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¿Quién quiere matar a Josep Anglada?

Hablamos con el político ultraderechista que iba para Jorg Hayder patrio y se quedó en víctima de conspiranoias. Dice que querían emborracharle para que se estrellara con su coche de vuelta a casa.

"Josep Anglada debería estar muerto ahora mismo". Exactamente así habría sido pasada la medianoche del jueves 13 de noviembre, según los cálculos del propio Anglada. Sin embargo, todavía respira y Anglada responde al teléfono. Él mismo lo explica: "Querían a Josep Anglada muerto y está vivo de milagro".

El político xenófobo -él prefiere ser definido como "identitario", según el eufemismo que adoptó de Le Pen- asegura que el complot urdido para matarlo de madrugada fracasó. Si ese plan llegó a existir, por los detalles que desgrana, estaba lejos de ser algo profesional. "Querían emborracharme con whisky durante una cena. Después, en la carretera de regreso a casa, un camionero rumano me echaría del camino hasta estrellarme. Todo el mundo pensaría en un accidente causado por la bebida". Un plan simple, peliculero quizás, y quién sabe si efectivo.

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Josep Anglada siempre ha creído ser objetivo de conspiraciones "del sistema", "de los medios", de "los perroflautas". La conjura del whisky, sin embargo, sería cosa de sus propios colaboradores. "Han ido demasiado lejos. A alguien puede no gustarle Josep Anglada, pero querer matarlo es demasiado". Se enteró de los detalles del rocambolesco complot homicida -incluyendo el pérfido uso de licores y la oportuna nacionalidad extranjera del camionero asesino- y ha decidido presentar una querella contra los supuestos conspiradores. El caso está en el Juzgado de Instrucción número 2 de Vic e incluye "pruebas concluyentes" y una petición de orden de alejamiento para los instigadores.

Anglada se lo cuenta a quien se preste a escucharle. A veces en tercera persona. En efecto, el exlíder de Plataforma per Catalunya (PxC); el hombre al que todos llamaban populista mucho antes de que Pablo Iglesias existiera como político; el pendenciero de puño fácil que llevó la xenofobia hasta las puertas del Parlament de Catalunya, habla en tercera persona de sí mismo. "Aunque muchos no quieran, Josep Anglada sigue aquí". Es cierto, sigue aquí. Las condiciones en las que sobrevive políticamente ya son otra cuestión.

Narcisista y políticamente incomprensible -excargo de Fuerza Nueva, ahora quiere la independencia de Catalunya y desenmascara a "fachas" en su cuenta de Twitter- Anglada fue un fenómeno extraordinario en la política catalana que un día aspiró con hacer algo grande.Desde que en 2002 fundara PxC en Vic -un municipio de 41.000 habitantes y una niebla impenetrable en invierno- logró que su discurso calara en miles de votantes. Acusó a los inmigrantes de robar servicios sociales "a los de casa"; culpó "a la casta corrupta" de todos los males y difundió horrores sin estadística alguna que los respalde como este: "Las violaciones en grupo perpetradas por jóvenes inmigrantes se están extendiendo y el patrón se repite; los violadores son musulmanes marroquíes, africanos o paquistaníes y la víctima una joven europea y blanca".

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Anglada también es conocido fuera de Catalunya, especialmente desde que Jordi Évole le dedicara un 'Salvados'. Un inmigrante cubano firmó el momento más recordado del programa:

Josep Anglada: "Aquí no cabemos todos"

Cubano: "Pues entonces vete tú"

Sus excentricidades y tendencia a la pelea callejera -en abril tiene un nuevo juicio por pelearse con dos magrebíes- no evitaron que su primitiva fórmula de rechazo al extranjero funcionara. PxC logró en las últimas municipales 67 representantes en ayuntamientos y, pese al cordón sanitario del resto de partidos, rozó el escaño en el Parlament de Catalunya en las autonómicas de 2012. Desde que se quedara a las puertas del hemiciclo, sin embargo, las cosas han ido a peor para él.Expulsado del partido que fundó, solo conserva un acta de concejal no adscritopor la que cobra unos 500 euros al mes. Anglada ha perdido el partido, el tirón mediático y la posibilidad de acceder a más dinero. Se ha convertido en un juguete roto de la política, camino de la marginación. Con estos ingredientes, ¿quién quiere matar a Josep Anglada?

La tesis sobre la conspiración para matarlo es, según un excolaborador en PxC, "la última de sus locuras para salir en los titulares. Está descontrolado". El barullo grotesco en el que se ha convertido su 'timeline' en Twitter evidencia el caos en el que se desenvuelve. En la red social llama "putón" a una concejal y menciona 'felatios' no consumadas entre miembros del partido. También habla del 9-N. Eso sí, con su argumentario habitual: "Una mierda un moro va a decidir el futuro de Catalunya". Su asesinato no es la única confabulación de sus colaboradores de la que dice ser víctima. En febrero pasado se fraguó "la primera traición", cuando fue expulsado de su propio partido en una votación unánime: 16 votos contra dos. El motivo oficial del destierro fueron los 20.000 euros del partido que, supuestamente, utilizó para comprarse un Mercedes.

La directiva tiró del hilo hasta cifrar en 170.000 euros el dinero de PxC que Anglada movía sin dar explicaciones a nadie. Ahora está a la espera de juicio por apropiación indebida. Para Josep Anglada, sin embargo, todo es fruto de la envidia. Lo dicho, otra conspiración.Detrás de su asesinato frustrado cree que están un concejal de PxC en Vic y el secretario general del partido, Robert Hernando. Este último, sin embargo, ve al exlíder "en fase kamikaze" y asediado por las denuncias por amenazas. A Hernando le envió 51 mensajes en una sola noche tras aprobarse su expulsión. A una concejal de Vic le aporreó la puerta. "Si esperamos un poco más nos acusará de matar a Kennedy y a Manolete", zanja.

A la espera de que la Justicia diga si realmente existió una conjura para matarle, él promete crear un nuevo partido para acabar con "la casta corrupta" y "la inmigración descontrolada". Mañana martes Josep Anglada volverá a tener micrófonos delante y en rueda de prensa explicará los detalles del complot. Entonces recurrirá de nuevo a la tercera persona del singular para decir que "aunque a muchos no les guste, Josep Anglada sigue aquí". Al menos, hasta la próxima conspiración.