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Fotos

Nobuyoshi Araki

Nadie más que él puede hacer que una foto del piso se parezca a una vagina, tanto que empieces a considerar seriamente masturbarte.

RETRATO Y ENTREVISTA DE TOMOKAZU KOSUGA

TRADUCCIÓN DE LENA OISHI

Aquellos que no lo conocen podrían pensar, en una primera impresión, que no se trata más que de un viejo caliente. Y sí, claro, a veces sus temas son supereróticos, y no sólo cuando retrata a mujeres. Puede hacer que cualquier cosa se vea sexy. Nadie sino él puede hacer que una foto del piso se parezca tanto a una vagina que empieces a considerar seriamente masturbarte. Nadie más que Araki. Hay un chingo de fotógrafos en el mundo, pero nadie ha vivido y respirado la fotografía como Araki, quien produce de manera constante y llega a publicar hasta veinte libros en un año —un logro posible gracias a que su foco está de continuo en la vida diaria—. Y no sólo eso: también escribe sobre fotografía. Sus palabras mágicas vuelven sus imágenes incluso más potentes. Desafortunadamente, gran parte de sus libros sólo ha sido publicada en japonés, y no podemos leer japonés. Es por eso que mandamos a Tomo, de Vice Japón, a hablar con Araki. Harto de haber sido entrevistado en innumerables ocasiones a lo largo de su carrera, Araki trató de hacer pedazos a nuestro compañero desde un principio. Pero Tomo no había faltado a tantas clases en la universidad para leer toda la colección de libros de Araki en balde. Así comenzó una batalla sin precedentes sobre la visión de la fotografía.  Vice: Quiero hacerte unas preguntas sobre tus fotografías.
Nobuyoshi Araki: Mira, si quieres saber algo de mis fotos, lee un libro o algo. Ustedes los que entrevistan siempre acaban preguntado las mismas pendejadas una y otra vez. ¿Qué es lo que quieres saber exactamente? Ok, ¿por qué no me cuentas de la primera vez que tomaste una cámara?
No, no, no, ¿Sabes qué? ¡Olvídalo! Olvídate de todo esto. Me voy. ¿Por qué no te vas y ves algo de tele o algo? No me molestes. A la verga con todo esto. Deberías ver qué se siente. Es encabronadamente aburrido. Ni siquiera me preguntas sobre lo que estoy haciendo. No mames que me preguntas sobre la primera vez que tomé una foto o lo que sea. Es patético. Y no necesito que escribas eso en un artículo para que otro montón de gente ignorante que tampoco me conoce lo lea, ¿me entiendes? Me importa un pito. No me interesan el dinero ni la fama. Yo ya no busco eso.

Bueno, ¿entonces puedo preguntarte sobre todos los libros que has publicado?
Esa es una pregunta pendeja, mi hermano. ¿De cuál quieres hablar? Tengo cuatrocientos cincuenta libros, por el amor de Dios.  En Erotos, hiciste que flores ordinarias y grietas en el piso parecieran genitales masculinos y femeninos. ¿Por qué crees que tus fotos den siempre esa impresión erótica?
¿Esa impresión erótica? Porque yo las tomo. Eso es lo que son mis fotos. ¿Te preguntas por qué parecen eróticas? Son lo que son, ¿sabes? ¿Vas a seguir haciendo estas preguntas estúpidas para escribir tu articulito? Ay, ya, por favor. Seguro puedes hacerlo un poco mejor. Me han preguntado lo mismo un millón de veces.  Entonces, vamos a hablar de tu libro Kofuku shashin (Fotografías de la felicidad). Comparadas con tus fotos anteriores, estas parecen más fotografías del recuerdo de las que toman los padres a su familia. Me parece que cruzan una línea que era casi tabú en tus fotografías. ¿Qué hizo cambiar tu percepción tan drásticamente?
Así que lo notaste, ¿eh? No estás tan perdido después de todo (ríe). Quizá se debe a que en este momento creo que la felicidad es el mejor estado. Eso es todo. Más que tomar la foto de algo que parezca una foto profesional, quiero que mi trabajo se sienta íntimo, como la toma de alguien que forma parte del círculo del sujeto. Ahora que estoy viejo, puedo decir que la felicidad es verdaderamente el mejor estado. Qué cursi, ¿no? Cuando eres joven, quieres guardar distancia del sujeto y estar relajado respecto a todo, pero eventualmente llegas a mi mismo punto. También noté que tanto profesionales como amateurs han dejado de tomar este tipo de fotografías. Así que traté de hacer eso, ¿y adivina qué? Es mucho más difícil que tomar cosas como Erotos. Con Erotos, sólo tratas de ser lo más libidinoso que puedas, y funciona, pero con Kofuku shashin todo se trata de crear una relación con el sujeto. Simplemente, no es lo mismo. Cierto. Con este tipo de trabajo existe el peligro de que las imágenes puedan parecer retratos profesionales, y tú no querías eso.
Exacto. Todos piensan que “arte” es alejarse de lo que es familiar, de lo que es cercano a uno. Pero mi distancia es: “No hagas una obra de ‘arte’. No ‘hagas fotografía’”. Dicho esto, con Erotos el concepto inicial era crear un libro de foto en el que el público estuviera obligado a entender las imágenes sin ayuda de texto alguno. No estoy diciendo que haya estado mal o que haya sido un error. No se trata de que uno haya sido mejor que el otro. Es sólo en términos de en qué punto me encuentro ahora. La noción de Kofuku shashin me atrae más. Supongo que me he vuelto más sabio o algo (ríe). Aun así, no he renunciado a mi erotismo. Una vez que pierdes eso, pierdes la fuerza para vivir. De cualquier forma, cuando comparas los dos libros, es difícil pensar que se trata de la misma persona, ¿no? Hay como cinco Arakis dentro de mí. Kofuku shashin consiste básicamente en fotos instantáneas. ¿Pides permiso antes de tomarle fotos a las personas en la calle?
En el pasado, nadie me conocía, así que podía tomar en secreto fotos de cualquier persona. Ya no puedo hacer eso, porque ahora la gente me lo pide. Eso significa que tengo que comunicarme con ellos antes de tomar la foto. Al final, creo que es lo mejor para ambos lados porque nos enteramos de la existencia del otro. Los hago reír y olvidarse de los problemas mundanos, del pasado o lo que sea, y trato de crear nuestro tiempo juntos, y fotografío ese momento. Eso es mucho más profundo. Por supuesto, la relación espacial que creamos en ese momento es importante, pero el tiempo que pasamos juntos para mí es mucho más valioso y atractivo. Siendo un poco pedante, es como si retratara el “tiempo” más que el “espacio”. Esa es la diferencia de estas con respecto al resto de mis fotos. Y es ahí donde radica la felicidad, ¿sabes? En “el tiempo” que pasamos juntos.  Supongo que por eso la expresión de las personas luce tan distinta.
Claro, porque la “fotografía de la felicidad” que estoy tomando se trata de compartir tiempo y alegría en el momento. Queda todavía algo de autoconciencia en ellos, y es una razón más por la que pienso que capturar una sonrisa efímera es mucho mejor que tomar un retrato sofisticado.  Pero alguna vez dijiste que una cámara es un pene y que tu postura era la de liberar esa herramienta en tus sujetos. 
Claro. Pero ahora se ha vuelto una pepa, totalmente el opuesto. Ahora soy yo el que acepta y recibe, justo como una vagina.  Ya veo. Con tu proyecto Nihonjin no kao (Rostros de Japón) has estado viajando a varias prefecturas japonesas para fotografiar a los locales. Me enteré de que capturas la imagen de cualquiera que vea el anuncio y asista.
En realidad, eso no tiene nada de sorprendente, porque el mundo a nuestro alrededor es tan magnífico que no puedes evitar querer fotografiarlo todo. Existe el concepto “expresión artística”, pero creo que quienes verdaderamente se expresan son los sujetos, ¿sabes? No se trata del fotógrafo tratando de expresar cosas. No funciona así.

¿Así que tú dices que necesitas acoger a los sujetos? 
Sí, porque la gente que está frente a ti, los sujetos, es mucho más extraordinaria que tú. Todos tienen sus propios encantos. Pero es común que ellos mismos no los noten, así que tienes que descubrirlos y presentárselos, como: “¡Aquí está!”. Ellos irradian su aura, así que tu trabajo es hacerla salir aun más y devolvérselas en la foto. Así es como llego a mi trabajo.  Entonces, no quieres nada más tomar fotos de gente bonita.
No. Bajo ningún término discrimino a mis sujetos. Siempre tienes que recibirlos. Todos son maravillosos. Cada uno tiene su propia y única cosa superespecial. Generalmente, los fotógrafos tienen sus preferencias, y algunos prefieren fotografiar a determinada actriz o algo así, pero a mí no me gusta. Cualquier cosa o cualquier persona con la que he tenido el privilegio de encontrarme ha sido relevante. Algunos pueden parecer unos pendejos, pero tienes que aceptarlos y pensar que quizá estás teniendo una idea preconcebida de ellos y que quizá no son unos pendejos. De esa forma, tal vez puedas descubrir algo agradable de ellos. Ahora, es fácil decirlo, ¡pero tengo que admitir que sí hay mucha gente hija de puta allá afuera! (ríe).

Como mucho de tu trabajo, esta serie reitera tu particular interés en fotografiar Japón. ¿Por qué?
Tienes que fotografiar lo que está a tu alrededor, lo que te es familiar. Seguido me invitan a otros países, pero cuando llego siempre pienso: “Mierda, tengo que tomar más fotos de Japón”. Así que me enfoco en mi vecindario y en las cosas que rodean mi vida diaria, como mi novia. Quiero decir: somos japoneses. No tendríamos que decirnos conscientemente que fotografiemos Japón. Debería ser natural. Así que, en mi caso, pensé: “Okey, debería fotografiar a un montón de gente japonesa”, lo que me llevó a: “Bueno, ¿por qué no le tomo fotos al país entero?”, y eso eventualmente me llevó a la serie Nihonjin no kaoDebes de tener mucha energía para siquiera pensar en fotografiar todo Japón.
¡Ya sé! Digo, retrato entre quinientas y mil personas en cada prefectura. Hasta el momento, sólo he estado en seis, y no creo que me sea posible terminar el proyecto. ¡No puedo hacer esto para siempre! ¡Me voy a morir! No me quedan muchos años. Pero generalmente tengo una idea y la persigo aunque sea muy vaga. Una vez que empiezo a trabajar y a encontrar más y más rostros, aprendo algo nuevo de ellos todo el tiempo. Por ejemplo, mucha gente viene cuando solicito voluntarios y, obviamente, tiene muy distintas formas de vida entre sí. He tenido parejas mayores que me dicen: “Por favor, tómanos una foto porque hemos estado casados sesenta años y no tenemos una sola imagen de nuestra boda”. O: “Tenemos un nuevo nieto. Por favor, tómanos un retrato familiar”. En el pasado, mi postura era la de enfocarme en los sentimientos que emergen de la relación entre el objeto y yo, pero ahora cuando la gente viene conmigo o un matrimonio joven me dice: “Por favor, tómanos una foto”, me doy cuenta de que los sentimientos que tienen uno por el otro son mucho más fuertes que los que tengo yo. Pude darme cuenta de que obtengo mucho más si me concentro en la relación que guardan mis sujetos entre sí que en la que yo tengo con ellos. Fotografiar a toda esa gente me enseñó mucho sobre la esencia de los seres humanos. Kofuku shashin fue la culminación de esa revelación. No puedes hacer ese tipo de fotografía cuando eres joven: es muy vergonzoso. Pero, en realidad, es lo mejor que hay. Como cuando vas al parque en la temporada en la que los cerezos florecen y ves a un par de niños encima de su padre, echado en una manta, con la madre sentada al lado recatadamente. No puedes ganarle a eso, ¿sabes? No hay nada como eso. Supongo que estoy en un punto en el que tengo suficiente espacio en mi corazón para poder decir: “Guau, eso es increíble”. Escúchame: ¡hablo como si me fuera a morir o algo! Cagado. Así que… ¿qué te ha pasado últimamente? ¿Qué hay de nuevo? 
Para mí, todo el tiempo, es todo interesante. Algo que traigo en la cabeza es la exhibición que estoy haciendo en Berlín, llamada Kinbaku (Esclavitud), que consiste en ciento una fotos en blanco y negro. Hicimos una fiesta de apertura, y todos se volvieron locos. La gente del otro lado del mar es fascinante: hay demasiados locos. Incluso las entrevistas de la televisión son diferentes. Te dicen cosas como: “Traje una soga. Por favor, átame”, y hacen el resto de la entrevista atados. La cámara, grabando y todo. Hubo otro incidente —obviamente, no hablo el idioma, así que no entiendo exactamente qué está pasando — en el que una fan mía se quitó toda la ropa a la mitad del evento y empezó a sacudir sus caderas. Yo pensaba: “¿Qué pedo?”. Entonces, ella sacó un tampón de su entrepierna y caminó hacia mí meneando esa mierda sobre su cabeza.  Uf.
Estaba totalmente loca. ¡Fue increíble! (ríe). Así que, sí, esas cosas son interesantes, pequeños incidentes como ese. Tu representación de la esclavitud la hace ver distinta de la típica imagen que tenemos de ella.
Muchos me dicen eso, y cuando lo hacen les digo que libero sus almas atando sus cuerpos. Suena raro, ¿no? Hasta hace poco decía: “No ato sus almas, sino sus cuerpos”. Pero ahora lo digo diferente porque le pregunté a una chica qué pensaba, y me dijo que la idea de liberar el alma le gustaba más. Así que así se quedó. Trajiste Erotos contigo, ¿eh? Es increíble el solo hecho de que lo tengas. Cuando voy a otro país, muchas mujeres, críticas o investigadoras, me dicen: “Araki, de todos tus libros, creo que Erotos es el mejor”. Es lindo, ¿no? Para mis ojos, todas las flores son eróticas. Todas son Eros. Una vez que asumes que son órganos reproductores, todas te parecen pitos y vaginas. Este libro es un clásico. Siempre hago entre quinientas y mil copias de cualquier libro, pero, si es bueno, no hago más. Me gusta la idea de que sólo quinientas o mil personas lo tengan. En cualquier caso, es sorprendente que los libros que trajiste sean precisamente Erotos y Kofuku shashin. Tienes buen ojo.  Gracias. Entonces, quizá me puedas dar unos consejos de cómo tomar fotos radiantes de miles de mujeres.
¿Por qué? Deberías coger con ellas (ríe). En serio, eso ayuda. Como conectarte con ellas y tener contacto físico. La gente hoy en día rechaza el contacto. Todos tratan de guardar distancia. No se conectan con la ciudad, con las mujeres. No sienten con los ojos. En mi caso, cuando toco a una mujer, se me para inmediatamente, ¿sabes? Me imagino. Muchas gracias por la entrevista.
Deberías quedarte otro rato. Al principio quería irme porque me estabas preguntando babosadas, pero lo hiciste bien. Digo, trajiste Erotos y Kofuku shashin, por Dios. Tú ganaste. Mira, te invito a uno de mis lugares favoritos. ¡Vamos!