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Es hora de que Hillary Clinton acepte lo aburrida que es

Ella, en el fondo, es Lisa Simpson. Uno probablemente no pondría a Lisa en una camiseta, pero seguramente sí la pondría en la Casa Blanca antes de elegir a Bart.

Unos millennials felices en la Convención Nacional Demócrata. Foto por Nicholas Hunt/Getty Images para Glamour

Este artículo apareció originalmente en VICE US

Los jóvenes deberían amar a Hillary Clinton. De verdad. Hace unos meses, la encuesta USA Today/Rock the Vote encontró que los menores de 35 años quieren que Estados Unidos haga la transición a energía limpia. Clinton también quiere eso. En esa misma encuesta, 82% de los millennials dijo que quería verificación de antecedentes criminales para toda la venta de armas. Clinton también quiere más verificaciones. La candidata ha prometido darles a miles de personas educación universitaria sin deudas estudiantiles y permitir que aquellos que las tengan puedan refinanciarlas. ¿No es suficiente? Salió en Broad City. ¿Qué más podemos pedir?

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La respuesta de los millennials es "algo más". Aunque se está ganando los votos de la juventud —según la última encuesta de Reuters 41% de los votantes de menos de 30 años la apoya, mientras que sólo el 23% apoya a Trump—, sus números son muy bajos en comparación a los de Barack Obama, quien aseguró más del 60% de los votantes de menos de 30 en 2008. Y el problema no es su oponente: Trump es odiado por los jóvenes de todo el espectro político. Al parecer simplemente no están listos para Hillary. Hay una parte significativa que votará por Gary Johnson, del partido libertario, y Jill Stein, del partido verde.

Por eso Clinton debería seguir el consejo de todas las revistas adolescentes: ser ella misma. Es decir, mantener la parte política pero dejar de lado los intentos de ser cool. Ella en realidad es aburrida, ñoña, diligente y un poco sosa. Debería aceptarlo y asumirlo.

Esto puede parecer contradictorio, pero Clinton ha intentado ser cool por muchos meses y la mayoría de veces no le ha funcionado. Su reciente entrevista en Between Two Ferns fue rígida e incómoda, sobre todo cuando la comparamos a la entrevista de Zach Galifianakis con Obama, quien claramente disfruta la comedia. (Clinton apenas la soporta). El capítulo de Broad City fue un poco más divertido, pero en buena medida porque hizo referencia al pegging.

Más que ser elogiados, a los millennials les encanta la autenticidad. Lo "auténtico" hoy en día puede ser algo construido y filtrado, sí, pero aún una versión curada de estos individuos proyecta algunos aspectos realmente genuinos.

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Debería dejar de llamar la atención de los jóvenes intentando ser cool y dedicarse a ser exactamente quien es: una mujer de mediana edad que no está a la moda pero que probablemente es más inteligente que tú y definitivamente, que Trump.

Esto es lo que puede hacer Hillary Clinton. Ha estado en el ojo público por tanto tiempo, y se ha transformado tantas veces para satisfacer las cambiantes expectativas de la mujer en la política, que puede que ni siquiera ella sepa quién es realmente. No importa. Hay una constante sobre la cual se puede recalcar: es una nerda. Debería dejar de llamar la atención de los jóvenes intentando ser cooly, en vez de eso, dedicarse a ser exactamente quien es: una mujer de mediana edad que no está a la moda pero que probablemente es más inteligente que tú y definitivamente, que su oponente. Ella pensará con detenimiento cada decisión, se asegurará de que sus soluciones sean posibles en vez de ser simplemente emocionantes y se meterá de lleno para que las cosas pasen. Ella, en el fondo, es Lisa Simpson. Uno probablemente no pondría a Lisa en una camiseta, pero seguramente sí la pondría en la Casa Blanca antes de elegir a Bart.

Hillary correría el riesgo de interpretar a otro estereotipo de la cultura pop: la ambiciosa, implacable sabelotodo que se sienta en primera fila en clase y levanta la mano con demasiada frecuencia. Excepto que este ya no es el mundo en el que Clinton creció, en el que las mujeres con educación superior se enfrentaban a un tratamiento desigual, a la burla de sus colegas masculinos e incluso a prospectos de matrimonio forzados. Todavía hay un camino por labrar para las chicas listas, pero están en su mejor momento: las mujeres superan en número a los hombres en las universidades, sacan mejores notas en el bachillerato y aquellas con educación superior tienen más posibilidades de casarse que las que no tienen un diploma. Los jóvenes están acostumbrados a ver chicas listas y a que las mujeres dominen el salón de clases, y eso no hace que les agraden menos. La inteligencia, así como la ñoñez absoluta, son un inconveniente mucho menos grave de lo que solía ser.

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Mientras que los demócratas han estado huyendo por décadas del estereotipo del cerebrito, el anti intelectualismo del partido republicano, curiosamente, les ha dado un impulso en las campañas. La derecha estadounidense ha convencido a gran parte del país de que alguien que genere la confianza como para querer tomarse una cerveza es tan importante como alguien capaz de tomar desiciones complejas y racionales; que ser 'frentero' y no hacerle venias a lo políticamente correcto es tan deseable como tener un plan real para manejar un país. Esta es una posición fundamentalmente estúpida y Clinton debería decirlo. El presidente no tiene que ser cool. Estaríamos mucho mejor si nuestro líder se preocupa por las minucias de la política y el trabajo detallado que implica ser un político, y no por el espectáculo público de la elección. Esa es Clinton: mala para la campaña pero buena para mantener el puesto.

Clinton no es una candidata tan emocionante como Trump. Tampoco es tan pura como los candidatos de otros partidos que están en campaña no para ganar, sino para probar un punto ideológico. Pero ningún otro candidato tiene su intelecto o su dedicación para hacer todas las cosas aburridas del gobierno. Puede que no sea la estrategia de campaña más sensacional pero, para convencer a los votantes jóvenes, podría ser la que le de la victoria. Clinton debería aprender de la estrategia frentera de Trump y decir las cosas como son: cuando hablamos de una persona que está a cargo de códigos nucleares, un sabelotodo es 1.000 veces mejor a un completo ignorante.

Jill Filipovic es periodista y ahora del libro The H-Spot: The Feminist Pursuit of Happiness.