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Cultură

Libros: Cómo caza un dromedario

Una entrevista naturalista a Víctor Nubla.

A Víctor Nubla le han tocado siete euros a la loto 6/49 y le acompaño a cobrarlos; no es que el lotero vaya a objetar nada al desembolso –tanto daría, porque mi presencia no impone–, pero ya que estoy, pues vamos los dos. Siete euros no es una fuerte cantidad, precisamente, pero sí una suma lo bastante respetable como para que, de regreso a casa de Víctor, un tendero acceda sin hacer preguntas a canjearla por unas cervezas. Limpio y rápido. ¡Qué sensación de poder! Tenemos cerveza, yo tengo mi grabadora; Víctor Nubla tiene un libro, y los dos un plan: trasegar cerveza y hablar del libro.

Pero lo primero es lo primero: los caracoles. “Ayer noche estuve con mis caracoles, aquí fuera, dándoles zanahoria. Son unos caracoles gigantescos”. ¿Víctor cría caracoles en la terraza de su casa? “Bueno, se crían ellos solos. Es una civilización muy antigua. La que tengo aquí es una civilización que tiene diez, quince… veinte años. Una civilización ancestral de caracoles de 20 años, que para ellos debe ser… A saber cuántos han nacido”. A Víctor le gustan mucho los animales. Uno de sus trabajos recientes es El llibre dels bèsties (2010), no una versión apócrifa del de Ramón Llull sino “un libro de fábulas de los animales del zoo”, realizado a cuatro manos con Roger Atrofe. “Los perros, en especial, me fascinan. En mis libros siempre salen perros”. Salen perros en el recién publicado (por la editorial Blackie Books) Cómo caza un dromedario, que no es ni mucho menos el primer libro de Nubla ni el primero en el que salen perros. Perros que, entre otras cosas, fuman en pipa, como los existencialistas y los psicólogos, y se cuelan en naves espaciales para robar latas de conserva, como los españoles. “Eso sale en este, pero en otros salen perros que hacen de todo. Hasta perros famélicos que se mueren atragantados con un hueso. A mí los animales me gustan más que… (largo silencio) …el pop”. Y te inventas animales que no existen pero te gustaría que existieran.
Si existen o no existen no lo podemos saber. Yo creo que todo existe si somos capaces de imaginarlo. A Nubla se le conoce principalmente por su actividad a lo largo de cuatro décadas en el campo de la música que no es pop; ya como artista en solitario, con muchos discos publicados, o como miembro de un ramillete de grupos entre los que se cuentan Aixònoéspànic, Dedo o, muy en especial, Macromassa, al que sin encomendarme a nadie distingo como uno de los grandes grupos experimentales de la historia. Y esto sin olvidar su labor al frente de Gràcia Territori Sonor, una asociación que lleva tres lustros dinamizando, intentándolo tozuda, una Barcelona que se resiste, no menos tozuda, a dejarse dinamizar. ¿Mundos paralelos? No, es inevitable que se crucen. La escritura es vital para Víctor. Es la línea secante que corta en dos puntos, o tres (Víctor también dibuja), o más –la geometría no es lo mío– su trayectoria artística y la profesional. “Escribo desde niño, pero en los últimos cinco años, entre [la revista] Marabunta, Gràcia Territori Sonor, textos para Macromassa, mis columnas para L’Independent… escribo todo el día, a todas horas. Es alucinante”. Me dice Nubla que no le cuadra el dicho popular de que uno acaba ganándose la vida con la segunda cosa que hace mejor. “Yo me gano la vida con la gestión cultural, ya ves tú qué cosas. ¿Esa es la segunda cosa que hago mejor? Yo creía que la escritura era la primera y la música la segunda”. Ganarse la vida –bien como gestor cultural, expendedor automático ambulante, encofrador, paseando perros, o eso con tanto futuro, community manager– es una obligación que te impone la sociedad, so pena de no comer. No hay más remedio. Por el contrario, escribir no es algo que a Víctor le imponga la sociedad, que no estaría mal; se lo impone su fuero interno. “Es una necesidad absoluta. Ya de niño dibujaba letras. Cuando entendí que las letras formaban ideas, aprendí a escribir. Hice mi primera novela a los once años”. Se perdió, lamentablemente. ¿Te sientas ante el ordenador y te estrujas las meninges hasta que sale algo, o esperas la visita de las musas? ¿Crees en la inspiración?
Yo vivo permanentemente en otro mundo, en el cual esas cosas de las que escribo pasan siempre. Lo único que necesito es tiempo para poderlas traer. Fruto de un año de preparación, y esto es algo que Nubla cree importante recalcar (“¿Cómo presentar a un autor que no es famoso, de una forma comprensible a alguien que nunca ha leído una literatura así y que no le haga desistir de la lectura nada más empezar? Ha sido complejo, y a esto hemos dedicado [la editora] Diana Hernández y yo un año entero de selección, de discutir los fragmentos, qué párrafos iban o no, el orden de las cosas… Aún más importante que el libro era alguien se arremangase, y eso ha sido el pan de cada día”), Cómo caza un dromedario es una antología de textos, mezcla de ficción, ensayo, poesía, historia y periodismo, el grueso de ellos aparecidos con anterioridad en tiradas de edición limitada más unos cuantos inéditos, escritos por Víctor entre 1995, más o menos, y la actualidad. Vamos a parar un momento para echar un bocado hablando de la mezcla. Víctor no parece creer en los géneros, en lo estanco. ¿No? “Fruto de mi experiencia como columnista, como colaborador, como freelance y como bloguero, pues voy haciendo mis cosas y cuando creo que esto forma un librito, lo meto. Pero no ambiciono nunca un libro grande porque no tengo tiempo para hacerlo. Aunque esto va a cambiar en un futuro próximo”. En breve volveremos a esto. Ahora, tras el piscolabis, nada mejor para acompañar la modorra, ese intersticio a través del cual lo imaginario se cuela en el mundo real, que mencionar el surrealismo. Porque a Víctor se han hinchado a calificarle de surrealista. Así que hay que mencionarlo. “Bueno. (Otra pausa objetivamente larga). A mí me caen bien los surrealistas”. Los surrealistas, como Nubla, veían las cosas con una lente deformante, y hablaban de ellas con un aparato que les deformaba la voz. Creaban mundos nuevos exagerando los rasgos más grotescos de éste. Lo suyo era el cachondeo, el bromazo. Digo. “No creas, eran mucho más serios”, me rebate Víctor. “André Breton fue médico de guerra en la 1ª Guerra Mundial, y amputó tantos miembros que muy feliz no podía ser. Uno que amputa brazos y piernas en una guerra no puede ser feliz. El surrealismo, en realidad, no es cachondeo. Es una práctica espiritual. Me interesa muchísimo la literatura satírica, pero eso no es surrealismo ni dadá. Esa gente eran profetas. Y lo que decían era muy amargo. A partir de dadá, cualquier acto poético es terrorista”. “Políticamente, el acto poético, ¿qué es? Es terrorismo. No puede ser negociación. No puede ser acción indirecta. El acto poético es acción directa” (Víctor Nubla, Gràcia, 2012) En el mismo sitio, unos minutos antes: Nubla ha descartado las influencias del animalario de Jorge Luis Borges y del aceite de oliva Borges en la fauna literalmente marciana con que concluye su libro. Este cronista, tan corto como perezoso, se saca de la manga dos nombres más: Ramón Gómez de la Serna y Boris Vian. “De Gómez de la Serna me gustan poquísimas cosas”, dice Nubla. Mi disparo ha ido al palo. “Me gustan el Ensayo sobre lo cursi y el Ensayo sobre el surrealismo, pero Gómez de la Serna me parece un poco tostón, muy manierista. Me identifico más con Jardiel Poncela y con La Codorniz. ¿Boris Vian? Me influenció mucho de adolescente. ¿A quién no ha influenciado Boris Vian de adolescente? Es como Herman Hesse o Lobsang Rampa, si no los lees a los 18 años estás perdido. Hay una frase suya maravillosa: ‘¿Quién se puede extrañar de las palabras que uso cuando nadie sabe los nombres de las flores de un jardín normal?” El otoño en Pekín es una novela fascinante. Boris Vian sí, a Vian lo reconozco. A Gómez de la Serna no. Traigo más birras, ¿no?” (Voy yo a por ellas; mientras, mi grabadora captura el sonido ambiente: mis pasos que se alejan, la respiración de Nubla, un niño pequeño que gorjea, un señor que habla con voz demasiado alta, mis pasos que vuelven).

Hace años me dijiste que el humor es clave en todos los órdenes de la vida. ¿Cómo lo ves ahora?
Hoy he leido una frase de un tipo, uno de esos aforistas famosos, que decía: “El sentido del humor es lo único que nos comunica con los dioses”. El humor, ahora, es interesante, pero lo más interesante es la mala leche. Hacen falta ambas cosas al 50 por ciento. La conversación deriva hacia el futuro inmediato del Nubla-escritor post-dromedario. Pinta bien. “Hay un libro comprometido con Blackie para el año que viene, una historia iniciático-esotérica que es en realidad una novela de piratas. Y en octubre, con la editorial Les Males Herbes, sale mi primera novela de ciencia-ficción. Se llama Regalo de Gliese. He encontrado el equilibrio perfecto entre Ibáñez y Philip K. Dick”. Al final lograrás ganarte la vida con lo que mejor sabes hacer…
Eso no sé si quiere decir que mi fin está cercano o que he vulnerado alguna ley cósmica. Pero entonces, ¿dónde queda la música? Sigue ahí. Macromassa tienen disco nuevo. Se titula La ligereza de las montañas. - Víctor, gracias por tu tiempo, ahora me tengo que ir.
- Adiós.
- Pero así no, hombre, dame un abrazo.
- Cuando estés en la puerta. Llegamos a la puerta y me da un abrazo. “Enderby tenía que empaquetar pocas cosas de aquellas que la gente considera esenciales. El problema se lo planteaba la bañera llena de poemas”. (Enderby por dentro; Anthony Burgess, 1963)