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Música

Festival Nrmal: el mejor del Norte

Entre chelas y bandas, el Norte sigue haciendo buen ruido.

Más de cincuenta bandas se reunieron el sábado 10 de marzo en el Festival Nrmal de Monterrey, para recordarle al país que la capital de Nuevo León sigue haciendo buen ruido, y que la música independiente, cuando tiene un espacio inteligente y bien pensado, puede ser emocionante.

Festival Nrmal por Eduardo Hernández

El amplio espacio del festival me recibió un letrero amistoso que indica en donde están los tres escenarios, el mercadito, la galería de arte, el food court, y unos tee-pees, que invariablemente alguien a las dos de la mañana aprovecharía para coger medio incómodo al ritmo del doble bombo sintético de Liturgy.

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Los organizadores podrían poner un letrerito normal, pero pues supongo que omiten esa “o” por una buena razón. Como toda la señalética de este festival regiomontano, este letrero está clavado en un palo de madera que se sostiene por una montañita de piedras multicolor, unas piedras que alguien obviamente tardó horas en pintar a mano con un plumón orgánico para que los que entramos lo viéramos y dijéramos: “qué letrerito tan cool”, para luego seguir caminando borrachos rumbo a un escenario.

Esto suena insignificante, pero la verdad es que el Festival Nrmal es obsesivo en este tipo de detalles, no sólo en la producción de sus eventos, sino también en la bien pensada curaduría musical. Están en todos lados, y es precisamente esta atención minuciosa al detalle lo que le da una vibra única a lo que hacen.

Además de ser un espacio de música y arte en donde conviven bandas emergentes de todo el continente, el tercer Festival Nrmal nos recordó que los festivales de música que funcionan bien son mucho más que buen calzado, cerveza que quiere ser cool y trendiness frívolo. A la sombra de la Sierra Madre, los asistentes felices grindearon su pelvis con los Rakas, bailaron pegaditas con Girls, hicieron mosh-pit con Dávila 666 y se quedaron parados atónitos ante lo que sea que hizo el increíble AraabMuzik con sus dedos no-te-mames-de-rápidos y un sampler MPC.

Los Rakas por Daniel Guzmán

Girls por Eduardo Hernández

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Con toda la gente del curador invitado Todd P, quien se encargó de la programación del escenario MtyMx, entre el público del parque Diego Rivera parecía estar medio Brooklyn junto con medio Santiago, con Adrianigual, Astro, Javiera Mena y Alex Andwanter representando a Chile. No se qué sea, pero algo bueno está pasando allá abajo.

Javiera Mena por Ilse Martínez

Javiera Mena por Pablo Guajardo 

El póster del festival se lee como el iPod de un hipster políticamente correcto. El line-up es ecléctico y diverso, pero en el escenario todos parecen tener algo en común. Además de nuevas propuestas mexicanas, que comprueban que es un gran momento para la música independiente en este país, como Los Negretes, Soledad, Tony Gallardo y Dj Nombre Apellido, vimos a los tijuanenses de San Pedro el Cortez, una de las revelaciones más energéticas del cartel, que hubieran aguantado el detonar ese extintor para después del set de Mock The Zuma.

El Columpio Asesino de España y Grimes estuvieron increíbles, aunque Claire Boucher se vio un poco apenada porque la aerolínea perdió sus teclados. A Juan Cirerol en cambio se ve que no le da pena nada. El originario de Mexicali andaba bravo, lo cual es muy bueno. Las chicas de Prince Rama hicieron su coreografía y le pegaron a su tamborcito, Daniel Maloso y Javelin trajeron el funk a la pista de baile de piso de tierra, Husky, Los Mundos, Uvilov y Unknown Mortal Orchestra estuvieron brutales, Alex Andwanter espantó la lluvia, Dive y Friends me volaron la cabeza y Gatekeeper después me la derritió. James Ferraro es un misterio, en el pre tocó de sorpresa Erick Rincón, y de los afters ya no me acuerdo, pero entiendo que estuvieron buenísimas.

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Columpio Asesino por César Demián

Grimes por Israel Arriaga

Juan Cicerol por Ximena Peredo

Prince Rama por Eduardo Hernández

Friends por Gabriela Salinas

El sábado 10 de marzo fue un buen día en Monterrey. Les tocó la fiesta a los que no te agarran a chingazos al ritmo de Mr. Saxobeat por que hiciste contacto visual con su morra. A la una de la mañana, en la caja camión convertido en galería de arte que albergaba prints de Jiro Bevis, llegó un punto en que un dance party improvisado en nos recordó las mejores noches de fiesta en los antros del ya difunto nightlife del barrio antiguo.

Salvo el ocasional mirrey perdido que no sabe a quién gritarle para que le lleven una botella de Bacardí a su inexistente mesa, las 4,500 personas que asistieron al festival se veían felices de ver tantas bandas en una ciudad mermada por la violencia y la falta de espacios como este.

Galería de arte por Eduardo Hernández

No se requieren de megaproducciones chilangas para pasarla como se debe. Esta es una fiesta de música con verdadera propuesta, y no una que parece haber sido diseñada por un burócrata malhumorado en un cubículo que tiene que hacer trending topics o lo despiden. Los mercadólogos están tan desesperados, que estoy seguro que el DIY es un término que ya ha sido cooptado por el aparato publicitario, y que habrá por ahí anuncios “hazlo tu mismo” de queso Velveeta.

Como cliché indie, el DIY de repente da un poco de hueva. Ir al goodwill y comprar una cachucha irónica no cuenta, pero cuando alguien se lo toma en serio y lo hace funcionar, como sucede en este festival, puede ser inspirador. Si tuviera algunos años menos, después de salir del festival ahorita estaría haciéndolo yo mismo, pegando posters para buscar integrantes y empezar una banda.

Pointy boots por Alex Madero