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Guía gay para alquilar un vientre

Si la Corte solo nos permite adoptar hijos biológicos, pues llamemos a una amiga.
Imagen por Iván Valencia.

Aunque el fallo emitido la semana pasada por la Corte Constitucional en materia de adopción para parejas del mismo sexo tiene mucho de eco de fallos pasados, saca a la luz un debate que ha estado mucho más escondido en la agenda nacional: el alquiler de vientres. Que no es otra cosa que el acto de una pareja de pedirle prestado el útero a una mujer para poder tener un hijo.

El fallo de la Corte, en resumen, ratificó el camino que ya había adelantado en materia de adopción la Sentencia SU-617 de 2014, en la que se resolvió la adopción por consentimiento del hijo biológico de una de las partes de la pareja. Para el caso de Verónica y Ana, las madres que lograron adoptar en conjunto gracias a esa decisión, la inseminación artificial resolvió el asunto de tener una hija. Claro, les sobraban úteros para poder engendrar un bebé y el asunto de un donante se soluciona fácilmente. Pero en el caso de las parejas de hombres, el fallo solo los beneficiaría si contaran con la buena voluntad de una amiga o alguno de los dos sostuviera una relación heterosexual.

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En otras palabras, pareciera que el fallo de la Corte nos estuviera instando a los homosexuales a tirar con una mujer (así no nos guste), si queremos tener bebés.

Un día después de conocerse la decisión –por medio de un trino que creó confusión en los desinflados ánimos del activismo LGBTI–, el fiscal general Luis Eduardo Montealegre mencionó que la inseminación artificial era una herramienta lícita para lograr la adopción por parte de las familias homoparentales, y que el alquiler de vientres era un tema que debía ser revisado por la falta de regulación que existe.

Esa falta de regulación en el país es evidente si se tiene en cuenta que la maternidad subrogada –como se conoce técnicamente al alquiler de vientres– se sustenta en una única sentencia, la T-968 de 2009, en la que la Corte definió una serie de requisitos para el alquiler de vientres a partir del caso de Sarai, una mujer que se sometió a tratamientos de fertilidad por pedido de la pareja Salomón y Raquel, pero que logró ganar la custodia de los gemelos que tuvo y sentar un precedente en el tema de alquiler de vientres en Colombia.

Sin olvidar que el tema de la adopción no está resuelto en el país, las palabras del fiscal Montealegre me inquietaron, así que me di a la tarea de ahondar en el asunto del alquiler de vientres para parejas gay.

Cuando consulté con algunos amigos esta posibilidad, la mayoría la descartó casi de inmediato. Algunos compartían un sentimiento altruista frente a la adopción y les parecía un ocio heterosexista crear una nueva vida cuando había otras tantas a la espera de ser resueltas. Otros vieron un obstáculo en los altos costos de los procedimientos médicos y la dificultad de encontrar una mujer que estuviera dispuesta a prestarles su vientre.

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Revisando las página de algunas clínicas de fertilidad del país llegué a la del Centro Colombiano de Fertilidad y Esterilidad (Cecolfes), en donde hay una sección dirigida a las "Familias Alternativas", padres y madres solteros y familias homoparentales, pues el centro comprende que la "estructura de la familia tradicional considerada como una pareja de hombre y mujer que provee estabilidad y cuidado para sus hijos, ha cambiado".

Intenté contactarme con su director, el doctor Elkin Lucena, un reconocido científico colombiano en temas de fertilidad y reproducción asistida. Lastimosamente el doctor Lucena se encontraba fuera del país, pero me puso en contacto con su colega, el doctor Jorge Ramírez, exdirector del Laboratorio de Fertilización In Vitro de Cecolfes y actual presidente de la Fundación Colombiana de Pacientes Infértiles (Funcopi).

El doctor Ramírez aceptó aclararme ciertas dudas sobre los procedimientos y el estado legal actual de la maternidad subrogada en el país, pero pidiéndome que aclarara que él no la practicaba para parejas gay sino para parejas infértiles heterosexuales. "Me tocaría ser muy enfático en eso porque no me interesa convertirme en el doctor que le resuelve el problema a los gays por mil razones personales de convicción cristiana que tengo", me dijo.

No quise enfrascarme en discusiones morales, de libertades y objeciones de conciencia con el doctor Ramírez, simplemente le pregunté si existía esa posibilidad para parejas gay y algún centro dispuesto hacerlo: "sí, claro, por supuesto que sí, eso se hace", me respondió, "es una vía científica para que el fallo de la Corte se pueda cumplir, pero es una situación reproductiva individual, que hace parte de la decisión del médico, de su centro y de su comité de bioética y está sujeta a la objeción de conciencia de quién la quiera hacer. Tengo entendido que Cecolfes sí lo hace, en su comité de bioética lo encuentran pertinente y lo practican para esos casos".

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Conciencias, contratos y dinero

De ponernos bíblicos, como es costumbre por estos días en el país, tendríamos que decir que la historia del alquiler de vientres se remonta al Antiguo Testamento, al nacimiento de Ismael quien fue gestado en el vientre de Agar, una esclava de la infértil Sara, esposa de Abraham. Un caso que sería aberrante ante la actual y precaria normatividad colombiana, en la que la T-968 de 2009 establece que el óvulo no debe ser aportado por la misma mujer que alquila el vientre.

Pero en términos científicos contemporáneos, la maternidad subrogada nació en un aviso de prensa aparecido en 1975 en California, cuando una pareja estéril solicitaba los servicios de una mujer dispuesta a ser inseminada artificialmente. Desde entonces las técnicas y procedimientos han avanzado hasta el punto de que Agar podría engendrar un embrión con el material genético de Sara y Abraham, y una simple prueba de ADN practicada a la criatura comprobaría que es hijo de estos dos y evitaría el destierro de la esclava.

Es por este juego de espejos y actores que la maternidad subrogada entra a una esfera de paradojas éticas y morales, similar a la que generan el aborto y la eutanasia. Según Ramírez esta es la razón por la que algunos profesionales de la fertilidad se niegan a practicarla en cualquier caso.

Pero dejando a un lado los dilemas éticos, y entendiendo que no hay impedimento legal para que una pareja de gays arriende un vientre, el primer paso para lograr un alquiler exitoso es contactar a una potencial arrendadora. Aunque la sentencia de la Corte establece que la mujer gestante no debe tener un fin lucrativo sino el de ayudar a otras personas, el tiempo que estas invierten y el control médico al que deben someterse generan gastos. Actualmente en Colombia, una mujer que decide subrogar su vientre está cobrando entre 15 y 30 millones de pesos, según me cuenta el doctor Ramírez.

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El otro obstáculo en este paso ya no es económico sino moral. En internet es posible encontrar foros y grupos en Facebook donde algunas mujeres se ofrecen como madres subrogadas, pero lo difícil es dar con una dispuesta hacerlo con una pareja gay. Llamé a Mónica, de 28 años y residente de Sogamoso, quien ofrecía su vientre en un foro. Mónica me habló de las bondades de ser mamá, de su deseo de hacerle sentir a otra pareja la felicidad de tener un hijo, pero que por motivos religiosos se negaba a prestar su servicio a una pareja gay.

De ser exitosa la búsqueda, el siguiente paso es contactar a un abogado entendido en el tema quien se encargará de elaborar un contrato. Este contrato no es muy diferente al arrendamiento de un bien inmueble, se "establece un vínculo a través de un contrato civil en donde se pactan normas y condiciones de arriendo", me dice Ramírez, siendo enfático al advertirme que este proceso no involucra a los médicos, es una negociación directa entre la mujer que alquila su útero y la pareja de futuros padres.

En este contrato, básicamente, se pactan condiciones establecidas por la sentencia como que una vez implantado el embrión en el vientre, la mujer gestante no puede retractarse de la entrega del menor; y que los padres biológicos no pueden rechazar al hijo bajo ninguna circunstancia. La única vía para que la mujer gestante interrumpa el embarazo es a través de una prescripción médica, debido a complicaciones del embarazo o riesgo de muerte.

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Luego de elaborado el contrato lo que sigue es la reproducción asistida por parte de un especialista. Básicamente lo que se hace es una fecundación in vitro. En el caso de las parejas heterosexuales, se cuenta con el óvulo y la esperma de la pareja; pero para las parejas gay es necesario acudir a un banco de óvulos (por ahora). Luego de que se tiene el embrión, es colocado en el útero de la madre subrogada. De allí en adelante se realizarán una serie de controles médicos no muy diferentes a los de cualquier embarazo.

Llegada la hora del parto, hay un último obstáculo que superar. "Todo esto tiene tanto de largo como de ancho", me dice el doctor Ramírez antes de aclararme que hay una pieza floja al final de todo este proceso. Luego de un parto, los médicos deben expedir un certificado de nacimiento en el que se debe consignar el nombre de la madre. Pero debido a la falta de regulación en materia de subrogación, los médicos se encuentran ante la disyuntiva de si consignar el nombre de quien da a luz o de quien dona el material genético.

"En la parte de la legalización ante la notaría hay una vía que se debe cerrar, porque no nos deben poner a los médicos hacer un fraude procesal y un fraude en documento público", me explica Ramírez. "Ahí es donde está el cuento y es lo que hay que acabar. Yo creo que en este momento nada debe hacerse a escondidas ni como una situación de prohibición, cuando son situaciones que lo que buscan son tener vida".

En Colombia se consigna el nombre de la mujer gestante, lo que exige a los padres biológicos realizar un trámite posterior similar a la adopción, para que en el registro civil de nacimiento queden consignados sus nombres.

Superada la carrera de obstáculos que la Corte ha puesto frente al deseo de las parejas gay de ser padres, estos podrán dedicar el resto de su vida al nuevo bebé y a un futuro de pañales, posterior adolescencia, listas de útiles y universidades. Y si esto suena demasiado complicado y costoso, no queda de otra que librar la batalla para que la maternidad subrogada sea incluida como un tratamiento de fertilidad en el POS.