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Los peligros de ser trabajadora sexual cuando tus clientes se drogan

Cuando parte de la diversión del trabajo sexual moderno consiste en que, por primera vez, los clientes no tienen que negarse nada, las cosas pueden salirse de control.

Foto vía Steve Cole/Getty Images.

Me acuerdo del primer cliente que quiso drogarse durante una sesión. Fue en 2003, durante un cita doble, cuando todavía era una escort novata y tonta de 21 años. Recuerdo que hice una mueca de pena ajena cuando Dan, un hombre galés, nos confió despreocupado y orgulloso su carácter atrevido: "Ah, sí, a veces me gusta fumar un poco de cristal… y algunas veces un poco de caballo". Recuerdo haber pensado que si quería impresionarnos con su léxico callejero —era un expatriado de clase media en una condominio de una recámara al oeste de Massachusetts que trabajaba en agricultura corporativa, algo fácil de olvidar— entonces quizá no debió utilizar jerga de los 60.

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Brenda, mi colega, sonreía mientras le quitaba la pipa y yo me negaba a fumar. Mientras ellos disfrutaban (llenado la habitación de alegría forzada por la droga) yo me sentía desesperada de presenciar todo desde afuera. Ellos reían sin parar y yo me sentía atrapada cuidando a dos niños. No podía esperar para llegar a casa e inhalar un poco de oxicodona para calmar mis nervios.

Fue la primera vez que sentí que había perdido el control durante una cita. Eso fue en la época antes de que nuestra publicidad prometiera un servicio "Girlfriend Experience" —experiencia tipo novia— ("ETN") y no incluyera implícitamente sexo oral sin condón. En ese entonces, mi insistencia rígida de dar sexo oral con condón no me hacía perder mis clientes a la competencia porque usar condón para el sexo oral era una norma de la industria. Pero Brenda le hizo un oral a Dan sin condón y cuando la miré desconcertada, ella sólo respondió: "Nos conocemos". Como si haber tenido algunas citas previas con el mismo hombre sirviera para protegerte de una ETS.


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En cuanto ella se cansó, él me lanzó un retahíla de súplicas durante casi toda la sesión de una hora, para que yo hiciera lo mismo: "¿Estás segura que no quieres metértelo a la boca y en verdad saborearlo? Él no dejaba de preguntar, mientras me miraba de una manera que seguro pensaba que era seductora.

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Esa idea común de que a los hombres les encanta despilfarrar su dinero en drogas y prostitutas tiene una base sólida en la realidad —Cynthia, escort de la Costa Este, en sus veintitantos

Por si fuera poco, cuando ya nos habíamos ido, él no dejó de llamarnos desesperadamente cada cinco minutos por el resto de la tarde, alternándose entre mi celular y el de de ella cuando no queríamos contestarle. En algún momento de la conversación, Brenda había tenido la imprudencia de decirle que podía conseguirle más cristal en algún momento, y aparentemente él confundió ese comentario casual como un juramento solemne de dedicarle otra noche.


Cuando los hombres pagan por una trabajadora sexual, no sólo pagan por un servicio sexual. Compran el placer divorciado del estrés y la monotonía de sus vidas diarias; algo parecido a lo que te prometen las agencias de viaje en su publicidad y los comerciales de cruceros de recreación, pero con sexo.

Nosotras somos como un guía de turistas para nuestros clientes y complacemos sus vicios más ilícitos, así que no es de extrañar que estos hombres normalmente quieran juntar el sexo que les brindamos con el consumo de drogas para maximizar su relajación.

"El uso de drogas [del cliente] es [considerado] un forma de desahogo… porque trabajan muy duro todo el día en su trabajo", explica Cynthia, una escort de veintitantos que trabaja en la Costa Este.

Tal como explicó otra colega, en el caso de los clubes de striptease, los hombres quieren que el sexo comercial sea como unas vacaciones atrevidas para olvidarse de las preocupaciones rutinarias. "Los clubes de striptease son catalogados y considerados como… patios de recreo para adultos, donde pueden ser ellos mismos sin el deseo o la necesidad de autocontrolarse. Eso es aburrido, no relajante", escribió una colaboradora de Tits and Sass (un blog por y para trabajadoras sexuales, del cual soy coeditora).

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Cuando parte de la diversión del trabajo sexual moderno consiste en que, por primera vez, los clientes no tienen que negarse nada, las cosas pueden ponerse peligrosas. Es lo mismo tanto para ellos como nosotras: los hombres no quieren que les digan no cuando están allí para relajarse.

"Cuando algún viejo arrugado con una erección flácida está inhalando cocaína, ruego que no le dé un ataque cardiaco y termine apareciendo en las noticias como la puta que huyó de la escena", contó Maxine, una masajista de Nueva York.

Esto es prácticamente lo que le ocurrió a la sugar baby Alix Tichelman cuando le dio a su cliente una inyección de heroína que provocó su sobredosis y muerte en 2013. Se trataba de Forrest Hayes un ejecutivo de Google. Al final, Tichelman fue acusada por el asesinato de Hayes porque, a pesar de intentar revivirlo, se asustó cuando se dio cuenta de que estaba muerto y huyó. La cobertura mediática del caso la pintó como una asesina despiadada. Pero es improbable que Tichelman tuviera la libertad suficiente de decirle a Hayes que la dosis que había pedido era, quizá, muy alta cuando ella no sólo era la proveedora, sino también era la compañía que él había pagado para que lo empoderara e hiciera disfrutar.

En mi experiencia, la mayoría de los clientes prefieren el alcohol y la cocaína. En segundo lugar está la mariguana.

Foto por Chas Ray Krider/Getty Images.

Las trabajadoras sexuales desprecian a los clientes borrachos. De todas las sustancias sicoactivas, el alcohol es de la única que se ha demostrado que incrementa la agresividad. "Me preocupo más por los clientes que llevan encima unos tragos", contó Bea Lewis, una escort que ha desempeñado varios tipos de trabajo sexual durante más de la mitad de su vida. "Me parece que las personas que toman alcohol son impredecibles, y eso puede volverlas peligrosas. Nunca sabes qué va a provocar".

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Meg, una exescort, trabajadora sexual de California y activista sobreviviente a la trata, dice que su experiencia fue similar. "Una de las citas más aterradoras a las que he ido fue [con] un cliente que había estado tomando demasiado", contó. "Como había una barrera lingüística, no podíamos comunicarnos bien y las cosas se complicaron. Hice todo lo posible para asegurarme de cumplir con mi parte, pero como su cuerpo no cooperaba, se puso agresivo y violento, me persiguió hasta el descanso de las escaleras y me impidió salir del estacionamiento".

Otro gran problema del alcohol es, bueno, un pito desinflado.

"El alcohol siempre ha sido lo más problemático con mis clientes", prosiguió. "Puedo lidiar con alguien que se tropiece un poco. Puedo apaciguar y orientar a un paranoico. Puedo trabajar creativamente con un pene falso. Pero no soy contrincante para alguien que tiene alucinaciones o se queda dormido. Cualquier sentimiento de altivez, de tener poder sobre mí, cualquier arrogancia, cualquier sensación de deberles más de lo acordado, se exacerba generalmente por el consumo excesivo de alcohol".

Otro gran inconveniente del alcohol es, bueno, un pito desinflado. Como los hombres (cisgénero) están condicionados a asociar su potencia sexual con su masculinidad, es muy vergonzoso que alguien los descubra con el pene flácido.


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Un cliente sobrio por lo regular termina satisfecho cuando asientes con la cabeza después de que te dice (mintiendo) "nunca lo había hecho antes". En cambio, el alcohol —y la cocaína— hace a los clientes más proclives a la impotencia y mucho menos razonables.

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Es más fácil para ellos echarnos la culpa que aceptar las limitaciones de su propio cuerpo. Es más fácil que esperen que tengamos algún truco sexual mágico debajo de la manga para que corrijamos todo repentinamente.

En un informe internacional de reducción de daños escrito por Melissa Ditmore, una estudiosa del trabajo sexual, titulado "When Sex Work and Drug Use Overlap" ("Cuando el trabajo sexual y el uso de drogas coinciden"), ella menciona que "El uso de drogas, incluyendo el alcohol, puede contribuir a la dificultad del desempeño sexual. Por ejemplo, las drogas pueden incrementar el tiempo que le toma a un cliente eyacular, y esto alarga el tiempo que pasa una trabajadora dando un servicio sexual, lo cual incrementa el riesgo posible de un desgarre y una infección."

La disfunción provocada por drogas no sólo es exasperante; el tiempo extra que pasamos tratando de satisfacer sus desleales erecciones también nos expone más al riesgo de ETS. "Una vez me tocó juguetear con el pene de un cocainómano por una hora", se quejó Cynthia. "Fue un asco… pero necesitaba el dinero".


Aunque la cocaína tiene menos probabilidad de volver violentos a los clientes, igualmente los incapacita para tener una erección.

Esa idea general de que a los hombres les encanta despilfarrar su dinero en drogas y prostitutas tiene una gran base en la realidad", explicó Cynthia. "[Es] la segunda droga favorita de mis clientes, probablemente porque mi demografía se inclina a los viejos ricos y blancos".

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La cocaína tiene sus propios inconvenientes: Cynthia me contó que la droga hace que los tipos a los que ha conocido en Seeking Arrangement sean "más impredecibles y no cumplan sus promesas".

Y por supuesto, los clientes que combinan alcohol y cocaína para tener una especie de combo clasemediero pueden ser dos veces más aterradores para una trabajadora sexual.

"He sufrido violencia principalmente de clientes que combinaban cocaína con alcohol; el efecto comórbido que provocan esas sustancias en sus aficionados no es bueno", concluyó Cynthia.

El consumo de drogas de los clientes tiene, sin duda, algunas ventajas. Un pene flácido da pie a sesiones de horas en las que lo único que tienes que hacer es dejar que tu cliente intoxicado siga quejándose, en especial cuando la embriaguez les suelta la lengua.

"Pueden estar de un humor más generoso que le dé más ganas de… derrochar en serio en algo que planearon anticipadamente e invertir en pasársela muy bien", dijo Ryry, una escort de 26 años.

"Sé que he tenido sesiones de varias horas o de toda la noche debido al consumo de cocaína de mis clientes", me dijo Jordan, una escort de turismo de la costa este.

A veces, una cita toma un poco de tiempo y esfuerzo si el cliente se rinde fácilmente o, por el contrario, se le para muy rápido.

"En varias ocasiones he interrumpido el sexo porque la persona está muy borracha y no puede excitarse o sólo quiere hablar con alguien mientras está drogado", dijo Cynthia.

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"Los beneficios que incluye [que el cliente se drogue] son…. terminar una sesión más rápido… porque alguien tenía más ganas que de costumbre o no podía hacer nada", confirmó Meg.

Foto por Piotr Powietrzynski/Getty Images.

Las trabajadoras sexuales consumidoras en necesidad pueden llegar a conseguir la droga a la que son adictas por medio de un cliente. Definitivamente, los clientes a veces son buenos para conseguir las drogas que queremos.

"Mis clientes me han conseguido Xanax o Valium", me contó Cynthia. "Me gusta que lo hagan. Sólo les acepto medicamentos recetados porque tienen menos probabilidad de venir alterados".

"Tuve mucha suerte cuando un cliente muy espléndido compartió conmigo un poco de su LSD", contó Maxine.

En lo personal, recuerdo con cariño la tarde que tomé un par de Valiums con un cliente frecuente y nos metimos a un tina caliente. Fue uno de los mejores días de mi vida. Durante esa época, dejé de ver a mis clientes "fiesteros" casi por completo porque empecé a trabajar entre semana y durante el día, entonces me tocaban hombres en comidas de negocios en vez de hombres drogándose con cocaína a las 3 AM. Aprendí que a pesar de la ventajas que tengan los clientes que usan drogas, es mejor prevenir que lamentar.

Pero finalmente, no son la drogas en sí las que vuelven a los clientes que las consumen en un peligro. Es la falta de responsabilidad. Tal como Ryry lo explicó, "La gente por lo regular dice cosas como 'ay, los clientes que fuman cristal son violentos', o 'no atiendo clientes que usan drogas porque se portan mal, pero pensar en el uso de drogas no ayuda mucho. Es este tipo de comportamiento el que hay que atender, no el consumo de drogas en sí. Si alguien se está comportando de manera violenta o irrespetuosa… es obvio que no está bien. Pero incluso si la persona le echa la culpa a su consumo de drogas y dice que lo hizo por culpa de ellas, entonces el comportamiento subyacente es el verdadero problema".

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"Si una persona sigue pensando que tomar una sustancia en particular la hace perder el control, no respetar límites y actuar con violencia, entonces necesita recuperar el control sobre sus acciones y, tal vez, no consumirla si en verdad piensan que les afecta de esta manera".


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Cuando ves el uso de drogas ilícitas y el sexo como un descanso de tu obediente vida diaria, es poco probable que te responsabilices por la manera en que te comportas con la gente criminalizada a la que contratas.

Hay otros riesgos que enfrentan las trabajadoras sexuales cuando sus clientes están drogados

"Yo sí pienso que un cliente que se droga me pone en riesgo", dice Jordan. "Me pone en una situación en la que tengo acceso a las drogas que quiero evitar. Muchas veces mis clientes me presionan para que me les una. Las pocas veces que he participado, me fue más difícil mantenerme consciente, y eso es peligroso. Cuando me niego a participar, ellos casi nunca respetan mi decisión y siguen presionándome durante toda la sesión. A veces, pienso que quieren que me drogue con ellos para que no les cobre o puedan cruzar los límites más fácil".

Uno de los límites más importantes que los clientes pueden llegar a cruzar —como Dan, el hombre galés— son aquellos que ponemos para tener sexo seguro. "La mayoría de mis clientes piden drogas porque quieren tener un poco más de intimidad conmigo… obligarme disimuladamente a tener sexo sin condón, por ejemplo", me explicó M, una trabajadora sexual de Nueva York.

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Por siglos, se ha caracterizado injustamente a las trabajadoras sexuales como portadoras de enfermedades, pero son nuestros clientes quienes buscan sexo sin protección, sobre todo cuando están drogados. Un ejemplo reciente que fue difundido ampliamente es Charlie Sheen: él declaró en una carta abierta a sus fans donde revelaba su estatus como VIH positivo que durante sus encuentros con trabajadoras sexuales, "siempre usó condón". Pero, Anna Gristina, una madrota importante de Nueva York declaró que Sheen pagaba extra por tener sexo sin protección entre 2009 y 2010, época en la que supuestamente llegaban entregas de grandes cantidades de cocaína a su mansión de Los Ángeles. Su ex novia, la estrella porno Bree Olson dijo en The Howard Stern Show que a lo largo de su relación (la cual terminó en 2011 cuando lo diagnosticaron) él utilizó condones de piel de cordero, los cuales no protegen a las parejas de ETS.

Mis clientes son viejos aburridos, que creen que usar drogas es algo que los hace cool y atrevidos —Maxine, una masajista de Nueva York

Además del peligro de sexo sin protección se incrementa cuando las drogas están involucradas, incluso las trabajadoras sexuales que usan drogas prefieren mantenerse conscientes mientras hacen un trabajo que las expone de cierto modo a la violencia y a la criminalización. O dicho de una manera más prosaica, simplemente no queremos estar drogadas y trabajar al mismo tiempo para apaciguar a un cliente que está igual. "Cualquier placer que pudiera tener por meterme algo se arruina si tengo a un cliente a un lado", dice M.

Nuestro consumo de drogas y el consumo de drogas de un cliente son cosas distintas. Para las trabajadoras sexuales que consumen drogas, cuidar a un cliente que está inconsciente mientras tú estás completamente sobria puede ser muy irónico. "Se ve mal que una trabajadora sexual gaste sus ingresos en drogas, pero no se ve mal que un abogado compre cocaína", recalcó Ryry.

"Creo que el público piensa que los clientes usan drogas como una indiscreción ocasional, a menudo provocada por una trabajadora sexual", coincidió Maxine. En cambio, incluso los clientes que consumen drogas nos miran con desprecio por hacerlo. "Siempre he estado consciente de la dinámica de poder que existe entre los clientes y nosotras, así que nunca les he dicho que me drogo" recordó Meg. "Estaba consciente de que podían verme diferente y utilizar eso para intentar cruzar los límites, obtener atención extra, intercambiar drogas por sexo o portarse violentos/abusivos."

"A las trabajadoras sexuales que usan drogas las encasillan automáticamente como chicas desesperadas por dinero, dispuestas a hacer lo que sea para obtener su próxima dosis o línea; el estrato más bajo de la sociedad… que no tiene límites ni normas", prosiguió ella. "Los clientes, por otro lado, son considerados simplemente como personas con un problema, a quienes ven más con lástima que con desprecio."

"Mis clientes son viejos aburridos. Creen que usar drogas los hace cool y atrevidos, pero si mis colegas [en el centro de masajes] lo hacen, lo toman como evidencia de que sus vidas son miserables y están destruidas", protestó Maxine.

Cuando los hombres blancos de clase media consumen drogas, se ve como indicador de un vicio trágico y no de sociopatía. Es a las trabajadoras sexuales que ellos contratan para que les faciliten su doble vida a quienes la sociedad etiqueta con una A escarlata por su adicción. Estos hombres, que ponen en receso sus vidas rectas, esperan que los complazcamos en sus borracheras y nos dejan cuidando usuarios imprudentes y sin experiencia.

Es bastante aleccionador recordar que si me descubrieran en una sesión con un cliente atarantado cuyas drogas están esparcidas por toda la habitación, las consecuencias legales no serían las mismas para él y para mí. Que tus clientes se droguen explica crudamente la diferencia entre una persona criminalizada y una persona más privilegiada que a veces se permite disfrutar un comportamiento criminalizado en secreto.

Caty Simon es escritora y editora de Tits and Sass, un blog para trabajadoras sexuales. Síguela en Twitter.

Una versión de este artículo se publicó originalmente en The Influence, un sitio de noticias que cubre todo el espectro de las relaciones humanas con las drogas. Sigue a The Influence en Facebook o Twitter.