Entrevista con Todd Solondz, el cineasta más sombrío de Estados Unidos

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Entrevista con Todd Solondz, el cineasta más sombrío de Estados Unidos

Todd Solondz es uno de los directores más interesantes de las últimas décadas y con motivo de su nueva película quedé con él para hablar sobre su trayectoria y su visión de la vida.
Hannah Ewens
London, GB

Ilustración por Dan Evans

Una anciana con cara de pocos amigos, sentada en un banco, cree que está a punto de morir. En una visión, una chica de aspecto angelical —ella misma de joven— se acerca a ella. Poco a poco se van uniendo a la joven otras idénticas a ella, cada una de las cuales hace un gesto distinto con suma delicadeza. "Soy tú si te hubieras casado con el amor de tu vida", dice una con un deje melancólico en la voz. "Soy tú si rieras más", dice otra. "Soy tú si dieras propinas a las camareras", susurra una tercera, impávida.

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Todos vamos a acabar como esta abuela cascarrabias, sentados en un banco, pensando en la vida que pudimos haber tenido, en quienes podríamos haber llegado a ser.

Los mundos creados por Todd Solondz siempre resultan incómodos porque muestran la cruda y oscura realidad de la existencia humana sin paliativos; se te clavan en las costillas y te obligan a reírte de todo. Su última película, Wiener-Dog, no es ninguna excepción. Violaciones, incestos, suicidios… para Solondz no hay temas tabú, razón por la que se ha granjeado el odio de buena parte de la crítica y de ciertas marcas que se niegan a que sus productos aparezcan en sus películas. Se le ha acusado —hipócritamente— de malvado, explotador y misántropo, de despojar a sus personajes de todo atisbo de esperanza. Y, pese a todo, su genialidad lo ha convertido en uno de los mayores directores y escritores de culto de Norteamérica.

Violaciones, incestos, suicidios… para Solondz no hay temas tabú

Convenimos en encontrarnos en el cine, donde me espera en una cabina desde la que se divisa Picadilly Circus en toda su horrenda gloria. Luce unas gafas de montura de plástico azul.

En una ocasión dijo que a veces la gente lo increpa por la calle o le lanza insultos durante la presentación de una película. No son pocas las veces que críticos y espectadores le cuelgan la etiqueta de "bicho raro", vertiendo comentarios de carácter personal y a veces extremadamente crueles con los que pretenden explicar sus personajes, esos freaks anodinos y carentes de atractivo.

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"Cuando quiero demostrar la mezquindad de la que la gente es capaz de una forma realista, siempre me veo obligado a bajar el tono", afirmó una vez. "Es en la vida real donde la gente se extralimita".

Solondz creció en las afueras de Nueva Jersey en un ambiente solitario que él considera su mayor influencia. Sus películas son una constante sátira de los arrabales de clase media.

"Dios, los amigos de mi familia eran todos contables, dentistas o abogados, y ninguno de ellos tenía relación alguna con el mundo del arte", cuenta en un tono lánguido. Fue al empezar la universidad cuando supo que quería dedicarse al cine. "Las únicas películas que me impactaron de joven fueron Mary Poppins y Sonrisas y lágrimas. Me encantaban las dos y siempre cantaba todas las canciones. Hasta ahí llegaba mi contacto con el cine".

Finalmente, abandonó su vida gris y se matriculó en la escuela de cine NYU —en la que ahora imparte clases—, donde pudo dar un empujón a su formación creativa.

"Hablamos de la época de antes del VHS, cuando las facultades tenían clubes de cine y hacían pases todas las noches. Así, podías ver una buena cinta de Goddard, seguida de una de Henry Hathaway y otra de Maya Deren. La mera idea de vivir en Nueva York siempre había sido una fantasía para mí. Era la ciudad en la que quería vivir, mi reino de Oz, por lo que, en ese sentido, mis sueño se ha hecho realidad".

Cuando quiero demostrar la mezquindad de la que la gente es capaz de una forma realista, siempre me veo obligado a bajar el tono. Es en la vida real donde la gente se extralimita

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Por desgracia, la experiencia de grabar su primer largometraje, Fear, Anxiety and Depression (1989) fue suficiente para apartarlo de la realización varios años. "Como amigo tuyo, te pido por favor que no la alquiles ni que intentes verla", fueron sus famosas declaraciones respecto a la cinta. Le tranquilizo diciéndole que he seguido sus indicaciones y no la he visto y parece quedar satisfecho.

Cinco años después del estreno, un amigo de Solondz, fiscal de profesión, le animó a que hiciera otra película, para la cual se ofreció a prestarle apoyo financiero. El resultado fue Bienvenidos a la casa de muñecas, todo un clásico de la comedia negra.

Su protagonista, Dawn Wiener, se convirtió en la muchacha imperfecta, acosada, degradada y tremendamente fastidiosa de la década. Interpretada por Heather Matarazzo, Wiener trata de sobrevivir, sometida al acoso de sus compañeros, sus padres y su guapa hermana menor. Wiener es la sempiterna preadolescente con la que todos nos identificamos y de cuya constante desgracia nos reímos.

"Todo el mundo me decía que se identificaba con Dawn Wiener", responde Solondz cuando le explico que yo también soy ella. "Incluso la supermodelo Cindy Crawford lo dijo. '¡Esa soy yo!', afirmó. Es innegable que hubo una gran conexión, al margen de que las personas que tanto se identificaban con Dawn fueran o no unos parias como ella".

En ningún momento deja Solondz entrever que haya algo de autobiográfico en el personaje de Dawn. "Cuanto más seas capaz de transformar tu propia experiencia y tu forma de entender las cosas, más fácil te resultará hacerlas accesibles para los demás; te libera de la literalidad de tu vida pasada. Mi vida era una pesadilla distinta. Fui a un instituto privado, pero el de Dawn no lo era. Pude hacer que la vida de esa chica fuera más accesible. En cualquier caso, sin duda todas mis películas son autobiográficas de un modo u otro".

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Todo el mundo se considera un marginado. Incluso cuando hablas con los chavales más populares del instituto, te dirán que también se sienten discriminados de algún modo

Desde Wiener hasta sus acosadores, pasando por un elenco de niños raros y pervertidos sexuales en películas posteriores, Solondz domina como nadie el arte de retratar a los marginados.

"Todo el mundo se considera un marginado", dice. "Incluso cuando hablas con los chavales más populares del instituto, te dirán que también se sienten discriminados de algún modo. Está en la naturaleza humana tener un punto de vista propio pese a formar parte todos del mismo planeta". Es precisamente eso lo que hace de los marginados un objeto de análisis tan fascinante y recurrente.

Tráiler de 'Wiener Dog' vía YouTube

Y nadie sufre más desprecio, marginación y condena que el pedófilo. Happiness (1998) está protagonizada por un hombre casado —Bill Maplewood— que quiere acostarse con niños. Así, seremos testigos de los momentos previos a la escena en que Bill viola al amigo de su hijo, que se ha quedado a dormir en su casa; escenas realmente incómodas y que ponen a prueba los estómagos más resistentes.

Sundance se negó a incluir la película en el programa y Solondz tuvo muchos problemas para distribuirla y publicitarla debidamente. "La gente se siente mucho más cómoda… no sé… cenando con Osama Bin Laden o un terrorista similar que con un hombre al que le gusta tocar a los niños", explica con total naturalidad, con la mirada perdida entre las luces de Picadilly.

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"La pedofilia no es tabú en el sentido de que no se puede hablar del tema. El problema, a diferencia de otras películas que hablan de los pederastas, es que yo no los demonizo. Vivimos instalados en la histeria, y eso ha cambiado las relaciones entre adultos y niños. Para mí, el reto fue cómo conseguir que alguien pudiera sentir un mínimo de preocupación por una persona que suele suscitar un rechazo visceral".

Pese a lo arriesgado de la propuesta, Happiness fue un éxito rotundo y fue considerada la obra de un genio. Lejos de tratarse del "retrato benévolo de un pedófilo", como había sido calificada por la crítica, la película se limitaba a narrar la historia de su protagonista de la misma forma cómica, contundente y carente de prejuicios con que se describe al resto de personajes.

"Es una historia trágica porque el padre pedófilo ama a su hijo en el sentido más puro. Para ese niño, lo más conmovedor y terrible es la pérdida de su padre". Una idea que transpira a lo largo de toda la cinta, que lanza el mensaje de que es una desgracia que sucede en todas partes a nuestro alrededor y que sería una ingenuidad pensar de otro modo.

Cada producción de Solondz nos revela una nueva parcela de su universo; miembros de familias distintas que se interrelacionan, guiones que se prolongan en varios títulos y personajes que aparecen en secuelas espirituales interpretados por actores nuevos. Así, por ejemplo, en Palindromes se celebra un funeral por Dawn Wiener, pero esta resucita en Wiener-Dog, esta vez encarnada por Greta Gerwig.

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Solondz durante el rodaje de 'Wiener-Dog' con Greta Gerwig

No obstante, nada de esto obedece nunca a un plan maestro, a un deseo de crear un mundo a lo Tarantino con personajes entrelazados. "Simplemente sucede así", explica. "No calculé nada. A veces resultaba interesante revisitar personajes antiguos en contextos diferentes. Lo cierto es que me sentí liberado cuando Heather Matarazzo me confesó que no querría volver a interpretar a Dawn. Me gusta la idea de dar distintos enfoques a un mismo personaje, porque te abre un abanico de posibilidades que no existen en la vida real, donde solo tienes una vida que vivir".

Al igual que la anciana del banco, nos vemos obligados a escoger. "Resulta patético y conmovedor que una película pueda transformar estas posibilidades en algo real", añade. "Y, como demuestra Wiener-Dog, vemos cómo al final el perro empieza una nueva vida a través de la magia transformadora del arte".

Cuando la gente se enteraba de que había sido padre, me felicitaban y se alegraban, pero subyacía esa sensación de que ahora era 'uno de los suyos', de que a partir de entonces 'mi vida ya tenía sentido', como si antes no lo tuviera. Esa actitud me horroriza

La creación lleva implícito un legado. Solondz tiene dos hijos, ninguno de los cuales ha visto sus películas todavía. "Cuando la gente se enteraba de que había sido padre, me felicitaban y se alegraban, pero subyacía esa sensación de que ahora era 'uno de los suyos', de que a partir de entonces 'mi vida ya tenía sentido', como si antes no lo tuviera. Esa actitud me horroriza".

Si podemos extraer un mensaje de Wiener-Dog, es el de que todos vamos a morir. Recojo mis bártulos mientras confieso a Solondz que la película me ha parecido tremendamente deprimente. "Hay una sombre que se cierne sobre todas estas historias, y es la sombra de la mortalidad", dice poniéndose en pie. "Nuestra realidad está plagada de motivos para el cinismo". Le digo que odio la mortalidad. "Me encanta", responde. "Una buena frase para una película". Sonríe mientras parece almacenar mis palabras.

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Traducción por Mario Abad.