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Cultură

Lo que la ONU todavía no entiende sobre las drogas

La UNGASS 2016 es una oportunidad para que la ONU haga lo correcto mediante la adopción de una postura que sea consistente con la evidencia, que disminuya la discriminación racial y mejore el trato hacia las personas que consumen drogas.

"¡Podemos lograr un mundo libre de drogas!"

Ese es el eslogan que se adoptó como mandato de la ONU cuando este cuerpo se reunió en una gran cumbre en 1998 para discutir la política internacional antidrogas. Hoy, no cabe duda de que el plan global contra las drogas que se llevó a cabo era erróneo, excesivamente punitivo y demasiado ineficaz, y encaminó a las políticas nacionales contra las drogas en direcciones desastrosas.

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Los estados miembros de la ONU reunirán la próxima semana, del 19 al 21, en Nueva York para otra cumbre sobre control antidrogas: la UNGASS 2016. Ahora la pregunta es si la ONU puede deshacerse de su antiguo eslogan poco real y dañino, y adoptar una postura de acuerdo con los derechos humanos y la ciencia.

Las políticas globales antidrogas que los estados miembros deben discutir datan de 1961, y se les nota la edad. Los encuentros contra el trafico ilegal de drogas que organiza la ONU hacen todo lo posible por satanizar las drogas sin bases científicas —un enfoque propicio para el abuso en formas punitivas y discriminatorias—.

La mariguana es el mejor ejemplo. Las convenciones de la ONU afirman que la mariguana "se presta para el uso indebido y puede tener efectos dañinos", además de que carece de valor terapéutico. Esta clasificación no es ninguna sorpresa viendo el despotrique en las reuniones de la ONU en la década de los 50 por el entonces zar estadunidense de la drogas Harry Anslinger, quien aseguraba que la mariguana era "la droga más violenta en la historia de la humanidad" y su consumo estaba ligado a la inmoralidad entre los "negros, hispanos y músicos de jazz".

Aunque últimamente algunos países se han alejado de la clasificación de la mariguana de la ONU, muchos conservan las leyes que tienen mucha influencia de los tratados de la ONU. En África y una gran parte de Asia, pese a la aceptación de muchos usos culturales y tradicionales de la mariguana, las leyes nacionales son particularmente estrictas. En Kenia, por ejemplo, la ley dicta que aun si la persona acusada convence a la corte de que la mariguana que él o ella posee es solo para uso personal, la condena en prisión puede ser de hasta diez años —y en los demás casos, puede ser de hasta 20—.

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Varios países han comenzado a reconocer la imagen mal informada de la ONU sobre la regulación de la mariguana. Cuatro estados en EU y Uruguay ya legalizaron el consumo de mariguana con fines recreativos para los adultos, y varios estados de EU, así como varios países de todo el mundo ya despenalizaron la posesión. Algunos han cambiado las políticas de mariguana por los problemas de la discriminación racial en la aplicación de las leyes de narcóticos. Por ejemplo, en ámbito estatal estadunidense, los negros tienen aproximadamente cuatro veces más probabilidades de ser detenidos por posesión de mariguana en comparación con los blancos. A nivel federal, los hispanos representan dos terceras partes de los individuos detenidos por posesión de mariguana. Esto ocurre a pesar de que la tasa del consumo de mariguana en los negros, hispanos y blancos es muy similar.

Otros han implementado cambios en la políticas antidrogas debido a que muchas de las aseveraciones —que se consideran hechos—acerca de la mariguana que datas de hace varias décadas son simplemente incompatibles con la evidencia reunida por medio de la investigación científica.

Las declaraciones sobre el potencial adictivo de la mariguana son claramente una exageración cuando se compara con la evidencia. Es cierto que alrededor del nueve por ciento de los fumadores de mariguana desarrolla una adicción en algún momento de su vida, pero cerca del 15 por ciento de los que consumen alcohol y una tercera parte de los fumadores de tabaco se vuelven adictos por el resto de su vida. Estos avances subrayan el hecho de que, si la ONU no toma una visión realista de sus políticas actuales antidrogas, cada vez más países van a rechazar sus pautas.

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En teoría, la ONU debe servir de contrapeso para la politización de las políticas nacionales contra las drogas. Sin embargo, ha fallado en su tarea de desafiar la ideología y la seudociencia que alimentan la satanización de las drogas.

La metanfetamina es otro ejemplo. Está fuertemente penalizada en la mayoría de las regiones del mundo. La Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito se queja constantemente de la amenaza del consumo de metanfetaminas y promueve la implementación de sanciones graves por parte de la ley. No obstante, desde la perspectiva de un químico y un consumidor —como demostré con mi propia investigación que describo en este artículo—, las metanfetaminas son casi idénticas al Aderall. De hecho, ambos fármacos están aprobados en EU para el tratamiento del déficit de atención / hiperactividad (TDAH). Por supuesto, el Adderall también se utiliza para tratar la narcolepsia y para hacer que los soldados estén más despiertos, entre muchas otras cosas. Prohibir la metanfetamina crea un mercado negro donde es la adulteración tóxica de la sustancia es imposible, lo cual genera muchos más riesgos que la sustancia per se.

Los opioides son otro ejemplo. Durante la última década, EU y Canadá vieron un aumento constante en las muertes relacionados con los opioides. Este fenómeno ha llamado la atención porque se da fuera del entorno urbano, incluyendo los suburbios donde vive gente blanca y adinerada. Ese caso es el resultado de años de tomar malas decisiones, satanizar a los opioides y restar importancia a sus usos positivos.

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Los casos de sobredosis letal por heroína no son comunes. La gran mayoría de estos "sobredosis" se producen como resultado de la combinación de opioides con otro sedante, como el alcohol o la benzodiazepina. En otros casos, las personas, sin saberlo, pueden ingerir drogas ilegales adulteradas con otros compuestos, como el fentanilo, un opioide mucho más potente que la heroína. Una vez más, los mercados negros formados por las leyes que castigan el consumo de drogas aumentan la probabilidad de que se presenten estos resultados negativos.


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Tenemos mucho que aprender de algunos países europeos en los que está disponible una gama más amplia de servicios para las personas que se vuelven dependientes a los opiáceos (que es solo un pequeño porcentaje de todos los consumidores de opiáceos). Parte del programa para la prevención de sobredosis en Europa es garantizar un fácil acceso a las terapias que utilizan medicamentos opiáceos como la metadona y la buprenorfina. La terapia con metadona tiene un largo historial de éxito, pero en EU sigue estando mal vista, y muchas personas que lo necesitan no tienen acceso a ella. En Suiza, Alemania y otros países, a las pocas personas que no reciben ayuda, se les permite recibir la heroína por receta, de manera segura, en dosis controladas y administradas en un centro de salud. Hay estudios han demostrado la eficacia de esta medida. Por desgracia, la mayoría de los países están lejos de adoptar ese tipo de políticas pragmáticas, y la ONU ya la ha rechazado en ocasiones anteriores.

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A nivel mundial, es evidente que las políticas que castigan el consumo drogas se han utilizado para marginar aún más a los grupos desfavorecidos. Los afroamericanos, los afrobrasileños, los filipinos pobres, entre muchos otros, son detenidos y encarcelados por posesión de drogas a tasas desproporcionadas al número de habitantes en sus respectivas sociedades. Este uso vil de la política antidrogas debe ser condenado universalmente, en especial porque muchas de las políticas se basan en suposiciones falsas sobre las drogas.

Algunos de los principios fundamentales de la ONU son los derechos humanos, el desarrollo equitativo y la seguridad humana. Sin embargo, esta organización ha minado su capacidad de apegarse a estos principios con su aceptación tácita de políticas antidrogas ineficaces y discriminatorias , al igual que con su rechazo a los enfoques pragmáticos y científicamente sólidos. La sesión especial de la UNGASS 2016 es una oportunidad para que la ONU haga lo correcto mediante la adopción de una postura en torno a las drogas que sea consistente con la evidencia, que disminuya la discriminación racial y mejore el trato hacia las personas que consumen drogas.

El doctor Carl L. Hart es profesor de siquiatría en la Universidad de Columbia. También es autor dellibroPrecio alto: el viaje de autodescubrimiento de un neurólogo que desafía todo lo que conoce acerca de las drogas y la sociedad. Síguelo enTwitter.

Joanne Csete es un profesor asociado adjunto en la Universidad de Columbia.

Este artículo fue publicado originalmente en The Influence, una página de noticias que abarca el espectro completo de la relación entre los humanos y las drogas. Sigue a The Influence en Facebook o en Twitter.