Un apartamento, de no más de 60 metros cuadrados, esconde una de las colecciones más minuciosas y extensas que hay en toda Colombia de una banda que para muchos puede ser importante, pero que, solo para unos pocos, puede significar la vida misma. Dentro de ese selecto grupo está John Anderson Fonseca: un militar de 32 años que, cual adolescente, espera con ansias a que llegue el fin de semana para irse de Bogotá, donde trabaja, rumbo a Tunja, una ciudad ubicada a 130 kilómetros de la capital colombiana donde se resguarda esa extensa colección. Todos los sábados, madrugado, se embarca en su carro para ir a Tunja y hacer lo que más le gusta: entrar a su pequeño apartamento, escoger uno de los más de 200 discos que tiene de Queen, reproducirlo en su sala para finalmente sentarse y disfrutar de una cerveza fría junto a Freddie Mercury, Brian May, John Deacon y Roger Taylor.
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No necesita nada más, ni a nadie más.—“Mire, esto fue lo último que me compré” —me dijo sonriente mostrándome un CD del álbum The Game apenas nos subimos a su carro.—“¿No tenía este disco o qué? —le pregunté ingenuamente.—“Sí, varias veces, pero no en esta edición. Es una versión japonesa”.Ahí supe que esto era en serio: que esta persona, a la cual había llegado por recomendación de un conocido que trabaja con él, estaba realmente obsesionada con Queen.—¿Cuánto le costó?—Más de 200.000 pesos —y se rió sabiendo que para los demás, los no coleccionistas, podría sonar ridículo.John Anderson Fonseca nos invitó a Mateo, el fotógrafo, y a mí a ver Bohemian Rhapsody ––la película que ha estado en boca de todos en la última semana y que rompió récord en Colombia–– gracias a unas boletas que se había ganado el día anterior en un concurso de Radiónica, una emisora de la radio pública. Nos encontramos ese sábado en la mañana en un centro comercial de Bogotá para verla, antes de arrancar hacia Tunja para conocer la colección. Ya se había visto la película como tres veces y planeaba vérsela otras diez en la siguiente semana.—Tiene algunas imprecisiones, pero igual me gusta mucho— me dijo apenas salimos de ver la película.—¿Como cuáles?—Freddie y Jim Hutton no se conocieron así. Él en verdad era peluquero y se conocieron en un bar.Atrapados en un clásico trancón bogotano y su inherente diluvio, John me empezó a contar su historia y cómo Queen ha sido testigo de gran parte de ella. Cuando tenía 8 años, como suele pasar, el tío rockero de la familia puso el Live Magic, un álbum publicado en 1986 —el mismo año en que nació Fonseca— con versiones en vivo de las canciones que Queen tocó durante su Magic Tour en el verano de ese mismo año: la última gira de la banda con la formación titular. Fue amor a primera escucha: sin tener ni idea de qué estaba sonando, John se abalanzó sobre su tío para saber qué carajos era eso. Ahí conocería la banda sonora del resto de su vida.
"Bohemian Rhapsody"
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— A mí me gustaba Guns N’ Roses y el rock en español, pero Queen hizo algo en mí. Me obsesioné. Quería ser como Freddie Mercury.—¿Empezó a comprar discos ahí mismo?—Sí, en los siguientes años dejé de comer, ahorraba lo que me daban para las onces del colegio y me iba a pie desde mi casa hasta el centro a comprar discos—, me dijo cuando íbamos por la 140 con Boyacá en un insufrible intento por salir de Bogotá.—¿Dónde vivía?—Por aquí cerca.Cada vez que lograba ahorrar 30.000 pesos, John se iba caminando con la sudadera del colegio hasta OVNI 19, uno de los centros comerciales de música más emblemáticos de la capital colombiana. No se iba en bus porque no le alcanzaba la plata: llevaba la cantidad exacta para el disco que había fichado en su última visita. John, durante cuatro años, recorría más de 300 cuadras en un solo día por Queen.—¿Cuál fue el primero que compró?—El de Freddie Mercury Album. Fue de los pocos que guardé cuando me tocó vender mi primera colección.—¿Qué? ¿Cómo así que vendió su colección?—En un momento de mi vida tuve una calamidad familiar y me quedé sin un peso. Si quería sobrevivir tenía que venderlos.
En 1998 su hermano menor murió y más tarde se quedó solo: sin su tío rockero, ni su madre, quien al final terminó apoyando la pasión de su hijo por Queen, por más que, en ocasiones, le sacara plata de la billetera para completar lo de la siguiente compra.Le tocó vender prácticamente todo lo que había comprado y caminado para poder terminar el colegio y sobrevivir. En ese momento tenía alrededor de 40 discos.
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"A Winter’s Tale"
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Aunque John no hablaba inglés, sentía que la entendía perfectamente: la voz de Freddie Mercury y la atmósfera cautiva de esa canción ya bastaban para aliviar el vacío que se quería apoderar de él. Unos años más tarde vino a entender lo que decía “A Winter’s Tale” al confesarme, orgulloso, de que Queen le había enseñado lo poco o mucho que ahora sabe de inglés; además de contarme que la banda también lo introdujo en el místico universo de la música clásica y la ópera.
A sus 15 años, John quedó prácticamente solo. Y para poder graduarse del colegio tuvo que dejar ir su vida: vendió la mayoría de sus discos y hoy, con cierto arrepentimiento, dice que no tenía otra opción.—¿Volvería a vender su colección si estuviera muy mal de plata?—No, así me esté muriendo no lo vuelvo a hacer.—¿A quién se los vendió?—A una persona que tristemente no apreciaba tanto a Queen, pero tenía la plata que yo necesitaba.—¿Y cuándo arrancó a coleccionar otra vez?—Como en 2003 o 2004.Durante gran parte del camino, John puso varios discos de Queen en su carro desde su celular. Cuando ya no faltaba mucho para llegar a Tunja nos preguntó que si queríamos escuchar otro artista. No, dejamos sonar a su artista favorito, era por esa banda que estábamos todos ahí, viajando por las carreteras que se dibujan a través del verdor cundiboyacense.—Entré a prestar servicio militar porque no tenía plata para estudiar. Llegué con la idea de que solo me iba a quedar un año y ya.
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—¿Y se enamoró de la vida militar o qué?—Pues vi la posibilidad de quedarme y tener una estabilidad con ese trabajo.John lleva 16 años en el ejército y más de 20 como coleccionista de Queen. En cuatro años cumple la cuota para pensionarse y, cuando eso pase, espera poder irse a Inglaterra y Alemania a seguir los pasos de Freddie Mercury.
"Keep Yourself Alive"
Trabajaba para alimentar su colección. Era un medio para darle forma a lo que ya, de manera clara y deliberada, se había convertido en su proyecto de vida. Estando en el ejército pudo estudiar sistemas y se ganó la confianza de sus superiores por ser diligente y hacendoso. No tuvo que combatir mucho, por más de que dos cicatrices de balas que le dejó el conflicto armado colombiano digan lo contrario; y luego de haberse desempeñado en diferentes roles, pasó a ser conductor del estado: un puesto que le gusta porque es tranquilo y le da tiempo para irse a Tunja la mayoría de los fines de semana, alejarse del caos bogotano y relajarse en su apartamento, el único espacio totalmente suyo donde puede tener su colección sana y salva.
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—Cada vez me volvía más exigente con lo que compraba. Tenían que ser ediciones raras y exclusivas.—¿Sin importar el precio?—No, a veces ni me fijo en eso: si no lo tengo, lo compro, así me endeude.—¿Qué es lo más caro que ha comprado?—Una caja con todos los vinilos de Queen en colores.—¿Cuánto le costó?—Más de cuatro millones.Su sed se volvió insaciable y se empezó a volver uno de los coleccionistas más minuciosos y disciplinados de Queen en Colombia. Dice que es el segundo en el país, después de un paisa al que él llama Juan Queen. Duró varios años bajo un ritmo vertiginoso hasta que se topó con Laura, una mujer que le bajó las revoluciones melómanas y, como él dice, le cambió la vida.
"Love Of My Life"
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—¿Y por qué terminaron?— Las cosas dejaron de funcionar, pero yo sigo tragado de ella, la verdad.—¿Y ella sabe? ¿Todavía se hablan?—Sí, a veces nos hablamos por WhatsApp, pero no he sido capaz de decirle nada.—¿Es su ‘Love of my Life’?—Jajaja, sí.Como él mismo confiesa, su vida social es mínima: se alejó de sus dos mejores amigos y, luego de terminar con Laura, nunca volvió a salir con nadie. Eso sí, más que ser una persona sola, es una persona solitaria que disfruta mucho de esos momentos donde está rodeado únicamente por sus cuatro ídolos.—Debería hablar con ella, John.—Agh, no sé. Vamos a ver.Justo ahí, luego de casi tres horas de viaje habíamos llegado a su apartamento en Tunja. Apenas entramos a su cuarto, empezó a sacar todo lo que tenía de Queen, 15 minutos más tarde no había por dónde caminar: su habitación —que mide por ahí unos 5x5 metros— estaba inundada por los más de 500 artículos que tiene de la banda, en los cuales se ha gastado más de 100 millones de pesos.Para el ojo mortal, en esa cama sencilla, estaba todo lo relacionado con esta banda: qué más podría faltar. Sin embargo, para John, este es un camino de nunca acabar: tiene algunas cosas en mente que está intentando conseguir a toda costa.—¿Qué es lo que más quiere tener?—Estoy intentando conseguir una edición especial de la chaqueta amarilla que usó Freddie en el Wembley.—¿Muy difícil?—Sí, pero de que la consigo la consigo.
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—¡O mándela a hacer!—Jajajaja, no, no puedo hacer eso. Tiene que ser la original.Mateo, John y yo estuvimos un buen rato sumergidos en esa colección que, con cada minuto y cerveza que pasaba, nos parecía más abrumadora. Al ver ese mar de música terminé de entender que esto era un templo; que Queen es una religión en sí misma que merece ser explorada a fondo; que a veces, por simple costumbre, olvido lo apoteósico que es el rock y lo increíble que es entregarse, por completo, a una banda.Antes de que John nos acercara a la estación de buses para devolvernos a Bogotá, nos ofreció una última cerveza y volvió a poner a “Winter’s Tale” para recordarnos que es una de sus canciones favoritas y, de paso, controlar el síndrome de abstinencia musical que ya se iba apoderando de él nuevamente.—¿Entonces en cuatro años quiere irse para Europa?—Sí, apenas pueda me voy, así me toque vender el carro para poder hacerlo.—¿Lo vendería por irse un par de meses a Europa?—Claro, ese es mi sueño. Tengo que conocer los países y lugares en los que estuvo Freddie.—¿Y después qué quiere hacer?—No sé, ya iré viendo.Como pocos, John encontró en Queen su todo, un todo que va mucho más allá de un simple hobby. Esa colección y el viaje que hará en cuatro años es su manera de agradecerle a la banda lo que sus canciones han hecho por él. Al despedirnos y dirigirnos hacia el bus, me lo imaginé volviendo a su apartamento y destapando otra cerveza para sentarse en su sala junto a Mercury, May, Deacon y Taylor, mientras me preguntaba qué hubiera sido de John sin Queen, pero, sobre todo, qué sería de Queen sin personas como John.
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