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Una idea novedosa: preguntarle a un afgano sobre el futuro de Afganistán

"Ahora que el hijo de puta está muerto, ¿por qué sigue Estados Unidos enojado con nosotros?" "Nosotros”, en esta conversación, se refiere al talibán. El hijo de puta en cuestión es Osama bin Laden.

Greg Palast es uno de los bestsellers del New York Times, además de ser un periodista e investigador sin miedo cuyos reportajes han salido en la BBC y The Guardian. Ve los reportajes y cortos de Palast en www.GregPalast.com donde podrás enviarle tus documentos con completa seguridad y marcados como “confidenciales”.

"Ahora que el hijo de puta está muerto, ¿por qué sigue Estados Unidos enojado con nosotros?"

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"Nosotros”, en esta conversación, se refiere al talibán. El hijo de puta en cuestión es Osama bin Laden.

La frustración del talibán llegó a mí a través de Yahya Maroofi, consejera del presidente afgano Hamid Karzai; el Karzai de Kissinger, si Kissinger tuviera alma.

La nación de la ruta de la seda, Kazajistán, es el lugar perfecto para encontrar a los musulmanes del Gran Juego por el control de las rutas del petróleo fuera de las estepas de Asia Central. Aquí podemos ver las estupideces político-militares de nuevos imperios que intentan, patéticamente, ignorar los restos abandonados de las fuerzas imperiales que llegaron antes que ellos.

Maroofi pasaba el día en la capital de Kazakstán camino a una negociaciones poco sonadas para acordar la paz; poco sonadas porque ni el Tío Sam ni el Gran Tío inglés habían sido invitados. Los únicos invitados eran esos estados en la línea de fuego, los que se quedarán con la granada en la mano después de que EU y el Reino Unido saquen a sus tropas en 2014 y les quiten el seguro. Estamos hablando de Kazajistán, Rusia, Kirguistán y el nuevo pito grande del bloque, Turquía, además de Irán, el país más temido y odiado por el talibán. Los colados a la fiesta, por supuesto, son el talibán.

Me conmueve narrar una parte de mi larga conversación con el ministro afgano después de leer páginas y páginas de Afganistán, basura profanada por las plumas de los propagandistas estadunidenses, que quieren hacerse pasar por reporteros. Mi favorito es “Hope Seen for Afghanistan After Coalition Leaves" (Esperanza vista desde Afganistán tras la partida de la coalición” en el New York Times. Para darnos su opinión como expertos, dos reportes estadunidenses utilizan sus columnas para tomar nota de las palabras del General Joseph F Dunford Jr, comandante de todas las fuerzas internacionales en Afganistán.

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Yahya Maroofi, consejero del presidente afgano Hamid Karzai.

Dunford acababa de llegar a Afganistán por primera vez hace unas 12 semanas. Quizá no pueda diferenciar entre el tajik y el pedo de un camello, pero domina el idioma pashtún. (Inventé eso último porque estoy harto de que los europeos se burlen de los estadunidenses por no conocer idiomas extranjeros). Cabe recalcar que el artículo del Times no incluye una sola palabra de un afgano.

Pero el general tiene muchas medallas (¿ves?), así supongo que eso lo convierte en una buena fuente.

Me pregunto por qué el Times voló a sus reporteros hasta Kabul para hablar con un general estadunidense cuando podían haberse ahorrado el viaje y las dolorosas vacunas copiando el comunicando de prensa del Pentágono. El Times le preguntó al “Guerrero Joe”, cómo se le conoce en su biografía oficial, la única pregunta en la mente de la prensa estadunidense: “¿Las tropas afganas podrán asumir la responsabilidad” de matar al talibán? “¡Sí!” aseguró el turista-general.

Así que decidí hablar con un afgano sobre el futuro de Afganistán. Maroofi, el ministro en cuyas manos cae este futuro, tiene una opinión completamente distinta. No tiene tiempo para esa fijación estadunidense con el combate al talibán. Me dejó muy claro que los afganos no lucharán contra el talibán, en lo absoluto. Y el talibán no quiere pelear contra sus hermanos afganos.

Pero el General Joe quiere que el ejército afgano demuestre de que está hecho “luchando contra sus hermanos musulmanes y compatriotas”, como dice el Times . Parece que Estados Unidos teme que, sin tropas estadunidenses en tierra y drones en los aires, la guerra terminará, y con ella, el Gran (y muy lucrativo) Juego.

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Sin embargo, muchos afganos esperan, y este es un objetivo que comparte el gobierno de Karzai, no tener que matar al talibán, sino incorporarlo al gobierno.

O, como explica Maroofi, reconocer públicamente que “el talibán ya está en el gobierno, en el parlamento, en control de las gubernaturas”, sólo que no abiertamente. El diálogo entre los países en la línea de fuego quieren devolver al talibán a sus raíces como una organización política, y no una insurgencia armada.

Maroofi señala que hay algunos obstáculos que sortear: actualmente, las mujeres del parlamento afgano tienen miedo de acercarse a sus colegas talibanes.

“Los talibanes son pashtún. Son ciudadanos de Afganistán. Necesitan tener un lugar en nuestra democracia”. Eso no es lo que el Tío Sam quiere escuchar. El presidente Barack Obama, el Guardabosques de los Drones, quiere convertir a las fuerzas afganas en una especie de ejército de drones, asesinos controlados a distancia que mantengan vivo el fuego.

Miembros del talibán jugando voleibol. Foto por A.M Goraya.

Sin embargo, los afganos han tenido suficiente de trabajar como representantes de la guerra de alguien más. Y ven una oportunidad para poner fin a tanta muerte. Esto fue tomado como un hecho por todos los diplomáticos asiáticos a los que conocí: “El talibán ha sido derrotado”, militarmente; igual que el ejército estadunidense, no pueden avanzar o defender su posición. Luchan contra otros pashtún (Karzai es uno de ellos), no contra las minorías de la Alianza del Norte que en su momento controlaran a la oposición. El talibán no puede echar desmadre como si fuera 1999.

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Además, el talibán sabe que hay una zanahoria de cuatro billones de dólares esperando para aquellos que firmen un acuerdo de paz. Las fuerzas aéreas estadunidenses han realizado un estudio aéreo completo de los recursos afganos y publicaron ensayos rusos para medir las reservas de oro (en Badakshan), cobre (Balkhab), hierro (Haji-Gak), cobalto (Aynak), carbonitita (Khanneshin), estaño (Dusar-Shaida) y más. Afganistán podría ser el Arabia Saudí de los minerales.

Pero lo que no aparece en los reportes estadunidenses (algo que encontré en algunos archivos de la CIA) fue el material más valioso de todos: uranio, quizá el depósito más grande del mundo, el cual los soviéticos minaron en secreto usando trabajadores soviéticos importados hasta que fueron expulsados de vuelta a Rusia en 1988.

Una mina de cobalto es mucho más lucrativa que producir opio (un mercado que de todas formas se está perdiendo a Myanmar). El gobierno de Karzai espera dejar un camino de riqueza como su legado, pero esa riqueza no puede ser extraída hasta que el terreno esté libre de minas y locos.

Las compañías estatales chinas hacen fila en Kabul con palas y contratos. A Maroofi le gustan las compañías chinas; es más probable que traigan trabajos que baksheesh. A diferencia de las compañías occidentales.

Baksheesh. Sobornos. Corrupción. Este fue el tema que desató el largo discurso de Maroofi. Sí, los afganos se bañan en miles de millones de sobornos y tratos corruptos, ¿pero quién paga esos sobornos? ¿Quién es el que corrompe?

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“Karzai le dijo a Lockheed [Lockheed Martin, la compañía de defensa de tecnología], ‘Dan cientos de millones de dólares en contratos a mi familia y a las familias de mi ministro porque esperan comprar influencia. No están comprando influencia, y no les vamos a devolver su dinero’”.

El presidente afgano Hamid Karzai. (Imagen vía)

Maroofi me dio detalles sobre contratos cuestionables que envenenan a todo el sistema de gobierno. Y esa es la idea: menoscabar al presidente electo.

[La respuesta de Lockheed fue que la ley estadunidense los obliga a dar contratos a los licitadores “más calificados”, sin importar su relación con el gobierno. (Cualquier gobierno, según parece: Lynn Cheney, la esposa de Dick, estuvo alguna vez en la mesa directiva de Lockheed)].

Esta última semana las primeras planas estadunidenses han estado plasmadas con la confesión de CIA de haber enviado sacos de dólares americanos a la ofician del presidente Karzai. Nadie ha dicho que Karzai toca este dinero: el dinero es para distribuirlo entre los señores de la guerra que necesitan un poco de amor. Por ejemplo, el uzbeko Abdul Rashid Dostum gozaba de 800 mil dólares, cortesía de la CIA, para mantenerse el lado del gobierno.

Pero Karzai simplemente no puede controlar el dinero y un sistema fuera de control. Maroofi está particularmente indignado porque: “Estas compañías estadunidenses dan millones a gobernantes que se dividen el dinero con el talibán”. Uno de los acuerdos más comunes es que el talibán reciba millones en sobornos (a través de los gobernantes) para dejar pasar cargamentos de material utilizado para reabastecer a las fuerzas estadunidenses en área remotas donde pelean contra el talibán.

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En este momento, el talibán está listo, aunque de mala gana, a firmar un acuerdo de paz, para quedarse con un pedazo de la acción. Y están sorprendidos de que, con ese hijo de puta muerto, Estados Unidos todavía les guarde rencor.

¿Por qué? Acéptalo: si Karzai puede poner fin a la guerra, entonces el ganador del Gran Juego será… China. Después de todo, EU tiene casi todos los minerales que necesita en casa, o a la vuelta de la esquina en Canadá y América Latina. Y a diferencia de China, desesperados por esos ductos desde Kirguistán y esos conductos petróleos desde el Mar Caspio. A Estados Unidos le sale gas natural y petróleo hasta por los oídos. Extraer las riquezas naturales de Afganistán tirará el precio de las reservas de las compañías estadunidenses.

La paz en Afganistán es el corazón económico de China y la recesión, en términos de materias primas, de EU.

El General Joe no está preocupado. “Pueden acusarme de ser optimista y me declararé culpable”, hablando de que Afganistán esté listo para una guerra sin fin. Para las corporaciones estadunidenses, eso quiere decir un centro de ganancias sin fin, porque incluso cuando las tropas estadunidenses se hayan ido, el tren militar-industrial (cargado de contratos, mercenarios y agencias de “desarrollo”) seguirá avanzando.

Sigue a Greg en Twitter: @Greg_Palast