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Huyendo del peligro en Líbano

Cae el atardecer cuando los rebeldes se mueven a sus posiciones entre los huertos de limones y olivos, a unos cien metros de un puesto de control en la frontera con Siria, al norte de Qaa, un pueblo sombrío y polvoriento del Líbano.

Mughaweer (comandos) del Ejército Libre de Siria y la brigada Ah al-Rassi (Libertad para el río Asi) tras una batalla cerca de la frontera con Líbano, en Homs. (Las fotografías incluidas en este artículo fueron tomadas por un fotógrafo independiente antes de que el autor visitara la región. Los defensores de los rebeldes en Líbano y los miembros de Hezbolá entrevistados para el artículo se negaron a ser fotografiados por obvias razones).

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Cae el atardecer cuando los rebeldes se mueven a sus posiciones entre los huertos de limones y olivos, a unos cien metros de un puesto de control en la frontera con Siria, al norte de Qaa, un pueblo sombrío y polvoriento del Líbano. Yo observo la operación desde la distancia con el comandante, un libanés al que llamaré “Husein” y que está al mando de 200 rebeldes en la zona.

“Estamos moviendo a algunas personas a Al-Qusayr [un pueblo sirio] y necesitamos distraer a las tropas de Asad”, me dice Husein. Su brigada está encargada de mantener el flujo de armas, dinero y soldados entre Líbano y Siria. Interrumpe nuestra conversación para gritar algunas órdenes por su radio, mensajes breves para disminuir la probabilidad de que su señal sea interceptada.

“OK”, ordena Husein. “Vamos a entrar”.

Sus soldados se separan entre los olivos, listos para atacar los edificios de concreto, rodeando los sacos de arena y distrayendo a los guardias fronterizos mientras otra unidad de rebeldes a diez kilómetros de distancia se escabullen por la frontera sin ser detectados. Una estrategia clásica.

La guerra estalla en los huertos. Tres granadas salen volando sobre el puesto de control. Una decena de rifles automáticos y ametralladoras sueltan una lluvia de municiones; el destello de las armas ilumina el cielo oscuro.

“Hacemos esto con frecuencia”, ríe Husein. “Pero ellos también”, agrega, señalando a las tropas de Asad.

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El ejército sirio contraataca con metralletas y cuernos de chivo; las balas atraviesan el huerto y pegan junto a los rebeldes que tenemos frente a nosotros. Husein y yo estamos parados a unos metros, pero seguimos estando en la línea de fuego. Me doy cuenta de que estoy demasiado cerca de la línea de ataque. Las balas que se impactan contra los árboles a nuestro alrededor no van dirigidas a nosotros, pero la puntería no cuenta una vez que caes muerto.

Momentos después, las tropas de Husein se repliegan. Distrajeron a los soldados de la frontera el tiempo suficiente para que la otra unidad cruzara la frontera sin ser detectada.

“Vámonos”, ordena Husein. “El helicóptero [sirio] llegará pronto”. Comenzamos nuestra retirada con las balas todavía volando sobre nosotros. Los árboles en el huerto son nuestra única protección.

Esta pelea es parte de una serie de enfrentamientos que ocurren casi todas las noches en la frontera entre Siria y Líbano, las cuales parecen indicar que la guerra civil se está transformando en una conflagración regional. Una semana después de mi visita con Husein, un coche bomba estalló en Beirut, matando a un importante oficial de inteligencia libanés que apoyaba a los rebeldes. Esto desató enfrentamientos en las calles de la capital y Trípoli, con un saldo de al menos siete muertos. Los países vecinos, Jordania e Irak, están aceptando refugiados en un intento por contener la propagación de la guerra, al tiempo que evitan involucrarse de manera directa.

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En Líbano, ser neutral no es tan fácil. Una población muy dividida y un gobierno central débil han creado una nación susceptible a los conflictos cercanos. Mientras el mundo tiene la atención puesta en las masacres de Alepo y las tensiones entre Siria y Turquía, otro conflicto —uno con posibles resultados devastadores— comienza a ganar tracción justo del otro lado.

Los destinos de Líbano y Siria llevan mucho tiempo entrelazados. El ejército sirio ocupó Líbano de 1976 a 2005. Aunque las fuerzas de seguridad sirias fueron brutales y corruptas, eran una autoridad central que obligó a las 17 sectas religiosas y a las múltiples facciones políticas, a vivir en una especie de paz tras 15 años de guerra civil y ocupaciones intermitentes por parte de Israel. Con los años, los defensores chiitas de Hezbolá comenzaron a ver al régimen de Bashar al-Asad como protector del status quo y como un aliado invaluable en la interminable guerra contra Israel.

El dominio sirio de Líbano se desplomó en 2005 luego de que Rafik Hariri, el político sunita musulmán más importante de Líbano, fuera asesinado por un supuesto militante chiita. Los oficiales del gobierno fueron los primeros en ser acusados del asesinato, antes de que las sospechas cayeran sobre Siria y Hezbolá. Nunca se determinó con certeza quién mató a Rafik, pero esto llevó a Siria, bajo presión doméstica e internacional, a terminar su ocupación militar en Líbano.

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Esta retirada también fue el catalizador para una serie de enfrentamientos callejeros entre sunitas libaneses y las facciones pro-Siria, estas últimas por lo general eran lideradas por la poderosa y despiadada fuerza militar de Hezbolá. Las tensiones escalaron aún más en 2008, cuando Hezbolá anuló públicamente su promesa al pueblo libanés de usar su artillería pesada únicamente contra Israel, y procedió a tomar Beirut y limpiar la ciudad de sus opositores sunitas. El resultado fue una rotunda victoria para Hezbolá, seguida de un profundo resentimiento sunita.

Cuando empezó la revolución en Siria, las posturas eran claras: Hezbolá respaldaba a Asad y su régimen en la lucha contra el ELS (en su mayoría sunita), y los sunitas de Líbano vieron la oportunidad de derrocar a un régimen que veían como su rival doméstico en la búsqueda de poder. Sería casi imposible convencer a cualquiera de las facciones de mantenerse al margen.

Durante los últimos cinco años, la vida de Husein ha estado marcada por esta doble conciencia. A primera vista, Husein es un hombre pequeño de piel oscura, en sus cuarenta, con la complexión robusta de alguien que trabaja con sus manos, pero sus músculos marcados dejan ver que es un soldado altamente entrenado. Viene de una zona rural y pobre en el noreste de Líbano, pero igual que muchos otros libaneses, se mudó a Beirut hace décadas en busca de trabajo. Husein, un sunita sin devoción particular alguna, vivía y trabajaba en los suburbios sureños de Beirut, una zona dominada por chiitas. Pasaba su tiempo libre como un ávido defensor del Partido Nacional Socialista de Siria (SSNP, por sus siglas en ingés), un grupo secular con más de cien mil miembros, que lucha por la unión de todos los países árabes bajo la bandera de una “Gran Siria”. El SSNP ha dirigido ataques contra las tropas israelíes y, en ocasiones, se ha aliado con Hezbolá en su lucha contra Israel. Husein nunca fue un yihadista, pero como miembro del SSNP de principios de los ochenta al 2008, se convirtió en un reconocido soldado de la lucha.

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“Quería liberar a mi país de los sionistas”, me dijo Husein. “Yo creía en la resistencia siria y amaba a Hezbolá y a sus miembros con todo mi corazón. Luché junto a ellos como patriota y hermano durante 20 años. Yo era uno de los dedos que conformaban su puño”.

Incluso ahora que dirige a hombres sunitas, tanto libaneses como sirios, en una cruenta batalla para derrocar a Asad, Husein usa las habilidades que ha perfeccionado durante más de dos décadas luchando junto a Hezbolá contra Israel, como empleado asalariado de Siria. Se trata, literalmente, de la encarnación de toda esta maraña de complejas contradicciones y tensiones que definen la relación disfuncional entre las dos naciones.

A pesar de ser sunita, Husein participó en la ocupación de Beirut Occidental por parte de Hezbolá y el SSNP en mayo de 2008, ayudando a coordinar a los soldados que invadieron las calles para remover a los políticos sunitas que intentaban quitar el control a Hezbolá. “Es una leyenda por su valor”, me dijo un soldado de Hezbolá. “Pero lo perdimos”.

A los ojos de los miembros de Hezbolá con los que hablé, les resulta completamente irrelevante el cómo y porqué de la deserción de Husein. A pesar de ser un sunita que vivió en un barrio predominantemente chiita, Husein nunca pensó que alguien lo vería como un enemigo de Hezbolá. Pero incluso mientras ayudaba a dirigir el ataque contra sus compañeros sunitas que en ese momento tenían el control del gobierno libanés, alguien en su vecindario decidió arrojar una bomba molotov por su ventana. Su esposa y su hija de 12 años lograron escapar de las llamas. Pero sus otros tres hijos, dos niños muy pequeños y una hija, murieron quemados.

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Husein me contó esta historia un día mientras estábamos en su casa, o más bien el lugar donde duerme y ve a lo que queda de su familia cuando no está coordinando el movimiento de sus tropas en la frontera. Se sentó bajo tres grandes fotos de sus hijos muertos, rodeado de su esposa y demás familiares.

Mientras Husein hablaba, sus ojos carecían de toda emoción: “Sé quién lo hizo. No era el momento para tomar mi venganza, así que simplemente renuncié al SSNP y me mudé con mi familia aquí”. Hizo un pausa. “Todavía veo a los hombres que lo hicieron y ahora podré vengarme”.

Pregunté a uno de mis contactos en Hezbolá si sabía sobre los hijos de Husein. “Hezbolá no quema niños”, me dijo. “Eran pandilleros de su barrio. Pero sabemos que Husein podría venir en cualquier momento tras cualquier chiita por lo ocurrido. Yo haría lo mismo, y sabemos lo fuerte que es; es un problema para todos nosotros”.

En vez de tomar justicia por su propia mano, Husein esperó, planeando su venganza. La guerra civil en Siria le dio la oportunidad perfecta para atacar, aunque niega que castigar a Hezbolá por lo que le hicieron a su familia sea su única motivación. También señala una versión de la hermandad sirio-libanesa como su razón para apoyar al Ejército Libre de Siria, dominado por los sunitas. Cree que Hezbolá eligió defender a Asad por vil egoísmo, no por justicia.

“¿Cómo puedo dejar que mi hermano luche contra un represor como este régimen corrupto en Damasco y no ayudarlo?” dijo Husein. “¿Cómo puedo no querer liberar a Líbano de una milicia como Hezbolá? Esta es una obligación para mi gente y mi religión”.

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Ahora enseña a pequeños grupos de tropas sirias y libanesas a luchar contra el régimen de Asad y, cada vez más, contra Hezbolá, quienes aún niegan tener tropas en Siria, a pesar de todas las tácticas que muchos en la región consideran indicios de un plan más extenso.

Soldados del ELS celebran después de un ataque contra las fuerzas de Asad en el pueblo de Nizareer, cerca de la frontera con Líbano.

De regreso en la frontera, presencio un intercambio que me convierte en creyente. Las tropas de Asad están usando morteros sobre los campos a nuestro alrededor. Retrocedemos a un refugio cercano repleto de soldados del ELS que han huido de Siria y están acampando en tierra de nadie junto a la frontera.

Un mortero cayó a 50 metros de distancia la otra noche, pero gracias a Dios nadie salió herido”, me cuenta un niño de 12 años mientras las explosiones continúan a nuestro alrededor. Mis anfitriones y yo sentimos que las tropas de Asad disparan a mansalva.

Entonces escucho algo inesperado. Una serie de silbidos que parecen estar moviéndose en la dirección equivocada: de Líbano hacia Siria. Ya he escuchado este chillido antes. Es el sonido de misiles soviéticos Katyusha.

Los rebeldes parecen desconcertados cuando les pregunto si los misiles están siendo disparados desde Líbano hacia Siria.

“No, esos no son del ELS”, me dice. “Eso es Hezbolá bombardeando Al-Qusayr; lo hacen todas las noches últimamente”.

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El día anterior, los rebeldes me habían llevado a donde sus camaradas del ELS dijeron haber emboscado un convoy de camionetas, supuestamente manejadas por milicianos de Hezbolá, camino a Siria. Por los escombros en la carretera (vidrios rotos, casquillos) supe que había ocurrido un enfrentamiento. Dos días más tarde, Hezbolá anunció el funeral de un comandante que había sido asesinado en “el cumplimiento de sus actividades yihadistas”, la descripción estándar utilizada por el grupo cuando uno de los suyos muere en batalla.

Después de ver la escena, platico con Husein y “Younis”, un comandante del ELS.

“Nuestras patrullas aquí y en la zona de Arsal encuentran tropas de Hezbolá en ambos lados de la frontera casi todas las noches”, me dice Younis. “Ni el ELS ni Hezbolá quieren admitir que tenemos enfrentamientos armados de manera regular dentro de Líbano, pero estamos muy cerca de Hermel [una zona controlada por Hezbolá], así que nuestros hombres se enfrentan a los suyos todas las noches”.

Las peleas en Líbano suelen ser breves, y ambos bandos hacen sólo lo necesario para huir rápidamente. Esto quizá se deba a que un rápido incremento en el número de muertos dentro de las fronteras obligaría al gobierno libanés a reconocer que parte de su territorio se ha convertido en una extensión del campo de batalla para la guerra civil siria.

Sin un anuncio oficial de ningún bando, es difícil determinar el alcance de la posible participación de Hezbolá en Siria. Cuando pregunté a varios de mis contactos en Hezbolá si estaban disparando hasta el otro lado de la frontera o si participaban de manera directa en los conflictos, negaron ambas acusaciones. Admitieron que están esperando para unirse a la pelea si la situación lo amerita, aunque no especificaron qué tipo de circunstancias los llevaría a involucrarse.

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“Vamos a lidiar con Hezbolá directamente dentro de Líbano”, dice Husein, mientras Younis asiente con la cabeza. “Pero sólo después de que hayamos derrocado al régimen sirio”.

Sin embargo, después de todo esto, tengo mis dudas sobre la acusación de que Hezbolá está bombardeando de manera deliberada las ciudad rebeldes en Siria. Pero hay un forma fácil de averiguar si dicen la verdad. Les pido que me lleven a ver desde dónde se están disparando los misiles. Ellos aceptan.

Subimos a la camioneta y nos abrimos paso desde la frontera hacia Hermel, junto al monte Líbano, en una planicie que se extiende hasta la asediada ciudad de Homs en Siria. En un día despejado, la más ligera elevación da una clara línea de visión; Líbano al sur y Siria al norte.

Mientras manejamos, las ventanas retumban con el lanzamiento de un misil. Cuando llegamos a lo que supongo es nuestro destino final y una vez que bajamos del vehículo, Husein me señala una colina a unos cinco kilómetros de distancia. El humo sube por la cresta. No estamos suficientemente cerca para ver a los atacantes, pero es obvio que el humo viene de un grupo de pueblos chiitas en una porción de la frontera que cae dentro de la jurisdicción de Hezbolá.

El cielo se oscurece y una tormenta eléctrica se desata sobre el Valle de la Becá. Todos quedamos paralizados cuando escuchamos los motores de un helicóptero que vuela en nuestra dirección. Alcanzo a ver el Mi-18 ruso dirigiéndose a los huertos donde habíamos estado posicionados unas horas antes.

“Tienes que irte ya”, dice Younis. “Si ven esta camioneta, vendrán por ti a menos que estés del otro lado del retén del ejército libanés”.

Este retén, a unos dos kilómetros de distancia, es el único rastro de las fuerzas armadas libanesas en la frontera. Mientras el helicóptero sobrevuela la zona, una ráfaga de balas y una serie de explosiones desgarran la tierra debajo, el puesto militar se empieza a sentir cada vez más lejos.

“Bombas de barril”, explica Younis, refiriéndose a los dispositivos caseros construidos por el ejército sirio: barriles de 200 litros repletos de explosivos que se arrojan sin precisión alguna desde los helicópteros. Suelen usarse contra las ciudades rebeldes en Siria. Aunque nunca había escuchado de su uso dentro de Líbano, lo estoy presenciando en este momento.

Mientras nos decimos adiós apresuradamente, Younis, como todo buen anfitrión, me invita a regresar cuando quiera. “Puedas llegar a Al-Qusayr con mis hombres cuando quieras”, me dice. “O te puedo llevar a ver una bomba de barril que arrojaron hace dos días. No explotó, está ahí tirada en el campo junto a mi tienda de campaña”.

Fotos por Sam Tarling/Executive Magazine  

Para una visión general sobre los temas que han alimentado el conflicto en Siria, te recomendamos leer "El camino a la perdición", nuestra línea del tiempo sobre la historia de Siria, y "La Guía VICE de Siria", un curso intensivo sobre las cuestiones geopolíticas, culturales y religiosas del país.