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Música

Carmina Fulana

La escena de música clásica catalana es más chunga que la del black metal noruego

La escena de música clásica catalana es más chunga que la del black metal noruego. En serio.

Stravinski tuvo un sueño de una niña que bailaba hasta palmarla rodeada de un grupo de hombres sabios, en el cual basó su “Danza de los adolescentes” de La consagración de la primavera. Pues bien, el estado de la música clásica en Cataluña (sobre todo en Barcelona) se asemeja bastante al de esta onírica chavala, sustituyendo, eso sí, los hombres sabios por unos caníbales que se la están papeando hasta reventar. Quizá pronto podamos todos engalanarnos con sus sangrantes pieles y huesos para asistir a la producción de su inminente réquiem.

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Antes de terminar la carrera de musicología en los Estados Unidos, me pasé varios meses escribiendo una tesis en la que lamentaba el estado agónico de la música clásica y osaba proponer algunas ideas para reanimarla. Después me vine a Barcelona… hay que joderse. Yo creía que unas 17 orquestas sinfónicas americanas cerrando el chiringuito en los últimos 20 años era un síntoma de severa enfermedad, pero ahora empiezo a ver claro que la situación está (y huele) mucho peor por aquí. Incluso con (mayor o menor) inyección de fondos públicos, la música clásica se está autosaboteando y autodevorando. Al llegar aquí intenté conversar con el cadáver andante que es la música clásica en Barcelona. Tuve varias charlas con gente de la promotora Ibercámera, con gente del “Gran” Teatro del Liceu y con músicos que para mí han sido una gran inspiración, como Mestres Quadrenys. Todos me decían lo mismo: vuélvete a los Estados Unidos, aquí no hay nada, todo está muerto, podrido, con “la crisis” lo primero cosa que se va a la mierda son las artes y la música es la parienta pobre de las artes, no hay público, no hay innovación, corre, huye, ¡huye!

Con el corazón en un puño y un chasco moral de aúpa, conocí entonces a Oriol Pérez Treviño, el [hasta hace unos días director](http:// http://www.lavanguardia.com/musica/20120220/54257912081/dimision-director-auditori-supuesto-mal-uso-fondos-publicos.html) de l’Auditori de Barcelona. Oriol me hizo vagas promesas de darme curro en lo que más me gusta. Hablamos de proyectos para llevar la música a un público que hasta ahora suda olímpicamente de ella. Las ganas y esperanzas que compartíamos me devolvieron un poco los ánimos. Pero en cada reunión hablaba con menos claridad y sus ideas se contorsionaban sin sentido. Hablaba muy rápido y yo ya no entendía de qué estaba hablando.

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El mensaje que me envió la noche del viernes 17 de febrero, “No estoy bien!”, ya me chocó un poco. Pero nada en comparación con el hecho de desayunar el lunes siguiente con la noticia a toda página de que había dimitido por uso indebido de una tarjeta de crédito. ¿Otra vez? ¿Pero qué coño pasa en está ciudad? ¿La ciudad que antaño era hogar de vanguardias artísticas y bombeaba arte por los ventrículos de su corazón ahora deja la música clásica y contemporánea en manos de locos y mangantes? ¿Debo asumir que aquí ya ni la música clásica puede ser refugio para escapar de los perroflautas fans de Manu Chao, del fenómeno Manel y del millón de grupos de indie-pop malo? Sólo llevo unos meses aquí y quizá no entienda realmente cómo va la cosa… pero, vamos, ¿tras el escándalo del Palau de la Música no hemos aprendido nada?

En todos y cada uno de los artículos que se han publicado acerca de la dimisión de Treviño al frente de l’Auditori dicen que no deberíamos comparar esto con lo que pasó en el Palau. Pues vale. Pero el hecho de que Treviño haya tirado de tarjeta pública para costearse un par de monumentales juergas dice algo del estado de la música clásica y la gente que está a su cargo. Mientras la Orquesta Sinfónica del Sodre (Urugay) tocaba cosas de Piazolla y el Trout Quintet de Schubert en una base de la Antártida , aquí el nivel de mierda, hartazgo y frustración sigue en imparable ascenso.

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Concretemos. Ahí van mis experiencias con las tres salas más importantes de música clásica y ópera en Barcelona:

El LICEU

La verdad es que desde que estoy aquí no he asistido a ninguna producción del Liceo. Quizá haya influido el hecho de que amenaza con bajar la persiana y cancelar parte de la temporada, dejando fuera una de las pocas cosas inusuales que tenían programada (y la que más ganas tengo de ver): la ópera de Debussy. Presentó un ERE temporal para compensar el déficit (3,7 millones de euros)  y planeaba anular dos meses enteritos de programación. Tras sobrevivir a dos grandes incendios y al lanzamiento de dos bombas Orsini por parte de un anarquista aragonés, el teatro más antiguo de Barcelona (1847) se derrumba. Los trabajadores, cabreados, se plantaron enfrente del templo y se marcaron una interpretación del “Va, penseiro” de Verdi, una canción tan poderosa que hizo cambiar de idea a los gerentes del teatro, retirando el ERE y con él la amenaza de dejar a la “enorme” base de fans de la ópera sin sus espectáculos.

EL PALAU

El gran palacio modernista, cuya historia quedó manchada para toda la eternidad por el clan de los Millet  (un agujero negro de más de 20 millones de euros, un bodorrio que ni los Corleone y un par de Mercedes por la cara resumen el mayor expolio jamás conocido en una entidad cultural europea), sigue sin levantar cabeza. Ahora, bajo la nueva dirección de Joan Oller, está recortando presupuesto por todos lados y exigiendo mucho más de los cantantes del Orfeo. Oller aun siente que tiene que recuperar la confianza de todos por lo que pasó  pero no acabo de pillar su línea de acción. Cuando estuve allí, hace unas semanas, las notas de programa eran unos endebles folios con la fecha de la impresora de cabecera. Ese mismo día asistí a un curso de dirección de María Guinand (directora de la escuela Cantorum de Venezuela) y el técnico de sonido no consiguió hacer sonar un vídeo ni controlar el volumen de los micros. Vergüenza.

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L’AUDITORI

El asunto de Oriol Pérez Treviño me tocó de cerca. Llevaba apenas 7 meses en el cargo, había programado una temporada que pintaba muy bien, hizo colgar pancartas enormes anunciando la visita de Lang Lang y parecía ilusionado ante la tarea de reflotar una institución en estado anémico cuando él cogió las riendas. Cuando saltó la noticia de su dimisión, decidí llamarle directamente. No atendió mis llamadas ni mis correos electrónicos, cosa que entiendo teniendo en cuenta que, por la razón que sea, el hombre acaba de tirar su carrera por el retrete, y todo por la suma de 10.000 euros.

Como me había quedado con ganas de comentar el asunto con alguien bien informado, llamé a mi amigo de Ibercámera para preguntarle cómo ve él todo esto.

¿Qué opinas de la dimisión de Treviño y del caos con la presente temporada del Liceu?

Francesc Prats: Son dos cosas muy diferentes. Lo que pasó en el Auditori tiene que ver con trastornos personales del director. Lo del Liceu es más un problema de estructura. Una administración con demasiada gente trabajando. Es insostenible, tantos trabajadores. Son unos 425 creo, una barbaridad.

¿Y en general cómo ves el estado de la música clásica en Barcelona?

En cuanto a programación de conciertos, Cataluña sigue estando mejor que el resto de España. El problema que veo es que la parte pedagógica está muy mal. La música debería ser una asignatura en las escuelas y no lo es. Y ahora con menos recursos, la cultura es la primera afectada. Es lo que hay.

Esto lo dice uno de los señores que está a cargo de la entidad que programa la mayoría de eventos de música clásica en esta ciudad. Me hizo ver que, chanchullos y mamoneos aparte, el problema también es que no hay público, sencillamente no interesa la música clásica. En cierto modo, es el género de música más alternativo que existe, más punk que el punk, porque a nadie le importa un rábano, y ningún grupo de metal ha conseguido siquiera rozar la “magia oscura” de Wagner. Su aislamiento tiene mucho que ver también con el estigma que arrastra desde siempre: que es la música del 1%, música para viejos e insufribles pseudointelectuales. Vale, algo de verdad hay en eso, pero Pink Floyd también tiene una base de fans que da asco y su música mola, ¿no? La música en general no pinta un carajo en las escuelas y los directores de las salas que deberían seducirnos para ir a escuchar música clásica están demasiado cansados, deprimidos o locos para hacerlo. Bien pensado, igual presento mi candidatura parala plaza de director del Auditori, mirad qué os digo.

Para empezar a convenceros de lo mucho que mola la música clásica (y dejaros con mejor sabor de boca), aquí os dejo el trailer de la película Lisztomania, del pirado de Ken Russell, con Roger Daltrey de los Who en el papel del joven Franz Liszt.

ILUSTRACIÓN: ANDREA GOMIS