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Cultură

Werner Herzog es un cineasta con suerte

Tiene tanta suerte que puede dar nueva vida a la pena de muerte como género cinematográfico.

Pena de muerte: es un género. Desde Louis Theroux hasta Errol Morris, lo hemos visto todo. Conocemos el procedimiento. Miles de veces hemos visto a través del lente, del Plexiglás, a los ojos de posibles asesinos múltiples camino al purgatorio. El último minuto es una apelación a Ann Richards/ George Bush/ Rick Perry (borrar según la época). Los rudos, pero decentes guardias que supervisan la ejecución. Los susurros. Los comentarios escritos a máquina que se leen al final. Y por último, las tumbas sin nombre en los patios especialmente diseñados de la prisión.

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¿Entonces por qué Werner Herzog decidió entrarle a esta sopa de clichés con su última película? ¿Y por qué los incluyó casi todos? La única respuesta es la más obvia: porque Herzog es Herzog; un ingenuo genuino. Un hombre que admite ver pocas películas, y que persigue lo que le gusta con una inocencia que impide muchos cuestionamientos. Esa es su forma de hacer las cosas: sentir curiosidad por lo extraño e interesante, y llevar una cámara.

Into The Abyss, la película de Herzog sobre la pena de muerte, retoma los casos de Michael Perry y Jason Burkett, quienes fueron condenados a pena de muerte y cadena perpetura respectivamente, por su participación en un triple homicidio en Texas. Herzog ofrece una mirada original a sus crímenes. Las preguntas tienen resultados inesperados, y de repente el capellán de la prisión está contando una historia en la que una vez que casi atropella a una ardilla con un carrito de golf y se puso a llorar. El guardia habla sobre una vez que observó a unos patos como si se tratara de un milagro del Señor. Esto es lo que pasa cuando los simples mortales entran en contacto con Werner Herzog: dejan de ver el beisbol para convertirse en voceros elocuentes de verdades filosóficas. Se podría decir que Herzog es afortunado, que tiene un don para abrir los corazones de las personas que conoce. Un poco de las dos. Un poco de ninguna. Lo que resulta increíble, lo veas como lo veas, es que Into the Abyss incluyó casi todo el material filmado.

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“Soy un cineasta muy afortunado. Sí”, admite, desde la habitación en el Hotel Soho en donde está proyectando su más reciente producto. "Soy muy bueno para audicionar… sé cuándo tengo que hablar con alguien, aunque no sepa nada de él. La película que viste: cada una de las personas con las que grabé están en la película. Con una excepción. Estaba una ex novia de Michael Perry. Y era muy aburrida. Así que ni siquiera vi el material cuando estábamos editando: sabía que no era bueno. Pero todos los demás aparecen en la película".

Mientras está en Texas, Herzog viaja por un mundo mitad olvidado, mitad sumergido en el dolor y el rechazo: el padre de Burkett es un ladrón de segunda que también fue condenado a cadena perpetua, el par fue arrestado lado a lado cuando el padre fue a pedir por la vida de su hijo en la corte. El padre de una de las víctimas también recibió cadena perpetua por un asesinato.

Otro güey recuerda haber sido apuñalado con un desarmador de 35 centímetros. ¿Terminó en el hospital? No, señor. No terminó en el hospital porque tenía que llegar al trabajo en 30 minutos. Así que dejó que la herida sanara sola. "Supongo que tuve suerte", balbucea mientras escupe sobre el pasto, encuadrado por Herzog.

Si hay algo que lo conecta todo, es el discurso simple y claro de WH. Esa voz bávara que pregunta sólo lo que le interesa. "Entendí que sólo tenía 15 o 20 minutos antes de ir al trabajo. Gire la cámara noventa grados, lo coloqué frente a la cámara y le dije: '¿Cuál es tu nombre?' y cuando me dio la mano noté que tenía unos callos enormes. Y eso hizo que me cayera bien de inmediato; de hombre trabajador a hombre trabajador. Trabajé soldando cosas para sacar dinero para mi primera película, así que me pude identificar con él de inmediato. No tenía idea de quién era. Y casi todo lo que platicamos viene en la película".

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Michael Perry Recibió un permiso para filmar a Perry ocho días antes de su ejecución. Es claro que se trata de un hombre culpable que se declara inocente con ese cinismo de un mentiroso nato: pero no puedes evitar querer a Perry. Él es, como todo esto, un actor extremadamente afortunado: un cuentista, lleno de carisma, joven pero conciso cuando se expresa. Quizá cargado con la energía de un hombre que vive al máximo cada nanosegundo. Herzog tuvo que ser cateado y no se le permitió llevar ni siquiera una pluma cuando conoció a Perry a través del Plexiglás. Tenía sólo 50 minutos, en los que se decidiría si tenía película o no.

“Nunca tengo preguntas. Nunca. Sólo sabía que a Perry le preguntaría: '¿Cómo estás?' Esa era la única pregunta que tenía. Después… veríamos que pasaba… Cuando trabajas así no tienes tiempo. Tienes que encontrar el tono correcto. Instantáneamente. Y con cada persona en la película de forma distinta, como puedes ver. Y escuchas mi voz. Todos tienen una voz distinta detrás de la cámara. Y tienes que leerlos. Tienes que entenderlos al instante. Tienes que conocer el corazón de las personas. Es un don. En cierta forma siempre lo he tenido, pero la vida también te hace ver otras cosas".

Jason Burkett Herzog insiste en que esta película "no es un argumento filosófico, es una historia". Sin embargo, es obvio, en escena y fuera de ella, con quién simpatiza más. Después de todo, ¿alguien ha hecho un película en pro de la pena capital? Para ser alguien tan directo, su política sobre el tema es muy ambigua. Al parecer, a pesar de llevar muchos años viviendo en Estados Unidos, todavía no se siente con el derecho para juzgar a los estadounidenses por su sistema de justicia: como si la vida humana fuera una comodidad relativa. Herzog siempre se ha opuesto a la pena de muerte. Pertenece a esa generación de alemanes que juraron ser las personas más liberales en toda Europa. Pero también carga con todo ese peso histórico que sólo los cabrones lo hacen cargar. Definitivamente no se trata de un argumento filosófico porque, si así fuera, escucharlo sería increíblemente confuso.

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“No. No soy un activista. Primero que nada porque soy un invitado en el país en el que hice la película. Y… siendo alemán, con el pasado nazi, sería la última persona en decirle a los estadounidenses como manejar su sistema de justicia. Y no tengo derecho a votar en Estados Unidos. Por supuesto, hay muchas grandes películas de activistas. Dejemos que estas películas existan".

Según él, se trata sobre el ecosistema. Es este acto herzogiano de encontrar ese momento de intenso drama humano, y desenrrollarlo, seguirlo río arriba para ver a dónde lleva, escuchando los corazones de las personas que fueron afectadas por él. "No estoy interesado únicamente en los reos sentenciados a pena de muerte. Ese es sólo uno. Pero también tenemos… a un hombre iletrado que fue apuñalado con un desarmador. Y están los familiares de las víctimas. Tienes a un ex verdugo, tienes al capellán. Hay un detective de homicidios. Esta película no habla de la muerte, habla de la vida. Reafirma la vida. No es una película sobre la pena capital. El crimen es una historia verídica. Y lo innecesario de este crimen". Aquí se acerca un poco y se vuelve más germánico con cada respiro. "El nihilismo es tan abrumador y aterrador. Eso es lo que me fascina".

Fred Allen Into The Abyss termina con Fred Allen (el rudo pero decente guardia de la prisión), el hombre que ejecutó a la celebridad de los noventa, Karla-Faye Tucker. Supervisó 25 ejecuciones, y después de Karla-Faye, no pudo más, renunció en ese momento, a pesar de perder su pensión.

“Fue un regalo caido del cielo. Cuando Fred Allen, después de trabajar en 25 ejecuciones, decide que no más… renuncia a su trabajo y pierde su pensión, pero ahora lleva una buena vida. Se relaja y observa a los pájaros. Mira a los patos hacer sus cosas. A los colibríes. ¿Por qué hay tantos? Y en ese momento corto. Cuando me paré, lo abracé brevemente. Le dije: 'Sr. Allen, usted tendrá la última palabra en la película'. Me dijo: 'Perdón, ¿dije algo mal?' No tenía idea que había dicho algo especial, que había hecho la pregunta más importante: '¿Por qué hay tantos?'"

Todavía se emociona mientras revive la escena en su cabeza. Quizá el Sr. Allen debió pararse y abrazar a Herzog primero. Después de todo, no todos los días te entrevista un cineasta con tanta suerte.

Sigue a Gavin en Twitter: @hurtgavinhaynes