Historias traumáticas sobre la pérdida de mascotas de la infancia

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Historias traumáticas sobre la pérdida de mascotas de la infancia

Para los niños, la muerte de una mascota es a menudo la primera experiencia que tienen con la muerte y uno de los primeros pasos a la adultez.

Cuando tenía 24 años, volé de Brooklyn a la pequeña ciudad de Carolina del Norte donde crecí, gracias a mi gato, Simon. Era un angora turco sordo que tuve desde los ocho años, y no le estaba yendo bien. Cuando era un niño el gato dormía en mi cama todas las noches, y su pelaje blanco era una presencia constante en nuestro piso, sin importar lo mucho que aspiraran. Había tomado medicamentos para el corazón desde hace años, que mi madre le había administrado con diligencia todas las noches. Primero lo forzaba a tragar las pastillas y luego le inyectaba el medicamento directamente en el cuerpo.

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Cuando lo volví a ver, el pobrecito apenas podía caminar. Mi mamá me dijo que lo iban a tener que dormir pronto, y me lo entregó para que lo cargara en mis brazos, en lo que resultaría ser la última vez que lo hacía. Mientras estaba en mis brazos, un destello de energía recorrió su cuerpo, y lo pude sentir cuando saltó de mis manos y corrió hacia el comedor. Oímos un gemido, luego un ruido sordo —o tal vez fue al revés. De cualquier manera, cuando entramos al comedor, Simon estaba muerto.

Desde que Simón murió, tengo una fascinación inquebrantable por escuchar las historias de la gente sobre la muerte de sus mascotas de la infancia. Como un adulto, la muerte de una mascota de la infancia es un rito de paso, un recordatorio tangible de que nuestras conexiones a la adolescencia se vuelven más tenues con cada año que pasa. Pero a diferencia de mudarse de la casa de tus padres o de tu emancipación financiera, la muerte puede ocurrir en cualquier momento, de manera abrupta.

Para los niños, la muerte de una mascota es a menudo la primera experiencia que tienen con la muerte, una dura réplica a la inocencia y al sentido de la inmortalidad que impregna la juventud.

Recientemente he hablado con gente de todos los ámbitos de la vida para recopilar sus historias de animales fallecidos. Sus narraciones están matizadas por el dolor y algunos destellos de humor negro, y han llegado a ser momentos decisivos en sus vidas. Como dijo una persona después de que me contara la forma en que accidentalmente mató de hambre a su hámster, "No estoy seguro de si esto es oscuro y divertido, o simplemente oscuro".

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Jake —Un pug lo cachó viendo porno y luego murió

Tenía unos 17 años y tenía un pug llamado Minnie, que tuve desde que tenía seis años. Yo estaba en mi habitación, en la computadora, alternando entre Facebook y porno. Justo cuando iba a buscar los últimos videos de Gianna Michaels, Minnie entró al cuarto con una respiración pesada, me miró, hizo contacto con mis ojos, y luego se acostó junto a mi escritorio.

Después de unos minutos me di cuenta de que la espalda de Minnie estaba arqueada contra la esquina de mi escritorio de una manera extraña, retorcida. Sentí su cuerpo frío y rígido y me di cuenta que había muerto. Supongo que quiso hacer algún tipo de esfuerzo para no morir solo.


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Alyson —Mató y sustituyó algunas veces el pez beta de su hermano menor

Mi madre no nos dejó tener una "mascota real" cuando era niña, ya que requería demasiado mantenimiento, por lo que le regaló a mi hermano más joven un pez beta. Le puso "Jeremiah" a su pez, en honor a su propio nombre. Hemos tenido algunos contratiempos con Jeremiah, y mi hermano está por lo menos en su quinto pez beta, sin que se haya dado cuenta. Una vez leí algo en línea que decía que los peces beta prosperan en agua tibia, así que puse el pequeño tanque cerca de un mini-calentador, para entibiar el agua. Por desgracia, me olvidé del tanque durante varias horas, y cuando me acordé, era demasiado tarde. Básicamente cociné al pez, por lo que mi madre y yo nos apuramos a comprar uno nuevo antes de que pudiera darse cuenta.

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En otra ocasión, Jeremiah se congeló porque dejamos su tanque junto a una ventana abierta en medio del invierno. También tuvimos que reemplazarlo cuando mi hermano Josh y yo estábamos cambiando el agua de su tanque y lo dejamos caer en el triturador de basura. Nos tomó más de una hora sacarlo con una cuchara, y para entonces estaba rígido y su piel se había puesto negra, así que lo tiramos por el inodoro. Unos días más tarde, estábamos viendo algo en Discovery Channel sobre peces y descubrimos que los peces beta pueden vivir fuera del agua durante al menos varias horas. ¡Lo sentimos!

Charlie —Perro sofocado en una bolsa de basura

Mi primera mascota fue un beagle llamado Clifford. Amé muchísimo a ese perro y me pasaba días enteros jugando con él en el patio trasero. Un día, nuestra señora de la limpieza entró a la casa con una mirada como si hubiera visto un fantasma. Le dijo algo a mi madre, que regresó bañada en llanto a la habitación. Resulta que Clifford había olido algo sabroso en la basura, abrió el bote con su nariz y saltó dentro, y luego se asfixió en su interior. Después la señora de la limpieza encontró su cuerpo rígido y sin vida. Esa fue la primera vez que perdí algo que tenía un gran significado en mi vida. Todavía conservo una foto enmarcada de Clifford y yo, juntos en el patio trasero.

Mary —Accidentalmente cocinó a su ave

Solíamos dejar al perico Heartsweet en la ventana de nuestro apartamento de Nueva York durante los meses de verano. En la mañana de mi séptimo cumpleaños, corrí a la jaula de Heartsweet para cantarle "Perico Heartsweet, pío pío", como era mi tradición personal, pero en su lugar encontré un pájaro frito en la parte inferior de la jaula. Fue a principios de noviembre y no nos dimos cuenta que el edificio iba a prender la calefacción esa noche. Su jaula de metal estaba sobre el radiador. Mi primer y único amigo fue asesinado en mi cumpleaños.

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Will –El Prius de la muerte

Tenía un labrador amarillo que mi hermano y yo recibimos para Hanukkah cuando era mucho más joven. Acabábamos de ver Solo en casa 3 y había un cachorro en nuestra casa, así que básicamente fue el mejor Hanukkah de todos. La nombramos Mama. Ella se quedó ciega y le dio cáncer y terminamos por dormirla en el cumpleaños de mi madre. Antes de que mis padres la llevaran al veterinario, todos vimos el episodio de El príncipe del rap donde Will se da cuenta de que su padre es un fraude. Luego, cuando mis padres pusieron a Mama en el coche, Roscoe (nuestro otro perro) se dio cuenta de que Mama nunca regresó —así que desde ese punto se negó a entrar al coche. Para él, el Prius era el coche de la muerte.

Roscoe estaba en lo correcto, la siguiente vez que se subió fue para ir al veterinario para que lo pusieran a dormir.


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Haley —Descubrió el cuerpo sin vida de su gato en el ático

Stripes era un gato naranja atigrado que siempre llegaba a nuestra puerta trasera en busca de comida. Un día, un coche lo atropelló y lo llevamos al veterinario. La cirugía costó 5.700 pesos, así que nos lo quedamos. Aún así, de vez en cuando caminaba por el barrio con entusiasmo. A veces se ausentaba durante días, pero no era un gran problema. Mi hermano tenía un ático en su armario en el que nos gustaba pasar el rato. Un día fuimos allí y Stripes estaba muerto. Debió haber estado ahí durante aproximadamente una semana, ya que se estaba descomponiendo y había ratas que comían su cuerpo. Creo que me desmayé después de darme cuenta qué había sucedido.

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Katherine —Su perro se suicidó

Cuando era más joven, mis padres decidieron comprar una enorme perra negra llamada Seven. Era muy amigable, pero también era un poco estúpida. Por ejemplo, teníamos unos columpios en el patio trasero, donde jugábamos mis hermanos y yo. De vez en cuando, Seven se ponía frente a nosotros y recibía un golpe. Nos sentimos mal por eso, y ella simplemente no aprendía, por lo que decidimos atarla mientras jugábamos. Un día, habíamos entrado a la casa después de un rato para ver caricaturas y ella se había quedado afuera, amarrada. Más tarde vi hacia afuera y la vi de pie sobre sus patas traseras, sin moverse. Estaba confundida, así que llamé a mi niñera para que la fuera a ver y nos dimos cuenta de lo que había sucedido. Había corrido alrededor del palo tantas veces, tratando de salirse, que acabó estrangulándose hasta la muerte. Así es, mi perra se ahorcó.

Andrew —Su perra fallecida fue congelada criogénicamente sin querer

Mi hermana tenía una perra llamada Moppet, que tenía epilepsia. Moppet murió de un ataque la noche del 23 de diciembre, pero vivíamos en Oshkosh, Wisconsin, donde las oficinas del veterinario cierran por vacaciones de Navidad desde el 23 hasta el 27. Hacía tanto frío que el suelo se había congelado, lo que significaba que no podíamos enterrarla en el patio, y no la podíamos llevar al veterinario. Así que la guardamos en una caja de cartón en la cochera. Su cuerpo estaba rígido y era visible a través de la manta con que mi padre la había cubierto.

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Diane —Un cuento clásico del gato contra el ratón

Cuando era niña, mi madre me consiguió un hámster llamado Brownie. Se escapó de su jaula, comió veneno para ratas y murió. Después de eso, mi mamá me consiguió dos ratones, que resultaron ser niño y niña. Seguían teniendo crías, así que los llevábamos a la tienda de mascotas para que tuvieran más ratones que vender. Con el tiempo, convencí a mi madre para que me dejara quedarme con una de las camadas. Entonces tuvimos un montón de ratones en un hábitat que había creado para ellos en mi habitación. También teníamos tres gatos. Un día llegamos a casa y fui a mi habitación, donde encontré que la parte superior del hábitat no estaba. Había sangre por todas partes.

Erin —Su padre puso a dormir a su gato al golpearlo con una pala en la cabeza

Cuando era niña, tenía un gato llamado Pookers. Tenía un alma gentil. A medida que fue creciendo, comenzó a ponerse sarnoso e infeliz. Su pelaje se estaba cayendo, y mi padre no me dejaba tenerlo en la casa. Siempre lloraba por él y le pedía a mis padres que lo llevaran al veterinario, pero se negaron —son el tipo de gente que piensa que pagar por atención médica para seres humanos es una estafa, así que llevar a Pookers al veterinario estaba fuera de toda discusión. Un día, llegué a casa de la escuela y mi padre me dijo que Pookers había muerto. Estaba triste, pero pensé que estaría en un lugar mejor. Más tarde, mi hermana me dijo que mi padre mató al gato al darle un golpe en la cabeza con una pala en el patio trasero. Así acabó el asunto.

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James —Alimentó al roedor incorrecto

Tenía un hámster cuando tenía cerca de 12 años. Poco después de conseguirlo, encontró una manera de salir de su jaula, así que vivía en mi habitación. Era un buen trato: salía debajo de la cama y convivía conmigo cuando jugaba videojuegos, y a cambio le dejaba comida y agua afuera de su jaula. La jaula se quedó en mi habitación, pero unos meses después de tener una jaula sin hámster decidí limpiarla y deshacerme de ella. Fue entonces cuando encontré su cuerpo en la jaula; se debió haber arrastrado de nuevo un día y no pudo salir. Entonces, me di cuenta de que a pesar de que la comida y el agua que había dejado para él afuera de su jaula se acababan cada día, no era mi hámster el que las consumía. Así que por quién sabe cuánto tiempo alimenté a unos roedores cualquiera mientras mi hámster moría de hambre en su jaula.


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Katelyn —Su mapache fue utilizado como carnada para perro

Mi padre criaba y entrenaba perros para cazar mapaches cuando era niña. La gente caza los mapaches durante la noche, así que nunca me invitaban, y por lo tanto nunca entendí exactamente cómo funcionaba la caza de estos animales. Mi responsabilidad principal en esta operación era ayudar a poner carnadas en varios lugares del bosque y ayudar a atraer a estas pequeñas criaturas a nuestra propiedad, lo cual me encantaba porque significaba que podía conducir cuatrimotos por el bosque y trepar a los árboles. En una de estas aventuras, mi padre y yo encontramos una cría de mapache, y era tan linda que le pregunté si podíamos llevarla a casa. Dijo que sí, lo que debió ser la primera señal de que algo malo sucedía. Aún así, crié al pequeño yo sola, y lo alimenté con leche de cabra hasta que fue lo suficientemente grande como para comer comida para perros. Su nombre era Rascal y yo lo amaba. Vivía en el porche, pero a menudo lo metía a mi habitación, a pesar de su amor por cagarse sólo en mi cama.

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Como ya he mencionado, criábamos perros, así que a menudo había cachorros dando vueltas por la casa, que necesitaban ser entrenados. Fue alrededor de cinco o seis meses después de que rescaté a mi pequeño amigo cuando finalmente descubrí lo que ocurría durante la cacería de mapaches. Ya era tarde y yo estaba dentro de la casa cuando escuché a varios perros afuera causando un alboroto. Eso no era raro de escuchar, pero sabía que los bastardos no debían estar fuera de la perrera, por lo que corrí para averiguar qué pasaba.

En el patio lateral, mi padre estaba de pie en un mar de perros aullantes, mirando hacia un árbol con los brazos cruzados. Mientras me acercaba, me di cuenta de que había una cuerda con sangre que colgaba del árbol. Le pregunté a mi padre por qué ladraban los perros y me dijo, "Tu pequeño amigo cumplió su misión al fin". Los perros se estaban peleando por el cuerpo sin vida de mi mapache.

Beverly —Convirtió a su gato en un adorno de sala

Cuando crecí en Australia, nuestros vecinos eran gente de campo, y tenían una piel de zorro en su sala de estar que ellos mismos habían desollado. Me encantaba cuando era niña, y cuando íbamos a su casa ponía la piel en mi regazo y la acariciaba. Siempre le preguntaba a mis padres si podíamos usar la piel de nuestro gato cuando muriera, porque siempre pensé que era la cosa más genial. Me dijeron "claro", sin pensar realmente en ello. Siete u ocho años después, un coche atropelló a mi pobre gato. Mis padres me trajeron su cadáver y les pregunté si lo podíamos llevar con nuestro vecino para quitarle la piel.

Improbablemente, mis padres cumplieron su palabra y llamaron a nuestro vecino, quien dijo que lo haría. Le quitó la piel al gato, y la pusimos en un congelador en nuestra sala de estar. De vez en cuando me gustaba ir hasta allí y frotar la bolsa, sólo para saber mi gato estaba dentro. Para terminar el trabajo había que conseguir cuero para ponerlo en el reverso de su piel, pero no había ninguna persona en nuestra ciudad que pudiera hacerlo. Unos meses más tarde, mi padre fue a un viaje de negocios en una ciudad en la que alguien realizaba ese servicio específico. Así que llevó a nuestro gato y lo puso en un avión para que lo llevaran al lugar de curtido de cuero. Unos meses más tarde regresó con la piel del gato.

Era hermoso —¡incluso sus bigotes estaban todavía allí! No tenía ojos, así que cuando invitábamos amigos nos gustaba colocar canicas en sus cuencas y pretender que aún estaba vivo. También me gustaba correr con la cabeza envuelta en su piel y simular que era un ewok. Lo pusimos sobre el sofá de la sala, y mi hermana siempre me pedía que lo guardara porque pensaba que era extraño. Todavía sigue aquí, pero ahora vivo en un país diferente y mi marido definitivamente no está interesado en tener un gato muerto en nuestra casa.

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