“Estoy escondido porque me quieren cortar la cabeza”, me explicó resignado Erre zeta. Lo conocí en un centro de rehabilitación contra las drogas. Se encuentra internado atendiendo su adicción a la cocaína y metanfetamina, aunque el motivo subyacente es evadir la furia de sus ex patrones, a quienes no les pudo pagar medio kilo de cocaína que le dieron para vender.El ingreso a un centro de rehabilitación tiene dos caminos. Uno, por petición: la familia pide ayuda a los “Cazafantasmas”, grupo de internos que ya cumplió con su proceso de desintoxicación y que tiene como tarea acudir al domicilio de la persona que se muestra renuente a ser internada. Para identificarse con la policía y realizar el traslado sin ser confundidos con secuestradores, conducen una camioneta panel color blanco, de ahí el apodo. El segundo camino es por ingreso voluntario, un camino que sigue quien no tiene dinero, ya que esta forma no tiene costo. Esta modalidad es también utilizada por quienes se ocultan de la policía o de sus enemigos, ya que, aunque los centros dan a la policía una padrón mensual de internos, esto es infructuoso, consecuencia de que los ingresos voluntarios, como en el caso de Erre zeta, permiten dar un nombre falso.
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Cuando conocí su caso le pedí que me contara cómo adquirió una deuda de medio kilo de cocaína y aceptó. Para llegar a eso primero me compartió su prontuario delictivo forjado a lo largo de 23 años, el cual incluye: venta de drogas, cobro de piso, elaboración de drogas sintéticas, secuestro, asalto a mano armada y robo.Tuve una infancia común, hasta que dejé la preparatoria para andar con personas más grandes que tenían un sistema de hacer dinero. Inicié con ellos encargándome de sus fiestas y reuniones. Mi trabajo era que no se acabara la loquera (drogas), que las putas estuvieran contentas y ebrias, y que no se terminara el alcohol. A los 17 años me fui a Tijuana y comencé a vender coca. Siempre traía unos cinco mil pesos de ganancia y sentía que lo tenía todo. Dos años después dejé la venta de droga y me le pegué a una persona que trabajaba para un pesado (narcotraficante). Nuestra chamba era cobrar piso (extorsionar a propietarios de negocios) a los locales, entre mil y dos mil dólares al mes.La primera vez que cobré piso fue en unos billares. Nos presentamos con el dueño y le dijimos: “Venimos a platicarte cómo está el pedo: esta calle es de nuestro jefe, de hoy en adelante habrá venta de droga aquí en tu negocio, prostitución y pollos (indocumentados) que van al otro lado (Estados Unidos). Te vas a ganar un buen billete pero nos vas a dar 1500 dólares al mes”. Esa persona no aceptó y la semana siguiente mi amigo me dijo: “Vente, vamos a jugar billar”. Y sí fuimos, pero no a jugar, sino a prenderle fuego al negocio.
Erre zeta
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La persona a la que se le cobra piso no puede decidir, es a fuerza. Si después de incendiarle el local vuelve a abrirlo y sigue sin querer pagar, te metes con su familia. Le dices: “Mira estas fotos que tengo, aquí está tu hija saliendo de la escuela, aquí tu esposa en el súper”. Algunos deciden no pagar y se van de la ciudad.En alguna ocasión me ordenaron ir a una casa a sacar a la familia a la calle: “Esta casa ahora es mía, no quisieron pagar piso por su negocio, ahora sálganse y no vuelvan”. ¿Qué hace la pobre familia si la autoridad está metida en el negocio? Siempre hay un infiltrado en las corporaciones que nos mantiene al tanto de las denuncias, un comandante o un capitán. A los policías que no se alinean se les advierte: “Si te vas a poner rejego, nomás recuerda que cuando sales de la comandancia y te quitas el uniforme eres un civil cualquiera, tú decides”.Después del cobro de piso le entré a unos secuestros. No es lo mío pero participé haciéndola de visor, quien es el encargado de vigilar a la familia y reportar todos sus movimientos, rutas y horarios. También la hice de cuidador, pero no me gusta porque los secuestrados son muy enfadosos. Estás con ellos las 24 horas del días, los siete días de la semana y te están chingando: “Quiero ir al baño”, “tengo sed”, “¿qué me darás de comer?”Una vez me tocó cobrar el rescate de un secuestro. Citamos a la persona en un bulevar, luego le pedimos que bajara del auto y cruzara al otro lado caminando y comenzara a trotar durante un rato. Cuando el motociclista que lo seguía a distancia miró que no había nadie sospechoso, le quitó el dinero y se fue rápido a entregármelo a un estacionamiento donde yo lo estaba esperando para llevárselo a mi jefe. Después de 24 horas soltamos al secuestrado en un centro comercial.
Secuestro
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Venta de droga
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