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Chernóbil - la zona

La centroeuropa que hace apenas un mes se encogía de abyecto terror ante la mera visión de un pepino ahora lo exonera, asoma tímidamente la cabeza y mira en derredor a ver por dónde resopla el temible virus. Tanto que os...

La centroeuropa que hace apenas un mes se encogía de abyecto terror ante la mera visión de un pepino ahora lo exonera, asoma tímidamente la cabeza y mira en derredor a ver por dónde resopla el temible virus. Tanto que os las dábais, pecholobos; vuestra tardía rectificación subraya vuestra necedad, pero menos da una piedra. En Rusia no se quieren dar por enterados. En su momento vetaron la importación de hortalizas españolas, luego las europeas, y en esas siguen sin que les tiemble el pulso. La ensaladilla, rusa. Mano de hierro, tovarich. Como siempre ha sido.

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Hace poco más de 25 años, las autoridades russkies, las que entonces hacían y deshacían en los territorios de la antigua Unión Soviética, ponían otro veto, éste informativo, a un pepinazo de otra clase: nada debía trascender del accidente ocurrido en el reactor número 4 de la central nuclear de Chernóbil (Ucrania).

Por mucho que por esos medios de dios se los hayan querido equiparar, hay diferencias de peso entre los acontecimientos de Chernóbil y la fuga radioactiva de Fukushima. Una: ésta ha sido consecuencia de catástrofe natural y aquella de un gambazo colectivo durante un simulacro –aunque también es de ser cortos plantar una nuclear en plena línea de mar en un país altamente sísmico, pero ahí ya no entro.

Otra: en la japonesa, el inicial escamoteo de información vino dado por la compañía operadora de la central, mientras que en la entonces soviética fue la cúpula militar y política, una y la misma, la que dio estatus oficial al cerrojazo, distrayendo prensa y televisión tres días seguidos a la plebe hasta que a Gorbachov no le quedó otra que dar la cara y anunciar que en la planta de Chernóbil había pasado algo muy gordo y que virgencita que me quede como estoy.

Por azares de la vida, el fukushimazo coincidió día arriba, día abajo, con el lanzamiento de Chernóbil – La zona (Glénat; una novela gráfica, vulgo cómic, que recrea el chernobilazo y sus circunstancias a través de los ojos de una familia normal de las inmediaciones: el padre curra en la central, como casi todo varón en la lindante ciudad de Pripiat; su mujer está embarazada, el primogénito va al colegio y los abuelos trabajan la tierra en una férma por ahí cerca. A todos se les va la existencia al garete cuando el 26 de abril de 1986, a eso de la una y pico de la noche, el reactor número 4 hace pum.

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Al guionista, Francisco Sánchez, le resulta curioso que la gente le comente que la historia que narran la dibujante Natacha Bustos y él en Chernóbil – La zona es “muy dura”. “Yo no tengo esa sensación. Historias duras de verdad sí que había, pero no las hemos explicado. Cosas más… No sé, sangrantes, o espectaculares, llámalo como quieras. Nuestra intención era precisamente quedarnos un poco cortos, para no entrar en un juego que diera pie a que se acusara a la obra de oportunista o de no aproximarse a la realidad. Eso nos daba bastante miedo. Hemos preferido que sea el lector el que saque sus conclusiones y, si quiere, que investigue más el tema. No hemos intentado guiar a nadie”.

Francisco ya investigó lo suyo en el tema tras azuzarle su hermano a ello, allá hacia 2006. Ya metido definitivamente en harina, Francisco recopiló toda la información que cayó en sus manos y, en 2009, se pegó un viaje hasta la Zona para tener una impresión de primera mano de cómo son en la actualidad la ciudad fantasma de Pripiat y el exterior de la central (el sarcófago de cemento del reactor 4, por cierto, está que se cae a cachos y como no lo arreglen vamos a tener un disgusto).

En Barcelona fue el ex-Víboro Hernán Migoya quien puso a Francisco en contacto con Natacha. “Mi nombre ya había salido en varios sitios, Hernán se interesó en mi estilo, contactó conmigo y me pasó varios guiones” , explica ella. “Uno no salió por falta de compenetración con los guionistas, y después salió el de Francisco. Pensé, ‘Uau, ¿Chernóbil? ¿Qué pasa aquí?’ Como fuera un rollo de mutantes como en el videojuego de Stalker… Pero no. Lo leí y me pareció muy humano” .

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¡Y la de horas que habré invertido yo en ese condenado juego…! Sé exactamente en qué puntos de la Pripiat virtual puede uno apostarse y acabar con todo lo que se menee. “Fue una gran referencia para la documentación, ¿eh? Hay mogollón de maquetas en 3D del juego, que pude usar para documentarme y coger vistas. Cada vez que buscaba imágenes, salían más del juego que de Chernóbil”.

Esto en el cómic no sale

Francisco: “Cuando Hernán me pasó los primeros bocetos de Natacha, pensé que nadie más lo podía hacer” . “Había estado cuatro años dándole vueltas a los personajes y de repente los vi ahí y me dije, ‘es esto’”. Los personajes, eje alrededor del que gira el cómic, antes que en la catástrofe. Una historia intimista en un contexto maximalista, ¿no? Natacha: “Es una visión subjetiva de unos personajes, que es lo que creo interesante: contar algo no con datos, sino hablando de las personas”.

Ante la manida, pero casi siempre inevitable alusión que en una entrevista suele hacerse a influencias y referencias, Francisco apunta que “hablamos bastante de [Jiro] Taniguchi. Hay algo de Taniguchi, o al menos nos gustaría. .. Y Natacha añade: “Nos lo han dicho, ‘puede ser un poco un discurso narrativo a lo Taniguchi’, a lo que yo respondo, ‘ajá, ¡me gusta que lo menciones!’ [risas]. Y también que ‘tu estilo es muy David Lapham . Y yo: ‘¡Ahí, ahí! ¡Lo has captado!’ [más risas]. Pues qué guay, que te digan que te pareces a un autor que te gusta, pero tampoco era la intención. Me gustan unas tendencias y otras e intento coger un poco de cada una, que es lo que hace todo el mundo, pero que te mencionen referentes muy distintos, que además son los que te gustan… Pues mola”.

¿Y qué hay de la energía nuclear en sí? Con todo este tiempo trabajando en un cómic con el chernobilazo como catalizador, y el fukushimazo todavía coleando, ¿están ellos totalmente en contra de las nucleares, a favor con reservas, o qué? Respuesta: que. “Hombre, como autores hemos intentado no tomar partido, sólo presentar unos hechos. Si me preguntas como ciudadano, estoy en contra”. Esto lo dice Francisco. Y ella, “Yo medio en contra y medio a favor”. Francisco protesta, “¡No pueden ser medias tintas!”, y Natacha matiza: “¡Es una energía limpia! Lo que pasa es que el ser humano todavía no la puede controlar y cuando hay un desastre es la que más jode. No tiene apenas residuos, es la más potente y, ahora que el planeta está agotando sus recursos, de aquí a cien años vamos a estar empleando la energía nuclear, por muy en contra que estemos”.