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COLOMBIA

Este reinado fracasó (y no es por el machismo)

OPINIÓN // Acabar con el evento porque es machista sería tan absurdo como acabar con la política porque también lo es. Otras razones explican su declive.

"Que está maluco el reinado", me dijo el Bichi.

Con este, el Bichi suma ya 22 años vendiendo raspados en la Avenida Santander, en Cartagena. Veintidós desfiles. Veintidós Batallas de Flores. Veintidós Señoritas Colombia. Veintidós. Raspaos de cola, de chicle, de maracuyá, de tamarindo; con leche condensada, con leche en polvo, con bolitas de colores. Que está maluco el reinado porque no hay nadie, porque vende poco, porque no hay desorden. Porque sale flojo cuando es en marzo y no en noviembre. Porque no hay turistas y a nadie le importa. Porque el sol es mucho y los raspaos se le derriten en el carrito.

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Tenía razón el Bichi. A las candidatas sólo las esperaban sus comitivas, casi siempre pagadas por un papá político o algún patrocinador enamorado. En las comparsas no hubo más que unos pocos curiosos y a la ceremonia de coronación le sobraron sillas. No hubo harina, no hubo espuma, no hubo fiesta. Cápsulas perdidas en las secciones de entretenimiento de los noticieros y periodistas que contaban lo obvio en emisoras de radio.

Foto de la autora

¿Cómo el que fue uno de los eventos más populares del país se quedó sin público? ¿La soberbia intelectual finalmente acabó con la superficie? ¿Fue un statement en contra del machismo? Si se tratara del primer caso, tendría que entrar en una discusión interminable. La condena a la imagen es un asunto viejo, tan viejo que, para no desviarme, solo voy a decir que el anhelo de belleza es tan válido como el anhelo de conocimiento. Si se tratara del segundo, el statement sería irreprochable, pero sería el camino equivocado. En el reinado hay machismo porque el machismo está en todas partes. En la política, en la música, en la literatura, en la religión. Acabar con los reinados porque son machistas sería tan absurdo como acabar con la política porque también lo es. Los concursos de belleza no son la enfermedad, sólo uno de sus efectos secundarios.

"¡Que es la fecha!", había sentenciado el Bichi. Es esta fecha maluca. Otra vez tenía razón. Por ocho décadas, noviembre había sido el mes de las reinas en Colombia. Desde 1934, cuando el presidente Enrique Olaya Herrera le encargó a Ernesto Carlos Martelo celebrar el primer siglo de la independencia de Cartagena eligiendo a la mujer más bella del país, el concurso nunca había cambiado de mes. Se había cancelado, sí. Porque estalló la Segunda Guerra Mundial, porque volvió la crisis del café, porque hubo un golpe de Estado. Y se había movido, también. Un par de días cuando el Bogotazo. Una semana cuando Armero y la toma del Palacio de Justicia. Pero nunca había cambiado de mes. Y mucho menos de año. Nunca una reina había pasado diecisiete meses con la corona.

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La razón: Miss Universo cambió de dueño. Ya no es de Donald Trump, el presidente de Estados Unidos que insultó a los latinos y se quedó sin el apoyo de Univisión para transmitir el concurso. Es de Paula Shugart, una empresaria que quiso replantear varias de sus políticas y cambió su fecha para enero. El Concurso Nacional de la Belleza tuvo que moverse también. De no hacerlo, habría elegido dos reinas en un mismo año y eso, en un mundo de coronas y cetros, es tan inconcebible como tener dos presidentes electos en ejercicio. El problema: los cartageneros no se reconocen eligiendo reina en marzo y el resto del país no se reconoce eligiendo reina sin la euforia cartagenera. La solución: dejar la corona en casa. Dársela a Laura González, Señorita Cartagena, y traer de vuelta la atención de los cartageneros. Hincharlos de orgullo y ponerlos a celebrar un victoria que no buscaron. Que no pidieron. Que no les interesa. Al final de cuentas, premio es premio y las razones no importan.

Es la fecha, me dijo el Bichi, es esta fecha maluca que me derrite los raspados con tanto sol.

* Esta es una columna de opinión. Por tanto, no representa la postura de VICE Media Inc. 


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