El comienzo del fin de los barrios populares en Chapinero Alto

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El comienzo del fin de los barrios populares en Chapinero Alto

En cuestión de meses el barrio Los Olivos será un complejo de interés social. Frente a lo que ya parece ser su inminente desaparición, decidimos recorrer sus calles y conocer a su gente.

Según como describen el barrio Los Olivos quienes han nacido y crecido en él, cuesta imaginarse cómo era aquel sitio cuando llegaron aquí las primeras familias que lo poblaron. "Esto era una sola finca, hasta allá iba, mijo", me dijo Pilar Becerra mientras señalaba con su dedo en dirección a los cerros orientales. "¡Ahora es sólo esto!", concluyó con algo de resignación esta mujer que ha vivido sus 48 años en este barrio de Chapinero ubicado entre la calle 62 con carrera 1b y la Avenida Circunvalar.

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Los Olivos está poblado por gente humilde, entre sus calles estrechas se extienden redes de cables de energía y sus empinadas escaleras que conectan callejones sin salida le dan ese aire laberíntico que tienen los barrios populares. Desde las ventanas de sus casas de ladrillo pueden verse tres altas torres que le hacen sombra al barrio a determinadas horas del día.

Son ya cuatro generaciones las que han crecido en Los Olivos; sin embargo, el barrio solo apareció ante los ojos de la mayoría de los bogotanos a mediados de los ochenta, cuando se construyó la avenida circunvalar.

Pasaron más de 20 años antes de que los constructores pusieran sus ojos en Los Olivos, que por su ubicación privilegiada al pie de los cerros y cercana al centro financiero, se ha convertido en uno de los terrenos más codiciados de la capital. En 2006, Edmundo Castro y la Fiduciaria Davivienda se acercaron a los residentes del barrio para comprar sus predios y edificar allí un ambicioso proyecto de dos torres de más de 30 pisos de altura. "Quienes vendieron a los constructores privados, recibieron buena plata y les fue bien", manifiesta Myriam Páez, una líder comunitaria quien ha estado respaldando a varios vecinos a la hora de negociar sus casas. Y tiene razón: quienes negociaron con Castro hace ya casi diez años recibieron en promedio tres millones de pesos por cada metro cuadrado de sus casas. Muchos de ellos compraron con ese dinero casas en el barrio Minuto de Dios, que si bien no cuenta con una vista privilegiada de la ciudad, tiene mejor acceso a transporte y a los servicios públicos.

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Texto por Sebastián Serrano

Sierras del Este, el proyecto de vivienda de Castro y la fiduciaria, fue un éxito. Juntos, empezaron a comprar otra tanda de predios. Sin embargo, tal vez por nostalgia de abandonar el barrio en el que crecieron ellos, sus padres y sus abuelos o quizá por la ambición de obtener un valor más alto del que habían recibido sus vecinos un par de años atrás, un grupo de propietarios se paró en la raya, y se negó a vender sus predios.

Empezó entonces una negociación mucho más amarga que la del año 2006. Las tensiones entre constructores y residentes llegaron al punto en que un grupo de vecinos de Los Olivos se acercó al Distrito para denunciar supuestas amenazas por parte de los constructores empeñados en comprar el barrio.

Los vecinos difícilmente podían saber en ese momento que acababan de pegarse un tiro en el pie.

A finales de 2014 el Distrito, con motivo de la rehabilitación del centro ampliado de Bogotá, y a través de su constructora, Metrovivienda, expropió 18 de los 42 predios que la Fiduciaria Davivienda había adquirido en Los Olivos. En ese momento los vecinos del barrio se dieron cuenta de lo que se venía: "Si expropian a un elefante como es Davivienda, ¿cómo no nos van a expropiar a nosotros que no somos nadie?", me dijo Miriam Páez el día que estuve tomando fotos en su barrio.

Amparados bajo una figura llamada derecho de preferencia, la cual implica que cuando el propietario de un predio haya tomado la decisión de venderlo debe ofrecerlo en primera instancia y por una sola vez a Metrovivienda, la constructora del Distrito está comprando los predios de Los Olivos para construir un proyecto de vivienda de interés prioritario.

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El Distrito tiene, en teoría, buena intenciones. Busca generar más viviendas para desplazados destechados en Bogotá, en momentos en que en la ciudad se acabó el suelo para construir este tipo de proyectos sociales.

Sin embargo, los habitantes de Los Olivos están emputados. ¿La razón? Porque en lugar de los 3 millones que en su momento ofrecían Edmundo Castro y Davivienda por cada metro cuadrado, ahora Metrovivienda pagará cuatrocientos mil pesos por este.

Muchos de los vecinos no quieren ni recibir a los funcionarios. "Por aquí que ni vengan, que les echo agua", exclamaba una mujer el día que vinieron a visitarla los hombres de chaqueta amarilla de Metrovivienda.

Hoy en día, el barrio Los Olivos es pura bipolaridad arquitectónica: a metros de las casas que construyeron hace casi un siglo los primeros residentes, se levantan las Sierras del Este, las enormes torres con piscina y cancha de tenis, que parecen recordarle todos los días a los habitantes del barrio de la riqueza de la que se perdieron por no haberle vendido sus lotes a los desarrolladores privados.

¡Qué paradoja! Aunque el Distrito les ofrece a ellos un apartamento de 50 metros en el proyecto de vivienda social, ellos preferirían ver en estos lotes viviendas lujosas donde el metro cuadrado vale alrededor de seis millones de pesos.

Así el panorama, los vecinos del barrio Los Olivos están a la espera de una pronta solución por parte de Metrovivienda. En especial, buscan que el Distrito les explique cómo se van a acomodar las dos o tres familias que viven en cada casa del barrio, en un apartamento del tamaño de un piscina pequeña.

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Frente a lo que ya parece ser su inminente desaparición, decidimos recorrer sus calles y conocer a estas familias, para dejar constancia de los últimos barrios populares que tuvo Chapinero.

La idea de Metrovivienda es llevar a cabo un proyecto de vivienda de interés social y prioritario.

Los vecinos han visto cómo el barrio se ha ido acabando a medida que los años pasan. Ahora quedan tan sólo algunas casas en pie.

“Nosotros queremos libertad para vender. Metrovivienda no nos regala nada. Nos quitan los terrenos, por la miseria que ellos nos quieren pagar”, Pilar Becerra.

Doña Marlén Ramírez de Sánchez ha vivido 73 años en el barrio. Su casa se ha visto gravemente afectada por las construcciones aledañas a su predio sin que haya existido reparación alguna.

Las ventanas de Doña Marlén muestran el cemento que cae de la construcción junto a su casa.

Quienes viven en Los Olivos hablan de un desplazamiento forzado con tintes de interés social.

Las urbanizaciones de estrato seis empiezan a ser parte de las vistas de Los Olivos.

Muchas familias se ven obligadas a alquilar dormitorios de sus casas para poder subsistir.

La mayoría de los vecinos ha construido sus casas con el esfuerzo del trabajo de toda su vida.

Pilar Becerra, de 48 años, nació y creció en el barrio. Vive con sus dos hijos en una casa. Sus padres nacieron y murieron en el barrio.

Doña Blanca Rodríguez lleva viviendo en el barrio más de 83 años. "Aquí tuvimos la mejor niñez, esto era sólo monte. Lástima que ahora es tan peligroso".

Ana Dolores Rodríguez, 60 años, trabaja vendiendo dulces en Chapinero. En su casa de tres metros de ancho, vive ella con sus hijos y nietos.

María Jiménez Chaparro es pensionada, vive con una hija, y toda su vida ha habitado en el barrio.

Maribel Durani y Andrés Durani viven con cinco familias más en una casa.

Pilar Becerra: "Por aquí no queremos ver a Metrovivienda".

La economía informal es parte del barrio. Un vecino vende verduras en su carro.

Muchos de los vecinos se quejan de los escombros que caen sobre sus casas.

Los Olivos empieza a desaparecer tras los ladrillos de estrato seis.

Don Antonio Pérez Molina y su esposa Gregoria llevan 30 años en el barrio. Vendieron tres fincas en Tolima para comprar la casa en la que actualmente viven.

El barrio visto desde la circunvalar.

Una mujer camina por uno de los muchos callejones del barrio.

Doña Adela Cubilla vive con tres familias más en una casa.

Miguel Medina descansa en su habitación, mientras su hijo juega en la consola.

Muchos de las personas que habitan el barrio son personas mayores, niños y niñas.

Mientras se resuelve el problema entre el Distrito y los constructores privados, la gente de Los Olivos sigue viviendo con normalidad.

Byron Parra vive con su madre, tres hermanas y su hermano mayor. Además vive con sus sobrinos.

Natalí Yohana Silva ha vivido 27 años en el barrio. Su hijo y su esposo viven junto a la familia de su hermana y sus padres.

Metrovivienda ya puso su bandera en los predios que expropió a la Fiduciaria Davivienda.