo para la organización: estaría bien contar con una carpa de pedicuritas que embellezcan los pies del personal y le dibujen en las uñas unicornios galácticos o la portada de Unknown Pleasures de Joy Division. Lo petaría.

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Entropía dance

El Sónar de Día es una secuencia maravillosa de los estragos que la fiesta causa en la gente. La progresión es maravillosa y digna de un estudio antropológico.

Todos los sistemas físicos ordenados tienden a descomponerse y colapsarse, lo sabemos, la termodinámica no miente, pero contemplar esa deliciosa entropía technoide en primera fila es siempre fascinante.

Y es que hay un momento mágico en el último Sónar de Día, el sábado, cuando se acerca la hora de cierre… Un momento en que se produce una catarsis, la gente pierde los restos de sentido del ridículo que le quedaba y se produce una liberación total: cuerpos rotos se dejan llevar por Dios sabe qué, sandalias perdidas, humanos durmiendo en el césped en posición fetal, bailes chamánicos, abrazos en grupo, mantras, gente en calzocnillos mirando al cielo, ¡los dioses nos escuchan!

Siempre aparece alguien disfrazado

Aunque el calor obligue a airear las criadillas, en Sónar de Día siempre hay que estar ojo avizor, porque en algún momento aparecerá alguien con algún disfraz imposible.

En uno de los últimos Sónar de Día que se celebraron en el CCCB, hace ya unos años, se produjo una aparición legendaria que ya forma parte el folklore sonaresco: un tipo disfrazado de Superman se paseó toda la tarde por ahí gritando: "¡Superman es gay!".

Es un hito que nunca se ha superado, pero todavía hoy siguen desfilando por ahí transformistas clubbers que lo tienen miedo a la tremida fórmula de: Disfraz de conejo + ola de calor + 7 cubatas = lipotimia.