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Cultură

La mano de Dios

Fuimos al Latin American Poker Tour, en Panamá.

En septiembre me llegó una invitación para cubrir el Latin American Poker Tour (LAPT) de Panamá, y aunque no sé absolutamente nada de póker, fue imposible resistirme al llamado del clima tropical.

Después de un desastre en la planificación personal (marchas camino al aeropuerto, vuelos perdidos y mucha confusión), llegué a Panamá. La primera persona que conocí fue Frank. Nativo de Chicago, vivió en Las Vegas durante tres años, donde se dedicó por completo a jugar en casinos y torneos locales, y que después del "viernes negro del póker" en 2011, se mudó a Costa Rica para poder seguir jugando en línea. El llamado "viernes negro" sucedió en abril de 2011, cuando el gobierno americano prohibió el juego y las apuestas online en ese país porque sospechaba que las compañías implicadas en este negocio hacían fraudes bancarios y lavaban dinero. Desde entonces los grandes jugadores profesionales de póker en línea de Estados Unidos se reubicaron en países como Canadá, México y Costa Rica para no tener que cambiar de profesión.

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Frank me explicó las bases y reglas del LAPT,  y me contó que el juego del torneo es Texas Hold’em. Él clasificó al torneo sin invertir demasiado dinero, sólo jugando algunas manos en línea. Aclaró que su objetivo era ganar todo, llevarse el premio mayor, y por eso no tomaría alcohol mientras estuviera vivo en el torneo, se iría a dormir temprano y se alimentaría como un deportista olímpico. La concentración era su prioridad aunque admitió que la suerte también es importante.

El torneo fue en un hotel y casino muy grande en centro de la Ciudad de Panamá. El lugar estaba lleno de jugadores de todas partes del continente, todos muy clavados en su onda. Nerds del póker que presumen sus audífonos y lentes gigantes para que sus oponentes no lean sus expresiones y no sepan qué cartas tienen. Muchos de ellos sólo habían jugado en línea y esta era la primera vez que se enfrentarían cara a cara con otros jugadores.

El lobby y el casino del hotel estaban también llenos de prostitutas, en su mayoría inmigrantes colombianas, con minifaldas muy cortas y tacones muy altos. Tetas desbordándose de sus vestidos. Caras muy maquilladas, sonrientes, simpáticas, amables y cariñosas. Muy accesibles. Por $200 dólares ofrecían una hora de sexo sin límites en tu habitación. No había nada que no pudieras hacer o droga que no te pudieran conseguir. Aunque un par de ellas dijeron que extrañaban a sus novios en Colombia, esos días eran para los jugadores de póker y sus dólares.

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El evento principal del torneo empezó en la sala de convenciones del hotel, con 388 participantes apostando y blofeando para ganar un premio de $171 mil dólares. Muchos con lentes y audífonos. Todos inspirados por la historia de Chris Moneymaker, un contador que en 2003, sin saber mucho de póker y con sólo haber invertido $40 dólares en el juego, se tituló como campeón del WSOP (World Series Of Poker) embolsándose 2.5 millones de dólares. Es muy impresionante cómo todos los jugadores conocen esta historia y se refieren a ella con mucha familiaridad.

Todo progresó muy rápido. Para el segundo día de competencia, más de 270 jugadores habían sido eliminados y se habían pasado a eventos paralelos al torneo como el High Roller, una competencia para apostadores de corazón frío dispuestos a jugarse grandes cantidades de dinero en cada mano. El premio para el ganador de esta modalidad era de 90 mil dólares.

En el segundo día también empezó La Copa América, un sub torneo por países en el que México compitió contra Venezuela, Chile, Perú, Colombia y Brásil por una bolsa de cien mil dólares a repartir entre los cinco miembros del equipo ganador.

Cuando volví a hablar con Frank, ya había sido eliminado de la competencia principal y estaba sentado en la mesa de High Rollers, buscando otro camino para ganar. Ya se le veía más relajado y, además del juego, hablaba de las chicas latinas que pululaban por el hotel.

Para el tercer día del torneo sólo quedaban 23 jugadores. Leo Fernández, un argentino de 39 años, profesional del equipo de Pokestars.net, estaba en primer lugar de la tabla de posiciones y no paraba de sonreírle a las cámaras. Ya empezaba a saborear los 170 mil dólares del premio, pero para ganar tuvo que jugar cabeza a cabeza por cinco horas contra Patrick Mahoney, un estadunidense instalado en Los Cabos desde 2011. Fue un final de fotografía, Leo tenía la mano ganadora y los argentinos que lo apoyaban explotaron de emoción cuando la mostró. Saltaron, lo abrazaron y cantaron. Como si fuera Maradona.

Este fin de semana se juega en Lima, Perú, el último LAPT del año. Síguelo aquí o éntrale a jugar póker online acá

Sigue a Saúl en Twitter: @SaulT47