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En cuanto ella se cansó, él me lanzó un retahíla de súplicas durante casi toda la sesión de una hora, para que yo hiciera lo mismo: "¿Estás segura que no quieres metértelo a la boca y en verdad saborearlo? Él no dejaba de preguntar, mientras me miraba de una manera que seguro pensaba que era seductora.
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Por si fuera poco, cuando ya nos habíamos ido, él no dejó de llamarnos desesperadamente cada cinco minutos por el resto de la tarde, alternándose entre mi celular y el de de ella cuando no queríamos contestarle. En algún momento de la conversación, Brenda había tenido la imprudencia de decirle que podía conseguirle más cristal en algún momento, y aparentemente él confundió ese comentario casual como un juramento solemne de dedicarle otra noche.Esa idea común de que a los hombres les encanta despilfarrar su dinero en drogas y prostitutas tiene una base sólida en la realidad —Cynthia, escort de la Costa Este, en sus veintitantos
Cuando los hombres pagan por una trabajadora sexual, no sólo pagan por un servicio sexual. Compran el placer divorciado del estrés y la monotonía de sus vidas diarias; algo parecido a lo que te prometen las agencias de viaje en su publicidad y los comerciales de cruceros de recreación, pero con sexo.Nosotras somos como un guía de turistas para nuestros clientes y complacemos sus vicios más ilícitos, así que no es de extrañar que estos hombres normalmente quieran juntar el sexo que les brindamos con el consumo de drogas para maximizar su relajación."El uso de drogas [del cliente] es [considerado] un forma de desahogo… porque trabajan muy duro todo el día en su trabajo", explica Cynthia, una escort de veintitantos que trabaja en la Costa Este.Tal como explicó otra colega, en el caso de los clubes de striptease, los hombres quieren que el sexo comercial sea como unas vacaciones atrevidas para olvidarse de las preocupaciones rutinarias. "Los clubes de striptease son catalogados y considerados como… patios de recreo para adultos, donde pueden ser ellos mismos sin el deseo o la necesidad de autocontrolarse. Eso es aburrido, no relajante", escribió una colaboradora de Tits and Sass (un blog por y para trabajadoras sexuales, del cual soy coeditora).
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Cuando parte de la diversión del trabajo sexual moderno consiste en que, por primera vez, los clientes no tienen que negarse nada, las cosas pueden ponerse peligrosas. Es lo mismo tanto para ellos como nosotras: los hombres no quieren que les digan no cuando están allí para relajarse."Cuando algún viejo arrugado con una erección flácida está inhalando cocaína, ruego que no le dé un ataque cardiaco y termine apareciendo en las noticias como la puta que huyó de la escena", contó Maxine, una masajista de Nueva York.Esto es prácticamente lo que le ocurrió a la sugar baby Alix Tichelman cuando le dio a su cliente una inyección de heroína que provocó su sobredosis y muerte en 2013. Se trataba de Forrest Hayes un ejecutivo de Google. Al final, Tichelman fue acusada por el asesinato de Hayes porque, a pesar de intentar revivirlo, se asustó cuando se dio cuenta de que estaba muerto y huyó. La cobertura mediática del caso la pintó como una asesina despiadada. Pero es improbable que Tichelman tuviera la libertad suficiente de decirle a Hayes que la dosis que había pedido era, quizá, muy alta cuando ella no sólo era la proveedora, sino también era la compañía que él había pagado para que lo empoderara e hiciera disfrutar.En mi experiencia, la mayoría de los clientes prefieren el alcohol y la cocaína. En segundo lugar está la mariguana.
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"El alcohol siempre ha sido lo más problemático con mis clientes", prosiguió. "Puedo lidiar con alguien que se tropiece un poco. Puedo apaciguar y orientar a un paranoico. Puedo trabajar creativamente con un pene falso. Pero no soy contrincante para alguien que tiene alucinaciones o se queda dormido. Cualquier sentimiento de altivez, de tener poder sobre mí, cualquier arrogancia, cualquier sensación de deberles más de lo acordado, se exacerba generalmente por el consumo excesivo de alcohol".Otro gran inconveniente del alcohol es, bueno, un pito desinflado. Como los hombres (cisgénero) están condicionados a asociar su potencia sexual con su masculinidad, es muy vergonzoso que alguien los descubra con el pene flácido.Otro gran problema del alcohol es, bueno, un pito desinflado.
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Un cliente sobrio por lo regular termina satisfecho cuando asientes con la cabeza después de que te dice (mintiendo) "nunca lo había hecho antes". En cambio, el alcohol —y la cocaína— hace a los clientes más proclives a la impotencia y mucho menos razonables.
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Aunque la cocaína tiene menos probabilidad de volver violentos a los clientes, igualmente los incapacita para tener una erección.Esa idea general de que a los hombres les encanta despilfarrar su dinero en drogas y prostitutas tiene una gran base en la realidad", explicó Cynthia. "[Es] la segunda droga favorita de mis clientes, probablemente porque mi demografía se inclina a los viejos ricos y blancos".
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Cuando ves el uso de drogas ilícitas y el sexo como un descanso de tu obediente vida diaria, es poco probable que te responsabilices por la manera en que te comportas con la gente criminalizada a la que contratas.Hay otros riesgos que enfrentan las trabajadoras sexuales cuando sus clientes están drogados"Yo sí pienso que un cliente que se droga me pone en riesgo", dice Jordan. "Me pone en una situación en la que tengo acceso a las drogas que quiero evitar. Muchas veces mis clientes me presionan para que me les una. Las pocas veces que he participado, me fue más difícil mantenerme consciente, y eso es peligroso. Cuando me niego a participar, ellos casi nunca respetan mi decisión y siguen presionándome durante toda la sesión. A veces, pienso que quieren que me drogue con ellos para que no les cobre o puedan cruzar los límites más fácil".Uno de los límites más importantes que los clientes pueden llegar a cruzar —como Dan, el hombre galés— son aquellos que ponemos para tener sexo seguro. "La mayoría de mis clientes piden drogas porque quieren tener un poco más de intimidad conmigo… obligarme disimuladamente a tener sexo sin condón, por ejemplo", me explicó M, una trabajadora sexual de Nueva York.
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Además del peligro de sexo sin protección se incrementa cuando las drogas están involucradas, incluso las trabajadoras sexuales que usan drogas prefieren mantenerse conscientes mientras hacen un trabajo que las expone de cierto modo a la violencia y a la criminalización. O dicho de una manera más prosaica, simplemente no queremos estar drogadas y trabajar al mismo tiempo para apaciguar a un cliente que está igual. "Cualquier placer que pudiera tener por meterme algo se arruina si tengo a un cliente a un lado", dice M.Nuestro consumo de drogas y el consumo de drogas de un cliente son cosas distintas. Para las trabajadoras sexuales que consumen drogas, cuidar a un cliente que está inconsciente mientras tú estás completamente sobria puede ser muy irónico. "Se ve mal que una trabajadora sexual gaste sus ingresos en drogas, pero no se ve mal que un abogado compre cocaína", recalcó Ryry."Creo que el público piensa que los clientes usan drogas como una indiscreción ocasional, a menudo provocada por una trabajadora sexual", coincidió Maxine. En cambio, incluso los clientes que consumen drogas nos miran con desprecio por hacerlo. "Siempre he estado consciente de la dinámica de poder que existe entre los clientes y nosotras, así que nunca les he dicho que me drogo" recordó Meg. "Estaba consciente de que podían verme diferente y utilizar eso para intentar cruzar los límites, obtener atención extra, intercambiar drogas por sexo o portarse violentos/abusivos.""A las trabajadoras sexuales que usan drogas las encasillan automáticamente como chicas desesperadas por dinero, dispuestas a hacer lo que sea para obtener su próxima dosis o línea; el estrato más bajo de la sociedad… que no tiene límites ni normas", prosiguió ella. "Los clientes, por otro lado, son considerados simplemente como personas con un problema, a quienes ven más con lástima que con desprecio.""Mis clientes son viejos aburridos. Creen que usar drogas los hace cool y atrevidos, pero si mis colegas [en el centro de masajes] lo hacen, lo toman como evidencia de que sus vidas son miserables y están destruidas", protestó Maxine.Cuando los hombres blancos de clase media consumen drogas, se ve como indicador de un vicio trágico y no de sociopatía. Es a las trabajadoras sexuales que ellos contratan para que les faciliten su doble vida a quienes la sociedad etiqueta con una A escarlata por su adicción. Estos hombres, que ponen en receso sus vidas rectas, esperan que los complazcamos en sus borracheras y nos dejan cuidando usuarios imprudentes y sin experiencia.Es bastante aleccionador recordar que si me descubrieran en una sesión con un cliente atarantado cuyas drogas están esparcidas por toda la habitación, las consecuencias legales no serían las mismas para él y para mí. Que tus clientes se droguen explica crudamente la diferencia entre una persona criminalizada y una persona más privilegiada que a veces se permite disfrutar un comportamiento criminalizado en secreto.Caty Simon es escritora y editora de Tits and Sass, un blog para trabajadoras sexuales. Síguela en Twitter.Una versión de este artículo se publicó originalmente en The Influence, un sitio de noticias que cubre todo el espectro de las relaciones humanas con las drogas. Sigue a The Influence en Facebook o Twitter.Mis clientes son viejos aburridos, que creen que usar drogas es algo que los hace cool y atrevidos —Maxine, una masajista de Nueva York