Manual de defensa para el estudiante (gay) en problemas
Ilustración por Sara Pachón Pelaez.

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Manual de defensa para el estudiante (gay) en problemas

A un año de la muerte de Sergio Urrego que habría sido consecuencia del matoneo realizado por el colegio en el que estudiaba, VICE realizó este pequeño manual de defensa para el/la estudiante en apuros.

La primera vez que me enamoré tenía 12 años. Por esos días (como ahora) el colegio no era un lugar propicio para el amor, ese concepto extraño que el rector utilizaba como muletilla en los actos cívicos para separar indistintamente palabras como Cristo, Dios, familia o vida en comunidad. El mío fue un amor fallido, siento admitirlo. Fui incapaz de confesárselo tanto al cura antes de mi primera comunión, como a Manuel, el directo implicado.

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Sólo por ese hecho podría renunciar fácilmente a mi diploma de "Bachiller Arquidiocesano", que tan sólo me heredó los sentimientos del buen cristiano: culpa y arrepentimiento. La culpa me la cargaron, al igual que a Sergio Urrego, a punta de miedo: miedo al golpe en la boca, al crucifijo, al infierno, al escarnio público, a tener que justificar lo que sentía ante un psiquiatra o ante un cura que certificara mi sentir perverso. Y el arrepentimiento permanece aún, porque a diferencia de Sergio yo fui un cobarde que nunca llegó a besar a quien me causó ese primer revolcón de hormonas y jugos gástricos.

Es fácil hablar de estas cosas cuando se ha alcanzado el confort entumecido de la adultez, pero en ese entonces las sensaciones eran tan intensas que yo también podría haber dado la vida por lo que sentía: esa cosa genuinamente única. A pesar de todo, y aunque no repetiría la experiencia, no veo como una tragedia mi paso por el colegio. Lo que rescato de ese tiempo fue haber formado mi personalidad (a costa de lo que fuera) en un lugar así, porque me dio la herramienta más valiosa de todas: la duda.

Dudo de todo: de mí, de mi jefe, de la autoridad, de lo establecido. Dudo que algún día las cosas cambien, pero dudo también que resistamos más tiempo en las mismas condiciones. Hace 12 años, en mi colegio, ser gay o lesbiana era algo injustificable, caprichoso, "una moda pasajera" alimentada tan sólo por el beso en pantalla de Madonna y Britney o por las rusas pre-Putin de t.A.T.u.

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Hoy en día el panorama no es muy distinto. Al menos eso me cuenta Juan Felipe Rivera, abogado encargado del tema de educación en la organización Colombia Diversa. Rivera ha hecho algunas capacitaciones a distintos rectores de Bogotá sobre conceptos, protección y jurisprudencia sobre la orientación sexual y la identidad de género de los estudiantes, y ha podido darse cuenta de cómo las instituciones educativas han sido incapaces de reconciliar su labor formativa (y sus ideales formativos) con la autonomía de los menores sobre su libre desarrollo de la personalidad y las decisiones que comienzan a tomarse frente a la identidad y la orientación sexual.

"Los colegios siguen implementando unos modelos legales y pedagógicos que fueron reevaluados desde el siglo pasado. Ya no es el tema de si se debería permitir que una niña trans lleve uniforme, maquillaje y pelo largo, sino que el tema es por qué no lo están permitiendo", me cuenta. "Para ellos todavía está la excusa de la indisciplina, de que eso es un capricho, y manejan la idea de que los niños cuando toman decisiones relacionadas con su orientación sexual o identidad de género, lo hacen por moda o por 'desubicados' o 'perdidos'".

Menos mal el infierno nunca ha aparecido en los mapas políticos de Colombia y el demonio fue declarado persona non grata por la Constitución del 91. Amparados en los derechos allí consagrados, en leyes como la 1620 de 2013 que se preocupan por la formación de los menores en el ejercicio de sus derechos y en la educación sexual para mitigar la violencia escolar, e invocando la jurisprudencia de la Corte Constitucional, que ha emitido distintas sentencias para proteger los derechos de los estudiantes frente a las instituciones educativas, VICE diseñó este manualito básico de supervivencia para los estudiante 'raritos' y en apuros.

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