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Identidad

El Estado Islámico encuentra reclutas en jóvenes suecos enojados

Al menos 130 suecos "inspirados por Al Qaeda" han viajado a Siria e Irak para pelear al lado de los grupos extremistas, incluyendo el Estado Islámico.

Ahmed* me espera en un estacionamiento en el extremo norte de Gotemburgo, Suecia. Es una triste mañana de noviembre en su pueblo natal y está parado en un pedazo de pasto dentro de una extensión de concreto mojado y cielo gris. Él es agradable, un joven tímido pero amigable de 25 años, quien me saluda con una vigorosa sacudida de mano y se expresa clara y cortésmente en inglés.

Él también es miembro del Estado Islámico, el grupo extremista sunita que lucha contra la coalición de más de sesenta países orquestada por Estados Unidos. Tomamos café hirviendo y donas de chocolate en una cafetería cercana y él me explica por qué se unió al movimiento.

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El Estado Islámico controla gran parte de Siria e Irak en un autodenominado califato, en donde los militares imponen una interpretación fanática de la ley islámica y en donde se han cometido atrocidades dadas a conocer públicamente.

Ahmed sí parece un soldado proveniente de las líneas de ataque, sólo que con una enorme barba (sin bigote), una gorra de camuflaje y un short, así como con una delgada chamarra para combatir el inminente invierno. No obstante, su vello facial está bien recortado, tiene una sonrisa amistosa y mantiene un cigarro escandinavo entre los labios mientras habla.

Él está de vuelta en Suecia tras haber peleado año y medio en Siria. A pesar de las comodidades que le rodean, él ansía volver y buscar la muerte en una lucha violenta armada contra de quienes considera enemigos de su religión.

"Ser mártir es lo mejor que se puede ser dentro del Islam. Es un honor", dice calmadamente y añade que, habiendo nacido en una familia estrictamente religiosa proveniente de Oriente Medio, es algo a lo que debía aspirar. "Siempre pensaba en la Yihad [guerra santa musulmana]. No sabía que había musulmanes que no querían eso".

Líderes musulmanes en todo el mundo condenan al Estado Islámico y sus violentos excesos, pero la interpretación del Islam de Ahmed es todo menos pacífica. Por el contrario, él sostiene que todos los creyentes deberían llevar a cabo la Yihad para que llegue el final profesado en la escatología islámica. "Ahora, mi mayor intención es satisfacer a Alá", declara. "Su palabra es la más alta y la de los kuffar [infieles] es la más baja".

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Al principio él planeaba unirse a un grupo armado en las tierras de sus padres, pero luego decidió que la lealtad a su nación estaba en conflicto con su lealtad a la religión. Cuando empezó a ver imágenes de la guerra en Siria viajó hasta allá para entrar en la batalla.

Muchos de sus compatriotas hicieron el mismo viaje. Fredrik Milder, jefe de prensa del Servicio de Seguridad sueco, me dijo que es sabido que al menos 130 "individuos inspirados por Al Qaeda" han viajado a Siria e Irak para pelear al lado de los grupos extremistas, incluyendo el Estado Islámico. Esta información sin confirmar estima que el número verdadero está entre 250 y trescientos. Se cree que unos veinte murieron y que otros cuarenta regresaron a Suecia, añadió Milder.

El ejército del Estado Islámico sirio está conformado mayoritariamente por extranjeros y lucha regularmente contra brigadas rebeldes locales y se enfrenta con tropas gubernamentales, incluyendo el Ejército Libre de Siria (ELS). Los reclutas extranjeros del grupo han participado con entusiasmo en algunas de las peores atrocidades, muchas de las cuales —crucifixiones, lapidaciones, ejecuciones en masa— se han documentado en horribles videos propagandísticos. Un militante con acento inglés ha jugado un rol importante en estos videos al mostrar decapitaciones de periodistas y trabajadores humanitarios.

Ahmed describe el territorio controlado por el Estado Islámico como un paraíso en donde uno puede practicar el Islam fácilmente. "Todos saben que hay bombas que pueden caer del cielo, pero la gente es feliz", dice, alegando que el grupo está ayudando a liberar a los musulmanes del régimen del presidente sirio Bashar al Assad e incluso del ELS, apoyado por Occidente, el cual es responsable, según él, de crímenes de guerra.

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De igual forma niega que algunas de las peores atrocidades de esta guerra hayan sido cometidas por el Estado Islámico y dice que los medios presentan al grupo de forma errónea. "A ustedes [los periodistas] les encanta hacernos ver como que estamos locos, que matamos a gente inocente y violamos. Nosotros no dejamos nuestro mundo para violar mujeres y asesinar". Él admite, sin embargo, que el Estado Islámico ha ejecutado a quienes han violado su estricto código moral.

Para él, los asesinatos brutales de rehenes registrados en video son un arma necesaria en contra de Estados Unidos y sus aliados, ya que éstos lanzan ataques aéreos a la organización extremista. "Es algo bueno. Ellos [el Estado Islámico] están haciendo lo mismo que Estados Unidos y Gran Bretaña hacen. [Los rehenes] no fueron asesinados por ser periodistas, fueron asesinados porque son kuffar y porque queremos que EU pare [de bombardearnos]. EU mata a civiles, no sólo a muyahidines [mártires]… Cuando alguien mata a un estadunidense, el mundo se vuelve loco, pero nosotros [los musulmanes] no importamos".

A pesar de que él afirma que viaja a Siria para ayudar a su gente, también admite que muchos no quieren vivir en el Estado Islámico. "Ellos nos dicen a la cara: "Váyanse, sólo nos traen problemas". Pero los sirios, según él, no tienen derecho a las tierras que el Estado Islámico ve como parte del califato. "A la mayoría de los sirios no les caemos bien; a nadie le caemos bien. Pero éste no es su país, es del Islam y ellos no tienen derecho sobre él".

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Ahmed encaja de muchas maneras en el perfil estándar de un sueco que se une al Estado Islámico o a un grupo con ideologías similares. De acuerdo con el Servicio de Seguridad sueco, la mayoría de los reclutas son hombres de entre 18 y treinta años de Malmö, Gotemburgo o Estocolmo. Un número desproporcionadamente grande viene particularmente de Gotemburgo.

El periodista sueco Per Gudmundson, quien ha escrito bastante acerca del extremismo islámico, condujo un estudio en 2013 de 18 ciudadanos suecos que peleaban en grupos yihadistas en Siria. Él me dijo que todos eran inmigrantes de primera o segunda generación de países como Irak, Marruecos, Líbano, Jordania y Filipinas. No obstante, la mitad de ellos venían de dos suburbios de Gotemburgo.

Ulf Boström, un oficial de policía de 37 años que pasó la década pasada siendo miembro de la Unidad de Integración de la Ciudad (un equipo de tres personas que trabaja con varios grupos religiosos para minimizar el radicalismo y los conflictos), describe al área como el "epicentro"sueco de la ideología extremista.

Las causas son, en parte, sociales, dice. Más del veinte por ciento de los 540 mil residentes de Gotemburgo son inmigrantes. Pero el ochenta por ciento de ellos vive en los vecindarios nororientales de Backa y Biskopsgården, segregados del resto de la ciudad e inmersos en el desempleo, con un bajo desempeño académico y altos niveles de criminalidad. "Nosotros [las autoridades suecas] de alguna manera hemos ayudado a la creación de este problema con nuestras políticas de integración, ya que no sabíamos cómo llevarlas a cabo propiamente", admite Boström. "Ahora la tierra aquí sólo cultiva miedo".

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La percepción de Boström es similar a la de Gudmundson, cuyos sujetos de estudio cursaron al menos la mitad de su vida escolar en mezquitas, venían de familias de bajos recursos, tenían pocos ingresos y a veces tenían antecedentes penales. Boström dice que muchos suecos que han peleado en Siria sienten que no tienen futuro en su país natal. Él dice que un recluta típico es un joven desenfrenado que ha sido víctima de abusos y burlas por parte de sus compañeros, que ha intentado participar en actividades criminales y ha fallado, o que ha estado involucrado en abuso de drogas; hay quienes son bastante conscientes de que no reciben la aprobación de su familia y que, como resultado, se sienten aislados.

Esto convierte a muchos hombres en blanco fácil para los extremistas que buscan radicalizar a los reclutas. "Cuando estás en el fondo y alguien te abre los brazos y te habla con respeto, te ofrece comida o algo de dinero y te habla de religión en la mejor de las maneras, puede que veas a esta persona como la única puerta hacia el futuro", dice Boström.

Un pequeño contingente de los que se unen a los grupos militares extremistas ha recibido una mejor educación, según Mohammad Falzhashemi, un profesor de teología islámica y filosofía en la Universidad Uppsala, de Suecia. En lugar de la tan ansiada aceptación, los reclutadores frecuentemente los seducen con teorías religiosas que parecen legitimar las acciones del Estado Islámico, dijo.

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Según Boström, la red de reclutadores en Gotemburgo lleva bastante tiempo activa dentro de las mezquitas con y sin el conocimiento del imán (guía religioso), así como en otros lugares de adoración más pequeños dentro de sótanos y cocheras. El contacto inicial se hace en internet.

Ahmed negó que alguien de fuera lo hubiera radicalizado y dijo que había sido su propia decisión. Contrario a quienes vienen de situaciones más modestas, él dijo haberles contado a sus padres antes de irse a Siria. Ellos apoyaron su decisión e incluso le pidieron que se llevara a un familiar consigo, quien murió en batalla a principios de 2014. Sin embargo, Ahmed no se arrepiente de haberlo llevado y me dijo que está feliz de que un familiar suyo se haya convertido en mártir.

Muchos de los socios de Ahmed tienen perfiles menos radicales. Algunos de sus amigos que también se unieron al Estado Islámico lo hicieron en secreto, pues sabían que sus familias intentarían evitar que lo hicieran. "Si hiciéramos todo lo que dicen nuestros padres, ¡nadie lucharía por la Yihad!", dijo riéndose.

En Suecia Ahmed no está en guerra. Está estancado. La primera vez que fue a Siria entró ilegalmente por la endeble frontera de Turquía e intentó tomar la misma ruta después de haber estado unos meses en Suecia en 2014. Esta vez, sin embargo, la policía fronteriza turca lo atrapó, lo deportó y le prohibió volver. Ahora está desesperado por volver tanto para pelear como para ver a su esposa siria y a su hija recién nacida, a quien aún no conoce.

En una serie de textos enviados mediante una aplicación de mensajería móvil, pidió ayuda para ir a Siria, inseguro de cómo hacer el viaje por sí mismo, ya que es incapaz de ir con comandantes del Estado Islámico que podrían pasarlo de contrabando usando rutas establecidas. "Ellos no tienen tiempo para ayudarme; tienen mucho que hacer… O tal vez sí tienen el tiempo, pero no sé a quién pedírselo", escribió. Añadió que otros guerreros suecos o británicos tampoco sabían a quién decirle ayuda.

Hombres como Ahmed, contra quienes no hay pruebas de que hayan cometido un crimen pero de quienes se sospecha por haberse unido a grupos yihadistas, son un asunto delicado para las autoridades. De acuerdo con Milder, el Servicio de Seguridad enfoca sus esfuerzos en estos hombres y los interroga cuando regresan a Suecia para juntar información acerca de si están planeando ataques en su tierra o si están "apoyando al terrorismo activamente" de alguna forma.

Ahmed dice que fue interrogado por las autoridades cuando volvió y explica que su principal miedo era que él planeara realizar un ataque en Suecia. Él me dice que aún se encuentra bajo vigilancia constante. "Me espían todo el tiempo, me siguen", dice, y añade que cualquiera que lo vigile debe aburrirse bastante, ya que él pasa la mayoría del tiempo en casa.

No obstante, él insiste en que nunca atacaría su país natal, pues éste ha sido bastante bueno con él. "Me gusta Suecia. Estar en Gotemburgo es como estar en casa", dice. Sin embargo, él advierte que otros podrían sentir algo diferente. "Yo creo que Seguridad debería dejar a aquellos que quieren ir a Siria que lo hagan. Aquellos que no puedan ir podrían atacar aquí en lugar de allá".