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Música

Echando fiesta en el único festival completamente sobrio de Canada

La única droga en el festival anual de Leipzig es la música, hermano.

Todas las fotos courtesía de Stephen Simons

Estar sobrio puede considerarse algo contracultural en la mayoría de los festivales musicales, en los que las drogas y el alcohol normalmente son catalizadores de la experiencia en general. Pero en la Municipalidad Rural de Reford, en Saskatchewan, es la norma. El Leipzig Annual Musical Festival se anuncia a sí mismo como un evento libre de alcohol y drogas, confiando en que los asistentes obtengan su dosis puramente de la música. Así que el 30 de mayo, me aventuré a ver si la experiencia de atender este inusual festival podría ser más divertido de lo que sonaba. Y si no, pues me conformaría con ver a Codie Prevost, Rosie and the Riveters, y Jay Semko de los Northern Pikes.

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Hubo un momento en la vida de Archie, de 59 años (quien prefirió no darme su nombre completo), en la que no podía ir a conciertos o reuniones sociales sin meterse algo. “Fui a un concierto en Edmonton,”, me dijo. “Tenía 18. ZZ Top estaba tocando con Heart… Nos dimos un poco de mescalina. Podría jurar que ese concierto duró tres días seguidos.” Archie lleva seis meses sobrio, como un alcóholico en recuperación, y por lo mismo prefiere la política abstemia del Leipzig. “He visto a varias personas rehabilitadas aquí.”

La aldea de Leipzig consiste de una iglesia, dos granjas cercanas, y el Leipzig Serenity Retreat, el cual alojó al festival en su cuarta edición. El centro privado de rehabilitación de abuso de substancias hace este festival para fundar programas pro-bono para adictos es recuperación. Archie estaba sentado en la cocina del cetro, mientras varios asistentes al festival pasaban. Muchos saludaban a Archie, y en general la gente estaba familiarizada entre sí en Leipzig. El festival se sentía como una especie de reunión de preparatoria, con la diferencia de que los “graduados” estaban trabajando en eliminar por completo sus hábitos de consumo de drogas y olvidar sus dependencias, en vez de molestarse el uno al otro antes del baile de graduación.

Cuando llegó por primera vez al centro de tratamiento de Leipzig, Archie estaba “asustado”, sin saber cómo iba a poder funcionar sin alcohol. Había tomado desde que tenía 12 años, y poco después de retirarse como trabajador ferroviario, a los 55, un día se despertó y se dio cuenta de que estaba “atrapado en una tormenta.”

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El festival consistió en familias sentadas en sillas de acampar en un espacio verde enfrente de un escenario. Casi nadie estaba bailando. Había personas que vendían hamburguesas, souvenirs y productos huteritas, entre ellos galletas de azúcar con la palabra “Leipzig” escrita en glaseado neón. No había personal de seguridad que revisara tu mochila o bolsa en la entrada; lo único que había era un cartel escrito con marcador negro en cartulina blanca, que decía “No alcohol and no drugs.”

El centro Leipzig domina el área del festival. Es un edificio de ladrillo de 40 cuartos y 278 metros cuadrados en un lugar remoto. El poblado más cercano es Wilkie, unos 30 minutos al norte en coche, y la ciudad de Saskatoon está a dos horas al oeste. La directora del programa, Jacqueline Hoffman, dice que el aislamiento es la mejor seguridad que podrían tener. “Mucha de la gente que viene aquí está entre los 50 7 los 70 años, así que no tenemos a gente que toma sola o que vomita, como la mayoría de los festivales.” Según ella, el evento atrae un promedio de 350 asistentes cada año.

El centro se construyó originalmente en 1927 como un convento y colegio operado por un grupo de monjas alemanas y un cura. Cuando el distrito escolar local cerró el edificio en 1969, subastó la propiedad varias veces por 40 años. El edifició funcionó como una panadería, un consultorio de dentista, un bed and breakfast, y otras empresas, hasta que Ardyth Wilson, ahora de 63 años, compró la dilapidada propiedad en el 2008. Ella lleva 30 años siendo una alcohólica en recuperación. Al entender que los adictos suelen estar ansiosos por pasársela bien sin consumir drogas, su visión del festival era el darle a sus clientes un espacio para celebrar.

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“No sabemos cómo entretenernos sin drogas y alcohol. Primero tuvimos conciertos sobrios dentro de la casa, y ahora está este festival. Me acuerdo que cuando conseguí estar sobria por primera vez, hace 30 años, pensé ‘no me voy a volver a divertir. La vida como la conozco ya se terminó.’” Justyn Guyette, de 29 años y sobrio por los últimos dos, compartía ese miedo cuando empezó su recuperación en Leipzig. Mirando atrás a sus años de adicción activa, dice que hubiera sido difícil asistir a este festival. “Este es el tipo de cosas que te pueden dar miedo si no estás tomando.”

Guyette, quien usaba una chillante camisa verde de voluntario, y quien tiene tatuajes deslavados en su rostro y cuello, trabajó en el centro hace un año, después de dejar el alcohol y la cocaína. “Es como volver a casa cuando regreso aquí.” Mientras platicábamos, su esposa Michelle se acercó con una carreola, en la cual estaba su hijo de seis semanas. Los dos se conocieron mientras trabajaban en Leipzig, después de que Michelle superó una adicción a los barbitúricos y las metanfetaminas en el 2013.

Para ella, el festival es un evento familiar seguro. “Es un lugar en el que puedo convivir con gente, y se trata de pasársela bien. No hay nada que te incite a recaer.” Michelle dice que en otros festivales hay muchísimas tentaciones que la podrían tentar a recaer.

“Hasta el olor a mota. Siendo una adicta, puedo darme cuenta cuando las personas están en diferentes substancias. Ver a la gente mal, y cayéndose, no es algo divertido para mí.” Trevor, un cliente actual de Leipzig que tampoco quiso revelar su nombre completo, trabaja como DJ. Él me dijo que evitar las tentaciones es una batalla constante desde que tocó fondo. Eso pasó en abril, cuando lo arrestaron y lo acusaron de traficar drogas. Él dice que el festival de Leipzig es “completamente diferente” a cualquier otro evento al que haya asistido.

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“Siempre me dijeron, ‘Si quieres ser parte de la fiesta, tienes que ser la fiesta.’ Y me lo tomé muy en serio. Muchas veces estaba más borracho que los asistentes… Este es el primer concierto al que voy sobrio. Aquí sí puedes escuchar la música y platicar con la gente.” No todo el mundo en el festival estaba buscando apoyo. Muchas familias de comunidades cercanas estaban ahí para escuchar una mezcla de Canadiana y música country. Rebecca Rutley y Leah Labossiere, de 22 y 20, respectivamente, vinieron del pueblo de Cut Knife.

Cuando les pregunté si ir a un festival abstemio era algo inusual, Rutley dijo “No es raro. De hecho prefierolas fiestas sobrias a las que tienen alcohol.” Labossiere añade, “A la mejor si hubiera alcohol habría más gente bailando y cosas así, pero eso también puede ser por la edad. A mí me gusta tomar, pero esto está bien.”

En cuanto al talento, Allyson Reigh de Rosie and the Riveters dijo que el ángulo libre de drogas y alcohol no era un tema. “Estamos felices de tocar para gente que decide vivir sus vidas de esta forma,” dijo Reigh. “Nosotros vamos para disfrutar el festival. Los festivales musicales pueden ser muchas cosas diferentes para muchas personas distintas.”

Devin Pacholik es una escritora que vive en Canadá - @devinpatches