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Profundidades

Hablemos de sexo: la necesidad de una educación sexual en Egipto

¿Cómo es que la gente —en especial las mujeres— aprenden acerca del sexo en un país donde el tema es un gran tabú?

Ilustración por Daniela Carvalho.

"A una mujer se le enseña que el sexo es tan doloroso que el pene de un hombre la va a lastimar", me dijo la chica que me corta el pelo en su local detrás de un pequeño centro comercial en Heliópolis, un suburbio rico en El Cairo. "De esa forma, ella no querrá tener sexo y mantendrá su himen intacto".

Ghalia, quien me pidió que no usara su apellido, me estaba dando el paquete para novias, que incluye un peeling (práctica que consiste en arrancarte pedacitos hasta no dejar una sola escama de piel muerta o un solo vello corporal). Nosotras, las mujeres egipcias, somos velludas, por lo que para mí este proceso incluye bastantes descansos, bastantes suspiros y bastantes visitas a mi "lugar feliz". En un universo alterno en el que mi familia nunca se hubiera ido de Egipto, yo estaría sentada aquí frente a Ghalia, o frente a alguien como ella, preparándome para mi noche de bodas en lugar de estar reporteando una historia.

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Vine a Egipto con una pregunta: ¿Cómo es que la gente —en especial las mujeres— aprenden acerca del sexo en un país donde el tema es un gran tabú? Cuando compré pastillas anticonceptivas en Zamalek, una opulenta zona de El Cairo, un hombre egipcio a mi lado murmuró: "Qué asco".

En 2010, el gobierno eliminó la materia de educación sexual de las escuelas, lo que era el requisito mínimo para tener salud reproductiva, debido a que los maestros hojeaban el programa de estudios con timidez. Naturalmente, la gente recurrió al internet: Egipto es el segundo país en el mundo donde más se busca la palabra "sexo" en Google, a pesar de que en 2012 sólo 44 por ciento de la población tenía acceso a la web.

Las madres egipcias son conocidas por evadir el tema y por preparar a sus hijas solamente para la reglamentaria depilación antes de la boda. Ellas toman a sus hijas de la mano y las llevan a salones de belleza. Frecuentemente es sólo allí en donde ambas pueden tener verdaderas conversaciones acerca del sexo, usualmente con mujeres como Ghalia.

Ella se reía de las caras que yo hacía cada vez que aplastaba una fría bola de halawa —también conocida como "dulce", una cera casera— sobre mi pierna, la jalaba, y repetía el proceso. La halawa no es muy eficiente. Así que Ghalia tuvo que depilar la misma área unas tres veces, lo cual hizo que mi piel quedara roja y palpitante.

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Ella hablaba en serio cuando dijo que no quería dejar un solo vello, ya que los hombres egipcios quieren una novia lampiña tanto como quieren una novia virgen. Esto se ha convertido en una expectativa estándar entre los hombres egipcios de la misma manera que el sexo oral se ha vuelto una expectativa normal entre los occidentales.

"Algunas chicas empiezan a llorar aun antes de que yo haya empezado", dijo Ghalia. A las mujeres se les dice a lo largo de su vida que esto es parte del matrimonio, como si un solo vello púbico o en el brazo fuera un defecto. "Una novia llamó a su prometido para preguntarle si podía prescindir de la depilación en el área del bikini. Y él le pidió dulcemente que lo hiciera", recuerda Ghalia. "Les digo que la peor parte del matrimonio es el 'dulce'", dijo y volvió a rodar la misma bola de halawa llena de pelos sobre mis piernas.

Ghalia fue una de las pocas mujeres egipcias con quienes hablé que no cambió de tema cuando yo comenzaba a hablar de sexo; ella estaba acostumbrada a esas preguntas. La dinámica entre Ghalia y sus clientas se asemeja a la intimidad entre los terapeutas y sus pacientes. Ella dijo que seguido conoce a mujeres muy ansiosas; la angustia provoca que el canal vaginal se estreche tanto que imposibilita la penetración.

El doctor Wagid Boctor, un sicólogo de renombre que aparece regularmente en televisión, dijo que esto es algo común y me contó qué tan seguido se encuentra con mujeres que físicamente no pueden tener sexo. Él aconseja a ambos miembros de la pareja, pero también prescribe una combinación de relajantes musculares y de pastillas para la ansiedad.

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Egipto tiene una urgente necesidad de educación sexual y ha sido Boctor quien ha asumido el trabajo, al menos tratándose de la comunidad cristiana en Egipto. Wagid Boctor es un químico farmacobiólogo que volvió a la universidad para obtener un doctorado en sicología familiar con especialidad en educación sexual. Durante muchos años se decía orientador sexual y aconsejaba a parejas en su iglesia. Pero en los últimos dos años comenzó a viajar por todo Egipto y Dubái para dar cursos formales en iglesias coptas ortodoxas.

"Cuando les pregunto qué significa la palabra 'sexo', para ellos la respuesta es casi siempre igual", dijo sobre de los adolescentes en sus clases. "Los chicos comienzan a reír entre ellos y a darse de codazos, mientras que las chicas miran hacia el piso. Yo estoy tratando de cambiar eso".

Él da clases a cuatro tipos de estudiantes: adolescentes, universitarios, adultos a punto de casarse y padres. Él cree que el sexo se les debería inculcar a temprana edad como algo "natural", "precioso" e incluso "sagrado". Él fomenta las preguntas tanto dentro de clase como de manera privada. Obtiene muchísimas.

"Preguntan sobre sexo anal, sexo oral, masturbación", me dijo. El sexo anal, según Boctor, está totalmente descartado; está condenado en la Biblia. El sexo oral está bien siempre que ambas partes den y reciban de manera equitativa. La masturbación, en su opinión, es algo egoísta; él se enfoca en el disfrute sexual mutuo. Los padres han protestado en contra de sus clases y han prohibido a sus hijos asistir a ellas, incluso han reprendido a la iglesia por el solo hecho de ofrecerlas.

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Pero él no se inmuta; cree que el sexo es una necesidad humana básica. Además, él ha sido testigo de cómo la falta de educación sexual está destruyendo vidas.

Hace dos décadas, una mujer buscó su ayuda para lo que ella pensaba que era una catástrofe: su hija de cuatro años se frotaba constantemente un cojín entre los muslos. La mujer le pegaba con sus muñecas o juguetes, y la regañaba diciéndole que eso era aaib (inapropiado y vergonzoso), pero su hija simplemente no paraba. A los ojos de la mujer, ella estaba criando a una depravada sexual.

"Le expliqué que eso era algo normal, aconsejé a la madre y la niña creció y resultó bien", dijo. "Ella ahora está casada".

Otros no tienen tanta suerte. Particularmente en las zonas más rurales, los padres —aterrorizados y confundidos por la curiosidad natural de sus hijas de explorar su propio cuerpo— prefieren hacerles la ablación de clítoris, convencidos de que la práctica acabará con cualquier deseo sexual.

En Alto Egipto, una parte del país pobre, rural y tradicionalista, el "honor" es sinónimo de hacer que tu hija permanezca virgen. Los hombres cuelgan sábanas ensangrentadas afuera de sus casas después del leleit el dokhla, o la noche de consumación, en un ritual que anuncia: "Me casé con una mujer pura, proveniente de una buena familia".

"Ellos no entienden que el deseo viene desde aquí", dijo Boctor señalando su cabeza, "y no de los genitales".

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Mientras que a las mujeres se les advierte que se alejen del sexo, los hombres prueban su masculinidad a través de él.

El problema con esto, por supuesto, es que todo termina siendo una situación tipo American Pie en la que los hombres aprenden todo del porno o de historias exageradas. Entonces, cuando llega la hora de afirmar su masculinidad, o lo que sea, llegan a tener dificultades.

Ellos sufren de angustia de desempeño, la cual puede traer impotencia o eyaculación precoz, o ambas. Boctor habló de hombres entre los veinte y los treinta años que usan Viagra y pastillas para la ansiedad para poder tener una erección.

"Algunos consiguen tramadol gracias a sus amigos o conocidos, rápidamente crean tolerancia y se vuelven adictos", afirmó Boctor, refiriéndose a un opioide usado también para combartir la eyaculación precoz. Yo reconocí el nombre inmediatamente porque mi chofer me había ofrecido esa droga, además de haber intentado venderme hash unos días antes. Técnicamente es legal, pero la policía la rastrea tan de cerca que muchas farmacias incluso han dejado de venderla.

En un artículo reciente del New Yorker, Peter Hessler escribió acerca de un pepenador que usa tramadol para el sexo, refiriéndose a él como el Viagra del hombre pobre: "En realidad, la droga no funciona como Viagra, pero muchos egipcios parecen creer que sí". Hessler observa el desequilibrio en los hogares egipcios: "la combinación de hombres que toman drogas para el sexo y mujeres que están mutiladas y que tienen prohibido salir de casa".

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"El sexo es la cuestión número uno que afecta los matrimonios", declaró Boctor. "Incluso el papa [de la Iglesia Copta] está haciendo de la educación sexual un requisito para cualquier pareja que quiera casarse".

Mientras me alejo del departamento de Boctor, me siento tan afortunada como perturbada. Regresé a mi universo alterno, donde yo habría sido criada como copta por un padre saadi, proveniente del Alto Egipto, en El Badrashin, donde estaríamos durante días sin agua ni electricidad. Es un vecindario conocido también por la práctica de la mutilación vaginal. Mi madre después me contó que ella había intervenido para que mi hermana y yo escapáramos sin un solo daño. ¿Qué tal si no lo hubiera hecho?

Mi padre, como el resto de los egipcios, era una víctima de su entorno. Después de haber vivido veinte años en Estados Unidos, él no tenía por qué cuestionar las clases de educación sexual en la iglesia; si yo me hubiera quedado en Egipto, probablemente no habría reunido el valor necesario para pedirle que me dejara ir ahí.

Esas clases están disponibles sólo para los cristianos, apenas un siete por ciento de la población. Eso deja una gran parte del destino de las mujeres literalmente en las manos de Ghalia y de otras chicas que trabajan en estéticas.

"¿Qué le dices a una mujer que físicamente no puede tener sexo con su esposo?", le pregunto.

"Le digo que tiene que proveerle alivio sexual a él, o si no terminará con cáncer en los testículos", contestó, creyéndolo firmemente. "Ella se relajará al final y ambos tendrán sexo".