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Identidad

El libro colombiano que fue prohibido por la Iglesia Católica

El Index librorum prohibitorum fue el libro en el que se incluyeron todos los títulos que para la Sagrada Congregación del Índice atentaban contra la fe católica.

A pesar de que la quema de libros se asocia con épocas antiguas o con regímenes autoritarios ––que van de la Inquisición al Tercer Reich–– la censura de textos fue una práctica común hasta bien entrado el siglo XX. La Iglesia Católica tuvo una fuerte injerencia en cuanto a lo que se podía leer y lo que no. Colombia, país católico y conservador, no fue la excepción.

Prohibición oficial

El Index librorum prohibitorum fue el libro en el que se incluyeron todos los títulos que para la Sagrada Congregación del Índice atentaban contra la fe católica. En plata blanca esto significaba una censura directa a los libros que allí se incluían. Durante cuatro siglos el Index devoraba títulos de todo tipo y los enviaba a la hoguera: novelas, tratados de filosofía, textos políticos, históricos, biografías o ensayos. Todo lo que atentara contra la moral cristiana o fuera en contra de los dogmas de la Iglesia iba a parar a sus páginas.

El auge y la decadencia del índice de libros prohibidos estuvo marcado por los dos Concilios más importantes de la época moderna. El uno, el Concilio de Trento, celebrado en 1564, y el otro, el Concilio Vaticano II en 1966. El uno, buscaba ponerle freno a la Reforma protestante en toda Europa; el otro, buscaba poner a la Iglesia en sintonía con los tiempos modernos. El uno, reaccionario; el otro, progresista.

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Durante cuatro siglos, entonces, se fueron añadiendo títulos al índice y durante cuatro siglos se publicó y re publicó el libro cuya última edición se imprimió en 1948. Por sus páginas pasaron los Ensayos de Montaigne, la Crítica de la razón pura de Kant, El segundo sexo de Simon de Beauvoir, la obra completa de Sartre, de Zola y de Giordano Bruno, entre 4,000 títulos más.

'Ser liberal en una sociedad católica'

La cuota colombiana la puso el político liberal de principios del siglo XX Rafael Uribe Uribe, quien publicó en 1912 el libro El liberalismo colombiano no es pecado. El único libro de la pluma de un colombiano que entró a hacer parte de los textos prohibidos por la Iglesia. Gran honor.

El libro era una suerte de respuesta al panfleto El liberalismo es pecado, publicado 28 años antes por Félix Sardá y Salvany en España. De una corriente católica tradicional, este panfleto retomaba las tesis del Syllabus ––documento publicado por la Santa Sede en 1864–– en el que se condenaba el racionalismo, la modernidad y, por supuesto, el liberalismo: por considerarlos contrarios a los dogmas de la Iglesia.

El texto de Uribe Uribe, por su parte, pretendía defender la doctrina liberal de las acusaciones que le caían desde la Iglesia, apoyándose en trabajos como los de monseñor Dupanloup, quien señalaba que desde el punto de vista de la Iglesia el liberalismo no era una herejía.

Uribe Uribe quería acabar con el binomio católico-conservador es decir, dejar en claro que para ser católico no había que ser conservador. En palabras suyas:

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"El simple hecho de no ser partidario de la Cruzada o de sus jefes…coloca al ciudadano en la categoría de hereje convicto y confeso. Tan inadmisible es la fórmula: 'hay que ser conservador para ser católico', como esta otra: 'para ser católico en Colombia hay que dejar de ser liberal'".

Por eso resulta absurda la inclusión de El liberalismo colombiano no es pecado en el Index de la Iglesia. Por un lado, porque el libro mismo no era un ataque frontal a los dogmas del catolicismo, sino una defensa de la postura liberal en una sociedad católica. Y segundo porque es paradójico ––pero a la vez intuitivo–– que un libro que abogue por la libertad de expresión termine siendo censurado en una sociedad restrictiva: la prohibición termina por darle razón a las tesis del libro.

Aunque les vamos a dar dos ñapas más.

El proto-bloguero

Pero cuando se trataba de censura el Index no era la única compilación de textos prohibidos desde el clero. En 1910 el cura Pablo Ladrón de Guevara publicó en Bogotá su libro Novelistas malos y buenos publicados en orden de naciones. El libro reseñaba alrededor de 2,000 autores y los juzgaba, no por su calidad literaria o estética, sino por razones morales y religiosas. Para el escritor colombiano Daniel Ferreira "lo esencial de este cura no es lo no es lo que hacía, sino cómo lo hacía; no es lo que reseñaba, sino cómo lo reseñaba; no es lo que criticaba, sino cómo lo vetaba".

En su libro, que para la cuarta edición de 1933 incluía mas de 3,000 escritores, Ladrón de Guevara no dejaba títere con cabeza. Reseñó a escritores españoles, hispanoamericanos, portugueses, italianos, franceses, alemanes, ingleses, rusos, belgas y escandinavos. Reseñó ––es decir, censuró–– a filósofos, novelistas y cuentistas. De Nietzsche decía, por ejemplo, que "se parece un filósofo como el vinagre al vino".

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Del colombiano José María Vargas Vila dijo: "Sentimos verdaderamente que sea de esta cristiana república este señor, de quienes nos vemos precisados a decir que es un impío furibundo, desbocado blasfemo, desvergonzado calumniador, escritor deshonesto, clerófobo, hipócrita pertinazmente empeñado en que le compren por recto (y le den por el recto)".

Para Daniel Ferreira, este 'curita malparido' es la "prefiguración de la estirpe bloguera: reseñaba lo que no había leído".

La quema en el parque

Finalmente, no podía quedar por fuera la famosa quema de libros de parte del entonces joven bumangués de 23 años, Alejandro Ordoñez. El 13 de mayo de 1978, junto con otros integrantes de la Sociedad de San Pío X, dicen que supuestamente se reunieron en el parque que lleva el nombre del santo para realizar un auto de fe ––ceremonia pública propia de la Inquisición española en donde los condenados a la hoguera debían abjurar su fe al catolicismo; o en este caso, ceremonia en donde se destruían libros en el fuego––.

Ese 13 de mayo, día de la virgen, dicen que quemaron libros, textos y panfletos 'pornográficos', a su juicio corruptores de la fe católica. Entre los libros que fueron llevados esa noche a la hoguera se encontraban textos de Rousseau, de Marx e incluso una Biblia protestante. La cuota colombiana corrió por cuenta de algunos libros de García Márquez.

Al respecto, el actual Procurador asegura que se ha tergiversado en las versiones sobre lo ocurrido esa noche de mayo.