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Se renta cabeza para publicidad

Andrew Lardinois es un güey de 33 años de Portland, Oregon, que se gana un billete extra dibujándose logos de los negocios locales en la cabeza.

Foto por Sylvan Magnus.

En los noventa, en los centros comerciales de todo Estados Unidos era común ver a grupos de adolescentes parados frente a las tiendas de tenis con sus enormes pantalones JNCO y aretes ridículos, y algunos de ellos se rapaban la palomita de Nike o el logo de Mercedes-Benz en la cabeza. Ese fue el epítome de la lealtad a las marcas; una bola de cabrones que usaban sus cabezas como espectaculares andantes sin cobrar un centavo. No estamos seguros de si Andrew Lardinois, un güey de 33 años que vive en Portland, Oregon, se inspiró en sus días de chico malo en el centro comercial o si la idea de ganar dinero dibu- jándose los logos de negocios locales en la cabeza la tuvo él solo. Hasta ahora, ha sido el comercial con piernas de una licorería, una boutique de ropa y de una cafetería, entre otros. Quería hablar con él sobre cómo se siente haber inventado el look del “espectacular humano”.

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Vice: ¿Cuál fue el primer diseño que te rapaste en la cabeza?
Andrew Lardinois: Un día me estaba depilando las piernas y me vi las patillas en el espejo. Pensé: Éstas parecen botas vaqueras. Sólo les hacen falta tacones de un lado. Le pregunté a mi depi- ladora si podía trasformar mis patillas en botas. Sabía que le gustaban los retos.

¿Y eso se convirtió en “debería vender mi cabeza como espacio para anuncios”?
Comencé a ver a un peluquero que se especia- liza en navajas rectas del siglo XIX. Él sabía de los diseños que mi amiga había hecho y quería intentarlo. Pero las patillas son un lienzo muy pequeño, y él quería una superficie más grande: mi cabeza. Me gustaba una cervecería local que tiene un gallo en su logo, así que mi peluquero me rasuró ese diseño en la cabeza. Incluso dio to- nos al gallo con pelos de distintos largos. El nivel de complejidad era increíble. Lamentablemente nunca lo pude ver porque estaba en la parte de atrás de mi cabeza.

¿Entraste a la cervecería con su logo rapado en tu cabeza?
Sí. La gente estaba sorprendida y todos sacaban sus cámaras. Mi pelo ha sido explotado y abusado en sus páginas de Facebook. Al principio no pedía nada, pero recibí muchas cervezas gratis. Los ne- gocios comenzaron a contactarme después de un rato. Tuve que elaborar una guía de precios.

¿Cuánto cuesta tu cabeza?
Cincuenta dólares a la semana. Una parte va a mi peluquero. Eso sigue siendo mucho menos de lo que cobran los periódicos locales por anuncio. Soy un anuncio que ca- mina y habla, y voy a promocionar la tienda sin importar qué pase. Si elegí tenerlo en mi cabeza, todos saben que al menos vale la pena echarle un ojo.

¿Vives de tus ventas de anuncios?
También trabajo para una agencia de contabilidad en un Walmart.

¿Te obligan a usar traje o a taparte la cabeza?
No. Una de las cosas increíbles y aterradoras del noroeste es que todo es aceptado. No voy a portar un mohawk de 20 centímetros en una oficina de contadores, pero es una oficina muy pro- gresista. Además está en un Walmart.

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