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La reportera que hacía zancadillas a los refugiados sirios

No se limitó a hacerle la zancadilla a un padre y a su hijo, se la hizo a todo el periodismo.

Los hechos: una periodista húngara, cuyo nombre no merece ser nombrado —no por la vileza de sus actos, que también, sino por la universalidad de la historia que vamos a contar—, fue grabada por el periodista alemán Stephan Richter propinando patadas y haciendo zancadillas a varios refugiados sirios que se encontraban en la zona fronteriza de Röszke. Aquí tenéis un par de vídeos para observar el cometido:

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A partir del segundo 30 la mujer total denim pierde el control.

La periodista, que trabajaba para la cadena N1TV —vinculada con el partido ultraderechista Jobbik —, ya ha sido despedida por un "comportamiento inaceptable". Yo no tengo ni idea de periodismo pero sí que me gustaría hacer referencia a esas dos corrientes cinematográficas hermanas, el Cinéma-vérité francés y el Direct Cinema americano. Estas dos formas de entender el formato documental respondían a la obligación moral de no intervenir en la realidad que se estaba registrando a través de una cámara, intentando acercarse lo más posible a la verdad. Es inevitable pensar que la presencia de una cámara ya influye en el sujeto grabado pero darle una patada a este está a años luz de las ideas que defendían estos géneros documentales.

Aquí el problema no es que la tipa hiciera algo vil en ese momento. Esta mujer no estaba haciéndole una zancadilla a un refugiado sirio, se la estaba haciendo a sí misma —despedida, ultrajada en las redes—, a la dignidad humana y, claro está, al periodismo. Esta evidente zancadilla es el ejemplo más burdo de lo que muchas veces se enseña en los medios, una búsqueda ciega para encontrar el drama y el sufrimiento, forzando situaciones y exprimiendo a las víctimas. Si hay que entrevistar al padre del niño sirio ese que yacía muerto en la playa pues se remueve cielo y tierra para poder robarle las lágrimas y convertirlas en visitas o espacios publicitarios. El hecho no importa —dudo que la víctima de la zancadilla tenga un futuro menos esperanzador que los demás refugiados— pero la repercusión moral de traspasar el umbral y convertir al periodista en noticia es una vergüenza para todos.