Lo primero que vimos de Santiago Morilla fueron unos carteles increíbles que hizo para los conciertos de La Fonoteca. Antes ya había hecho cien mil cosas en el mundo del arte. Cosas de esas que hacen que te reconcilies con el mundo del arte, como disponer un montón de tubos de espuma, cañas y cuerdas en un embalse para que desde el aire se viera la forma de unas piernitas y una picha flotando en el agua. Le pedimos una viñeta y nos envió una mierda gigante con banderillas rojigualdas.
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