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Música

Los asesinatos del Huayno

La jodida historia de una de las escenas musicales más grandes de América latina.

Dina Paucar muestra su vestido a los fans. Nótense los bordados: “Sentimiento nacional” y “La novia de América”. Foto de Adrián Portugal. Es sábado por la noche y nuestro coche avanza a duras penas en medio del espeso tráfico de Lima. Hemos cogido hora punta de camino a conocer a una de las más grandes estrellas en Perú, Dina Paucar, reina indiscutible del huayno, el género musical más popular del país. Cuando nos detenemos ante los semáforos cercanos al exclusivo barrio de La Molina, gente surgida de cualquier esquina se apiña junto a las ventanillas intentando vender algo. El ejemplo más típico es el de una mujer con un niño pequeño sujeto a su pecho o espalda, vistiendo un traje tradicional de los Andes: estampado y multicolor. Se ven muchos así en Lima. La gente sigue llevando los trajes que se trajeron de los Andes, de donde también proviene el huayno. Antes de ir a su concierto, Dina nos pidió que la visitáramos en su casa, lejos de los admiradores que se arremolinan en torno suyo en el exterior de cada sala en la que actúa. Nos recibe con un vestido huayno estándar, que se inspira en los trajes tradicionales de los Andes pero se bordan y enjoyan hasta alcanzar un precio inicial de casi 700 euros (los suyos son mucho, pero que mucho más caros). Dina es la cantante que más vende en el país, se la considera la santa madrina del huayno y se la conoce también como “La diosa hermosa del amor”, nombre escénico que tiene cosido dentro de un gran corazón dorado en la parte frontal de su vestido. Tras sentarnos debajo de un enorme retrato suyo, rodeados de estantes llenos de trofeos, Dina nos describe cómo en 1979 dejó Huánuco, su pueblo natal en los Andes, para irse a la ciudad. “Una tarde, estando nosotros alrededor de la hoguera, se presentaron ocho o diez personas y empezaron a golpear a mis padres. Uno de los hombres me agarró por la garganta y me arrojó al suelo. Dijeron, ‘Si te encontramos aquí mañana, tus hijos y tú estáis muertos’. Por eso dejamos atrás todo lo que teníamos”. Los ojos se le llenaron de lágrimas y dijo, “Me inunda la nostalgia… y la indignación… porque esto no sólo afectó a mi familia sino a muchas otras familias de este país”. Durante los años 70 y 80, los intentos de grupos terroristas como Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) de reemplazar el gobierno por uno de corte comunista provocaron un flujo masivo hacia la capital de peruanos de áreas rurales. En los Andes, una zona largo tiempo ignorada por la élite política y financiera de Perú, a la población indígena que rehusaba unirse a los movimientos terroristas no le quedaba otra opción que morir o huir a la capital. Tanto Sendero Luminoso como el MRTA fueron borrados del mapa en los años 90 por el entonces hombre fuerte en Perú, Alberto Fujimori, pero los nativos de los Andes se quedaron en la ciudad, y en la pobreza. Incluso ahora, a pesar del rápido crecimiento económico de Perú, la vida para los emigrantes no ha mejorado mucho. Los andinos llevaron consigo su música a la ciudad, donde sus nuevas experiencias se convirtieron en una fuente de inspiración. A raíz del choque de la música andina con la capital, las letras empezaron a reflejar tanto las vidas rurales que la gente había tenido que cambiar por los cubiertos cielos de Lima, como sus propias existencias en la ciudad, donde siguieron estando básicamente jodidos. La mayoría de las canciones tratan sobre temas como la pobreza, dejar las montañas por la gran ciudad, añorar las montañas, emborracharse, y amar a alguien que te engaña o no te corresponde. Cosas sencillas y directas.

Doris María, una aspirante a estrella del huayno de once años de edad, se acicala para una sesión de fotos. Doris es minifamosa por haber interpretado en 2009 a Sonia Morales—que es a Dina lo que Biggie a Tupac—en un biopic para la televisión. Foto de Max Cabello. La vida en la ciudad modernizó el género añadiéndole ritmos electrónicos, trajes complicados y alcohol. Los promotores de huayno empezaron a alquilar salas enormes, que en los conciertos se convertían en ollas a presión. Pero a pesar de todo el oropel urbano, los artistas de huayno, al igual que las estrellas americanas del country, siguen aferrándose a sus raíces de clase trabajadora y a su lucha por alcanzar el éxito. “Venir a la ciudad no fue fácil”, explica Dina. “Yo tenía 11 años, venía de los Andes y no conocía nada de Lima. Mi primer trabajo fue vender té en las calles. También trabajé de criada, pero siempre soñé con cantar la música de mi tierra natal. Quería encontrar ese sueño aquí”. Hoy, la ascensión al éxito de Dina Paucar ha sido tan parecida a la historia de la Cenicienta que la televisión peruana la adaptó para una serie titulada La lucha por un sueño. Aunque el huayno es un género propio de las clases trabajadoras, darse a conocer en él no es fácil ni barato. Comprar un traje huayno es clave para entrar en la escena, y para la gente que vive por debajo del umbral de la pobreza esto supone una apuesta de riesgo. Puesto que es su única oportunidad para llegar donde Dina está ahora, las jóvenes cantantes aspirantes deben hallar un modo de conseguir dinero suficiente para conseguir un vestido y entrar así en la escena musical con alguna esperanza de lograr algo grande. Recorren cualquier distancia para participar en ferias de música folklórica y cantar sobre lo difícil que les está resultando, porque a pesar de la purpurina de sus vestidos, fuera del escenario la mayor parte de estas chicas vive la dura realidad de los barrios bajos de Lima, en casas sin agua corriente. Al entrar en la sala podemos oír al presentador animando al público, elevando cada vez más la voz. Hay cientos de personas haciendo cola para comprar una bebida (casi todo el dinero se obtiene de la venta de alcohol, no de las entradas). Considerando que el huayno es “la música de los pobres”, nadie parece tener problema alguno en compartir su bebida, y apenas hemos entrado ya nos ha pasado alguien un vaso de plástico. Viendo el huayno en acción, su popularidad y el ardor de sus fans cobran perfecto sentido. Es una forma de autoexpresión para la mayoría de la gente de este país, aquellos que no han resuelto sus necesidades. Es una realidad que no todo el mundo llega a ver de cerca, y también una que muchos peruanos “privilegiados” desconocen por completo. En cuanto a las canciones, decididamente pueden encontrarse en ellas algunas melodías irracionales, pero también grandes verdades sociales; en su éxito “Volveré”, Dina canta: “Hoy, me encuentro lejos / Extraño mi pueblo, donde nací / Mi familia piensa que yo no los quiero / Pero eso no es así / Yo quisiera regresar pero no puedo / Tengo metas que cumplir… ya volveré”. Todos los asistentes levantan sus cervezas y cantan con Dina, los brazos alzados y lágrimas en la cara, porque saben perfectamente de qué les está hablando.