y a ti, amargo abrazo mortal…
es inútil que trates de asustarme."
—Walt WhitmanLa vida de Katia Trillos ha estado marcada por una constante señal de peligro. La ha encontrado en cada giro narrativo que ha tomado su vida, desde el momento en que decidió renunciar a los privilegios de la masculinidad y asumir las desigualdades sociales que implica ser mujer. Desde entonces, las violencias han encontrado sus formas, a veces sutiles, a veces directas, para inmiscuirse en su vida e intentar detenerla.
"Es un barrio residencial y no podemos soportar ese tipo de actividades porque afectan la estética del barrio y la convivencia", dijo el año pasado una vecina del sector al diario ADN. "Si alguien quiere vender su casa, no puede, porque los compradores prefieren estar alejados de un lugar en donde se presenta dicha actividad".Pero si de asuntos estéticos se trata y si la convivencia no ha sido fácil para los vecinos del barrio Santa Bárbara, el panorama para las trabajadoras sexuales que frecuentan sus esquinas tampoco es que sea un jardín de las delicias."No es un trabajo digno de admirar en el sentido de que es criticado y señalado, pero sí digno en el sentido de que estoy en todo mi derecho y autodeterminación de ejercerlo, obviamente, bajo una serie de normas y requisitos", me dice Katia, para quien el trabajo sexual ha sido la única manera de sobrevivir en Bogotá. "Yo sé que si salgo a buscar un empleo no lo voy a encontrar, una entidad pública o privada se va a abstener de contratarme por cuidar la imagen, por los prejuicios. Este trabajo me ha permitido arreglar mi casa, levantar mi familia, hacerme mis cirugías, irme transformando poco a poco. No es un trabajo para nada fácil como piensa la gente, es uno de los trabajos más difíciles, más agotantes, más desgastantes, créeme que es muy duro realmente".Bogotá está llena de esquinas difíciles, que lejos de ser puntos de convergencia de calles y carreras, son espacios de desencuentro e incomprensión. Y eso bien lo sabe ella.
A esas calles del Santa Bárbara fue a parar Katia Trillos cuando llegó Bogotá en 2011, luego de que tuviera que huir de su natal Ocaña, en Norte de Santander. El apodo que le tenían a Katia en este municipio, en donde trabajaba como estilista, apareció en un panfleto que circuló en la ciudad como amenaza de muerte hacia "maricas", "travestis" y "viciosos", y que, según me cuenta, iba firmado por las Águilas Negras. Ya sabemos, la historia terrible de siempre, la de los autoproclamados ciudadanos de bien que bajo la bandera de la moral se adjudican la justicia a mano propia para justificar su sucia limpieza social.Según un reciente informe de derechos humanos de la organización Colombia Diversa, "las personas LGBT han sido especialmente vulnerables ante este tipo de prácticas, junto con otros grupos poblacionales usualmente perseguidos: trabajadoras sexuales, personas habitantes de calle o consumidoras de drogas, y en algunas zonas trae como consecuencia el delito de desplazamiento forzado". Entre 2010 y 2014, esta organización registró 84 amenazas directas e indirectas contra las persona LGBT, cuatro de las cuales se registraron en Norte de Santander. Sólo fue posible establecer la responsabilidad de 27 casos del total de amenazas, 50% de los cuales fueron identificados como "bandas criminales": los Rastrojos, los Urabeños, las Águilas Negras, el Ejército Anti-Restitución y, sí, aún hoy en día, las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).Este trabajo me ha permitido arreglar mi casa, levantar mi familia, hacerme mis cirugías, irme transformando poco a poco.
Esa noche Katia terminó en urgencias del Hospital de Chapinero luego de que los policías la rociaron con un gas desconocido que terminó quemándole los senos, el abdomen y parte del brazo.Lo de Katia no es un caso aislado en el país. El 13 de marzo de 2014, en el barrio Canapote de Cartagena, una mujer trans llamada Angelina Lucía Martínez, de 19 años, fue asesinada por un agente de la Policía Metropolitana de Cartagena. Según se lee en el informe de Colombia Diversa, la mujer iba saliendo de una discoteca cuando se presentó una riña y un grupo de uniformados intervino. "Testigos aseguran que uno de los uniformados disparó de manera indiscriminada durante la riña, hiriendo a varias personas, entre ellas a Angelina, a quien una de las balas le impactó en la cabeza".En cuanto a los homicidios contra las personas LGBT en el país, también son las mujeres trans las más vulnerables. Entre 2013 y 2014 se presentaron 164 homicidios, en 37 de ellos se pudo establecer que las víctimas eran mujeres trans. Sin embargo, en la mayoría de los casos no se han podido determinar los móviles de estas actuaciones. Según Colombia Diversa, en tres de cada cuatro casos el Estado no ha determinado si las víctimas fueron asesinadas por prejuicio hacia su orientación sexual o identidad de género. Y para hacer aún más oscuro el panorama, hace un mes la organización Transgender Europe publicó un mapa en el que aparecen 1.731 casos de personas transgénero asesinadas en el mundo, desde 2008 hasta la fecha. Según la información que ha logrado recolectar esa organización, Latinoamérica es la región del mundo en donde más se reportan casos y Colombia es el tercer país del mundo –después de Brasil y México– con mayor número de asesinatos reportados contra personas trans.Los funcionarios públicos que tienen la obligación y el deber de cuidarnos, protegernos, velar por nuestra seguridad, actúan con tal nivel de discriminación que produce miedo.
Luego del incidente del gas pimienta, a Katia la bajaron a gritos del carro de uno de sus clientes a quien conocía hace varios años. Esa noche los policías condujeron al cliente hacia el CAI Navarra para hacerle algunas anotaciones, supuestamente "porque estaba contribuyendo a la prostitución" según me relata Katia. "Y lo grave es que cuando mi amigo sale del CAI Navarra me llama y me dice muy preocupado que los policías dentro del CAI, con muchísima rabia, le habían dicho que no me volviera a recoger porque a mí en cualquier momento me iban a matar por estar robando".(Me decían) que era una vergüenza, que produzco asco, que hay que matar a todas esas malparidas maricas, a esas escorias, que hay que pegarles un tiro en la cabeza, dejarlos con la boca llena de moscas".
Luego de la denuncia que instauró Katia en contra de la Policía, se logró la suspensión de tres de ellos, esto no fue suficiente. Según me relató María Inés Cubides, investigadora del Observatorio de Trabajo Sexual de la organización Parces, que ha estado haciendo seguimiento al caso de Katia, aunque se tomaron medidas disciplinares y se suspendió a los policías, nadie fue expulsado. "Como la sanción o la consecuencia que tuvieron los implicados fue una suspensión o un traslado, volvieron a trabajar tranquilos. Lo ven como unas vacaciones y justamente las consecuencias sobre Katia son peores ¿Las personas para qué van a denunciar si tienen miedo de las consecuencias?".Según la ONG Transgender Europe, Latinoamérica es la región del mundo en donde más se reportan asesinatos a personas transgénero. Colombia es el tercer país, después de Brasil y México.