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Referéndum catalán

Así está Catalunya un año después del 1-O

"A día de hoy, Catalunya es un país con dos naciones: los independentistas y los españolistas". Preguntamos a cuatro politólogos.
Un hombre vota en la recreación del referéndum del 1 de octubre en Sant Julia de Ramis. Fotografía por John Nazca/Reuters

Hace un año del 1 de octubre, de un referéndum ilegal para unos y necesario e inevitable para otros y de unas imágenes, las de la policía cargando contra catalanes a las puertas de colegios electorales, que dieron la vuelta al mundo. Un año desde la tensión que llevó a la DUI, un año del 155, un año desde los días en los que catalanistas y españolistas, partidarios de la independencia y unionistas, tomaron las calles en una orgía de banderas y colores nunca antes vista en democracia. Después vinieron las resoluciones judiciales y el exilio. Las banderas fueron perdiendo su color poco a poco y muchas se descolgaron de uno de los extremos. Hay quien ni siquiera se acuerda de que la tiene en el balcón y muchos no recuerdan exactamente qué les animó a colgarla.

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Pero, ¿en qué posición está Catalunya un año después? ¿Cómo ha evolucionado su relación con España y cuáles son los retos del gobierno central y de la Generalitat a un año de todo aquello? 365 días después del 1-O le preguntamos a cuatro politólogos dónde estamos, cómo hemos llegado hasta aquí y cuáles son los posibles siguientes pasos en la relación entre Catalunya y España.

CATALUNYA A UN AÑO DEL 1-O

Iván Medina, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Valencia considera que, a un año del 1 de octubre en Catalunya "se ha producido un cambio, al menos, en dos niveles: el primero es de actores, en tanto que los líderes de ambos gobiernos han cambiado y, por lo tanto, las visiones y las posibilidades son distintas. El segundo cambio se refiere a los marcos de interpretación: hasta el año pasado, el independentismo catalán ejercía el papel de impulsor, controlando los tiempos y las iniciativas, mientras que el Estado asumía una actitud de autocontrol hasta que no se superaran unas líneas rojas", comenta.

Sin embargo, "una vez superadas esas líneas rojas, el independentismo ha pasado a jugar el papel de víctima (el Estado como represor), mientras que el Estado se ha autoconvencido de su capacidad para hacer frente a este tipo de situaciones (nunca antes había tenido la ocasión) a la vez que parte de la ciudadanía catalana ha legitimado su actuación. En definitiva, se ha reforzado el Estado, ha menguado la capacidad política del gobierno catalán, se ha movilizado parte de la ciudadanía contraria a la independencia, así como el independentismo catalán se ha reinventado con nuevos símbolos (Estado represor frente a 'votar es democracia')".

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Si Pablo Simón, politólogo, profesor de la Universidad Carlos III y editor de Politikon tuviera que hacer una metáfora acerca de lo que ha ocurrido en Catalunya diría que "hemos sacado la pasta de dientes del tubo. Hemos roto algunos consensos y algunos tabúes y ahora ya no es posible dar marcha atrás. Y eso que se ha roto dentro de Catalunya es lo que tradicionalmente ha sido el catalanismo político entendido como una fuerza transversal, apadrinada hasta cierto punto por el PSC y la antigua Convergencia, que lo que planteaba era la defensa del autogobierno de Catalunya, ir ganando poco a poco competencias como podrían ser la federalización de España y hasta cierto punto la idea de reformarla", explica.

"Pero eso se ha roto", continúa, "y ahora el cambio más importante que tenemos en Catalunya es que es un país con dos naciones. Esto no ocurría antes, pero el catalanismo político se basaba en un implícito que es que había un grupo de gente la cual se sentía más española que catalana o tenía identidades duales que no votaba en las elecciones autonómicas y que no tenía una reacción negativa al catalanismo sino que consideraba, simplemente, que no iba con ellos. Ahora lo que tenemos es una sociedad polarizada, mucho más fragmentada y en la que esas identidades están mucho más a flor de piel, lo que genera que hayamos visto las Diadas, como siempre, pero también manifestaciones con la bandera de España. Creo que esto básicamente indica que el equilibrio político anterior se ha roto y que lo que se tenga que hacer sea algo completamente nuevo".

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"Había una creencia dentro del independentismo de que si ellos forzaban la vía unilateral del 1 de octubre iban a poder crecer"

Alejandro Camaño, que además de politólogo con mención en políticas públicas es activista y militante del movimiento independentista catalán, considera que "para entender la reconfiguración de significantes y significados en la sociedad catalana debe contextualizarse el proceso en medio de una de una crisis económica, social y política que obliga a romper con la construcción histórica y social de la cultura social del Estado español. Esta está marcada por un carácter pospolítico consecuencia de treinta y seis años de dictadura y siete de un proceso de Transición gestado de manera vertical y como consecuencia, la estructura institucional pactada en la Transición queda de entredicho, creando una crisis de régimen, u orgánica en un plano general y una pérdida de régimen creciente en términos territoriales en lo que a Cataluña y su proceso soberanista respecta".

La politóloga y también editora de Politikon Berta Barbet, por su parte, considera que "el 1-O acabó de marcar una tendencia que desembocó en un recrudecimiento de la situación en Cataluña. Esta situación de creciente polarización, de rupturas emocionales cada vez más fuertes y de enquistamiento de las posiciones se ha visto ligeramente revertida con el cambio en la Moncloa y el hecho de que el actual gobierno catalán de momento se ha mantenido dentro de la legalidad. Sin embargo, la ruptura emocional y las diferencias en las posiciones son claras y la solución parece estar aún muy lejos".

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Simón comenta que "había una creencia dentro del independentismo de que si ellos forzaban la vía unilateral del 1 de octubre iban a poder crecer en ambos sentidos. Iban a poder, como reacción por parte del Estado, como error del Estado de cargar y tener a la policía allí, ayudar a que se generara un 'frente antirepresión' por decirlo de alguna manera, que pudiera englobar a los comunes. Las imágenes de la policía cargando contra ciudadanos dieron la vuelta al mundo y no hay relato ni narrativa de comunicación del gobierno de Mariano Rajoy que pudiera remontar aquello. Pero, si nos damos cuenta, esas expectativas no se han materializado".

Continua diciendo que "es verdad que el Procés ha tenido una vertiente internacional, pero porque hay gente que se va para escapar de la justicia y eso genera que cada vez esté todo más embrollado. Pero dentro de Catalunya los bloques permanecen inalterados a grandes rasgos. Después de esta tensión que hemos vivido al final te encuentras con un empate entre el 52 y el 48 de personas que quieren la independencia respecto a las que no. Un empate que se puede dar la vuelta en un sentido o el otro en determinadas circunstancias, seguro, pero que es un empate al fin y al cabo. Romper ese tabú y empujar la independencia como causa a unas cotas de apoyo nunca antes imaginado tiene una cara B y es que los otros se movilizan y reaccionan. Por lo tanto hay consensos que antes estaban establecidos dentro de la sociedad catalana que han saltado por los aires", finaliza.

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CATALUNYA, ESPAÑA Y VICEVERSA

Si como afirma Pablo Simón, a día de hoy Catalunya es un país con dos naciones, ¿qué sucede con España? ¿Cómo está la relación entre ambas a un año del referéndum, de la DUI y del 155? En los días previos y posteriores al 1 de octubre miles de españoles y catalanes sacaron miles de banderas a sus balcones. Banderas que meses después han amarilleado, se han descolorido y se han descolgado de una esquina. Banderas que, en el resto de España, la mayoría no recuerda siquiera que tiene colgadas en las ventanas o por qué las puso.

"El eje territorial se ha reactivado de un año a esta parte. La reacción inmediata que vimos tras los sucesos del 1 de octubre fue una crecida enorme de Ciudadanos, y eso lo hace mucho a costa del PP pero también de muchos votantes de centroizquierda y del PSOE que cuando hablan del tema Catalunya-España están en una posición y cuando hablan de izquierda-derecha en otra", comenta el politólogo.

"Cada vez hay más gente que no acepta que se pueda llegar a un compromiso político con Catalunya porque a su juicio sería como darle la razón al 'niño malo'"

"Sin lugar a dudas el 1-O reactivó el tema territorial y creo que además ha generado varios o al menos dos elementos contraproducentes para los intereses del catalanismo. El primero y evidente es que la idea de hacer un referéndum en Catalunya hoy es mucho más difícil de defender en el resto de España que antes. Cada vez hay más gente en territorios determinados que cree que es ir demasiado lejos esto de la descentralización y que por supuesto no acepta que se pueda llegar a un compromiso político con Catalunya porque a su juicio sería como darle la razón al 'niño malo': al que se salta la ley, lo rompe todo, genera enorme estrés y tensión y encima es recompensado con dinero, competencias… Yo creo que este es un efecto claro y que permea en el imaginario: que nadie piense que el shock que supuso el 1 de octubre, tanto en Catalunya como en el resto de España, ha pasado. Recordemos que, igual que sucedía con el 15M en otro ámbito, para mucha gente en Catalunya y por razones diversas, ya sean catalanistas o españolistas, el 1-O y los días posteriores van a ser el momento más increíble que han vivido en sus vidas. Es decir, les ha dejado una marca en términos de socialización política comparable a las del 15M o a la del No a la guerra, y eso no va a desaparecer", concluye Simón.

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Iván Medina también establece un paralelismo entre Catalunya y el 15M. "El independentismo catalán, como cualquier otro movimiento sentimental, necesita de la agitación y la socialización del conflicto. En este sentido es muy similar al movimiento de los indignados, que no se basa en la clase social sino en un estado de ánimo y, como tal, necesita ser agitado o desaparece. El independentismo catalán necesita liderar el discurso y la agenda política imponiendo temas y símbolos. Lo hizo en torno a la economía ("España nos roba"), la sociedad ("ciudadano contra súbditos"), la democracia ("si no quieres un referéndum no eres demócrata") y ahora toca la justicia (presos políticos). Como hemos tenido un año de escaso liderazgo por parte del independentismo, no les queda otra que celebrar 'fechas históricas' en lugar de conseguir días históricos", expone.

Y añade que "a la sociedad catalana cualquier ejercicio de polarización política extrema le sienta mal, pues es una sociedad basada en la convivencia y la integración. Las Olimpiadas de Barcelona, el Fórum de las Culturas y tantas otras iniciativas políticas reforzaban esa idea. Ahora, en cambio, nos estamos moviendo hacia una sociedad en la que pronto te etiquetan de fascista, de traidor, de antidemócrata. Más allá de las fronteras de Catalunya, la opinión pública en el resto de España ya es experta en la cuestión", argumenta Iván. Y lo explica: "la gente sabe identificar estrategias, actores y discursos, por lo que se siente capacitada para tener una opinión propia. Antes, el independentismo catalán se esforzaba por dirigirse a los 'buenos españoles demócratas' para que les apoyaran en su causa. Hoy quedan pocos de esos más allá del Ebro, pues se han dado cuenta que siguen siendo igual de demócratas sin apoyar al independentismo catalán y su estrategia".

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"En el debate político español, sin embargo, la situación catalana solo tuvo una plaza relevante durante los meses de septiembre a diciembre del año pasado, ni antes ni después ha sido un gran elemento"

Berta Barbet, por su parte, opina que, a un año del 1-O, en España no encontramos una reafirmación del sentimiento nacionalista español. "Lo que encontramos, más bien, es una movilización de estas actitudes. PP y Ciudadanos se han lanzado a una batalla por ver quién lidera unas actitudes que durante mucho tiempo se han sentido poco representadas y que tienen muchas ganas de venganza. En el debate público del escenario español, sin embargo, la situación catalana solo tuvo una plaza relevante durante los meses de septiembre a diciembre del año pasado, ni antes ni después ha sido un gran elemento. Pero es verdad que desde PP y Ciudadanos ahora el conflicto en el ámbito español es más visible", explica.

"Se han exacerbado los procesos de repolitización de una manera simbólicamente semejable al 15M en base a los principios del régimen constitutivo del 78, dejando en entredicho el discurso de una Transición que dejó muchos muertos", afirma Alejandro Camaño, el politólogo y activista independentista.

"Esto ha generando, por un lado, una alternativa y superación al conflicto y a la propia lógica del Estado nación estrechamente vinculada al modelo productivo del neoliberalismo practicado mediante la capacidad de incidencia a través del ámbito local y su articulación propia arraigada al territorio para incidir en la política no solamente nacional, sino municipal, poniendo la acción local como un núcleo de articulación que abre la ventana a marcar el municipalismo radical".

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"Además, se han democratizando los espacios locales y las estructuras administrativas de la ciudad y se ha ofrecido un punto de reconciliación y trabajo dentro del amplio sector asociativo de carácter libertario y anticapitalista, visible en la solidaridad que se muestra desde Castilla, Andalusia, Galiza, Euskal Herria, Asturies, etc. y el vigor con el que se reconstituyen organizaciones como Purna, Jaleo, Isca, Yesca o Briga que ponen el foco en procesos confederales que tienen sus raíces en el movimiento obrero sindical cenetista y ejercen una práctica real en el Confederalismo Democrático Kurdo", concluye.

¿Y AHORA QUÉ?: LOS RETOS DEL GOBIERNO DE SÁNCHEZ

En junio de 2018, ocho meses después del 1-O, tras el 155 y el empeño del gobierno del PP por apostar únicamente por la vía legalista, Pedro Sánchez fue investido presidente. Pero, ¿ha cambiado algo desde entonces? "Sánchez se propuso abrir una puerta que hasta el momento parecía imposible con Mariano Rajoy: facilitar el diálogo, algo que reclamaba el independentismo al criticar la judicialización del proceso", recuerda Iván Medina.

"Es evidente que existe diálogo y capacidad de entendimiento, así como escasa voluntad de confrontación por parte del gobierno central. Otra cosa es el comportamiento del gobierno catalán que, prisionero de su propio legado, no puede ahora decir que cuenta con un 'gobierno que le escucha en un Estado opresor' porque se le desmonta el argumento. Ya veremos cómo evoluciona la lealtad entre ambos", vaticina.

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Para Camaño el reto en última instancia es, simplemente, sobrevivir. "La socialdemocracia ha muerto —al menos tal y como la entendíamos hasta ahora—, el sistema productivo capitalista da una y otra vez muestras de su irreformabilidad y en la medida en que el significante de la izquierda queda residualizado y relegado de su carácter ético en una sociedad hiperindividualizada y pospolítica, donde la forma empieza a ser el contenido, se magnifican los personajes y se desvalorizan las ideas, por lo que la mercadotecnia gana terreno en la política".

"Lo interesante es la evolución del nacionalismo catalán desde posturas ciudadanas ('es catalán todo aquél que vive y trabaja en Catalunya') a posturas identitarias"

Y continua: "la televisión ha transformado la manera de entender el mundo y la izquierda, y la socialdemocracia, en particular, no se han planteado disputar esta visión del mundo por medio de un uso alternativo de los medios. Como apunta Monedero, se torna necesario reinventar la izquierda y su estrategia remarcando las contradicciones inherentes al sistema productivo capitalista y las políticas neoliberales que se desarrollan en este en un contexto de pauperización de las clases populares con un incipiente riesgo de exclusión que exacerba más la dialéctica de intereses latentes en la sociedad".

Por su parte, Berta Barbet señala que el principal reto no solo del presidente sino de todo el mundo es "dejar de empeorar la situación y conseguir que todo el mundo se siente en la mesa para ponerse a hablar de soluciones en vez de seguir tensando la cuerda. Pero con los presos en la cárcel y con ERC y la Crida en plena batalla por liderar el independentismo por un lado, y PP y Ciudadanos en plena batalla por liderar el nacionalismo español por el otro, esto no parece fácil".

Respecto a hasta qué punto Catalunya puede servir de plataforma para proyectos nacionalistas de corte identitario, algo que se debate con motivo, precisamente, del auge del identitarismo en Europa, Medina dice que "lo interesante es la evolución del nacionalismo catalán desde posturas ciudadanas ('es catalán todo aquél que vive y trabaja en Catalunya') a posturas identitarias", asegura.

"Esto supone un riesgo en términos de construcción social del propio proyecto político: ¿quiénes son tus potenciales enemigos? Si el independentismo catalán opta por agitar los sentimientos identitarios, no es de extrañar que la movilización se quede en esa dimensión y, con ello, que la competición electoral y política sea centrífuga: el más español frente al más catalán. Hay maneras de evitar eso: debatir sobre otros ejes (economía, trabajo, cultura, sanidad, etc.), pero es algo que el independentismo social y mediático lleva años evitando", finaliza.

Mientras tanto, el que antes era el "cinturón rojo de Barcelona" ahora se ha tornado naranja, tal y como comprobamos en las pasadas elecciones. Algo que destaca también Pablo Simón cuando dice que "de lo que estamos hablando al final es de una activación del marco identitario. Ciudadanos ha tenido la oportunidad de ser transversal logrando que la cajera que vive en Nou Barris y trabaja en Opencor y la mujer que va con abrigo de pieles y pendientes de perlas terminen votando lo mismo. Esto es posible gracias a la construcción de la idea de que todo esto gira en torno a la identidad y la falta de reconocimiento, y al pensamiento de que 'nosotros no vamos a ser menos catalanes y ya estamos cansados de todo esto'".

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