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Graffiti Genocida

Soldados holandeses se mofaron de la masacre de Srebrenica con estúpidos garabatos.

Mascotas de Lima 6, una de las unidades rotatorias de soldados holandeses a cargo de la “zona de seguridad” en Srebrenica. No podemos ni imaginar la sensación que le debe producir a Mike Judge ver esto.

En julio de 1995, fuerzas serbias tomaron el pueblo de Srebrenica, en Bosnia, y asesinaron a más de 8.000 bosnios musulmanes. Fue el más horrible asesinato en masa en Europa desde la 2ª Guerra Mundial, y agravaba el hecho que la región estuviera designada como “zona segura”, supuestamente bajo protección de la ONU. Hay preguntas sin contestar sobre aquella atrocidad que tal vez se obtengan tras la captura de Ratko Mladic, comandante del ejército serbio durante la masacre y, hasta hace poco, el criminal de guerra más buscado del planeta.

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Contribuyó al horror la poco numerosa Fuerza de Protección de la ONU, un batallón holandés de apenas 400 hombres llamado DUTCHBAT. Tenían orden de no abrir fuego a menos que lo recibieran, y eso que la ONU describió el panorama en Srebrenica como “un lento proceso de genocidio”. En 2002, el gabinete ministerial holandés dimitió en pleno después de que una investigación realizada por el Instituto de los Países Bajos para la Documentación de Guerra encontrara a altos mandos holandeses y de la OTAN culpables de negligencia. Cuatro años más tarde, el gobierno holandés recompensó con medallas a varios veteranos de la operación en Srebrenica, lo cual provocó protestas en los Países Bajos y Bosnia. Ya merezcan honores u oprobios, los soldados holandeses dejaron su marca en forma de crueles, indignantes graffiti. Los dibujos aún pueden verse en los muros de la antigua fábrica de pilas que sirvió al batallón como cuartel general entre 1994 y 1995 (y que ahora alberga un museo recordatorio del genocidio de Srebrenica). Las ilustraciones arrojan luz sobre la actitud de los soldados hacia aquellos a quienes se les había ordenado proteger: sus dibujos y comentarios, burdos y groseros, se tomaban a pitorreo la situación y, al verlos, nos entran ganas de rastrear a sus responsables y cortarles las manos con un serrucho oxidado empapado en gasolina y mierda de perro. Puede que la inscripción más reveladora sea una que se encuentra garrapateada encima de la entrada: las palabras Sex Bar, junto a una flecha apuntando a una escalera contigua. Pongamos las cosas en perspectiva: se estima que se cometieron unas 20.000 violaciones en Bosnia durante el conflicto. Los horrores de Srebrenica nunca podrán rectificarse, pero podemos al menos presentar fotografías de anomalías tan inexcusables como ésta para que sirvan de doloroso recordatorio de los pecados de una era que jamás debería volver a revivirse.

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Un calendario hecho a mano señalando la segunda mitad de 1994, completo con típica pin-up de calendario de garaje. Durante este período Srebrenica estaba bajo asedio de las fuerzas serbias y recibiendo suministros por vía aérea con cuentagotas para sus más de 40.000 residentes. Lima 7 era la designación para la última rotación de soldados holandeses que se suponía que tenían que salvaguardar Srebrenica de exactamente el tipo de atrocidades que acabaron sucediendo en 1995. No queremos ni pensar la razón por la que se declararon a sí mismos “UNtouchables”.

Las fotos de este artículo y otras del autor se expusieron en Venecia en junio como parte de “Buongiorno Bosnia”, una muestra que tuvo lugar en la Biblioteca Civica. Más info en www.cosua.it/giacomo